64. Dominicos

Tras revisar las características ideológicas de la orden de los franciscanos, pasamos a hacer lo propio con la de los dominicos. El papado perdió que estas órdenes cumplieran una misión muy específica en los nuevos tiempos. Con la orden de los dominicos encontramos el dispositivo eclesiástico ad hoc para encarar la aparición de Aristóteles como máquina capaz de trastornar las bases del pensamiento europeo, pues manifestaban una alternativa al agustinismo predominante.

La ordo praedicatorum de los dominicos se fundo para que no tuviese la conformación de un mundo estabilizado según el derecho feudal, sino que se desarrollase como un arma casi militar para defensa de la fe frente a las herejías. Es importante constatar algunos elementos iniciales:

1. La orden surge en el marco de la herejía albigense, como una forma de predicación sobre la pureza de la ortodoxia doctrinal, y finalmente cumplió el papel de la constitución del tribunal de la inquisición.

2. En el IV Concilio de Letrán se definió el terreno de lo herético, y se establecieron al menos tres criterios de actuación:

- La iglesia determina como instrumento básico de lucha contra la herejía la predicación y el convencimiento, además, se establecen tribunales para dictar sentencias a los herejes. Se trata de un mecanismo dual por lo tanto: predicación y penitencia.

- La mejor metodología para acabar con las herejías es dotar a las catedrales de cátedras en las que se elimine los elementos de vacilación doctrinal.

- La prohibición de nuevas órdenes religiosas. No se quieren multiplicar las órdenes, pues cada una constituye una especie de poder autónomo en el seno de la Iglesia, lo que hay que administrar con prudencia.

Así las cosas la constitución de esta nueva orden mendicante va a ser destinada de forma consciente para el debate de las ideas en relación no sólo con las herejías, sino con la constitución de una teología estabilizada y canónica para toda la Iglesia. Se admite así la formación de los dominicos con esta doble misión: constitución unificada de la ciencia sagrada equilibrada y estable (la ortodoxia sagrada), y defensa ante las herejías que sirva para la represión de la disidencia. Asimismo queda espacio para una teología de cuño más tradicional agustiniano que supondrá el trabajo de san Buenaventura y los franciscanos. La Iglesia juega claramente a dos bandas. A la muerte de Santo Domingo de Silos se dan ya dos cátedras a los dominicos, que van a estar mucho más que los franciscanos en el frente de combate en el pontificado de Honorio III.

La ordo praedicatorum dominica es un instrumento forjado para combatir en la nuevas situaciones del mundo, con una presentación nueva de la teología que sea capaz de integrar las ideas aristotélicas que son novedad en el momento, mientras que los franciscanos son puestos al servicio de construir una síntesis de la tradición. Es un doble gesto por parte del poder papal. Hubo una consciencia histórica completa en el diseño de esta estrategia doble.

Los grandes pensadores de la orden de los dominicos serán Alberto Magno y santo Tomás de Aquino

San Alberto Magno (1206-1280)

Fue el primero en obtener una cátedra en París. Creó el Estudio General de Colonia en 1248. A él se debe la incorporación de Aristóteles como novedad y alternativa al pensamiento platónico-agustiniano. El mensaje aristotélico se hace necesario reintegrarlo a la ortodoxia. La labor será realizada por san Alberto, y santo Tomás, a pesar de su importancia, será un epígono suyo. Aunque su obra no es muy importante, el sello de su personalidad (pertenecía a la nobleza feudal) imprime la figura de Aristóteles en la teología. Desde ese momento dejará de ser una herramienta en manos exclusivas de paganos e infieles. Su obra presenta la asunción del reto de incorporar el aristotelismo, y eso es más importante que el valor real de su discurso, que no es especialmente relevante. La orden dominicana va a ser alternativa de la orden franciscana en un marco en el que esto no va a producir ninguna dialéctica digna de reseñar: no se dejará que el lenguaje y gesto filosófico de Aristóteles pueda se enarbolado por los enemigos de la Iglesia, sino que será cristianizado hasta convertirlo en herramienta propia, desactivando los potenciales peligros que pudiera portar en sí, como filosofía pagana. Así, no habrá choque doctrinal con los tradicionalistas franciscanos.

