9. Crítica sofista

El momento solemne en el que la igualdad entre el pensar y el ser basa su responsabilidad en el pensar y no en el ser es el paso a un nuevo modo de filosofía. La propuesta parmenídeo es la contraria, responsabilizando al ser.

La sofística es un movimiento que choca con la filosofía y propone una paideia diferente. La sofística va a luchar contra la posición ontológica de la φύσις tal y como es contemplada por los post-parmenídeos. No es verdad que la sofística luche contra la filosofía, como leemos en Platón. Es simplemente una forma de plantear la paideia y la cuestión de la soberanía de forma diferente. La filosofía posterior surge de la incorporación de las objeciones sofísticas a la filosofía entendida en el plano ontológico parmenídeo.

La secuencia de datos nace en una controversia desde finales del siglo V hasta mediados del siglo IV, controversia conocida como Controversia de La Ilustración.

La sofística no es un movimiento homogėneo, no hay una escuela definida que sea la de los sofistas, esto es invento de Platón. Sin embargo hay un punto en el que la visión platónica es cierta: los sofistas son aquellos que no aceptan la cogencia y el carácter fundante del punto de vista filosófico (es decir: la identidad del ser y el pensar). La crítica de Gorgias a Parmėnides es ejemplar en este sentido. Esa crítica muestra que se puede organizar la vida comunitaria y la sabiduría a un tipo de saber diferente. La sabiduría no está para los sofistas en la αλήφεια, sino en las discusiones de los hombres. El saber no tiene que ver ahora con un acto imperativo de una diosa no olímpica, el saber es un ajuste de cuentas entre los hombres. El λόγος pertenece a los hombres originalmente, y hay tantos λόγοι como hombres.

La visión recibida de Platón es absurda e insostenible. Los sofistas no son aquellos que por dinero elaboraban discursos a medida. Por su propia naturaleza, los sofistas no ofrecen un discurso homogéneo: algunos son más sensibles a la posición parmenídea, más naturalista, otros defenderán el convencionalismo más extremo, incluso el derecho de los fuertes en dominar a los débiles.

La unidad de ese mundo complejo está en una negación y una afirmación:

1. La negación de que la verdad tenga soberanía sobre el saber

2. La afirmación de que el saber no tiene que ver con la verdad, sino con la probabilidad.

La probabilidad es un concepto griego lingüístico, no matemático. Tiene que ver con la discusión. Quien tiene la soberanía no es la verdad sino la opinión común : la éndoxa. Lo común a toda la sofística es la reivindicación de lo público, es devolver la soberanía que se había quitado primero a los dioses y ahora a la verdad, a los hombres por medio del acuerdo en el discurso público.

La opinión pública es sin embargo cambiante, continuamente impugnable, luego la sofística no es fijista, no hay una apropiación definitiva del saber, sino que éste cambia con los estados comunes de opinión. Se trata de una impugnación completa, como vemos, de la posición parmenídea. De ahí la crítica de Gorgias: hay sólo un territorio del pensar, y tenemos que ajustar cuentas con el pensar variable, olvidándonos completamente del ser.

En la Sicilia del siglo V encontramos vestigios del origen de esta idea en el texto de Epicarmo: "aquellos (los filósofos) piensan en términos de verdad, éstos (los retóricos), en términos de probabilidad" . Se trata de organizar las sociedades de acuerdo con las opiniones mayoritarias. La construcción de la opinión común es la sofística. Esto lo hacen los rétores, que enseñan el arte de hacer discursos. Son aquellos maestros del saber que se desentienden de la problemática ontológica y se dedican a organizar los asuntos humanos. Cuando Córax da las primeras indicaciones del arte de persuadir está haciendo una apuesta racional completa. Su discípulo Tisias es el primer autor conocido de una retórica convencional.

