27. Helenismo II

Cuando se produce una transformación histórica tan profunda como la que supuso el helenismo, aparecen codificaciones estéticas nuevas, y eso se refleja no sólo en las artes plásticas, sino también en la literatura. Vimos cómo la tragedia tenía sentido en el ámbito de la ciudad y que desaparece tras ella. La comedia, como vimos, deja de ser instrumento de crítica social para convertirse en una tipología de personajes individualizados, que podemos aislar con rasgos psicológicos definidos. La recuperación de la lírica presenta igualmente una sensibilidad en el ámbito individual.

El destino de la Academia

La sabiduría va siempre detrás de estos movimientos. Aquí, representa un repliegue, una paralización debida a la necesidad de entender reposadamente los cambios vertiginosos que están ocurriendo. Inicialmente lo más relevante es la propia desorientación e inconsistencia del pensamiento filosófico del primer helenismo. Durante una serie de años asistimos a una decadencia de las grandes escuelas griegas, que tardan en encontrar un camino de estabilización. Es un período de tanteo que se aprecia muy bien en el hecho de que las escuelas tradicionales dedican sus esfuerzos a destruir su herencia y a no saber reconstruir ninguna herencia nueva. Las ideas no se adelantan a los procesos, sino que intentan explicarlos una vez se han producido. La Academia optó por una de las dos vías que surgieron ya en vida de Platón. En el magma de ideas del momento Aristóteles enfatizaba en los elementos prácticos del platonismo mediante un acondicionamiento de los razonamientos. La otra vía, la más pitagóricas te, centraba se atención en el carácter necesario del mundo de la dialéctica y de su capacidad para recoger los inteligibles en cuanto tales. La opción de la Academia fue la segunda, representada por Eudoxo de Cnido. El aprendizaje de la matemática y el establecimiento de definiciones esenciales fueron los mayores esfuerzos de esta vía.

Sin embargo, en años posteriores encontramos una decadencia del legado académico, y un ajuste imposible de su legado propio a las nuevas circunstancias. El platonismo recorre un camino que lo acerca a la escuela megárica, con una selección aún más aguda a favor del inteligible. En ese mundo la academia propone finalmente dar la espalda a la contingencia y centrarse en la necesidad. La opción consistirá en dar la espalda a la contingencia y negar la potencia y afirmar que sólo el acto expresa la función de la realidad, siendo todo lo demás aparencial. Será la opción de Eudoxo, deudor ideológico de Diodoro Cronos, discípulo de Euclides de Megara que no debe confundirse con Euclides de Alejandría, autor de los Elementos.

La idea es que las potencias están destinadas a producir una única actualidad. Cuando hay una bifurcación de múltiples caminos, sólo uno se actualiza, luego la capacidad de la otencia se agota completamente en su selección, luego el mundo es enteramente necesario. De ahí que todos los nuevos horizontes que se abren en el futuro son meras apariencias: ocurre lo que tenía que ocurrir, y la acción del hombre queda a priori determinada.

El centro de este pensamiento lo constituye una tesis de orden lógico-metafísico sobre la interpretación de la substancia, según la cual negaba, en polémica con Aristóteles, la distinción interna entre potencia y acto, y, como consecuencia, negaba también el movimiento y el devenir. Del plano físico pasa en el plano lógico al famoso argumento "victorioso" o "dominador", que se funda sobre el trilema siguiente:

1) Toda verdad pasada es necesaria,

2) De lo posible no puede seguirse lo imposible y

3) Es posible lo que no es real ni lo será.

Aceptando las dos primeras proposiciones, negaba la tercera, llegando así a su célebre definición de lo posible: "aquello que o es o será real". Por eso, respecto de cualquier hecho futuro, sólo la proposición que no llegará a realizarse es imposible.

