ÉTICA DE LA INFORMACIÓN: SU NATURALEZA Y ALCANCE (L. Floridi)

Introducción

En el presente artículo se defiende una Ética de la Información (EI) que sostiene que el comportamiento (relativo al agente) y el estatus (relativo al paciente) de los objetos informacionales qua objetos informacionales puede tener un significado moral que vaya más allá de la función instrumental que les atribuyen otras perspectivas éticas y que, por lo tanto, mantiene que pueden contribuir a determinar de manera normativa los deberes éticos y los derechos legalmente exigibles.

1. Una perspectiva unificada de la Ética de la Información (EI)

Hay una confusión lamentable en torno al significado de EI, aunque es explicable porque atiende a diversos campos de la acción humana: la ética de la computación, la ética empresarial, la ética médica, las ciencias de la computación, la filosofía de la información, la epistemología social y la biblioteconomía y documentación. Debemos por tanto desbrozar el terreno en aras de una mayor claridad. Centraremos el aspecto en el agente moral A. A está interesado en seguir una línea de conducta determinada, dada su posición. A posee unas valoraciones y puede ejecutar unas acciones. Asimismo, A es capaz de usar cierta información (información como recurso) para producir más información (información como producto) y que con ello interviene en su entorno informacional (información como objetivo). LA EI ha sido definida para cualquiera de estos tres ámbitos, dando lugar a una compartimentación indeseable. Debemos atender a los tres en su conjunto.

1.1. La ética de la información-como-recurso

Consideremos en primer lugar la función que desempeña la información como recurso en las valoraciones y acciones morales de A. A actuará de acuerdo con su mejor información, de ahí que las evaluaciones y acciones de A tengan un carácter epistémico. Ya Sócrates decía que un agente moral está por naturaleza interesado en obtener toda la información relevante que las circunstancias requieran y que un agente bien informado tendrá más posibilidades de actuar correctamente. Según esta doctrina (intelectualismo ético), la información deficiente es lo que lleva al comportamiento malvado. Inversamente, la responsabilidad moral de A tiende a ser directamente proporcional a su grado de información. De ahí que la ignorancia sea un eximente jurídico. En la ética cristiana ocurre lo mismo: si A hubiese poseído la adecuada información, A habría actuado de otro modo y, por lo tanto, no habría pecado (Lucas 23:44).

Desde la perspectiva del «recurso», parecería que la máquina de pensar y actuar moralmente necesita información, y mucha, para funcionar adecuadamente. Sin embargo la consideración ética no se puede resumir en la mera acumulación de información: más es mejor, no es siempre la regla más adecuada. A veces A puede beneficiarse de carecer de cierta información (cfr. el velo de la ignorancia de Rawls). Estar informado no es en todos los casos una bendición y puede que sea incluso moralmente incorrecto o peligroso.

De una u otra manera, definiremos la Ética de la Información como el estudio de las cuestiones morales suscitadas por estos tres conceptos: disponibilidad, accesibilidad y precisión de los recursos informacionales, sin importar su formato, clase o soporte físico.

Otros temas tratados por la EI en su interpretación como Ética de la Información-como-recurso, son:

La llamada brecha digital,

El problema del empacho informacional

El análisis de la fiabilidad (reliability), y la confiabilidad (trustworthiness) de las fuentes de información (Floridi, 1995).

1.2. La Ética de la Información-como-producto

A no es sólo consumidor sino también productor de información y puede por ello estar sujeta a limitaciones y, a la vez, tener la posibilidad de beneficiarse de sus oportunidades. Todo ello es susceptible de examen ético. Así, la EI entendida como Ética de la Información-como-producto se ocuparía de las cuestiones morales que suscitan temas como: la imputabilidad (accountability), la responsabilidad (liability) y la legislación sobre la calumnia, el testimonio, el plagio, la publicidad, la propaganda, la desinformación y, en un sentido general, las reglas pragmáticas de la comunicación à la Grice. La reflexión sobre la inmoralidad de la mentira entra aquí de lleno. La literatura nos ofrece tres historias aleccionadoras sobre ello:

El niño que grita ¡que viene el lobo!

