Responsabilidad y globalización

Cronológicamente toca hablar de la responsabilidad y ciencia hasta la globalización del siglo XX y XXI. Las teorías que hemos visto hasta ahora han sido elaboradas por filósofos. El planteamiento de la ciencia y de la técnica, y su gran poder, a partir de las armas atómicas plantea nuevos retos respecto a la responsabilidad de los científicos hacia su trabajo. A partir de la II GM el panorama cambia. Ya no son sólo los filósofos los funcionarios de la humanidad, esta labor debe ser compartida por el científico. La posición de Max Weber es ya insostenible. Como podemos recordar, Weber pensaba que la ciencia se basa en hechos, en tanto que la política se basa en valores, por tanto hay que pedir cuentas al político, y la ciencia debe ser neutral. Husserl por su parte criticaba la neutralidad axiológica de la ciencia. Para Husserl la ciencia debe ser responsable, pero ciencia en tanto que filosofía. La idea de Husserl de filosofía como ciencia no es una idea que tenga continuidad en sus discípulos (Jaspers, Heidegger, etc.). La filosofía sería para estos autores posteriores a Husserl un saber existencial, pero no una ciencia.

Que el ser humano y el filósofo deben ser responsables quedaba claro, pero el tema de la neutralidad de la ciencia nunca había sido de verdad trabajado, pues seguía vigente el modelo positivista del científico que penetra en los arcanos de la naturaleza de modo éticamente neutral: el científico, en tanto que científico es un ser puro que está más allá del bien y del mal. No es un azar que las primeras academias científicas, la Royal Society, por ejemplo, surgidas en el XVII y creciendo hasta el XIX, prohibieran a sus miembros discutir de problemas políticos, religiosos y morales, a fin de que la búsqueda de la verdad científica no se viera lastrada por el apasionamiento. Esta creencia está tan asumida que no se duda en momento alguno hasta la mitad del siglo XX. Esto no puede seguir siendo así tras Auschwitz e Hiroshima.

Esto supone la expulsión del paraíso terrenal de las ciencias naturales de la figura del científico inocente al que no se debe pedir responsabilidad. Ya no va a seguir siendo posible contraponer la responsabilidad que se le pide al político con la neutralidad que se le supone al científico, en palabras de Weber.

En 1897 Thompson descubre el electrón. En 1918 Ruthenford descubre el protón y en 1932 Chadwick descubre el neutrón. Inmediatamente, en los años 30, los físicos se dan cuenta de que con neutrones se puede bombardear un átomo y puede ser fisionado, con una gran liberación de energía, utilizable pacíficamente para fines encomiables y bélicamente para bombas de potencia destructora sin parangón en la historia militar. El 22 de diciembre de 1938 se hace público el descubrimiento de la fisión nuclear, firmado por los físicos alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann. Carl Friedrich Freiherr von Weizsäcker explica que unos 200 científicos supieron a la vez que era posible los usos pacífico y bélico de la energía nuclear.

La cuestión que surgió era ¿qué debemos hacer? Realmente era demasiado tarde, quizás no hubiera sido demasiado tarde si se hubiera llegado a un entendimiento mundial inicial entre todos los físicos, pero tal cosa no se llegó a producir. Así comienzan las armas de producción masiva, y a partir de ahí los físicos empiezan a firmar manifiestos: el Llamamiento de Estocolmo contra las armas nucleares, Llamamiento de Bohr ante las Naciones Unidas, el llamamiento de Russell y Einstein, El Manifiesto de Gotinga de 1957, etc.

