De compras en el supermercado genético (Peter Singer)

Resumen del artículo de Peter Singer De compras en el supermercado genético

ISEGORÍA/27 (2002) pp. 19-40 Disponible en http://isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/view/552/553

Principio preventivo de Singer

Singer define el Principio Preventivo con claridad y precisión:

Para cualquier condición X, si fuera una forma de maltrato infantil por parte de los padres infligir X a sus hijos poco después de su nacimiento, entonces, en igualdad de condiciones, debe cuando menos ser permisible tomar medidas para prevenir que un hijo tenga tal condición.

Su defensa se expone como una idea que puede ser abrazada por mucha gente independientemente de sus convicciones morales. Por lo tanto, no es una verdad auto-evidente, no es -tampoco- una deducción de algún fundamento moral en particular.

Según Singer, el «principio preventivo», nos exige rechazar la opinión de que por el hecho de que algo sea resultado de una lotería genética (v. gr., síndrome de Down, enfermedad de Huntington, etc) ya hay motivo para considerarlo correcto. La única razón que identifica Singer (de forma acertada) por la que alguien puede sugerir que no existe (azar) lotería en la dotación genética es apelando a “la divina Providencia”. Desde la asunción de que la dotación genética es resultado de un proceso legaliforme de tipo aleatorio (sin intervención ni telos) es posible -eliminada una hipotética barrera moral que nos conminara a no modificar los planes del “creador”-poner en práctica el principio preventivo.

Si X (v. gr., sordera, déficit intelectual, trastorno grave del neurodesarrollo, etc.) puede ser considerado -si se provocara intencionalmente a población pediátrica- un tipo de maltrato infantil, entonces debe ser permisible que los padres (¿también el Estado?) tomen medidas para asegurar que sus hijos (¿ciudadano?) no padecerán X.

Considero que el principio esbozado por Singer porta coherencia y razonabilidad. La cuestión (todavía sin respuesta) tiene que ver con el concepto “maltrato infantil”. Si X puede considerarse una forma de maltrato infantil ¿no sería necesaria la intervención del Estado (principalmente de los poderes legislativo y judicial)?

Sobre el transhumanismo

Según la Stanford Encyclopedia of Philosophy, el transhumanismo es una corriente filosófica y cultural que defiende el libre acceso a la tecnología en aras de la mejora de la especie humana. Bostrom lo define como un enfoque interdisciplinar para la comprensión y desarrollo de las oportunidades para mejorar la condición humana y el organismo humano gracias a la tecnología.

El transhumanismo aborda cuestiones como: la mejora en la salud, erradicación de enfermedades, eliminación de sufrimiento innecesario, aumento de las capacidades intelectuales, físicas y emocionales, colonización del espacio o la posibilidad de crear máquinas superinteligentes.

Algunos autores advierten del riesgo de poder llegase a perder las características distintivas del ser humano, como su vulnerabilidad, la preservación de la especie y barreras entre especies y la socialización (se habla de la "deshumanización" del deporte si todos los humanos alcanzan capacidades físicas equivalentes).

En la parte final del texto Singer evoca varios problemas que se derivarían de una selección genética al alcance de todos: el beneficio relativo si cierta característica deja de ser una ventaja y su coste medioambiental, la reducción de la diversidad de los seres humanos, la dificultad en asegurar la igualdad de oportunidades (o aumento de las diferencias entre clases sociales).

Existen varias propuestas para evitar los casos de manipulación genética inmoral (Council for responsible genetics, creado en 1983). Algunos autores han afirmado que alterar la esencia de la humanidad tomando la evolución humana en nuestras manos y desarrollando una nueva especie denominada a veces "post-humana" debe considerarse un crimen contra la Humanidad.