San Alberto no tiene mayor valor que haber establecido este clima en el que la ortodoxia cristiana crea su propia justificación teológica de dos cabezas: o bien se acepta el aristotelismo y la nueva teología con él confirmada, o bien se acepta el agustinismo platonizante de los franciscanos, ambas posturas estarán dentro de la ortodoxia desde el principio. La sensación de plenitud del siglo XIII está fundada en la aceptación de este doble juego dentro de la ortodoxia. Esta operación será muy exitosa, aunque legue ciertos problemas al futuro, que veremos. En lo que atañe al siglo XIII, este sistema general una dialéctica que impide que la aparición de un nuevo sistema como el aristotelismo se presente como enemigo de la Iglesia. Este es el mérito de san Alberto Magno: haber sido consciente de las exigencias que reclamaba su tiempo. Pero el gran pensador de esta corriente es santo Tomás

Santo Tomás de Aquino

Es también un noble, entra en la orden dominicana en París en 1245, permaneciendo por tres años, y continuando su discipulado con san Alberto en Colonia. Es el segundo de los dominicos en obtener cátedra en la Universidad de París en 1252, que mantendrá hasta 1260. Allí coincidirá con san Buenaventura. Es reclamado por el papado para construir nuevas universidades como Nápoles y para que forme parte del Concilio de Lyon, en cuyo viaje muere. Es respetado y reputado por toda la Iglesia. Supone la plenitud de pensamiento medieval con la incorporación de Aristóteles. Conoció a Guillermo de Molbec, experto traductor del griego, a quien encomienda la traducción directa del griego de todas las obras conocidas del Estagirita. El compendio de estas traducciones será la base de la producción tomista. La obra de santo Tomás se recoge en dos Summae, nuevo gėnero que indica la idea de una síntesis global de los conocimientos posibles sobre una ciencia. Este género no nace con santo Román, es anterior, pero él lo lleva a la plenitud. Entre sus obras hay dos Summae: la Summa contra gentiles y la Summa theologica. Trabajaba en la segunda cuando murió, de modo que no está terminada.

Además, tiene una serie de opúsculos que remiten a question disputatae, y questio quodlibetae, así como otros textos en todos estos textos culmina la traslación de Aristóteles al esquema cristiano, para construir con ello un sistema completo que puede presentarse como el otro pie susceptible de determiné una doctrina ortodoxa que permita distinguir la rescata opinión de la herética. El otro pie, obviamente es el platonismo agustinista. Todo razonamiento fuera de este esquela será perseguido y reprimido por los propios dominicos con La Inquisición.

El mundo franciscano continua con la tradición agustiniano, y por lo tanto no hay un factor teleológico claro, pero con los dominicos es al revés: estamos frente a un programa diseñado por fines específicos para la generación de una alternativa que sirva de generación de ideas al margen de las herejías. Así el pensamiento heterodoxo puede ser perseguido por los tribunales. Se trata de un artefacto de combate teleológicamente establecido. Con los años, el tomismo se convertirá en la única alternativa, olvidándose el franciscanismo y convirtiéndose en una poderosa maquinaria ideológica: la Iglesia será en el XVI completamente tomista, lo que desvía la atención de lo que el tomismo era en su inicio. En el siglo XIII el tomismo no es la ortodoxia católica sino uno de los factores de la plenitud teológica que configura e siglo XIII, el el siglo XVI ya no habrá otra visión eclesial que la tomista.

Aristóteles en la teología medieval

Es buena pregunta inquirir sobre qué aporta el Estagirita a la teología medieval, y por que es tan importante. Hay que fijarse en dos niveles:

1. Nivel sociológico: Aristóteles está teniendo un éxito formidable en las facultades de letras, y estas facultades están reivindicando una autonomía al respecto de las facultades de teología, lo que crea una sensación de peligro en las instituciones eclesiales. Cuando santo Tomas llega a París este fenómeno es ya un verdadero problema.

2. Aristóteles provee la posibilidad de pensar la racionalidad humana como autónoma e independiente de cualquier artefacto teológico. La primera componente genial en santo Tomàs es la aceptación plena y franca de este punto de vista: Aristóteles nos suministra de modo suficiente la satisfacción de lo que la racionalidad humana requiere sin que necesite en modo alguno la iluminación divina. Sí uno quiere permanecer en el territorio de la ciencia natural la filosofía de Aristóteles provee de las herramientas necesarias y suficientes para ello. Esto está aceptado en santo Tomás. Esto trastorna a todo el pensamiento agustiniano y de san Buenaventura, que ha hecho de la filosofía un instrumento de la teología. La teoría de la iluminación o teología de la luz que vimos explicaba su posición al respecto. Al contrario, Tomás acepta que Aristóteles nos capacita y pensar autónomamente, lo que lleva a reinterpretar las relaciones entre fe y razón.

