“Todo lo que no tiene principio en Dios,

infla a la criatura, la vacía de Gracia”





De los escritos de la S. D. Luisa Piccarretavol. 20-42 (3); diciembre 27, 1926



“Hija mía, todo bien, para ser verdadero bien, debe tener su principio en Dios,


así que el amor, el hacer el bien, el sufrir, el heroísmo de aquellos que se dan hasta la muerte para alcanzar una meta, el estudio de las ciencias sagradas y profanas, en suma,


todo lo que no tiene principio en Dios,

infla a la criatura,

la vacía de gracia,

y todos estos bienes que no tienen principio en Dios, que comienzan con principio humano, son como obras llevadas por el viento impetuoso, que con su fuerza reduce a polvo ciudades, villas, cosas suntuosas y de ellas hace un montón de ruinas. ¿Cuántas veces un viento impetuoso destruye, echa por tierra las obras más bellas de arte, de ingenio, haciéndose con esas obras tan alabadas y admiradas, con su furor, un juego? ¿Cuántas veces el viento impetuoso de la propia estima, de la propia gloria, el viento furioso de agradar a las criaturas, derrumban las obras más bellas, y Yo siento la nausea de ese mismo bien?


Por eso no hay remedio más eficaz, más apropiado, que más previene, que impide el furor de estos vientos en el alma, que la fuerza, el eclipse de la luz de mi Voluntad.


Donde está esta fuerza, este eclipse de luz divina, estos vientos vienen impedidos de soplar, y la criatura vive bajo el influjo vital de una Voluntad Divina, de modo que se ve en todos sus actos, pequeños y grandes, el sello del Fiat, así que su movimiento es:


‘Lo quiere Dios, lo quiero yo, y si no lo quiere, tampoco lo quiero yo’.


Además de esto mi Voluntad mantiene el equilibrio perfecto en toda la Creación, mantiene el equilibrio del amor, de la bondad, de la misericordia, de la fortaleza, de la potencia y hasta de la justicia, por eso cuando oyes de flagelos y desgracias, no es otra cosa que efecto de mi Voluntad equilibrada, que por cuanto ama a la criatura no está sujeta a desequilibrarse, de otra manera sería defectuosa y débil si perdiera su equilibrio.


Porque aquí está todo el orden y santidad de Ella: En su perfecto equilibrio, siempre igual, sin cambiarse jamás..."