Los defensores del Transhumanismo o Humanismo Plus (H+) se definen a sí mismos en su página web como un movimiento cultural e intelectual que defiende que es posible y, de hecho, preferible, mejorar al ser humano dentro de unos límites éticos basados en los derechos humanos y los ideales de la Ilustración. Según los transhumanistas, los avances científicos ya permiten ciertos tipos de mejora genética y la longevidad humana así como, en un futuro no muy lejano, la vuelta a la vida tras la criogenización (mencionan con orgullo el hecho de que el hermano de Aldous Huxley, Julian Huxley, eminente biólogo esté criogenizado a la espera de una técnica que lo devuelva a la vida). Su página web está plagada de referencias a la inmortalidad y los robots. Sorprende encontrar una página web en español más propia de finales de los años 90 que del año 2016 mientras que su versión anglosajona hace una defensa del transhumanismo de forma meramente expositiva, nunca argumentativa.

La website en inglés contiene un apartado llamado "Is there any ethical standard..." donde se afirma que el movimiento es compatible con una variedad de sistemas éticos (a pesar de que no menciona ninguno), que los seres humanos no somos desechables y que el movimiento no propone dejar morir a algunas personas para reemplazarlas por otras. Los transhumanistas se definen a sí mismos como no especistas y aún así no mencionan la importancia de mejorar genéticamente al resto de especies (conclusión que se derivaría de su no especismos).

Es difícil hablar de los riesgos que se derivarían de la implantación de medidas transhumanas. ¿Supondría el fin de la raza humana tal y como la concebimos? No lo creo ya que los tratamientos biogenéticos sólo estarían al alcance de una élite. ¿Implicarían las modificaciones genéticas un mundo plagado de humanos-robots? Tampoco lo creo. Sin borrar la línea que separa los cambios fenotípicos de los genotípicos, ¿acaso un empaste o un ojo biónico en un paciente que ha sufrido un desprendimiento de retina no suponen una modificación en favor del propio individuo?

Desde un punto de vista utilitarista la respuesta sería un sí rotundo, sí a las modificaciones genéticas, sí a los avances científicos siempre y cuando éstos trajeran consigo un aumento de la felicidad de los individuos que tuvieran estas mejoras sin perjuicio del resto de seres humanos.

Desde una ética más absolutista, más defensora de ciertos valores por encima del progreso y la felicidad de unos pocos (o unos muchos), parece claro e intuitivo rechazar una inversión económica desorbitada para sustituir tecnológicamente el papel biológico de la evolución mientras continuamos destruyendo los ecosistemas terrestres y permitiendo la muerte de millones de personas de hambre o en conflictos bélicos (una mejora genética no mejoraría de ningún modo las condiciones de vida o de muerte de estos seres humanos).

Los transhumanistas afirman ser defensores de los derechos humanos mientras discriminan de forma clara si no a ciertos individuos, sí las cualidades o deficiencias que éstos puedan presentar. Parece que lo que tratan es de reescribir los derechos humanos en términos de competencia adaptativa, afirmando que cuanto más parecidos a una máquina perfecta seamos, mejor será nuestra vida.

Nadie quiere morir ni estar enfermo ni desea la muerte ni la enfermedad para su entorno y aún así, la felicidad parece depender de algo que va más allá de la salud o la inmortalidad. ¿Por qué si no íbamos a gastar nuestro dinero en viajar o la obtención de una educación universitaria cuando podríamos dedicar todos nuestros ingresos a nuestra salud?

El objetivo final del transhumanismo sería la búsqueda de la superinteligencia o ultrainteligencia. Sin embargo:

-Los procesos neuro-cognitivos de nuestro cerebro se han ido adaptando de forma biológica (no matemática) a los entornos cambiantes; es decir, su valor biológico no se mide por su mayor capacidad si no por proporcionar posibilidades de ajuste en cada una de las situaciones vitales (v. gr., tener una superdotación mnésica tendría poco valor biopsicológico si sufrimos una experiencia traumática y mantenemos un recuerdo absolutamente fiel y vívido del acontecimiento sine die). En términos biopsicológicos más no quiere decir mejor.

-La neurociencia cognitiva modeliza el cerebro como un sistema neurobiológico altamente complejo donde resulta extremadamente artificial diferenciar los componentes cognitivos de los emocionales. La ansiedad, una de las emociones adaptativas más relevantes para nuestra especie (siempre que no alcance un patrón disfuncional y se convierta en un síndrome ansioso), facilita que actuemos de forma rápida y automátia (dirigiendo nuestra atención hacia los estímulos relevantes) en situaciones de alta exigencia. Eliminarla para evitar el malestar que puede generar al sujeto implicaría dejarnos inermes ante muchísimas situaciones sociales. Lo mismo podría decirse de los estados de ánimo negativos (diferencia entre tristeza y depresión) que cumplen funciones relevantes en nuestras historia personal.