Yago, confundiendo a Otelo. (Servidor y confidente de Otelo, Yago odia al moro y envidia el amor que Desdémona siente por él; durante toda la obra trama un complejo plan para engañar a Otelo, haciéndole creer que su mujer le es infiel con Casio, su lugarteniente, dando así lugar al intenso drama pasional que motiva la obra)

Casandra y Laoconte advirtiendo a los troyanos.

1.3. La Ética de la Información-como-objetivo

Las acciones y valoraciones de A intervienen a su vez en su entorno informacional. A puede mostrarse respetuoso frente a la confidencialidad o privacidad, o puede no hacerlo. El llamado hacking, entendido como el acceso no autorizado a un sistema de información (generalmente informatizado), es otro ejemplo posible. No debe contemplarse desde el marco conceptual de la ética de información-como-recurso, esto es un error categorial. Esto es un error que permite al hacker defenderse diciendo que no va a utilizar la información en modo alguno. La violación de la privacidad es moralmente deleznable con independencia del uso que se haga de ello. Por ello, el análisis del hacking corresponde a la ética de la información como objetivo. Otros temas que entran aquí son el vandalismo, la seguridad, la piratería, la propiedad intelectual, el código abierto, la libertad de expresión, la censura, los filtros y el control de contenidos.

1.4. Las limitaciones de una perspectiva microética de la Ética de la Información

A esta consideración tripartita la llamaremos el modelo recurso-producto-objetivo. Las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) que, por ejemplo, han transformado profundamente el contexto informacional en que surgen las cuestiones morales, no sólo han desvelado nuevas e interesantes dimensiones de los viejos problemas, sino que nos llevan a repensar metodológicamente, los propios fundamentos en que se basan nuestras posiciones éticas. El modelo anterior se revela como una herramienta adecuada para estudiar todo ello en su necesaria profundidad. Sin embargo, tiene al menos dos problemas:

1. Es aún un modelo demasiado simple. Algunos temas pueden pertenecer principalmente a uno de los tres entornos, pero no exclusivamente a ellos. La censura influye en A, bien como usuario bien como productor de información. La desinformación (i. e., la producción y distribución deliberada de información errónea) es un problema ético que concierne a las tres dimensiones informacionales; la libertad de expresión también se relaciona con el problema de la disponibilidad de contenidos ofensivos (p. e., pornografía infantil, contenidos violentos y declaraciones irrespetuosas desde criterios sociales, políticos o religiosos) que podrían ser moralmente cuestionables y que no deberían circular.

2. No es un modelo suficientemente inclusivo, pues hay temas relevantes que no cuadran con ninguno de los tres. El panóptico (el problema del control y monitorización completa sobre A) o el debate de la propiedad de la información son de este tipo.

El análisis tripartito que acabamos de ofrecer resulta insatisfactorio, a pesar de su utilidad, parcial, precisamente porque cualquier interpretación de la EI que se base en una única dimensión informacional será necesariamente demasiado reductivista. No deberíamos, pues, usar el modelo con la

pretensión de clasificar de manera inequívoca cualquier problema, ya que esto es imposible. Más bien, deberíamos explotar la utilidad de tal esquema con la intención de superarlo más adelante mediante una perspectiva de más alcance que propondría la EI como una macroética, es decir, una ética teorética, independiente del campo y susceptible de aplicación. Los filósofos reconocerán aquí la imagen de la escalera de Wittgenstein (1). En suma, una visión correcta deberá cumplir tres cometidos:

i) Unificar las tres dimensiones informacionales

ii) Contemplar el ciclo completo de la información (que incluye su creación, elaboración, distribución, almacenamiento, protección, utilización y posible

destrucción);

iii) Analizar, desde el punto de vista informacional, todas las entidades involucradas, incluyendo al agente moral A, sus cambios, acciones e interacciones, no considerando estos por separado, sino como parte del entorno informacional o infosfera a la que pertenecen como sistemas informacionales propiamente dichos.

