75. Fin de la Edad Media

Hemos visto cómo las construcciones positivistas, que separan analíticamente los fenómenos, no son buenas para explicar la complejidad de la Edad Media. Los acercamientos ideológicos son aún más peligrosos. Hemos intentado evitar ambos peligros y ahora procedemos a clausurar el tema de la Edad Media atendiendo a la propia lógica interna del período estudiado.

Fenómenos internos ejecutan un cambio sistémico al final de la Edad Media. Logran mantenerse mientras se dan las condiciones que los hacen posible, y terminan por declinar. Lo que llamamos la Crisis de la Edad Media tiene un cómputo concreto: para la mitad del siglo XIV todos los elementos están ya puestos en el tapete: Duns Scoto, Eckhart y Okham desaparecen para la segunda mitad del siglo, dejando paso a un mundo ya moderno, aunque incipiente. La expansión agraria, la capacidad de producir un desarrollo rentable se difumina: hacia 1270 Europa se ha extendido tanto que ya no se puede desarrollar más allá de ciertas fronteras por motivos climáticos. Europa no creció más porque no había cultivos del tipo de la patata. El final del siglo XIII es un final de declinar de la producción agraria. Tras tres o cuatro siglos de expansión y desarrollo, hay un parón enorme, y el crecimiento demográfico hace imposible alimentar a la población. De 1313 a 1317 la crisis se agudiza, y hacia 1320 ya tenemos a los Papas en Aviñón. El gran enfrentamiento entre Inglaterra y Francia ha influido enormemente en los espacios de contienda: Francia se encuentra con problemas para derrotar a una monarquía de rango inferior como es la inglesa, y se produce la desaparición de los elementos que sostenían la sociedad feudal: la nobleza queda proletariado y los gremios aúpan a las clases trabajadoras superiores generando una burguesía antes inexistente, mientras se produce un enorme éxodo del campo a las ciudades. Un incierto cambio climático empeoró las cosas, y la Gran Peste pone el brusquísimo punto final a la Edad Media.

El pensamiento que dejan en herencia Duns Scoto, Eckhart y Ockham, ante tanta desgracia, van a derivar hacia los temas relacionados con la salvación personal, en un tipo de religiosidad histérica que va a buscar su fuente en aquello que le permite dar salida a la salvación personal: se acude a las vías místicas que propician el contacto directo con Dios. La danza de la muerte va extendiéndose por toda Europa, poniendo de manifiesto la recepción de esta terrible situación. Se trata de un género artístico tardo-medieval cuyo tema era la universalidad de la muerte. Se trata de un diálogo en verso y por tanto representable, en que una personificación alegórica, Papa, Obispo, Emperador, Sacristán, el labrador, etc. La muerte les recuerda que los goces mundanos tienen su fin y que todos han de morir. En la Iglesia comienza la venta de Indulgencias, para disminuir las penas del purgatorio. Supone un terrible escándalo. Las prácticas simoníacas se suceden por doquier, y en Alemania empieza a surgir un sentimiento contrario a todo ello. La devotio moderna es la reconstrucción de una experiencia religiosa que se opone a las actitudes eclesiales en los tiempos de crisis. Este modo de vivir la relación personal con Dios es explicado por los místicos como el maestro Eckhart.

La reacción popular, instigada por los grandes pensadores del momento, será poderosa. Aparecen discursos histéricos que tratan de prolongar de forma agónica los ideales medievales, como san Vicente Ferrer, ejemplar abominable. El ocaso de la Edad Media es simultáneamente una exaltación de algunos rasgos de la misma, y una destilación de otros. La mística como recepción social profunda irá calando en los fieles, y el estertor de la teocracia dictará las últimas notas. El final del papado medieval es un ejemplo más de la exacerbación de tendencias que aparecen subrayadas surrealistamente, ejemplificado en el Cisma de Occidente. El Cisma no es sino la lógica consecuencia de la tutela que los Estados quieren hacer sobre las instituciones eclesiásticas. La existencia de dos Papas simultáneos es un síntoma de que las monarquías nacionales quieren tener sus iglesias particulares, es un signo del poder de los Estados, y aviso de que la Historia se va a mover en adelante por parámetros nuevos.

En el Concilio de Constanza de 1404 se resuelve el problema, pero por acuerdo entre el rey de Francia y el emperador de Alemania, mostrando que el poder papal es ya inoperativo. Sus principales objetivos fueron: acabar con el Gran Cisma de Occidente y estudiar la reforma de la Iglesia aunque se tomaron otras decisiones, como la condena de Juan Huss.

El ascenso de las ciudades es aún más importante. La peste no rompe ninguna estructura importante en las ciudades, rompiendo todas las que sostenían el feudalismo en el campo. Así, la estructura económica y material de la vida civil queda completamente alterada. En las ciudades aparecen las primeras máquinas, la industrial química, los tintes, la brújula y los viajes. Marco Polo es un verdadero adelantado de una mentalidad nueva. Las ciudades ya no tienen un compromiso ideológico, y comienza el comercio y la economía financiera a una escala moderna. Con todo ello van desapareciendo los terrores del siglo XIV y la vida religiosa empieza a refluir hacia los elementos íntimos del ser humano, dejando paso a fenómenos nuevos como el del cultivo de la salud o el enriquecimiento personal. Hay una conexión interesante entre el nominalismo filosófico y el comienzo de la emisión de letras de cambio: ya no es necesario poseer el dinero en moneda o en metal: bastará una carta de propiedad avalada por el Estado, bastará un documento nominal, de la misma manera que el nombre basta para designar al universal sin que sea necesario postular su existencia real. El mundo entra así en la modernidad.