-La capacidad intelectual es un fenotipo compuesto por la combinación genes-ambiente. Juzgo que considerar su aumento un fin per se, no tiene mucho sentido. Tal vez, la cuestión que podría resultar más interesante consistiría en reflexionar sobre que fin (social, ético...) exige como medio para lograrse que aumentamos la capacidad intelectual (vía generación de entornos intelectualmente estimulantes).

Discapacidad y cultura: el caso de los implantes cocleares

El debate parte de un presupuesto cuyo examen requiere un tan detallado como profundo análisis (que por motivos obvios excede las posibilidades de este foro) : “existe la comunidad y existe la cultura de los Sordos; constituidas ambas por un grupo de sujetos de la especie Homo sapiens que como característica diferencial respecto al resto de sus congéneres presenta alterada de forma clínicamente significativa una capacidad perceptiva específica (la audición )”. Por lo tanto, cualquier tipo de intervención (implante coclear) que separé a estos sujetos de la comunidad y la cultura de los Sordos -que sobrevive debido a su lenguaje particular y a su separación del mundo de quienes escuchan- puede ser calificada de inmoral (el término genocida me resulta tan extremo que prefiero no utilizarlo más allá de esta aclaración).

El autor explica que el debate se extiende a otros casos significativos: síndrome de Down y acondroplasia o enanismo. La diferencia más relevante entre estos dos casos y el referido arriba consiste en que si bien el implante coclear modifica la alteración a partir de la cual se constituye la comunidad-cultura, no existe en la actualidad ningún tratamiento que modifique las condiciones genéticas arriba señaladas. Por tal motivo, lo que se cuestiona en estos casos son tanto

(i) el diagnóstico prenatal como

(ii) la interrupción voluntaria del embarazo.

Considero que la idea de que una cultura-comunidad puede generarse a partir de la identificación de una discapacidad implica

(i) la posibilidad de aislamiento y exclusión (tanto si la promoción de tal idea se origina desde dentro del grupo como si se origina desde fuera),

(ii) la exaltación de lo diferente -mientras se obvia lo común-, y

(iii) la radicalización intra-grupo (v. gr., prohibiendo todo cambio en la condición “patológica” de origen).

Las culturas tienden a proporcionar elementos para formación de la identidad de un individuo, y del grupo al que pertenecen; no me resulta equiparable cultura-discapacidad, concepto que en la actualidad se conforma vía

(a) un diagnóstico clínico,

(b) una alteraciones -de diverso grado- en la funcionalidad del sujeto y

(c) un reconocimiento legal.

Para los profesionales que trabajamos en el área de la Salud Mental (psicología clínica, psiquiatría, enfermería, trabajo social, etc), la estigmatización-exclusión-aislamiento que sufren nuestros pacientes por presentar un rasgo, un cuadro clínico, una alteración en la funcionalidad, un comportamiento extravagante, un pensamiento delirante... es tan inmoral que resulta difícil abogar por la generación de una cultura-comunidad independiente. El camino que considero más justo y ético es generar una cultura-comunidad lo suficientemente flexible y aglutinadora como para acoger sin discriminar a todas las personas independientemente de su condición; y sumando a esto la posibilidad de proporcionar las ayudas necesarias (v. gr., médicas, económicas, sociales...) para evitar la desigualdad y la injusticia.

El valor moral de los discapacitados

Singer plantea la distinción entre "juicios acerca del valor moral de los discapacitados" y "juicios sobre la calidad de vida". A partir de la cita de Ani Satz, formula Singer la distinción entre dos tipos diferentes de juicios que en la construcción argumental de la autora “corren el peligro de mezclarse”:

1. Juicios acerca de «el valor moral de los discapacitados»: afirma Singer que el valor moral de las personas no depende de sus capacidades, excepto cuando sus capacidades intelectuales están muy limitadas (no aclara con la necesaria precisión este punto). La acrítica relación que propone el autor entre moralidad-capacidad intelectual debe ser revisada por la neurociencia cognitiva. Desde un punto de vista neurobiológico, las áreas cerebrales con mayor implicación en la emocionalidad juegan un papel muy significativo en nuestras conductas y juicios morales.

