"Para ti no hay celdas en mi cuerpo, porque quien vive en mi Querer no puede vivir en un apartamento mío, sino debe vivir en el latido de mi corazón"

Libro de Cielo Vol. 14-36

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De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 14, cap. 36 junio 15, 1922

Continuando mi habitual estado, estaba pensando en el Santo Querer de Dios, y mientras me fundía en Él, mi siempre amable Jesús me ha dicho: “Hija mía,

mi Voluntad eterna

fue el punto central de mi Vida,

desde el primer acto de mi concepción hasta el último respiro me precedió, me acompañó, haciéndose vida de cada acto, y me seguía,

encerrando mi acto en el ámbito eterno de mi Querer,

del cual no encontraba la salida; y como mi Voluntad eterna era inmensa, no había punto que no abarcara, ni generación en la cual Ella no debía dominar, así que era para Ella como connatural formar mis actos, multiplicarlos por todos como si fuese para uno solo.

Uno puede dar lo que tiene, por cuanta potencia tenga no puede dar más de lo que posee;

ahora,

mi Voluntad poseía la Inmensidad,

el poder de la multiplicación de los actos por cuantos quería,

poseía la eternidad en la que envolvía todas las cosas presentes a todos,

como al principio de todas las cosas como hasta el fin.

He aquí por qué desde el primer instante de mi concepción,

la potencia de mi Querer formaba

tantas concepciones mías por cuantas criaturas salían a la existencia;

mis palabras, los pensamientos, las obras, los pasos, los multiplicaba, los extendía desde el primero hasta el último de los hombres. La potencia del Querer eterno, mi sangre, mis penas, las convertía en mares inmensos de los que todos podían servirse, si no fuera por el prodigio del Querer Supremo, mi misma Redención hubiera sido individual, circunscrita y sólo para alguna generación.

Ahora, mi Voluntad no ha cambiado, tal cual era, es y será, mucho más pues habiendo venido Yo a la tierra, vine a atar nuevamente la Voluntad Divina a la humana, y quien no huye de este nudo y se da en poder de Ella, haciéndose preceder, acompañar y seguir,

encerrando su acto dentro de mi Querer, lo que sucedió de Mí sucede del alma.

Mira, a medida que

tú fundías tus pensamientos, tus palabras, tus obras, tus reparaciones,

tu pequeño amor en mi Querer, los extendía, los multiplicaba y se hacían antídoto de

cada pensamiento, de cada palabra, de cada obra, se hacían reparación de cada ofensa, amor por cada amor que se me debe,

y si esto no sucede es por defecto de la voluntad humana,

que no dejándose del todo en poder de la Voluntad Divina, no toma todo ni puede darse a todos, por lo tanto siente las sensaciones de lo humano que la hacen infeliz, la limitan, la empobrecen y la hacen parcial.

He aquí el por qué todo mi interés es que tu querer haga vida en el mío, y que comprendas bien qué significa vivir en Él, por cuanto a criatura es posible, porque si haces esto habrás obtenido todo y me darás todo”.

Dicho esto desapareció. Pero después ha agregado de nuevo y se hacía ver todo llagado, pero

esas llagas formaban tantas celdas en las cuales Jesús llamaba a las almas para encerrarlas en ellas y ponerlas al seguro,

entonces yo le he dicho: “Amor mío, ¿y mi celda cuál es? A fin de que encerrándome en ella no salga más”.

Y Jesús:

“Hija mía, para ti no hay celdas en mi cuerpo, porque

quien vive en mi Querer

no puede vivir en un apartamento mío,

sino debe vivir

en el latido de mi corazón.

El latido es el centro y la vida del cuerpo humano, si cesa el latido cesa la vida, el latido mantiene la circulación de la sangre, el calor, la respiración, por consiguiente la fuerza, la actividad de los miembros; si el latido no es regular toda la actividad humana está en desorden, aun la misma inteligencia pierde la vivacidad, el ingenio, la plenitud de la luz intelectual,

porque al crear al hombre le puse en el corazón un sonido especial,

al cual até la armonía eterna,

de manera que si el latido está sano, todo es armonía en la criatura.

Ahora,

mi Voluntad es como el latido en la criatura, si Ella late armoniza

la santidad, armonizan las virtudes, armoniza entre el Cielo y la tierra; su armonía se extiende hasta la Trinidad Sacrosanta, he aquí por qué

para ti es mi latido el que se ofrece como celda para encerrarte dentro,

y latiendo con un solo latido armonices entre el Cielo y la tierra, circules en el pasado, en el presente y en el futuro, en todo te encuentres tú circulante en Mí y Yo en ti”.


Fiat Divina Voluntad