El paso 3 es especialmente importante, porque hace hincapié en la información en su, podríamos decir,

i) Unificar las tres dimensiones informacionales

ii) Contemplar el ciclo completo de la información (que incluye su creación, elaboración, distribución, almacenamiento, protección, utilización y posible

destrucción);

iii) Analizar, desde el punto de vista informacional, todas las entidades involucradas, incluyendo al agente moral A, sus cambios, acciones e interacciones, no considerando estos por separado, sino como parte del entorno informacional o infosfera a la que pertenecen como sistemas informacionales propiamente dichos.

El paso 3 es especialmente importante, porque hace hincapié en la información en su, podríamos decir, perspectiva ecológica, en una ética de la información que contempla la información desde un punto de vista objetual y la trata como una entidad. En otras palabras, debemos avanzar desde una concepción epistemológica (en sentido amplio) de la EI hacia una marcadamente ontológica. Entender la naturaleza de la EI desde el punto de vista ontológico en lugar de epistemológico, modifica la interpretación que damos al alcance de la EI. Una EI ecológica no sólo permite obtener una visión global del ciclo vital completo de la información, con lo que se superan los límites de otras perspectivas microéticas, sino que puede incluso reclamar para sí el estatus de una macroética, es decir, de una ética que se ocupa de todo el ámbito de lo real. Esto es lo que plantearemos en la siguiente sección.

2. La Ética de la Información como una Macroética

Plantearemos seis preguntas y sus correspondientes respuestas, así como las objeciones más habituales, para ofrecer un panorama condensado de la EI como una macroética.

2.1. ¿Qué es la EI?

La EI es una macroética ecológica, orientada hacia el sujeto paciente y ontocéntrica (Floridi, 1999a). Comparémosla con las perspectivas medioambientales:

Con la bioética, o ética biocéntrica: se funda en el valor intrínseco de la vida y el disvalor intrínseco del sufrimiento, y en base a ello considera el valor moral de las bioentidades. Desarrolla una ética centrada en el sujeto paciente, extendida esta denominación a cualquier ser dotado de vida.

La Ética de la Tierra amplía el concepto de paciente a cualquier elemento del medioambiente, con lo que se acerca a la perspectiva defendida por la EI. (2) Se asume así que toda forma de vida posee un interés moral, por los que merece un mínimo de respeto.

En ambos casos el paciente impone al agente ciertas exigencias que deberían guiar su actuación. El receptor de la acción se sitúa en el núcleo del discurso ético, como el objetivo de la preocupación moral, mientras que el transmisor de la acción moral se desplaza hacia la periferia.

Si ahora sustituimos el concepto de «vida» por el de «existencia» debería quedar claro en qué consiste la EI. La EI es una ética ecológica que reemplaza el biocentrismo por el ontocentrismo. Para la EI hay algo más elemental que la vida: el ser; y algo más fundamental que el sufrimiento: la entropía (3). La EI sostiene que el ser/información posee un valor intrínseco. Concreta esta posición al reconocer que cualquier entidad informacional tiene dos derechos: uno a permanecer en su propio estado y otro construccionista a la propia prosperidad, i. e. a mejorar y enriquecer su existencia y su esencia. A partir de tales «derechos», la EI evalúa el deber de todo agente moral en términos de su contribución al crecimiento de la infosfera. Incluso los objetos ideales, intangibles o intelectuales tendrían, al menos, un grado mínimo de valor moral, por muy humilde que sea, y tendrían derecho a cierto respeto. Este principio ontológico

de igualdad implica que toda forma de realidad, por el simple hecho de ser el ser lo que es, posee, en principio, un derecho igual aunque relativo a existir y a desarrollarse del modo que corresponda a su naturaleza. En la historia de la filosofía, este punto de vista ya fue defendido por los filósofos estoicos y neoplatónicos. Es una visión nada antropocéntrica, como puede verse. Incluso rompe con el biocentrismo, por lo que podemos considerar la máxima extensión de la esfera de eticidad.

2.2. ¿Qué es un Nivel de Abstracción (NdA)?

