En cuanto el alma se decide

a vivir en mi Querer,

Mi Voluntad

me crea a Mí mismo en el alma

Vol. 11-57



De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 11-57 Agosto 20, 1913

Para vivir en la Divina Voluntad, la vida de la propia voluntad debe terminar

Mientras rezaba veía en mí a mi siempre amable Jesús y a otras almas en torno a mí, las cuales decían: “Señor, todo has puesto en esta alma”. Y extendiendo sus manos hacia mí me decían: “Ya que Jesús está en ti, y con Él todos los bienes, toma y danos a nosotras”. Yo he quedado confundida, y el bendito Jesús me ha dicho:

“Hija mía, en mi Voluntad están todos los bienes posibles, y el alma que vive en Ella es necesario que

esté con confianza obrando junto Conmigo como dueña.

Todo esperan las criaturas de esta alma, y si no lo tienen se sienten defraudadas; ¿y cómo puede dar si no está con toda confianza obrando junto Conmigo? Por eso al alma que vive en mi Voluntad le es necesaria

la confianza para dar,

la simplicidad para comunicarse a todos,

con el desinterés de sí para poder vivir toda para Mí y para el prójimo. Tal soy Yo”.

Luego ha agregado: “Hija mía, a quien en verdad hace mi Voluntad le sucede como al árbol injertado, que la fuerza del injerto tiene virtud de hacer destruir la vida del árbol que recibe el injerto, así que no más los frutos, las hojas del primer árbol se ven, sino los del injerto, y si el primer árbol dijera al injerto, “quiero retener para mí al menos una pequeña ramita para poder dar también yo algún fruto para poder hacer conocer a todos que yo existo aún”, el injerto le respondería: “Tú no tienes ya razón de existir, después de que te has sometido a recibir mi injerto la vida será toda mía”.

Así el alma que hace mi Voluntad puede decir:

“Mi vida ha terminado, no más mis obras saldrán de mí, mis pensamientos, mis palabras, sino las obras, los pensamientos, las palabras de Aquél cuya Voluntad es mi vida”.

Así que Yo digo a quien hace mi Querer:

“Tú eres vida mía, sangre mía, huesos míos”.

Entonces sucede la verdadera, real, Sacramental transformación, no en virtud de las palabras del sacerdote, sino en virtud de mi Voluntad.


En cuanto el alma se decide

a vivir en mi Querer, mi Voluntad me crea a Mí mismo en el alma,

y a medida que mi Querer corre en la voluntad, en las obras, en los pasos del alma, tantas creaciones (Jesús) mías recibe.

Sucede propiamente como a un cáliz lleno de partículas consagradas, por cuantas partículas hay, tantos Jesús están, uno en cada partícula. Así el alma, en virtud de mi Voluntad me contiene en todo y en cada parte de su ser;

quien hace mi Voluntad hace la verdadera comunión eterna, y comunión con fruto completo”.