Sagrada Escritura
Don de Piedad
EXODO 33, 18-19
18. Moisés dijo a Yavé:«Por favor, déjame ver tu Gloria.»
19. Y El le contestó: «Toda mi bondad va a pasar delante de ti, y yo mismo pronunciaré ante ti el Nombre de Yavé. Pues tengo piedad de quien quiero, y doy mi preferencia a quien la quiero dar.»
RUT 3, 9-11
9. Al preguntarle quién era, ella respondió: «Soy Rut, tú sirves. Tápame con tu manta, pues tú debes rescatarme.»
10. «¡Que Yavé te bendiga, hija mía, le respondió, porque este acto de piedad es mayor que el primero, pues no ha escogido jóvenes, ni ricos ni pobres!
11. Quédate tranquila, hija, puedes haré todo lo que me pidas, ya que todos en el pueblo saben que eres una mujer extraordinaria.
NEH 13, 14; 22
14. Dios mío, acuérdate de lo que he hecho. No olvides las obras de piedad que hice por tu Casa y para mantener tus ceremonias.
22. Ordené también a los levitas purificarse y venir a guardar las puertas, para santificar el sábado. También por esto, acuérdate de mí, Dios mío, y ¡ten piedad de mí según tu gran misericordia!
Salmo 45, 4-5
4. Cíñete ya la espalda, poderoso: con gloria y con honor, anda y cabalga por la causa de la verdad, la piedad y el derecho. Haces proezas con armas en las manos.
Proverbios 14, 21 28, 6-9
21. El que desprecia a su prójimo comete un pecado; feliz el que tiene piedad de los desgraciados.
31. El que oprime al pobre insulta a su Creador, el que tiene piedad de los indigentes le rinde homenaje.
6. Más vale un pobre que vive honradamente, que un oportunista que se hizo rico.
7. Un muchacho inteligente observa la Ley, el que frecuenta a los libertinos es la vergüenza de su padre.
8. Préstamos y usura lo han hecho rico: amontonó para otro que tuvo piedad de los pobres.
9. El que se niega a escuchar la Ley, hasta su oración indispone a Dios.
Sabiduría 10, 11-12
11. Lo defendió contra la avaricia de sus amos y lo hizo muy rico.
12. Lo guardó de sus enemigos y lo protegió de los que le tendían trampas. Le dio la victoria en un rudo combate para hacerle entender que la piedad es más poderosa que cualquier otra cosa.
Ecl 49, 1-3
1. El recuerdo de Josías es como un perfume de incienso preparado con todo el arte del perfumista, es como una miel suave al paladar, es como una música en medio de un festín y del vino.
2. Porque tomó el camino recto y convirtió al pueblo: él suprimió los ídolos abominables que eran el origen del pecado.
3. Había enderezado su corazón hacia el Señor y restauró la piedad en una época en que triunfaban los sin ley.
Jeremías 42, 11-12
11. No teman al rey de Babilonia, que tanto susto les causa; no lo teman, dice Yavé, pues estoy con ustedes para salvarlos y para librarlos de sus manos.
12. Yo pondré en su corazón sentimientos de piedad hacia ustedes, y él se compadecerá de ustedes, permitiéndoles que vuelvan a su patria.
1ª Timoteo, 2, 1-5 4, 5-8
1. Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, sin distinción de personas;
2. por los jefes de estado y todos los gobernantes, para que podamos llevar una vida pacífica y pacífica, con toda piedad y dignidad.
3. Esto es bueno y agrada a Dios, nuestro Salvador,
4. pues él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
5. Dios es el único, y el único es también el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre,
5. Eres santificado por la palabra de Dios y la oración.
6. Si explicas estas cosas a los hermanos, serás un buen siervo de Cristo Jesús, alimentado con las enseñanzas de la fe y de la sana doctrina que has seguido.
7. Rechaza las lecturas vergonzosas, los verdaderos cuentos de la vejez, y dedícate a la piedad como al deporte.
8. Los ejercicios deportivos no es que sirvan de mucho; la piedad, en cambio, es útil fuera de toda discusión, porque Dios le prometió la vida, tanto presente como futura.
2º de Pedro, 1, 2-8
2. Que la gracia y la paz se les aumenten de día en día, junto con el conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro Señor.
3. Su poder divino nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad, en primer lugar el conocimiento de Aquel que nos ha llamado por su propia gloria y fuerza.
4. Por ellas nos ha concedido lo más grande y precioso que se pueda ofrecer: ustedes llegan a ser partícipes de la naturaleza divina, escapando de la corrupción que en este mundo va a la par con el deseo.
5. Por eso, pongan el máximo empeño en incrementar su fe con la firmeza,
6. la firmeza con el conocimiento, el conocimiento con el dominio de los instintos, el dominio de los instintos con la constancia, la constancia con la piedad,
7. la piedad con el amor fraterno y el amor fraterno con la caridad.
8. Pues si tienen todas estas virtudes en forma eminente, no serán inútiles ni estériles, sino que más bien alcanzarán el conocimiento de Cristo Jesús, nuestro Señor.