Todos ellos van a nombrar directamente la responsabilidad del científico. Society for social responsability in sciences es un movimiento que aún existe actualmente, y que nació al amparo de estas crecientes preocupaciones. Heisenberg y Bohr trabajaron mucho en este tema; pero sus trayectorias al respecto fueron muy dispares. Heisenberg afirma que con la guerra se les ahorró a los científicos la posibilidad de decidir -y fueron felices por ello. Explica Heisenberg que ellos creían que la parte contraria tampoco podría conseguirlas durante la guerra. Bohr tuvo que salir en barco a Suecia para salvar la vida, y de allí a Reino Unido. Heisenberg por su parte colaborando con los planes para la elaboración de la primera bomba atómica, y después colaboró en el Proyecto Manhattan. La cita de Oppenheimer del ‘Bhagavad Gita’ es clarificadora a la hora de entender los remordimientos del científico ante el tamaño destructor de los ingenios que ellos mismos estaban elaborando. Se les cae la venda de los ojos, se dan cuenta de que no están más allá del bien y del mal, y que por tanto deben ser responsables de lo que hacen. Con ello se va dando contenido a la idea de la responsabilidad del científico.

Podemos estratificar estos acontecimientos en tres fases:

 Desde el 45 al 57 los textos que tenemos presentan a los propios científicos firmantes como los verdaderos paladines del conocimiento. Puesto que es así, se consideran responsables de informar a los políticos de los peligros de las nuevas técnicas. Los científicos serían una especie de inteligencias grises que existen tras los políticos, un pozo de sabiduría que les informa correctamente de cuestiones técnicas. Esto es más o menos lo que dice la Declaración de Gotinga de 1957, que es firmada unánimemente por todos los científicos importantes del momento. Allí se afirma que el científico está cargado de responsabilidad, cargado por tanto de graves consecuencias, de modo que no pueden permanecer silenciosos ante los problemas políticos, y especialmente ante el rearme nuclear. Esta presentación es muy mal recibida por los políticos, que ven a los científicos como ignorantes de la política; pues la política tiene su racionalidad y la ciencia la suya.

 A partir del 57, al ver el ninguneo de los políticos, los científicos toman un nuevo concepto de responsabilidad. Ya no lo son en cuanto a su responsabilidad de aleccionar a los políticos, sino de cara a la opinión pública. La ciencia tiene una grave responsabilidad de cara a la Humanidad entera. Su misión es educar a la sociedad en la responsabilidad. Se produce por tanto una ampliación del concepto de responsabilidad. Esto supone pensar que la única racionalidad es la científica, cosa que a los políticos sentó muy mal. Max Born pertenece a esta nueva corriente. Escribe Bohr:

“… la inteligencia, la previsión y la responsabilidad políticas no están reservadas a los políticos. Cuando el político piensa que esto es así, la democracia está a punto de perecer. Ya padecemos demasiadas manipulaciones de funcionarios, y todas ellas constituyen un peligro para la libertad de conciencia política. La Tesis de Lutero y su resuelta frase (Aquí me detengo, no puedo hacer más) viene al pelo en este momento. La responsabilidad del científico no es ante los gobernantes, sino ante la Humanidad. El viejo ideal de la investigación pura en pos del conocimiento ya no es sostenible. Se creía que tal cosa nunca podría conducir al mal, porque la búsqueda de la verdad es buena en sí misma. Era un bello sueño del que hemos despertado con los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces hemos aprendido que a causa de los resultados de nuestro trabajo estamos implicados irremisiblemente en los acontecimientos, y que todo ello nos asigna una gran responsabilidad. Me siento responsable aunque no haya participado en la aplicación de conocimientos científicos en armas de destrucción”.

 Desde finales de los años 70. Hans Jonas es el hombre que más ha reflexionado sobre este proceso de responsabilización de la ciencia en los hechos acaecidos en el siglo XX. En 1979 publicó Das Princip Verantwortung (‘El Principio Responsabilidad’).

Hans Jonas y el Imperativo de Responsabilidad.

El trabajo de este pensador se centra en los problemas éticos y sociales creados por la tecnología. Jonas introduce el horizonte temporal en su pensamiento ético e insiste en que la supervivencia humana depende de nuestros esfuerzos para cuidar nuestro planeta y a las generaciones futuras.