Proponer que el saber no depende de ninguna entidad ajena a los hombres equivale a proponer que el saber es plural. Esto distingue a la retórica (y después a la sofística) de la filosofía. De ahí las platónicas. Son embargo, podemos pensar que los deseos de una comunidad son los que legitiman su curso. En definitiva y en palabras de Protágoras: el hombre es la medida de la verdad. Es decir, la verdad es un asunto de metron humano, que se mide en la comunidad, y es un deseo constituyente, porque crea comunidad. Que el hombre sea medida del saber quiere decir que es cambiable de acuerdo con criterios que tendrán que ser definidos. La sofística no arrebata la soberanía a la verdad para introducir un relativismo, sino precisamente para establecer el hecho primario constituyente de la comunidad humana como verdadero depositario del saber. La frase de Protágoras no ha al del hombre individual, sino comunitario. Son los estados de opinión de una comunidad los soberanos del saber.

Entre los sofistas hay varias tendencias:

- Aquellos que, siguiendo a Protágoras, señalan la comunidad como depositario del saber, olvidándose del ser. El campo del conocer es distinto de nada que tenga que ver con el ser. Sería la posición de Protágoras y de Gorgias. El saber es cosa del enfrentamiento de discursos, que crea producciones legítimas del saber por el hecho de ser mayoritariamente compartidos. Cuando dejen de serlo, otros tomarán el testigo. El criterio será el del provecho: cuando hay un acuerdo es porque mayoritariamente se cree que eso es lo más conveniente. Gorgias no propone nada nueva, pero señala las causas de que se puedan establecer esos estados comunes de opinión. Para ėl, no tiene nada que ver con la verdad, sino con el arte, con la estética. El valor del deseo tiene que ver con el carácter estético. Es una conexión muy importante entre lo más provechoso y lo más bello. Es la primera vez que en Grecia aparece una posición tan marcadamente estética. Esto aterrorizará a Sócrates y a Platón. Si el saber no pertenece al ser, pertenece a la sensibilidad, ésta es la propuesta de Gorgias.

- Los naturalistas. ¿El imaginario del deseo apela a posiciones naturales o simplemente imaginarias? Una posición posible es la naturalística. Opinan que es más provechoso, y por tanto más deseable, aquello que procede de la naturaleza. Así, se elabora un discurso a favor de la igualdad de los hombres, de una paideia naturalizada, etc. Pródico de Ceos, Hipias de Élide y Antístenes serán tres representantes de esta corriente sofística. Aristóteles definirá la felicidad como un caldo de las ideas de Antístenes: un retorno al estado de naturaleza. Esto es pura sofística. Se está defendiendo el retorno de la mirada a la naturaleza sin necesidad de invocar al ser, con plenas bases sofísticas.

- Los convencionalistas, que defienden que los estados comunes de opinión se mueven por convenciones que no tienen que ver con la mirada a la naturaleza. Es el interés del más fuerte el que mueve a la opinión. No defienden el derecho del más fuerte a hacerlo (como lo presenta Platón), sino que explican cómo son las cosas. Trasímaco es el representante principal de esta corriente, que ha sido desfigurado por Platón.

La virtud (αρετή) será la acción que produce mayor provecho para la comunidad (κοινή). La soberanía está en la sofística está en nosotros, en la comunidad. Derivo en una erística, arte de discutir. Tiene muy mala prensa por culpa de las diatribas de Platón, sin embargo, no tiene nada de malo. Trata del arte de disolver ciertos estados de opinión y generar otros, cambiando el saber común.

El daño colateral de la sofística es el hundimiento del gesto parmenídeo. Pero el hundimiento es parcial. Aunque parecía que la filosofía estaba agostada. Cuando por parte de la filosofía se produce una torsión que reedita el punto de vista ontológico y se vuelve a defender el gesto parmenídeo se produce el resurgir de la filosofía. El protagonista, como no, será Sócrates.