Así, el atenerse a los principios inteligibles que gobernaban el mundo era el único camino de la sabiduría para la Academia. Era la opción desafortunada por el autismo, frente a la realidad postalejandrina de oportunidades de individuos libres que afrontan una plétora de opciones vitales y comerciales. La Academia irá languideciendo lentamente hasta que un golpe de timón no la saque del marasmo al que la condenó Eudoxo y sus partidarios, mucho después.

El destino del Peripato

El destino del peripato no fue mucho mejor. Teofrasto era el propietario de edificios y estancias de El Liceo. Allí se construyeron museos, colecciones de animales, plantas y manuscritos, en parte donados a Aristóteles por Alejandro. Con todo ello Teofrasto de la un giro que parece ponerse al día con las nuevas tendencias: el cultivo de un nuevo concepto de virtud que determina las condiciones de crecimiento propio, basado en la teoría aristotélica, que nunca olvida la razón práctica. Teofrasto con Los caracteres le da un giro a favor de la teoría de los caracteres: se trata de la idea de que los modos de ser de los individuos, que forman sus rasgos temperamentales, para actuar de una u otra manera. La enseñanza propone la atemperación de unas de estas tendencias, o e cultivo de otras para crear ciudadanos medios, capaces de razonabilidad práctica.

Teofrasto no tuvo descendencia, dejando todas las posesiones al Liceo, mientras que los manuscritos de Aristóteles se los dejaba a Mileo, su yerno, para que los conservara y cuidara. La existencia de catálogos antiguos diferentes de Aristóteles parece indicar que existieron colecciones copiadas de sus escritos en varios puntos distintos, sin embargo. El corpus aristotélico que hemos hederado es fruto de mil avatares, que hacen muy difícil su reconstitución.

En suma, tampoco el Perípato consiguió dar una respuesta filosófica a los acontecimientos históricos del helenismo. Un tercer elemento surge en este momento; Pirrón de Elis consigue por vez primera un acercamiento filosófico a esta nueva situación, si bien su respuesta será negativa.

Pirrón de Elis

Pirrón era contemporáneo de Aristóteles, y éste conocía sus doctrinas, escribiendo muy habitualmente contra ellas en sus escritos. La solución de Pirrón será la de negar la posibilidad de todo conocimiento, inaugurando el escepticismo. Este escepticismo tiene que ver con la conciencia de la inutilidad de todos aquellos valores y conocimientos que habían precedido a la caída del mundo antiguo: se trata de una respuesta práctica. Pirrón no escribió nada, todo loq ue sabemos de él es de referencias de otros, ya que conservamos un anecdotario muy rico sobre sus enseñanzas. Tres ideas troncales fundan su doctrina

1. Las costumbres son convencionales y sirven exclusivamente para la reparación en necesidades prácticas. Pirrón era un escrupuloso cumplidor de las leyes de la ciudad en la que vivía. No impugnaba por lo tanto los modos comunes de vida.

2. En el cumplimiento de la costumbre no se juega ninguna apuesta por la virtud ni por el saber: es el colapso de la παιδεια filosófica. "Nada es afirmable por su verdad, ninguna conducta hay que no sea convencional" podría ser un resumnen de la visión pirrónica. Lo sensato es vivir como se vive. Así, si se producen nuevas situaciones de hecho, hayq ue adaptarse a ello por mera pragmática. Se trata de un escepticismo radical en materia teórica, pero no práctica. Se curiosidad por las avatares de último momento está siempre viva, acompañó a Alejandro y aprendió de las vidas prácticas de los pueblos por los que pasaban, afianzando su convencimiento de la necesidad de una diversificación de los modos de vida en cada uno.

3. La suspensión del juicio, el dejarse llevar por el flujo constante de los acontecimientos es el mejor camino para alcanzar la αταραξία y con ella la felicidad.

Timón el Silógrafo es su directo discípulo, pero no efectuará añadidos especiales a la doctrina.