Inspirado en el imperativo ético de Kant, formuló un nuevo y actualizado principio de conducta o de actuación: “Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la tierra”. La tesis de Jonas es que todas las éticas que han existido ya no son útiles para los problemas humanos, porque la explosión de la técnica plantea problemas tan nuevos que la ética debe ser reformulada completamente. La ética a la altura de 1980 debe ser una ética de la responsabilidad.

No valen otras éticas, y la ética positivista, menos que ninguna. La filosofía positivista, y sus ramificaciones, es la que nos ha traído hasta donde estamos. El positivismo, con esa desacralización de la naturaleza, vista como mero medio para el hombre, como si fuera el patio de atrás de la Humanidad, del cual servirse a discreción, y de ese modo se ha producido la gran catástrofe. Ya no se puede mantener que lo científicamente posible sea lo éticamente correcto.

Hans Jonas fue discípulo de Heidegger, para el que la responsabilidad jugaba un papel importante. En ‘La pregunta por la técnica’ se pregunta Heidegger la cuestión, y se enfrenta con la idea de la neutralidad de la ciencia, que no se debe seguir manteniendo. Cuando el ser humano objetiva las cosas destruye lo más importante: las cosas no son meras cosas ante mi (vorhanden). Tienen que verse como manifestaciones, como revelaciones del ser que se va expresando a lo largo de la historia. Por eso debemos mantener una actitud de piedad ante dichos regalos que se me dan, ante los que debo mantener un respeto. Las cosas no pueden manejarse como meros trastos, porque tienen una densidad ontológica, un sentido en tanto que elementos de existencia. Ese es, para Heidegger, el gran tema de la metafísica.

La técnica ha desacralizado el mundo, convirtiéndolo en objeto, frente al dominio soberbio, la actitud de cuidado y de escucha debe imponerse. Por eso, la técnica como manipulación irrespetuosa de las cosas oculta el ser, fomenta la impiedad y la manipulación inmisericorde. Jonas recoge estas ideas de Heidegger y las adapta a su ética: hay que estar a la escucha de las cosas, y atentos a su cuidado respetuoso. La consigna es resacralizar la naturaleza teniendo esta especie de nueva piedad hacia las cosas, sabiendo escuchar a los acontecimientos y a la realidad, porque son manifestaciones del ser, son manifestaciones de valor: las cosas valen, y no se refiere solo a lo económico.

Un valor es aquello que si desapareciera nos faltaría algo importante: la justicia, la belleza, la verdad. El mundo tiene valores, y el no cuidar y realizar los valores es una defección moral, por tanto los valores que están en las cosas exigen su realización. La belleza, la verdad, la justicia, exigen su realización. Pero hay un valor fundamental: la vida. La vida es un valor máximo, debemos proteger la vida, en unas condiciones de calidad. Así, Jonas reformula el imperativo categórico kantiano en términos de continuidad de la vida en condiciones no inferiores a la nuestra; es lo que denomina la piedad responsable. Hay que cuidar a la naturaleza como un padre cuida a sus hijos, y no se trata de un vacuo paternalismo.

Otro apunte importante sobre la idea de responsabilidad de Jonas: la responsabilidad lo es hacia el futuro, no hacia el pasado. Son nuestras acciones futuras las que claman por nuestra responsabilidad. Para Jonas uno de los éxitos de la ciencia y de la técnica actuales es el nivel de predicción tan fino alcanzado sobre las consecuencias futuras de las acciones; la previsión es importante; y por eso ahora es la época de la responsabilidad. Y la humanidad, ¿va a aceptar actuar con piedad, cuidado, responsabilidad del futuro (que en último instancia todavía no existe), y en aras a no hipotecar el futuro podremos vivir hoy en modo algo peor de lo que pudiéramos? ¿Lo va a entender la gente? Probablemente no; se responde Jonas. Lo que va a funcionar es la heurística del miedo, el miedo a la catástrofe que se cierne sobre nuestro futuro. El cuidado y el respeto por la naturaleza es hoy mayor al de hace 30 años, aunque realmente tememos que se deba al miedo, más que a otra cosa.