Podemos definir el NdA como un conjunto finito-no-vacío de observables que serán los elementos de una teoría caracterizada, precisamente, por la elección de los mismos. Un observable es tan sólo una variable tipo interpretada, es decir, una variable tipo junto con una proposición que expresa a qué rasgo del sistema se refiere. Una interfaz (también llamada gradiente de abstracciones) consiste en un conjunto de NdAs. Utilizamos un interfaz al analizar un determinado sistema desde diversos puntos de vista o diversos NdAs. Por ejemplo, ante un vehículo, podemos adoptar los NdAs de propietario, de seguridad, de mecánica, de inversión, etc. Llamamos sistema al objeto de referencia, en este caso, el vehículo. Cada NdA hace posible un determinado análisis del sistema, a cuyo resultado llamaremos un modelo del sistema. Evidentemente, todo sistema puede ser descrito por toda una serie de NdAs y, por tanto, dar lugar a toda una serie de modelos. Un NdA puede incluir a varios, por ejemplo, en el caso que nos ocupa, el de comprador incluiría al de propietario y al de inversor y tener además intersecciones no vacías con el de seguridad, etc.

Una teoría comprende, al menos, un NdA y un modelo. El NdA permite a la teoría analizar el sistema bajo observación y elaborar un modelo que identifique algunas de las propiedades del sistema en un determinado NdA. El compromiso ontológico de una teoría puede identificarse claramente mediante la distinción entre una componente compromitente y una componente comprometida dentro del esquema. Una teoría se compromete ontológicamente al optar por un NdA específico, mientras que, al adoptar los modelos específicos resultantes (un modelo de coche concreto), la teoría se compromete con sus correspondientes ejemplares (ese ejemplar que tengo en mi garage). Podrían construirse diferentes teorías mediante NdAs androcéntricos, antropocéntricos, biocéntricos u ontocéntricos, según hemos visto. La EI se compromete con un NdA que interpreta la realidad desde el punto de vista informacional; y el modelo resultante contiene objetos informacionales. Frente a Ndas como el biocéntrico, tiene las ventajas de adoptar formas medioambientales genéricas, como hemos visto. El NdA de mayor rango que utiliza la EI puede aún proporcionar al agente al menos una mínima guía normativa allí donde otros NdAs resultan inoperativos.

2.3. ¿Qué se considera desde la EI como un agente moral?

Un agente moral es un sistema en transición, interactivo, autónomo y adaptativo que puede ejecutar acciones susceptibles de calificación moral. Es obvio que para que esto sea inteligible hay que pasar por algunas definiciones: un sistema se caracteriza, en un determinado NdA, por un conjunto de propiedades valorables que satisface dicho sistema en dicho NdA. (Un coche desde la perspectiva del inversor es un conjunto de propiedades tales como el valor de compra, de venta, de uso, etc). Algunos sistemas modifican sus valores; esto es: para un NdA y un determinado instante dados, la evolución de un sistema que se modifica se representa por medio de los valores de sus atributos variables. Podemos considerar la entidad como su estado, que no es más que el conjunto de los datos correspondientes sus propiedades. Cada cambio, se corresponde, pues, con una transición desde un estado al

siguiente. La definición concreta del estado depende del NdA. Teniendo en cuenta la condición explícita de que el sistema considerado es un sistema en transición, podemos ahora pasar a aplicar el método de abstracción al análisis del concepto de agencia.

1. Un sistema en transición es interactivo cuando el sistema y su entorno pueden actuar el uno sobre el otro. Son ejemplos típicos de ello la relación entre el input y el output de un determinado valor o el hecho de que simultáneamente agente y paciente se vean involucrados en una acción: por ejemplo, la fuerza gravitatoria entre dos cuerpos.

2. Un sistema en transición es autónomo cuando es capaz de cambiar de estado en ausencia de interacción, es decir, cuando puede efectuar transiciones internas para cambiar su estado.

3. Un sistema en transición es adaptativo cuando sus interacciones pueden modificar las reglas de transición mediante las cuales cambia de estado. Esta propiedad garantiza que el agente pueda ser considerado, desde un NdA dado, como una entidad que aprende su propio modo de funcionamiento, de una forma que depende de manera crítica de su propia experiencia.

4. Una acción se considera moral (o susceptible de valoraciones morales) si es capaz de producir el bien o el mal morales. En esta definición no hay apelación a intencionalidad alguna. Un agente moral es un agente capaz de una acción moral.

