26. Helenismo I

El Helenismo

Aristóteles sobrevive a Alejandro en un año. Muere en el 322 y Alejandro en el 323. Con estas muertes empieza un mundo nuevo, que conforma nuestra herencia más directa y que conocemos con el nombre de Helenismo. Supone, entre otras cosas, la desaparición del concepto de ciudad-estado. Plutarco comenta que en su lecho de muerte Alejandro expresó su deseo de que le sucediera "el más fuerte". En realidad el poder fue heredado conjuntamente por sus generales, conocidos con el nombre de diádocos (διάδοχοι). Este reparto cambia las estructuras del mundo antiguo, porque en el tránsito de apenas diez años el mundo griego pasó de ser un mundo diminuto en el que diversas ciudades estado luchaban entre sí sin ponerse nunca de acuerdo a ser un imperio territorial que superaba a todo lo conocido, que incluía el Egipto faraónico, y el Este asiático hasta la India.

Va a ser éste un mundo violento, en el que la cultura griega unifica el mundo y se pasa de una helenidad vinculada a espacios muy pequeños a un mundo desmedidamente grande en el que los conceptos griegos terminan por expresar la cultura común, inventando repuestos, sucedáneos y nuevas formulaciones para gestionar ese vasto territorio.

Además, habrá una continua lucha interna entre los diádocos, que degeneran en las Guerras Alejandrinas hasta que se determinen de manera estable en la batalla de Ipso los núcleos monárquicos que determinarán el futuro mundial. La monarquía Seléucida obtiene el poder en todo el Este, y la Ptolemaica hace lo propio en el Oeste.

Durante treinta o cuarenta años el mundo antiguo no conoce un minuto de paz, y a pesar de ello las fuentes no transmiten ningún pesimismo ni tragedia, sino que son reflejo de la ampliación de los horizontes comerciales y así, la impresión es la de un momento de oportunidades que prima en los escritos de esa época. Existía una conciencia muy clara de que el mundo cambiaba, y en estas condiciones tres fenómenos conforman la personalidad de este período, que harán que desde nuestra perspectiva, el mundo clásico sea para nosotros arcaico y distante mientras que el mundo de las nuevas realidades se comporte como el preludio de nuestro mundo actual. Las tres características propias de este período son:

1. La creación de un escenario culturalmente unificado. Las diferencias, por supuesto, no desaparecen; pero hay un circuito común de circulación de la cultura. Es a lo que llamamos genéricamente Helenismo. Se expresa en un idioma único: la lengua ática, identificada con una κοινή global. Es la primera vez que esto sucede en le planeta. Hasta entonces la conquista y el castigo han impulsado el avance de los invasores, que domesticaban a los conquistados. La κοινή helenista es diferente: es una confluencia entre la expansión comercial y la aparición de unos signos culturales nuevos basados en la lengua común. El helenismo es la creación de ese espacio, que no es un espacio de dominación, sino de aculturación. No siquiera hay unificación legal, las variaciones de las fuerzas soberanas son múltiples, pero estos circuitos culturales unifican el espacio de la κοινή. Se trata de un fenómeno totalmente imprevisible: Aristóteles, recién muerto, jamás pudo imaginarlo. La diferencia entre los diferentes reinos que van conformando las monarquías helenísticas subsisten por supuesto, pero sobre ellas planea ahora una unidad cultural innegable.

