"Jesús me purificaba y ordenaba toda"



De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 2-59 (1-6) Agosto 15, 1899


Jesús le ordena la caridad.

Fiesta de la Mamá Celestial...


Esta mañana mi dulcísimo Jesús ha venido todo alegre, trayendo entre las manos un ramo de bellísimas flores, y poniéndose en mi corazón, con aquellas flores ahora se circundaba la cabeza, ahora las tenía entre sus manos, recreándose y complaciéndose todo. Mientras se divertía con estas flores, como si hubiera hecho una gran adquisición, se ha volteado hacia mí y me ha dicho: “Amada mía, esta mañana he venido para poner en orden en tu corazón todas las virtudes. Las otras virtudes pueden estar separadas la una de la otra, pero la caridad ata y ordena todo.


He aquí lo que quiero hacer en ti, ordenar la caridad”.


Yo le he dicho: “Solo y único Bien mío, ¿cómo puedes hacer esto siendo yo tan mala y llena de defectos e imperfecciones?

Si la caridad es orden, ¿estos defectos y pecados no son desorden que tienen todo en desorden y revuelta mi alma?”


Y Jesús:

“Yo purificaré todo y la caridad pondrá todo en orden.

Y además, cuando a un alma la hago partícipe de las penas de mi Pasión, no puede haber culpas graves, a lo más algún defecto venial involuntario, pero mi amor, siendo fuego, consumirá todo lo que es imperfecto en tu alma”.

Así parecía que Jesús me purificaba y ordenaba toda;

después derramaba como un río de miel de su corazón en el mío

y con esa miel regaba todo mi interior, de modo que todo lo que estaba en mí quedaba ordenado, unido, y con la marca de la caridad.



Después de esto me he sentido salir fuera de mí misma en la bóveda de los cielos, junto con mi amante Jesús; parecía que todo estaba en fiesta, Cielo, tierra y purgatorio; todos estaban inundados de un nuevo gozo y júbilo.


Muchas almas salían del purgatorio y como rayos llegaban al Cielo para asistir a la fiesta de nuestra Reina Mamá. También yo me ponía en medio de aquella multitud inmensa de gente, es decir, ángeles, santos y almas del purgatorio, que ocupaban aquel nuevo Cielo, que era tan inmenso, que el nuestro que vemos, comparado con aquél me parecía un pequeño agujero, mucho más que tenía la obediencia del confesor. Pero mientras hacía por mirar, no veía otra cosa que

Nuevo Cielo...

Sol LUMINOSÍSIMO


El alma, viendo su nada, sus miserias y su pobreza, se sentía aniquilada ..."

un Sol luminosísimo que esparcía rayos que me penetraban toda, de lado a lado, y me volvían como un cristal, tanto que se descubrían muy bien los pequeños defectos y la infinita distancia que hay entre el Creador y la criatura; tanto más que aquellos rayos, cada uno tenía su marca:


Uno delineaba la Santidad de Dios,

otro la pureza,

otro la potencia,

otro la sabiduría,

y todas las otras virtudes y atributos de Dios.


Así que el alma, viendo su nada, sus miserias y su pobreza, se sentía aniquilada y en vez de mirar, se postraba con la cara en la tierra ante aquel Sol Eterno, ante el Cuál no hay ninguno que pueda estar frente a Él..."


Pero lo más era que para ver la fiesta de nuestra Mamá Reina, se debía ver desde dentro de aquel Sol, tanto parecía inmersa en Dios la Virgen Santísima, que mirando desde otros puntos no se veía nada


Fiat Divina Voluntad