Por lo tanto, en santo Tomás encontramos una distinción radical entre el mundo de la racionalidad humana y la teología. Este es un gesto nuevo, simultáneamente defensivo y ofensivo. Defensivo porque trata de hacerse cargo de las condenas a Aristóteles desde la teología anterior, y es ofensivo porque defiende que no hay nada que temer, es posible establecer una síntesis mediante relaciones de convergencia suficientemente equilibradas entre razón y fe.

La piedra angular de santo Tomás será la siguiente asunción: no tenemos una idea intuitiva de Dios. Esto es una auténtica revolución en el pensamiento medieval, de novedad extrema. Si que iremos aceptar la herencia aristotélica tenemos que aceptar que no tenemos ningún conocimiento de Dios. En la razón humana no cabe la idea absolutamente inconmensurable de Dios. Por lo tanto se recusa completamente el argumento ontológico de san Anselmo. Consecuencia: no se puede construir la teología parto do de la idea de Dios. Si aceptáramos que sí podemos, habríamos roto con toda justificación racional. En segundo lugar, si queremos desarrolle una teología racional, entonces tenemos que tener una idea clara de la racionalidad, lo que supone aceptar lo que dice Aristóteles, y entonces no tenemos posibilidad alguna de partir de la idea de Dios. En suma, Tomás dice que tod a la teología construida sobre el agustinismo, que en definitiva es la teología construida sobre la base de Orígenes, es decir, todo el mecanismo que ha constituido hasta el momento toda la ortodoxia cristiana debe ser replanteado. Parte de la grandeza de santo Tomás está aquí.

Ya que no podemos tener un conocimiento a priori de Dios, intentaremos tenerlo a posteriori, sólo en ese caso será posible la teología. Esta posición es de une novedad radical. Nos dice que ya no vamos a aceptar sin más la prioridad de la escritura, sino que yendo al fondo del problema vamos a ver si desde el punto de la racionalidad humana se puede crear la teología. No se niega el valor justificador de la teología, pero el punto inicial será que todo eso será verdad si podemos basarlo en la razón humana. Hay teología se el cerebro humano la concibe como posible.

A partir de esto, se dejará de lado para siempre la idea de que una convicción ques sobrepasa la razón es capaz de fundamentar una teología. Esto en santo Tomás tiene un triple mecanismo de justificación:

1. Como no tenemos conocimiento directo de Dios es necesario probar su existencia. ¿Es necesario, pero es posible hacerlo? Tomás responderá que sí, obviamente. San Buenaventura hablaría no del concepto lógico, sino del afectivo de Dios. Sin embargo santo Tomás entiende que el concepto afectivo no tiene entidad, uno puede estar enamorado de un fantasma. Los afectos no tiene nada que ver en el tema de la prueba de Dios. No hay ningún a priori de la existencia de Dios. Lo que sí hay es vías a posteriori, concretamente la Cinco vías de Santo Tomás. Las cinco vías, conocidas, serán la del movimiento, la de las causas, la del orden cualitativo, la de la perfección y la de la teleología (si todo tiene un propósito debe haber un Propósito de los propósito, etc). Lo interesante es que estas vías propugnan como condición de posibilidad que el infinito es irracional. Sólo en la aceptación de esta cláusula las vías tienen fuerza, dado que se basan en este principio de la irracionalidad del infinito. Lo que justifica las vías no son los procesos, sino la imposibilidad de pensar el infinito en acto. El infinito en acto es rechazado por la razón. La razón rechaza tanto un no-principio como un no-final. Este es el verdadero argumento de santo Tomás: si no queremos introducirnos en un pensamiento irracional, debemos postular un principio y un final, y ahí entra Dios. Incluso sí nosotros desconfiamos, o declaramos no saber si Dios existe, nuestra razón lo postula. Corresponde a la naturaleza de la racionalidad humana, autónoma, hay que negar un infinito en acto, sino que postula límites. Kant explicará la misma noción mediante los límites de la racionalidad en la Crítica de la razón pura.

2. ¿Podemos decir algo sobre la naturaleza de Dios? La pregunta está inmersa en la racionalidad humana. La respuesta de Tomás es que tenemos posibilidad de conocer positivamente algo de Dios. Este conocimiento ya no podrá ser al modo de Buenaventura, iluminado por Él. Habrá tres niveles de verdades:

A) las verdades teológicas a las que la razón no llega. Hay que aceptarlas sin argumentación, por fe, pero no sirven para nada a menos que esté justificado posteriormente,

B) Las verdades de la naturaleza. Para ellas la fe es irrelevante, y el estatuto autónomo de la razón funciona perfectamente. Es el mundo del conocimiento científico, un inmenso campo de investigación humana ajeno a la fe.