Catecismo
Don de Piedad
Si el don de piedad nos hace crecer en la relación y en la comunión con Dios y nos lleva a vivir como hijos suyos, al mismo tiempo nos ayuda a volcar este amor también en los demás y a reconocerlos como hermanos. Y entonces sí que seremos movidos por sentimientos de piedad —¡no de pietismo!— respecto a quien está a nuestro lado y de aquellos que encontramos cada día. ¿Por qué digo no de pietismo? Porque algunos piensan que tener piedad es cerrar los ojos, poner cara de estampa, aparentar ser como un santo. En piamontés decimos: hacer la «mugna quacia». Esto no es el don de piedad. El don de piedad significa ser verdaderamente capaces de gozar con quien experimenta alegría, llorar con quien llora, estar cerca de quien está solo o angustiado, corregir a quien está en el error, consolar a quien está afligido, acoger y socorrer a quien pasa necesidad. Hay una relación muy estrecha entre el don de piedad y la mansedumbre. El don de piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles, nos hace serenos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los demás con mansedumbre.
https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2014/documents/papa-francesco_20140604_udienza-generale.html#:~:text=El%20don%20de%20piedad%20significa,socorrer%20a%20quien%20pasa%20necesidad.
24. El que enseña debe "hacerse todo a todos" (1 Cor 9,22), para ganarlos a todos para Jesucristo... ¡Sobre todo que no se imagine que le ha sido confiada una sola clase de almas, y que, por consiguiente, le es lícito enseñar y formar igualmente a todos los fieles en la verdadera piedad, con un único método y siempre el mismo! Que sepa bien que unos son, en Jesucristo, como niños recién nacidos, otros como adolescentes, otros finalmente como poseedores ya de todas sus fuerzas... (Los que son llamados al ministerio de la predicación deben, al transmitir la enseñanza del misterio de la fe y de las reglas de las costumbres, acomodar sus palabras al espíritu y a la inteligencia de sus oyentes (Catech. R., Prefacio, 11).))
463. Esa es la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos cuando canta "el gran misterio de la piedad": "Él ha sido manifestado en la carne" (1 Tm 3, 16).
575. Jesús confirma doctrinas sostenidas por esta élite religiosa del pueblo de Dios: la resurrección de los muertos (Cf. Mt 22, 23-34; Lc 20, 39), las formas de piedad (limosna, ayuno y oración, Cf. Mt 6, 18) y la costumbre de dirigirse a Dios como Padre, carácter central del mandamiento de amor a Dios y al prójimo (Cf. Mc 12, 28-34).
786. El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de Cristo". Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección (Cf. Jn 12, 32). Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo "venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28). Para el cristiano, "servir es reinar" (LG 36), particularmente "en los pobres y en los que sufren" donde descubre "la imagen de su Fundador pobre y sufriente" (LG 8). El pueblo de Dios realiza su "dignidad regia" viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo. De todos los que han nacido de nuevo en Cristo, el signo de la cruz hace reyes, la unción del Espíritu Santo los consagra como sacerdotes, a fin de que, puesto aparte el servicio particular de nuestro ministerio, todos los cristianos espirituales y que usan de su razón se reconozcan miembros de esta raza de reyes y participantes de la función sacerdotal. ¿Qué hay, en efecto, más regio para un alma que gobernar su cuerpo en la sumisión a Dios? Y ¿qué hay más sacerdotal que consagrar a Dios una conciencia pura y ofrecer en el altar de su corazón las víctimas sin mancha de la piedad? (San León Magno, serm. 4, 1).
901. "Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu. En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta sana, consagran el mundo mismo a Dios" (LG 34; Cf. LG 10).
1323. "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (SC 47).
1437 La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padre Nuestro, todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados.
1900. La más antigua oración de la Iglesia por la autoridad política tiene como autor a san Clemente Romano:
“Concédeles, Señor, la salud, la paz, la concordia, la estabilidad, para que ejerzan sin tropiezo la soberanía que tú les has entregado. Eres tú, Señor, rey celestial de los siglos, quien da a los hijos de los hombres gloria, honor y poder sobre las cosas de la tierra. Dirige, Señor, su consejo según lo que es bueno, según lo que es agradable a tus ojos, para que ejerciendo con piedad, en la paz y la mansedumbre, el poder que les has dado, te encuentren propicio” (S. Clemente Romano, Cor. 61, 1-2).
1966 La Ley nueva es la gracia del Espíritu Santo dada a los fieles mediante la fe en Cristo. Actúa por la caridad, utiliza el Sermón del Señor para enseñarnos lo que hay que hacer, y los sacramentos para comunicarnos la gracia de realizarlo:
El que quiera meditar con piedad y perspicacia el Sermón que nuestro Señor pronunció en la montaña, según lo leemos en el Evangelio de san Mateo, encontrará en él sin duda alguna la carta perfecta de la vida cristiana...
Este Sermón contiene todos los preceptos propios para guiar la vida cristiana. [S. Agustín, serm. Dom. 1, 1).
2001. Ciertamente nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que trabaja. Porque su misericordia se nos adelantó para que fuésemos curados; nos sigue todavía para que, una vez sanados, seamos vivificados; se nos adelanta para que seamos llamados, nos sigue para que seamos glorificados; se nos adelanta para que vivamos según la piedad, nos sigue para que vivamos por siempre con Dios, pues sin él no podemos hacer nada. (S. Agustín, nat. et grat. 31).
2186 Los cristianos que disponen de tiempo de descanso deben acordarse de sus hermanos que tienen las mismas necesidades y los mismos derechos y no pueden descansar a causa de la pobreza y la miseria. El domingo está tradicionalmente consagrado por la piedad cristiana a obras buenas y a servicios humildes para con los enfermos, débiles y ancianos.
2240 El apóstol nos exhorta a ofrecer oraciones y acciones de gracias por los reyes y por todos los que ejercen la autoridad, “para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad” (1 Tm 2, 2).