2. Juicios acerca de la calidad de vida, o incluso acerca del valor de la vida con una discapacidad: Singer expresa la naturaleza de este tipo de juicio en relación al ejemplo de la sordera. Si considero que la calidad de vida (“el valor de la vida” es un concepto difícilmente operativizable) es mayor con la percepción auditiva conservada en su totalidad que con la percepción auditiva alterada (v. gr., sordera) entonces tomaré las medidas oportunas para evitar que mi calidad de vida empeore. La sentencia definitoria con la que Singer define su postura dice así: “razón de ello no es que no estemos juzgando que la pertenencia a la comunidad de los Sordos sea menos deseable que la pertenencia a la comunidad de quienes pueden oír, sino que damos por sentado que es menos deseable”; porque es menos deseable -siguiendo el argumento- tener menor calidad de vida que mayor (argumento claramente pragmático).

Justicia social y modificación genética

La emergencia en el discurso de Singer de los problemas socio-políticos tiene lugar cuando “cambiamos la perspectiva individualista por una perspectiva social más amplia”. Brevemente:

Algunos de los rasgos que se busca asegurar para los hijos serían beneficiosos para ellos sólo en términos comparativos y no absolutos. No olvidemos que el contexto social desde el que Singer realiza su trabajo y desde el que nosotros lo recibimos está conformado por nichos sociales primariamente individualistas (a diferencia de las sociedades más colectivistas)

El “supermercado genético” provocaría una menor diversidad entre los seres humanos y como potenciales consecuencias de esto:

(a) pérdida de lo simplemente inusual o excéntrico;

(b) extinción de la mayor partes de las culturas e imposición plus exclusividad de los nichos occidentales;

(c) ¿habría una pérdida de diversidad que condujera a la sociedad humana a un ámbito menos rico y quizás incluso, a largo plazo, redujera la capacidad de la especie para adaptarse a circunstancias cambiantes?

El ideal de igualdad de oportunidades se vería amenazado. Para Singer es este el problema más significativo y el mejor contra-argumento para oponerse a un “supermercado genético”.

Soluciones que podrían barajarse:

(a) Prohibir todo uso de la selección genética y de la ingeniería genética que vaya más allá de la eliminación de aquello que es claramente un defecto. El Estado podría intervenir en el caso de que se provocara un “daño a terceros”.

(b) Pero, se pregunta Singer, ¿quién decidirá lo que es un defecto evidente? Apelar a un Estado plenamente decisorio puede ser para algunos ciudadanos “todavía más peligroso que la alternativa de dejarlas al mercado”. En función de la ideología de base.

(c) Limitaciones territoriales en la aplicación de las normas de control e intervención tanto en EEUU (los asuntos que regulan la concepción y el nacimiento están en manos de cada estado y no del gobierno federal) como en los demás países. Vivimos en una economía global.

El corolario de Singer sentencia que el Estado debería estar directamente implicado en la promoción de la mejora genética. Sin embargo, aún siendo preferible no parece que sea la alternativa más probable (mercado).

Juzgo que el debate sobre los temas aquí tratados está -de manera inevitable- sesgado por la ideología (político-socio-religiosa) que portamos cada uno de nosotros. Evitar que todos estos contenidos formen parte de nuestra construcción argumental es harto complicado. De todas formas, si revisamos la mayor parte de las medidas que desde instancias estatales (tanto en sociedades donde el Estado es famélico como en aquellas donde el Estado invade todos los ámbitos de expresión pública) han ensayado controlar el uso de técnicas que generan dudas a nivel moral y/o axiológico la mayor parte de las veces (por no decir siempre) las decisiones se han basado en principios pragmáticos, utilitaristas, partidistas y absolutamente oportunistas. Nada de filosofía, nada de justificación racional.