Max Weber y la ética de la responsabilidad

Desde finales del XIX se separan, como hemos visto, los conceptos de responsabilidad y culpa. El término responsabilidad empieza a caminar por sí mismo. Se denomina responsabilidad sin culpa, no porque no haya culpa, sino porque el tratamiento será otro: la culpa será siempre a posteriori mientras que la responsabilidad será también a priori, antecedente (ésta es la típica del siglo XX en la filosofía ética). Tiene sentido afirmar que si por algo se caracteriza la ética del siglo XX es por ser una ética de la responsabilidad, mientras que antes ni siquiera existía un contenido semántico que soportara el concepto.

A lo largo del XX podemos entrever dos periodos:

1º. En la primera mitad del siglo se escribe muchísimo sobre ética de la responsabilidad, pero siempre desde el prisma de la responsabilidad individual: yo soy responsable de mis acciones y de mis opciones. Es decir, se enfoca la responsabilidad desde el punto de vista de la teoría de la acción. Podemos etiquetarlas como teorías individualistas de la responsabilidad: <<Yo sólo soy responsable de mis actos>>.

2º. En la segunda mitad adquiere un nuevo sentido añadido al primero: somos responsable no solo de lo que hacemos, sino también de lo que no hacemos (somos responsables del medio ambiente, de las futuras generaciones, somos responsables de todo). Se ha dado también en derecho, con un énfasis en la responsabilidad objetiva: de lo que haces y de todas las cosas que andan mal por ahí. Y hay que responder por los daños, sean los que sean. Todos tenemos deberes y responsabilidades ante todo aquello que es débil, imperfecto, inadecuado, que debería ser de otro modo. De la teoría de la acción se ha pasado a teorías globales de la responsabilidad.

La primera vez que se acuña la expresión ética de la responsabilidad no viene de la mano de un filósofo, sino del reconocido como padre de la sociología moderna: Max Weber. El germano falleció en 1920, y un año antes nos dejó dictadas dos famosísimas conferencias: Wissenschaft als Beruf (‘La Ciencia como profesión’), y Politik als Beruf (‘La Política como vocación’). En 1905 publicó ‘El protestantismo y los orígenes del capitalismo’. En estas dos conferencias introduce la perífrasis ética de responsabilidad. Conviene introducir brevemente la obra de Weber para situarnos.

Weber nace en 1864 y muere joven, con 56 años en 1920. A muerte Karl Jaspers escribe un texto desgarrador en el que dice: <<Weber ha muerto; la luz intelectual del mundo, y por supuesto de Alemania, ha desaparecido, ¿Qué va a ser de nosotros?>>. Weber vive en un momento en el que el movimiento intelectual imperante es el neokantismo, esto es, la resucitación de la filosofía kantiana, pasada por el cedazo del positivismo. Esta interpretación positivista del kantismo consiste en primar toda la estructura del conocimiento descrita en la ‘Crítica de la Razón Pura’, que es la que permite definir a Kant qué es lo que entiende por pensamiento científico, cosa primordial para el positivismo. En otras palabras diríamos que se trata de germanizar al cartesianismo francés. La ciencia a positivizar es, por supuesto, la física newtoniana. Kant está impresionado con la hazaña de Newton, y ha dejado a todo el mundo sin habla. En la Kritik establece Kant el canon de las ciencias de la naturaleza; y los neokantianos alemanes y franceses plantean hacer lo mismo con las ciencias de la cultura (antropología, sociología, etc.). Esto es problemático, porque mientras lo que sucede en la naturaleza se puede plasmar en ecuaciones, lo que ocurre en la cultura no, necesita otros instrumentos que Weber llamará comprensión.

Por eso Weber establecerá la diferencia entre Ciencias Explicativas, que son las ciencias de la naturaleza, y las Ciencias Comprehensivas, que son las ciencias humanas o ciencias de la cultura. Convertir las ciencias humanas en una ciencia exige una comprensión, no una explicación. Y eso es así porque los fenómenos humanos tienen que tener sentido. Y lo único que se puede hacer con el sentido es intentar comprenderlo. Eso es lo que se propone Weber, padre de la llamada sociología comprensiva. Se trata de comprender la acción social. Por eso, Weber define el concepto de acción humana como una conducta humana, bien consista en un hacer externo o interno; ya en omitir, siempre que los sujetos de la acción enlacen en ella un sentido subjetivo.

Acción no es meramente conducta humana, sino acción humana con sentido. Así definida la acción, toda acción humana para Weber es siempre individual, porque el sentido lo da un individuo. Acción social es una acción donde el sentido mentado por el sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros. Y, finalmente, por Sentido se refiere al sentido mentado y percibido por los sujetos de la acción. El sentido en modo alguno se trata de un sentido metafísicamente fundado.

Una de las características del positivismo al que Weber estaba adscrito es la neutralidad axiológica: el científico debe ser neutral en cuanto a las cuestiones de valor. En Wissenschaft als Beruf dirá que no se puede convertir la cátedra en un púlpito para exponer arengas: debe ser neutral. Como las ciencias de la cultura tratan con acciones humanas, tratan necesariamente con valores, y por eso mismo no debe optar por valores, para ser neutral en aquello que está estudiando. Cuando ese mismo científico actúa como humano sí deberá optar por valores, pero no en tanto que desempeña su labor científica1. La ciencia no va a actuar como dogmática, sino que se resume en tratar de comprender por vía intelectual y emocional los valores, sin optar.