Una vez desarrolladas todas estas definiciones, podemos llegar a comprender por qué, de acuerdo con la EI, los agentes artificiales (y no sólo nos referimos a agentes digitales, sino también a agentes sociales como las sociedades, partidos o los sistemas híbridos formados por máquinas y humanos o los humanos con sus capacidades incrementadas por medio de la tecnología) pueden considerarse agentes morales a los que es moralmente posible imputar (they are accountable for) sus acciones, (en seguida nos ocuparemos de la distinción entre responsabilidad e imputabilidad). Así, la EI efectúa una considerable ampliación de los agentes morales. Mientras que habitualmente se considera que un agente moral debe ser individual y humano, lo primero impide la investigación de la moralidad distribuida. fenómeno macroscópico y creciente relacionado con responsabilidades colectivas y lo segundo impide la consideración de agentes artificiales productores de bien y mal artificial.

Evidentemente, aceptar que los agentes artificiales puedan ser agentes morales no está exento de problemas. Se puede efectuar la siguiente imputación: La moral deriva de la responsabilidad: los agentes artificiales no pueden ser agentes morales, puesto que no son moralmente responsables de sus acciones, ya que considerarlos responsables sería cometer un error conceptual. Un agente x es un agente moral, sólo si x puede, en principio, ser juzgada. La impresión inmediata es que esta objeción yerra en la identificación de x como agente moral con su evaluación como agente moralmente responsable. No obstante esta identificación no es el meollo de la objeción, sino solo un atajo. Lo importante de la objeción es que considera que el propio concepto de agente moral es vacío sin la responsabilidad. Ese es el error, la creencia de que podemos reducir cualquier discurso normativo a un análisis de responsabilidad, reducción inaceptable, falacia jurídica de libro. El discurso normativo es algo mucho más amplio que la asignación de responsabilidad y, por lo tanto, requiere una identificación de los agentes morales que sea independiente de este concepto. Al distinguir entre responsabilidad moral, que requiere intencionalidad, conciencia y otras actitudes mentales, e imputabilidad moral podemos evitar las concepciones antropocéntrica y antropomórfica del concepto de agencia. Así, dejamos de centrarnos en conceptos como premio y castigo, o de buscar un agente humano individual culpable, típicos de la ética de la responsabilidad, para redirigir el foco de nuestra atención del premio y el castigo a la agencia moral, la imputabilidad y la censura. Así podremos detener el círculo vicioso de la búsqueda de un responsable individual cada vez que sucede algo malo, puesto que ahora somos capaces de admitir que, a veces, la fuente moral del mal o del bien puede encontrarse en algo que no sea ni un individuo ni un grupo de seres humanos (téngase en cuenta que este era un punto de vista razonable para la filosofía griega).

Por el contrario, puede haber agencia moral sin que haya responsabilidad moral. Y por ello, promover la acción normativa es perfectamente razonable a pesar de que no haya responsabilidad moral, sino simplemente imputabilidad moral. La enorme ventaja de esta perspectiva es una mejor adaptación del discurso moral a los contextos no humanos.

2.4 ¿Qué se considera desde la EI como un paciente moral?

Toda entidad, qua objeto informacional, tiene un valor moral intrínseco, aunque posiblemente sea un valor mínimo y relativo, y por lo tanto puede ser un paciente moral, merecedor de un grado, aunque igualmente mínimo, de respeto moral, entendido como una atención cuidadosa, apreciativa y desinteresada. La EI, que sería el estadio más reciente de este desarrollo dialéctico mantiene que incluso los análisis biocéntricos son aún excesivamente sesgados y de un rango excesivamente restrictivo. ¿Por qué razón podrían ser considerados la vida biológica y su conservación fenómenos de relevancia moral en sí mismos, independientemente de los intereses humanos, y no lo serían el ser y su prosperidad? Parece que cualquier intento de excluir a las entidades no-vivientes se basa en un determinado NdA de bajo nivel y muy concreto y en sus correspondientes observables, pero esto no es más que una elección arbitraria. En la escala del ser no existen mejores razones para detenernos en ningún lugar que no sea su extremo inferior.