C) Las verdades en las que converge razón y fe. No podremos probar los artículos de fe, pero probaremos su consistencia con la fe. Todo el asunto de la teología racional se encuentra en este tercer apartado. Aquí la razón no llegaría al final si no estuviera iluminada por la fe. La grandeza máxima de santo Tomás está aquí exactamente: lo que se juega en este punto intermedio es la idea de verdad, no los artículos de fe. La razón deberá ponderar el valor de las teorías racionales teológicas. La verdad la podemos poner en la confirmación por los datos sensibles. Para Aristóteles la abstracción no es más que una teoría perezosa, dada una experiencia continuada, llega un momento en el que por inducción, por pereza, no queremos seguir y elaboramos una tesis general: todos los cisnes son blancos. Exactamente aquí santo Tomás deja de ser aristotélico para ser un filósofo al servicio de la teología: la abstracción no será ya el resultado de una acumulación numérica, sino que por el contrario es aquello que permite ortografía carácter de universalidad y necesidad a lo que se nos ha presentado como concreto y contingente. En el caso de santo Tomás la abstracción es una substracción. El sistema es el siguiente: si, de acuerdo con san Buenaventura, un individuo particular está en tantas formas como se puede percibir (un ser es material, vegetativo, sensible, racional, etc), esta variabilidad nos proporciona una jerarquía ontológica. Este punto de san Buenaventura es contrario a Aristóteles para quien la abstracción es una sustracción de caracteres particulares, de accidentes. Para Aristóteles la forma no puede ser más que una, pues sólo podemos pensar postulando substancias concretas, cada entidad es una sola, no la acumulación de formas. Lo individual sería una distinción numérica respecto de caracteres que necesariamente han de ser pensados como lo mismo. Si queremos hablar de realidad, tendremos que proveernos de una explicación será extensible a todos los entes, pero cuya causa última que nos obliga a pensar en ella es la existencia de seres racionales responsables, en los que convergen las verdades de fe y de razón. Santo Tomás coincide con Aristóteles en que la potencia y el acto es común a todos los seres de la naturaleza, pero no todos son por igual compuestos de materia y forma. La estructura de materia y forma no es tal y como la señala Aristóteles, dirá santo Tomás. Si la materia es una cosa y la forma es otra diferente, habrá formas que informen a la materia, esto es el proceso de individuación; pero la forma por sí sola puede vivir sin la materia, como con los ángeles. El núcleo de este asunto es: si todos somos potencia para ser algo en acto, pero no todos disponemos de una conexión igual entre materia y forma, entonces la realidad no es el Todo. La realidad que determina la existía del mundo es la de individuos diferenciados por su forma: en definitiva, la de individuos. Por ello, la conexión entre verdades naturales y verdades teológicas que puedan ser explicada por la razón viene dada por el hecho de que el acto creador es un acto de individuos, que tienen su forma propia. Somos compuestos de materia y forma, o somos sólo forma (ángeles). Lo importante es que si las formas determinan la esencia, lo interesante es saber que sólo existe aquello que tiene un actum esse: la trama más íntima de la realidad es el hecho de que existimos. No nos podemos guiar por las esencias, sólo por el hecho de que existimos, esta verdad natural es la explicación de toda teología: existimos por la acción de Dios en el mundo, y existimos de acuerdo con las leyes que él ha creado.

3. Incluso sabiendo lo que es Dios, ¿podemos obtener de ello alguna forma de intervención prescriptiva? Está cuestión es de importancia capital porque en ella se basa el poder de la Iglesia de ejercer normatividad es. El hecho de la creación implica que el mundo es un mundo de individuos substanciales y de un todo que postula la unidad de lo divino en una ley divina que es prescriptiva se las conductas prácticas que debe ordenarlos. La justificación de la teología tomista es una justificación impresionante: si pensáramos las cosas de otro modo, este modo sería inviable, sería un infierno moral políticamente, porque precipitaría al mundo en una irracionalidad absoluta. Que Dios exista es una exigencia de la razón para santo Tomás. Si Dios no existe, si el mundo no está organizado teológicamente, es un mundo que se suicida, se destruye. Está es la fundamentación práctica de la teología tomista. Aquí el todo no es más que una ley moral postulada sin la cual el universo sería irracional, y con ella el mundo es racional. Aquí se sostiene el pensamiento de santo Tomás y de la Iglesia hasta el día de hoy.

Con esto se corona la segunda alternativa se culmina la segunda tentativa de la filosofía del siglo XIII.