A partir de aquí se entiende el concepto troncal de Weber de tipo ideal. Se define por el sentido puro. Los sentidos nunca se dan puros, se dan en contextos impuros, mezclados de contextos. Si somos capaces de quitar todo el lastre que tienen los sentidos obtenemos el tipo ideal, que no se da en la realidad pero es importante a nivel teórico. La acción humana se caracteriza mediante cuatro tipos ideales.

Acción racional con arreglo a fines. Determinada por expectativas tanto de objetos como de hombres para el logro de fines propios sopesados y conseguidos. Se trata de la típica acción económica que maximiza utilidades. Se trata de obtener el máximo beneficio al mínimo coste, es un problema puro y duro de maximización. Son las acciones teleológicas, cuyo único sentido es optimizar las mejores consecuencias. En este tipo ideal no hay valores, se optimizan los deseos subjetivos del individuo; mientras que los valores no son meras sensaciones subjetivas.

Acción racional con arreglo a valores. Está determinada por la creencia consciente en un valor ético, estético, religioso o de cualquier otra forma. Se trata del valor propio de la conducta, con independencia del resultado. El valor siempre es a priori, luego no son acciones teleológicas, sino deontológicas.

Acción afectiva. Está regida por sentimientos, es especialmente emotiva, determinada por afectos.

Acción tradicional. Está determinada por una costumbre arraigada que llamamos tradición.

Para Weber sólo los dos primeros tipos son acciones con auténtico sentido humano. En el caso de la acción afectiva el sentido es muy flojo, el sentimiento se impone. Y lo mismo a propósito de las acciones tradicionales. Son muy poco humanas, están en la linde de lo verdaderamente humano. Por lo tanto, se queda con los dos primeros, y los aplica a la descripción de las acciones sociales humanas, especialmente a las acciones éticas (acciones individuales humanas con sentido). En tanto que científico social debe intentar comprender las conductas con sentido, por mucho que no deba tomar partido.

Estudiando todo ello, Weber encuentra dos tipos de ética netamente humana2:

 Un tipo ideal de ética es la ética de la convicción. Está regida por valores absolutos. El individuo debe actuar de una determinada manera en toda su pureza caiga quien caiga, sin tener en cuenta las consecuencias. Es una ética deontológica. Como ejemplos pone a los grandes fundadores de religiones, o los grandes políticos o generales. La ética de la convicción corresponde a las acciones con arreglo a valores. Sin embargo, cuando buscamos la ética que corresponde a las acciones con arreglo a valores, no aparece. No es teleológica en absoluto.

 Weber en Politik als Beruf zarandea de modo inmisericorde a los políticos sin valores, sin convicciones, que lo único que desean es colmar su ansia de poder. Gestionan lo que les manden sin convicciones. La denomina Machtethik, o ética del poder por el poder. Pero tachó la expresión en un manuscrito que se conserva: es un tipo de ética deleznable a sus ojos que no merece el nombre de ética.

 Weber se detiene en un nuevo concepto al que denomina Verantwortungsethik, que aparece como opuesto a la ética de la convicción. Sería la ética de las acciones con arreglo a valores. Para él la Macht Ethik no es ética, es la antiética. Es lo que la Escuela de Frankfurt llamó racionalidad estratégica, la racionalidad inmoral por definición. Es la más frecuente, por tristeza, en el mundo político. La ética que tiene en cuenta las consecuencias es la ética de la responsabilidad, o Verantwortungsethik.

“Cuando veo aparecer súbitamente a los políticos de convicción en medio del desorden gritando: <<El mundo es estúpido y abyecto, pero yo no; la responsabilidad por las consecuencias no me corresponden a mí, sino a los otros para quienes yo trabajo…>>, lo primero que hago es cuestionar la solidez interior que existe tras esta ética de la convicción. Tengo la impresión de que en nueve casos de cada diez me enfrento con odres llenos de viento que no sienten realmente lo que están haciendo, sino que se inflaman con sensaciones románticas. Esto no me interesa mucho humanamente y no me conmueve en absoluto. Es, por el contrario, infinitamente conmovedora la actitud de un hombre maduro (de pocos o muchos años, eso no importa), que siente realmente y con toda su alma esta responsabilidad por las consecuencias y actúa conforme a una ética de responsabilidad, y que al llegar a cierto momento dice: <<No puedo hacer otra cosa, aquí me detengo>>. Esto sí es algo auténticamente humano y esto sí cala hondo. Esta situación puede, en efecto, presentársenos en cualquier momento a cualquiera de nosotros que no esté muerto interiormente. Desde este punto de vista la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción no son términos absolutamente opuestos, sino elementos complementarios que han de concurrir para formar al hombre auténtico, al hombre que puede tener <<vocación política>>”. ‘Politik als Beruf’, Weber.

Así pues, existen dos extremos fanáticos: el del político que actúa por convicción, caiga quien caiga, y los que actúan por propio interés, los que no viven para la política, sino de la política, los de la pura razón estratégica. La virtud está para Weber en el medio, y la Verantwortungsethik es ese punto intermedio, que ni abjura de los principios y los valores, ni tampoco los considera de modo fanático exclamando Fiat iustitia, pereat mundus.

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(1) Hoy esta postura es insostenible, pero es la que defendía Weber.

(2) En realidad son tres, pero abjura de una de ellas por inmoral, como veremos