De acuerdo con Naess (1973) «todas las cosas que están en la biosfera tienen igual derecho a vivir y a prosperar». Parece no haber razones para no adoptar un NdA ontocéntrico de mayor nivel y más inclusivo. No sólo los objetos inanimados, sino incluso los ideales, intangibles e intelectuales, podrían tener siquiera un grado mínimo de valor moral, por muy humilde que fuera, y derecho a cierto respeto. De acuerdo con la EI, este es el punto de vista correcto en ecología. La EI traduce todo esto a términos informacionales. Si algo puede ser considerado como paciente moral, entonces es que su naturaleza debe ser tenida en cuenta por el agente moral A, por lo que contribuirá a configurar la acción de A, al menos mínimamente. Ser un objeto informacional qua objeto informacional es la condición mínima de posibilidad del valor moral, y por lo tanto, del respeto normativo. En términos más metafísicos, la EI mantiene que todos los aspectos e instancias del ser se merecen, en principio, alguna forma de respeto, por muy mínima y relativa que sea. Esta ampliación máxima del concepto de objeto moral nos permite dar cuenta de la naturaleza innovadora de las TIC, pues nos proporciona un nuevo y poderoso marco conceptual.

El surgimiento del ciberespacio como un nuevo entorno en el que los seres humanos pasan parte de sus vidas, justifica la necesidad de ampliar aún más la concepción de paciente moral. La EI representa el último desarrollo de esta tendencia ecuménica, y es, como si dijéramos, una perspectiva platónica y ecológica, carente de sesgo biocéntrico.

2.5. ¿Cuáles son, de acuerdo con la EI, nuestras responsabilidades como agentes morales?

La Ética de la Información es una ética que no sólo concierne a los «usuarios» del mundo, sino a los productores que son responsables «divinos» de su creación y bienestar. Es una ética de la administración creativa. El término «ecopoiesis» se refiere a la construcción moralmente informada del entorno, basada en una perspectiva orientada ecológicamente. En términos de antropología filosófica, la perspectiva ecopoiética, apoyada por la EI, se concreta en lo que yo mismo he denominado el Homo poieticus, que se diferencia del Homo faber (que explota y usa los recursos Naturales), del Homo oeconomicus (productor, consumidor y distribuidor de riqueza) y del Homo ludens (que encarnaría el juego ocioso, desprovisto de cuidado ético y responsabilidad que caracteriza a la actitud construccionista). El Homo poieticus es un demiurgo que cuida de la realidad para protegerla y hacerla prosperar con unos poderes actualmente crecientes para ello. Cuanto más poderoso se hace el Homo poieticus como agente, mayores son sus deberes y responsabilidades como agente moral, para controlar no sólo el desarrollo de su propio carácter y hábitos sino también el bienestar y la prosperidad de cada una de sus esferas de influencia en permanente expansión, hasta incluir toda la infosfera.

2.6. ¿Cuáles son los principios fundamentales de la EI?

La EI determina lo que es moralmente bueno o malo, lo que debe hacerse, los deberes, los «debo» y «no debo» del agente moral mediante cuatro leyes morales básicas:

0. No debe causarse entropía en la infosfera (ley de omisión);

1. Se debe evitar la entropía en la infosfera;

2. Se debe eliminar la entropía de la infosfera;

3. Se debe promover la prosperidad de las entidades informacionales y de toda la infosfera conservando, cultivando y enriqueciendo sus propiedades.

La pregunta básica de la EI es ¿qué sería bueno para las entidades informacionales y para la infosfera en general? La respuesta es minimalista: toda entidad informacional se reconoce como sujeto de algunas reivindicaciones éticas básica que merecen nuestro reconocimiento y que deben ayudarnos a regular la concreción de todo proceso informacional que la involucre. De ello se deduce que las acciones de A deberán estar guiadas por esta máxima de mejorar la infosfera, y con ello a la biosfera, y la antroposfera. Las cuatro leyes aclaran lo que significa vivir como agente responsable y cuidadoso de la infosfera. Un proceso será tanto más desafortunado y su agente-fuente será tanto más reprobable, cuanto menor sea el número de orden de la ley que, en concreto, haya incumplido. La incorrecta evaluación de los impactos de las acciones conlleva error moral e incremento de entropía (desorden).