Sócrates es presentado por Aristófanes como un sofista de segunda fila. Realmente su adscripción a la sofística no es demasiado forzada. Quien condena a Sócrates es la democracia moderada de Trasíbulo, no la radical. Lo hacen, con toda razón, por un concepto de ασεβεια, impiedad. Sócrates es el discípulo de Diógenes de Apolonia, que decía: "volvamos a Thales, Anaximandro y Anaxímenes". Es un físico arcaizante. La identidad parmenídea lo viene grande a Diógenes de Apolonia. Y son embargo, su discípulo Sócrates terminó percatándose de que en el fondo los sofistas no estaban exentos de razón, a pesar de lo cual seguía teniendo importancia mantener la propuesta de Parménides a condición de mantener una soberanía que impulsa el ser y aceptemos que el responsable de la identidad entre el ser y el pensar es el pensar. El ejercicio de Sócrates en un ejercicio de salvamento de la identidad entre el pensar y el ser, pero aceptando que estamos necesariamente instalados en el pensar, y es desde el pensar desde donde podemos reconstruir el ser.

Para Aristóteles, a Sócrates debemos sólo dos cosas: la inducción y la definición. Ambas son las que proporcionan la soberanía al pensar. El ser ahora es lo real, pero proyectado por el pensar. Mediante la inducción podemos convertir la variabilidad de las percepciones sensibles en una unidad de pensamiento, un descriptor universal mediante la construcción de conceptos. La inducción es una intuición que nos lleva a colegir que un conejo es igual a otro conejo tras haber visto mil conejos. No es un salto empírico, es un acto intelectual es un acto de cansancio, de aburrimiento que nos lleva de una serie de percepciones a un concepto.

("El cisne es blanco" tras haber visto muchos cisnes blancos). Es la transformación de una percepción sensible continuada en un concepto que podemos pensar. Ese ejercicio del pensar es lo que proyectamos sobre el ser. Ahora el ser es prisionero de nuestro conocimiento, es lo que resulta del conocer.

Una definición se hace disolviendo la dificultad parmenídea, preguntándose de cuántos elementos está formado el concepto. Los cisnes no son solamente blancos, porque hay cosas blancas que no son cisnes. La definición es la producción por análisis de un conjunto de elementos que incorporan determinaciones de modo que puedo desarrollar todo concepto en atribuciones ordenadas de un conjunto de de predicados, finito o infinito. El ser es organizado en torno a conceptualización es, divisiones de la realidad en conceptos, definiciones. Es ser queda capturado en esas definiciones. El peligro es olvidar que hay algo anterior a esas definiciones que es lo que puede legitimarlas, y ese olvido es el olvido del ser que denuncia Heidegger.

Así, la posición de Sócrates proporciona tres cosas fundamentales:

1. Mostrar que la desconexión entre el conocimiento y el ser que practican los sofistas no es necesaria. Es decir, que la crítica sofística no derrumba el planteamiento de Parménides. El programa de Parménides es mantenible porque estamos en el pensar, y entonces:

2. La proyección que hacemos de la realidad es de carácter naturalista, esencial, hemos recuperado la soberanía de la verdad, no porque se nos imponga, sino porque la aprehendemos. Aprehendemos el ser, no por que se nos impone, sino porque nos colocamos en el pensar.

3. Ahora, tras 1. Y 2. podemos hablar de la soberanía del ser en el sentido de la soberanía de las leyes naturales, de los comportamientos que son traducibles en términos definicionales.

La posición de Sócrates es un intelectualismo extremo: todo mal es ignorancia, todo bien es conocimiento. Mediante la construcción del conocimiento se puede instaurar la organización verdadera de la sociedad, y esa es la actitud que define de aquí en adelante a la filosofía: la restauración de la identidad parmenídea contra las objeciones sofistas mediante la torsión que hace de la proyección del conocer al ser el objeto estricto del saber filosófico, la filosofía es la episteme, el conocimiento. Se trata de una de reinterpretación genial del programa de Parménides que marca el futuro de la filosofía occidental en su conjunto.