El cinismo

Un cuarto intento de adaptación al helenismo constituye la Escuela de los Cínicos. Diógenes de Sinope conoce personalmente a Alejandro. En Diógenes sí encontramos una respuesta fuerte, pues no solamente encontramos elementos negativos, de reacción. Llegó a conocer a Platón y a los herederos directos de Sócrates. Fue discípulo de Antístenes, que era fuertemente antiplatónico. Antístenes creía que la filosofía debía centrarse en el análisis lingüístico, y no contemplaba el dualismo de dos mundos de Platón. Antístenes practicaba una moral de autenticidad independiente de las convenciones sociales: lo que nos hacía infelices era la participación en las convenciones sociales. Era la negación completa del discurso de Pirrón. Las convenciones sociales satisfacen deseos pero esclavizan. La moral de Antístenes decía que era necesario romper con la convención y encontrar la verdad.

Diógenes era una especie de tábano de la sociedad griega, sometiendo a crítica radical las formas usuales de convivencia. Antístenes daba sus clases a Diógenes (su único discípulo) en un pórtico de Atenas conocido como "el pórtico del perro", de donde derivaría el nombre de "cínico". Diógenes Laercio sin embargo cuenta que el propio Diógenes quiso llamar así a la escuela por las características del ratón (una vida sin finalidad, de aquí allá) y del perro (los perros callejeros eran detestados en Grecia). El cinismo dice que el responsable de la infelicidad es la ley, la comunidad organizada y la ciudad. Por lo tanto, el hundimiento de estas realidades sociales es una noticia gozosa, y el hombre debe aprovechar para su reingreso en la naturaleza. La retirada al estado de naturaleza es la que expresa la figura del perro. Naturaleza frente a cultura, animalidad frente a ciudadanía, esta es la apuesta conceptual del cinismo para conseguir el hombre magnífico, concepto límite de perfección. El hombre magnífico reniega de las convenciones, exalta la libertad personal, que toma conciencia de su propia naturaleza, del carácter irrefrenable e ineludible de la consecución de sus deseos. El concepto más parecido a este en la filosofía universal es el Übermensch nietzscheano.

Diógenes Laercio, en el siglo III d. C. nos presenta a Diógenes como un simple transgresor de las costumbres. Sin embargo hay que considerarlo en su contexto postalejandrino y en la ejemplificación de un intento sapiencial en la crisis de la ciudad, y no como un anecdotario horroroso de prácticas chocantes y a veces escandalosas. Sus coetáneos le dedicaron una estatua de mármol en la que se podía leer "Al más sabio de los hombres". Tras la obra de Diógenes queda claro que cualquier forma de reconstrucción de la vida ciudadana deberá hacerse sobre otras bases, y Diógenes propone las suyas

1. Ninguna comunidad puede ya sustituir el valor del individuo.

2. Ninguna comunidad es ahora el sujeto sustantivo de la comunicación y del saber. Con ello los ideales platónicos y aristotélicos colapsan.

3. Los instrumentos de la política y de la ciudadanía conforman tecnologías que encauzan, pero que siempre serán impusturas que obturen el predominio de la realidad natural y de la lógica del deseo. La idea de que lo colectivo es opresor, y sólo es emancipatorio lo que nos acerca a la condición real del hombre. Es el encuentro con la naturaleza, eternamente pospuesto por el refugio de la ciudad.

4. La sabiduría se ejerce desde el dominio propio con respecto al cual las instituciones son meramente artefactos.

5. La vida humana digna de ser vivida es la vida libre. Se reivindica la ἁυταρκέια. No se puede ser hombre en el marco de la ciudad ni en el marco de la filsosfía clásica.

Estas ideas fraguarán en las tres escuelas propias del helenismo; el estoicismo, el epicureísmo y el escepticismo. Pero surgieron mientras el propio Aristóteles estaba intentando fundar un mundo conceptual, pues los iniciadores son contemporáneos estrictos suyos. Esta sincronía hace más violento el magma discursivo de este momento. El esfuerzo de Aristóteles es el broche de oro que supone un fin, y sus detractores suponen el germen de una nueva forma de ver el mundo que de algún modo se parece al nuestro mucho más que el clásico.