De acuerdo con esta definición:

a) una acción será incondicionalmente encomiable sólo si no genera entropía durante su implementación; y

b) la mejor acción moral es aquella que logra satisfacer las cuatro leyes a un tiempo.

3. Seis malentendidos recurrentes.

Circulan presuntas objeciones a la EI que en realidad son malentendidos, veamos los seis más recurrentes:

3.1. Objetos informacionales, no noticias

La EI defiende el valor moral de los objetos informacionales. Sin embargo esto no se refiere a la valoración moral que merece un conjunto concreto de datos. Lo que la EI defiende es la adopción de un NdA informacional para dar cuenta del análisis del ser en términos de un mínimo común ontológico.

3.2. Minimalismo, no reduccionismo

La EI no pretende reducir personas a números ni trata a los seres humanos con la misma consideración que a los animales, vegetales o rocas. El minimalismo de la EI es metodológico. Este minimalismo implica que de partida las entidades pueden analizarse en base a su mínimo común denominador, representado por su ontología informacional. Otros niveles de abstracción podrían invocarse, ulteriormente, para dar cuenta de valores más cercanos al universo de lo humano.

3.3. Aplicable, no aplicada

¿Puede ser que la IE sea tan abstracta que sea de difícil aplicación en la práctica? La realidad es que la IE es una base, lo más amplia posible, a modo de proyecto fundacional. No resulta inmediatamente útil para resolver problemas éticos concretos, pero proporciona la base conceptual que guiaría los procedimientos adecuados para resolver estos problemas. De hecho, la EI ya ha recibido una aplicación fructífera en el contexto de la «tragedia de los bienes comunales digitales*» (Greco y Floridi, 2004), la brecha digital (Floridi, 2002), el problema de la telepresencia (Floridi, en prensa), las trampas en los juegos en red (Sicart, 2005), el problema de la privacidad (Floridi, 2005) y las cuestiones

medioambientales (York, 2005).

3.4. Implementable, no inaplicable

Se objeta que es inaplicable por excesivamente ambiciosa y exigente, al promover la valoración moral de toda entidad. Es importante puntualizar que la EI apoya un sentido mínimo y relativo del valor moral óntico. Al igual que la ética medioambiental es razonable y acepta la explotación selectiva de los recursos naturales como una práctica moral y no implica que sea nuestro deber proporcionar una dieta vegetariana a los carnívoros salvajes, la EI lucha contra el declive del ser (la entropía informacional), pero no inicia una estúpida batalla contra la termodinámica. «Respeta y cuida, si puedes, a todas las entidades por su propio beneficio, este es el mandato». Quizá deberíamos ser menos pesimistas: la sensibilidad humana ha mejorado radicalmente en el pasado y quizá pueda

mejorar aún más. Quizá deberíamos ser cautos: teniendo en cuenta lo falibles que somos, puede que sea mejor tratar de ser más inclusivos que discriminatorios.

3.5. Conservación y cultivo, no conservacionismo

La EI no equivale a laissez faire aplicado a la infosfera. Al contrario: es proactiva, en analogía a una ecología intervencionista y restauradora. El reto es encontrar el mejor modo de intervenir en la realidad. La EI, en principio, no se opone (aunque podría hacerlo) al aborto, la eugenesia, los transgénicos, la clonación humana, los experimentos animales o cualquier otro modo altamente controvertido pero técnica y científicamente posible de transformar o «mejorar» la realidad. A lo que se opone, definitivamente, es a que se quieran ignorar las consecuencias de tales transformaciones radicales.