2. El ambiente de novedad cultural es de gran optimismo a pesar de la constante violencia y inestabilidad. Las grandes masas de capital puestas en circulación generan la sensación de oportunidad. El dinamismo del componente griego de la cultura se convierte en universal, y refuerza el punto 1. Los pensadores griegos de este período empiezan a reflexionar en sintonía con un escenario universal. Esto se traduce en una transformación de la producciones literarias que acaba con los modelos tradicionales, muy vinculados al culto, que ponían en la tragedia y en cierta concepción de la comedia los medios pedagógicos para la παιδεία de la ciudadanía. La tragedia desaparece como tal. Es tan grande la confusión que ha introducido el romanticismo en la comprensión del mundo antiguo que se nos olvida de que la tragedia desaparece porque desaparece el valor pedagógico de la καθάρσις . En su lugar, la lírica desarrolla las oportunidades del individuo, que ya no se siente constreñido por la pertenencia a una ciudad concreta, sino portador de unos valores personales propios. Calímaco u Teócrito, por ejemplo, no hablan ya en nombre de la comunidad, sino en nombre de valores individuales. El amor deja de ser un valor socialmente representado, y empieza a ser descrito en términos de historias individuales en las que la libertad ya no tiene ninguna represión ni es necesario una contención social. La lírica sustituye a la tragedia, mientras que la comedia tal y como la concebía Aristófanes, esto es: al servicio de la depuración de las costumbres de la ciudad, da un giro de 180 grados y presenta ahora situaciones centradas en sus personajes y sus aventuras personales en los que la fuerza individual se convierte en el factor decisivo. La épica, que desapareció en la democracia ateniense, reaparece ahora, pero no como guerra de ciudades, sino como glosas de héroes que ya no tienen que rendir cuentas a los dioses, sino que su actividad se dirige al encuentro de la riqueza o de los intereses personales. Lo trágico se expresará ahora como desmesura de acciones respecto a sus propias fuerzas, no de una ύβρις teológica. El mundo de la comunidad religiosa ha desaparecido completamente. El mimo aparece como nueva expresión artística, una especie de universo propio en el que sólo el individuo queda representado, en ausencia de palabras. Hay una conexión profunda entre la nueva épica de valores individuales y las manifestaciones mímicas.

3. La desaparición de la ciudad estado. No se trata meramente una imposición de los macedonios, ni una pérdida de convicción en los valores comunitarios, es un cambio del modo mismo de concebir la vida social. El Estado deja de ser una relación propia del ciudadano, deja de ser una entidad que cubre el cuerpo de la sociedad. Estado y Sociedad se divorcian, no sólo por la realidad de una inmensa expansión geográfica que impide la relación, sino también por el hecho de que el Estado mismo deja de ser una cuestión cercana y se convierte en una poderosa y distante máquina de poder. Se necesitarán muchos siglos para que se reproduzcan circuitos de representación ciudadana capaces de reactivar la democracia, cosa que no se producirá hasta la modernidad. El helenismo establece por tanto una neta separación entre el mundo de la política y el mundo de la sociedad. Por eso el individualismo cobra una fuerzas que marcarán la historia del espíritu a partir de ese momento, lo compartido se convierte en algo no político, y lo político se convierte en algo que no tiene realidad social. Habrá una administración palaciega, unas cortes diferenciadas de la sociedad civil, marcadas por privilegios que la separan de la sociedad, etc. La participación pública desaparece en muy pocos años, y está desaparición es origen y a la vez consecuencia del brote de los valores individuales: el helenismo es la absoluta negación del esquema participativo clásico.

Pasados treinta años, el mundo es tan diferente que ya no podemos reconocer el mundo clásico en ninguna de las expresiones culturales del nuevo mundo helenístico. La universalidad de los elementos individuales y la ausencia de referencia a constricciones sociales comunitarias será ubicua. Macedonia impondrá a la ciudad de Atenas la desaparición de la democracia, y con ello Atenas simplemente desaparece de la Historia.

Hacia el 270 el mundo helenístico se estabiliza y aparece en el horizonte una Roma que va a intervenir en los asuntos griegos y terminará absorbiendo todo lo producido por el helenismo, pero no aportará cambios culturales substanciales. El colapso organizativo total y absoluto de los parámetros de la Grecia clásica lo produce el helenismo, no Roma.

Las escuelas filosóficas del momento se transforman profundamente en busca de un ideal pedagógico que ya no tenga como referencia la ciudad. La Academia platónica clásica desaparece mediante su transformación en un discurso diferente, centrado en la posibilidad de un conocimiento para el conjunto de la sociedad, que se transforma en un discurso escéptico. El perípato entra en decadencia y dejará de tener influencia digna de mencionar. Aparecen nuevos discursos ajustados a la nueva discusión, mientras que las respuestas positivas a la crisis que supone el helenismo se darán en escuelas nuevas tales como el cinismo, el escepticismo, el epicureismo o el estoicismo.

Estos discursos que mantienen un débil enlace con el discurso clásico, y son denominados genéricamente Filosofía Helenística, y son los que veremos a continuación.