Mira entonces qué se necesita para hacer venir a reinar nuestra Voluntad sobre la tierra: La potencia de nuestro aliento omnipotente, con él renovaremos nuestra Vida en el hombre

Libro de Cielo Vol. 35-23



De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 35-23 (2, 3) Diciembre 21, 1937 

“Hija mía buena, está decretado en el consistorio de la Trinidad Sacrosanta, que mi Voluntad Divina tendrá su reino sobre la tierra, y cuantos prodigios se necesiten, los haremos, no ahorraremos nada para tener lo que Nosotros queremos.  Pero Nosotros en el obrar usamos siempre los modos más simples, pero potentes, tanto de arrollar Cielo y tierra, todas las criaturas en el acto que queremos.  Tú debes saber que en la Creación, para infundir la vida al hombre no se necesitó más que nuestro aliento omnipotente, ¡pero cuántos prodigios encerrados en aquel aliento!  Creamos al alma dotándola con las tres potencias, verdadera imagen de nuestra Trinidad adorable; con el alma tuvo el latido, el respiro, la circulación de la sangre, el movimiento, el calor, la palabra, la vista.  Ahora, ¿qué cosa se necesitó para hacer todos estos prodigios en el hombre?  Nuestro acto más simple, armado de nuestra potencia, esto es, nuestro aliento, y de la carrera de nuestro amor, que no pudiendo contenerlo, corría, corría hacia él, hasta hacer de él el más grande prodigio de toda la obra creadora.  

Ahora hija mía, el hombre con no vivir en nuestro Querer Divino, sus tres potencias han sido oscurecidas y deformada nuestra imagen adorable en él, de modo que ha perdido el primer latido de amor de Dios en el suyo; ha perdido el respiro divino en su respiro humano, más bien, no que lo haya perdido, sino que no lo siente, por eso no siente la circulación de la Vida Divina, el movimiento del bien, el calor del amor supremo, la palabra de Dios en la suya, la vista para poder mirar a su Creador, todo ha quedado oscurecido, entorpecido, debilitado y quizá también deformado.  

Ahora, ¿qué cosa se necesita para restablecer a este hombre?  Volveremos a infundirle nuestro aliento con más fuerte y creciente amor, le infundiremos el aliento en el fondo del alma, pondremos nuestro aliento más fuertemente en el centro de su voluntad rebelde, pero tan fuerte de sacudirle los males a los cuales está unido, sus pasiones quedarán aterradas y aterrorizadas ante la potencia de nuestro aliento; se sentirán quemar por nuestro fuego divino, y la voluntad humana sentirá la Vida palpitante de su Creador, que ella, como velo, lo esconderá en sí misma, y volverá a ser la portadora de su Creador.  ¡Oh, cómo se sentirá feliz!  Con nuestro aliento la restableceremos, la sanaremos, haremos como una madre ternísima que teniendo a su hijo deforme, por medio de su aliento, de respiraciones, de soplos, se vierte sobre su hijo y solamente deja de darle el aliento y la respiración cuando lo ha sanado y lo ha vuelto bello como ella lo quería.  La potencia de nuestro aliento no lo dejará, sólo dejaremos de dárselo cuando lo veamos regresar a nuestros brazos paternos bello como Nosotros lo queremos, y entonces sentiremos que nuestro hijo ha reconocido nuestra paterna bondad, y lo mucho que lo amamos.

Mira entonces qué se necesita para hacer venir a reinar nuestra Voluntad sobre la tierra:  La potencia de nuestro aliento omnipotente, con él renovaremos nuestra Vida en el hombre.  Todas las verdades que he manifestado, los grandes prodigios del vivir en mi Querer, serán las propiedades más bellas, más grandes, de las cuales les haré don.  También esto es una señal segura de que vendrá el reino de mi Voluntad a la tierra, porque si hablo, primero hago los hechos y después hablo, mi palabra es la confirmación del don, de los prodigios que quiero hacer; por eso, ¿qué finalidad tendría el manifestar mis propiedades divinas, hacerlas conocer, si no debiera venir su reino a la tierra?...”