3.6. Una perspectiva laica, ni espiritual, ni religiosa

La EI es compatible con determinadas creencias religiosas, incluyendo las visiones del mundo asociadas al budismo y al judeocristianismo. Sustituye dominio de la naturaleza por administración de la realidad. Sin embargo, se basa completamente en una filosofía laica. El Homo poieticus posee la vocación de la administración responsable del mundo. A menos que otra forma de inteligencia aparezca en el universo, no podemos asumir que vayamos a compartir esta carga con ningún otro ser. El Homo poieticus tampoco debería hacer descansar su responsabilidad sobre la prosperidad del ser en algún tipo de potencia trascendental. Tal como nos enseñó la Ilustración, la religión de la razón podría ser inmanente. El que la responsabilidad total de la humanidad sea consistente con una determinada visión religiosa, no puede ser más que una agradable conclusión, no una premisa.

4. Conclusión

El NdA de la EI nos proporciona una perspectiva alternativa para la ampliación del discurso ético, de modo que incluya el universo de fenómenos moralmente significativos que afectan a los objetos informacionales. Representa el límite más allá del cual nada tiene realmente significación moral.

Contemplar la realidad a través de la lente profundamente filosófica del análisis informacional mejora nuestra comprensión ética, ¿o se

trata tan solo un ejercicio sin el menor sentido ético (si es que no está definitivamente desencaminado)?

La EI sostiene que el comportamiento (relativo al agente) y el estatus (relativo al paciente) de los objetos informacionales qua objetos informacionales puede tener un significado moral que vaya más allá de la función instrumental que les atribuyen otras perspectivas éticas y, por lo tanto, mantiene que pueden contribuir a determinar de manera normativa los deberes éticos y los derechos legalmente exigibles. La postura de la EI, como la de cualquier otra macroética, no está exenta de problemas, pero esta teoría puede interactuar con otras teorías macroéticas y contribuir a elaborar una interesante y novedosa perspectiva: un proceso o acción serán moralmente buenos o malos en función de cómo afecten a la infosfera, independientemente de sus consecuencias, motivos, universalidad o carácter virtuoso. Una ética ontocéntrica nos proporciona una perspectiva de gran alcance. Sin la contribución de la EI, nuestra comprensión de los hechos morales en general, y no sólo de los problemas particulares relacionados con las TIC, quedaría incompleta.

____________________________________________________________________

NOTAS

(1) "Mis proposiciones sirven como elucidaciones en el siguiente sentido: cualquiera que me entienda, eventualmente las reconocerá como un sinsentido, cuando las ha usado --como escalones-- para subir más allá de ellas. (Él debe, por así decirlo, tirar la escalera después de que la ha escalado.) Debe trascender esas proposiciones, y entonces verá el mundo de manera adecuada." (Tractatus, 6:54)

(2) De acuerdo con Rowlands «El medioambiente tiene un valor. Este valor consiste en un determinado tipo de información, información que se da en la relación entre las potencialidades del medioambiente y sus indicios. Tal información existe independientemente de […] que existan criaturas sintientes […] La información está ahí. Está en el mundo. Lo que hace sin embargo que tal información sea valiosa es el hecho de que determinadas criaturas evaluativas la evalúan [por razones evolutivas], o que, en todo caso, podría ser evaluada por criaturas evaluativas si es que éstas se hallaran en su entorno».

(3) Con entropía no nos referimos exactamente al concepto termodinámico, sino a cualquier tipo de corrupción o destrucción de objetos informacionales. No hay aspecto de la realidad que quede fuera del alcance de la EI

BIBLIOGRAFÍA

FLORIDI, L. 1995, «Internet: Which Future for Organized Knowledge, Frankenstein or Pygmalion?» International journal of human-computer studies, 43, 261-274.

— 2002, «Computer Ethics: Mapping the Foundationalist Debate», Ethics and Infor-mation Technology, 4(1), 1-9.

— 2005, «Internet Ethics: The Constructionist Values of Homo Poieticus» in TheImpact of the Internet on Our Moral Lives, edited by Robert Cavalier (New York:SUNY),

GRECO, G. M., AND FLORIDI, L. 2004, «The Tragedy of the Digital Commons», Ethic sand Information Technology, 6(2), 73-82

NAESS, A. 1973, «The Shallow and the Deep, Long-Range Ecology Movement»,Inquiry, 16, 95-100.

YORK, P. F. 2005. «Respect for the World: Universal Ethics and the Morality ofTerraforming,» PhD Thesis, The University of Queensland.