Muerte

En el Ejercicio de Tu Voluntad

De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 4-142 (1-2) Septiembre 3, 1902

“Dice Jesús: Todo lo que merecí en mi vida, lo cedí a todas las criaturas, y en modo especial y sobreabundante a quien es víctima por amor mío”



(1) Esta mañana encontrándome en mi habitual estado, sentí que me venía un mal natural, tan fuerte que me sentía morir. 

Entonces, temiendo que pudiera pasar del tiempo a la eternidad, (que muriera) y mucho más temía porque el bendito Jesús apenas viene, y a lo más como sombra, porque si viniera según su costumbre yo no temería para nada, entonces para hacer que me pudiera encontrar en buen momento, rogaba al Señor que me cediera el ejercicio de su santa mente para satisfacer por los males que haya podido hacer con mis pensamientos, sus ojos, su boca, sus manos, sus pies, su corazón y todo su sacratísimo cuerpo para satisfacer por todos los males que haya podido cometer, y por todo el bien que debía hacer y no he hecho. 

Mientras esto hacía, el bendito Jesús ha venido vestido de fiesta, en acto de recibirme entre sus brazos y me ha dicho:

(2) “Hija mía, todo lo que merecí lo cedí a todas las criaturas, y de modo especial y sobreabundante a quien es víctima por amor mío; entonces todo lo que quieras te lo cedo no sólo a ti, sino a quien quieras tú”.

(3) Y yo recordándome del confesor le he dicho: “Señor, si me llevas te pido que contentes al padre”. 

(4) Y Él: “Es cierto que alguna recompensa ha recibido gracias a la caridad (la 2da. caridad Vol. 4-49) que te ha hecho, y como él ha cooperado, viniendo tú a Mí en el ambiente de la eternidad, otra recompensa le daré”. 

(5) El mal aumentaba siempre más, pero me sentía feliz encontrándome en el puerto de la Eternidad. Mientras estaba en esto ha venido el confesor y me ha llamado a la obediencia. Yo habría querido callar todo, pero él me ha obligado a decir todo, y ha salido con el acostumbrado estribillo de que no debo morir por obediencia. A pesar de todo esto el mal no cesaba.