36. Reacción al Platonismo medio

Hemos visto una topología de la situación en los primeros dos siglos del cristianismo, y su convivencia con la paideia pagana. El gesto ecléctico de la Segunda Sofística aparece sobre todo en los textos de literatura del momento, mientras que las reacciones de los cristianos a la misma aparecen en la Historia de la Religión, y no se presentan en los textos. El platonismo medio y el neopitagorismo no se pueden entender sin apelar a las necesidades del Imperio. El modelo positivista con sus repartos de responsabilidades entre filósofos y filólogos no hace ningún bien a la comprensión de este complejo fenómeno. La filosofía romana de estos siglos no concede al cristianismo la importancia que va a tener en el siglo siguiente, nada hace pensar que va a ser el peso demográfico primordial, por lo que dicha controversia se ve minimizada en los textos filosóficos de los teóricos de la educación imperial del momento.

A mediados del II e inicios del III encontramos los primeros textos dedicados al cristianismo en la literatura romana. Esto es una consecuencia de la poca recepción del cristianismo por parte de los pensadores romanos. La cosa empieza a cambiar con Celso. No contamos con sus textos, pero sí con las réplicas cristianas (Justino y Orígenes principalmente) a los mismos, a partir de los cuales conocemos los argumentos de Celso. El cristianismo terminará de conformarse, ampliará su equipamiento teórico, en virtud de las respuestas que tendrá que hacer al platonismo medio representado entre otros por autores como Celso.

Con los Antoninos del siglo II el Imperio está en su mejor momento. Celso habla de un momento de importancia tal como para que la imagen de los cristianos sea la de un peligro que deba ser erradicada, no por vía penal, sino doctrinal. La repuesta cristiana es una respuesta contra las objeciones doctrinales de Celso, objeciones para las que los cristianos no tendría ni siquiera un armazón conceptual adecuado, de modo que deben hacerse con una metodología propia.

El cristianismo se encuentra con el platonismo en el II, y en permanente tensión con él, lo que hace es asumirlo y transformar lo que era su mensaje exclusivamente religioso en un mensaje nuevo, que aporta ya los modos de la filosofía. Al término del II el discurso cristiano se ha transformado en un λόγος acerca de Dios y de la sabiduría. Al cristianismo se le presentaba una oportunidad única ya que el eclecticismo romano estaba preparado precisamente para absorber a las corrientes soteriológicas de las religiones mistéricas. Así, al final se conformó un platonismo cristiano. En definitiva, Orígenes y san Agustín darán forma definitiva a un neoplatonismo cristiano que se enfrentará ya con armas elaboradas y en pie de igualdad con el neoplatonismo pagano, representado por Plotino, ya en el siglo III.

Polémica de Celso contra los cristianos

De la polémica contra los paganos, y en especial contra Celso saldrán destiladas las líneas argumentales de las directrices troncales de la Iglesia en los siglos sucesivos. Concretamente, la divinidad de Cristo, la ruptura con el judaísmo, la herencia legítima del Antiguo Testamento, la Unidad de la Iglesia con estructura monárquica centrada en el Papa, y la doble ciudadanía de los cristianos como miembros del Estado y del Cielo parten de este momento del siglo II. Las vemos a continuación.

La primera acusación que reciben los cristianos de Celso es que estos presentan una doctrina nuevo recientemente incorporada. Es una acusación fundada, porque en las propias raíces del cristianismo está la manifestación de una novedad histórica, y es importantes porque implica veleidad novedosa y falta de respetabilidad y tradición. Sin embargo la respuesta es negar que se trate de una doctrina nueva, por el desprestigio de la novedad en el mundo romana cuando de lo que se trata es entrar en la educación del imperio. Es necesario el prestigio de la traditio. Se hace necesario presentar la idea de una doctrina vieja, con tradición y respetabilidad. Sin embargo, el propio Pablo fue ya el primero que explica que la nueva motivos es locura para gentiles y escándalo para judíos.

La operación estratégica es argumentar que el cristianismo tiene un legado antiquísimo, el del judaísmo, pero cuidando mucho de hacer notar la ruptura con sus ancestros, por el interés de no ser vistos como enemigos del Imperio. Es decir: se echada el resentí judío mientras que se aprovecha la antigüedad de los patriarcas hebreos, Moisés en particular. Presentan a Moisés con un fundador de pueblos, en paralelo a la figura de Eneas como fundador de Roma. Señalan que el Dios de los cristiano es muy antiguo, pues es el Dios de Isrsel, pero que ya no se presenta como el Dios de Israel, porque los judíos lo han mal interpretado. El cristianismo se presenta como el heredero legítimo de una religión antigua cuyos antiguos adoradores han sido malditos por abandonarlo y no reconocerlo en la figura de Cristo. Con ello consiguen dos cosas: presentar su respetabilidad sentía y desligarse del pueblo judío. Presentan al pueblo judío como un pueblo que ha prostituido a su dios, siendo los cristianos los que presentan una actitud de rescate en favor del Imperio y contra el pueblo judío, enemigo de Roma. Los judíos son ahora los expulsados del Antiguo testamento, y cristianos los legítimos poseedores tanto del Antiguo como del Nuevo. Se consuma a finales del siglo II el divorcio entre judíos y cristianos, y los cristianos ebionitas y nazarenos entran en una vía muerta que los llevará a la extinción. Aquí están las raíces de una persistente actitud antisemita del cristianismo.

El elemento que determina tanto la continuidad como la ruptura con la herencia judía es precisamente la figura de Cristo. Esto sólo es posible hacerlo si Cristo es el propio Dios. Cristo puede rescatar con su acto sacrificiales la historia del verdadero Dios porque él es el verdadero Dios. Así, se compatibiliza la antigüedad de la doctrina con la ruptura con el pueblo judío. La polémica con el paganismo lleva a la cristalización de algo que no estaba contenido en el mensaje inicial: Cristo ES Dios aparece ahora, a finales del siglo II, mientras que hasta ese momento era el que había resucitado, el enviado, el Mesías o el Hijo.

Nace así la pretensión de que Cristo debe ser el centro del magisterio del Imperio Romano. Esta idea se organiza en las respuestas a Celso bajo una crítica feroz al politeísmo de la educación pagana. Se trata de una réplica de mala de, puesto que el neoplatonismo había elaborado ya una teología unitaria centrada en el Uno, y las variantes politeístas quedaban para las versiones más populacheras del Imperio. Se presentan en tales recusaciones la diferencia de los dioses pagamos con Dios cristiano. En Dios cristiano es el señor del tiempo, mientras que los dioses pagamos son divinizaciones de personajes legendarios, quizás existentes, pero legendarios y mitologizados. Esta explicación se denomina evemerismo, pues fue expuesto primeramente por Evemero de Mesene en el siglo IV a. C.

Celso presentará el argumento de adiafonía en contra de los cristianos, que ya habíamos visto en Taciano, por el que se argumenta que discuten entre ellos, dando múltiples visiones de su Dios, por lo que no hay una verdad detrás de la idea. La respuesta es que precisamente porque hay una auctoritas cristiana existen esos choques. Las existencia de sectas no son un argumento sino a favor de que éste se organice jerárquicamente, de modo monárquico para acabar con la disidencia. Nace aquí la postulación de la unidad de la Iglesia como imprescindible. Esta idea de unidad es la segunda cristalización que hace de la dialéctica contra los paganos. Este argumento está ya plenamente elaborado a mitad del III, y es entonces cuando surge la institución del papado, no antes. Esto supondrá la ruptura con las iglesias orientales, sobre todo la de Antioquía y la de Alejandría que no aceptaron la autoridad del papado. En síntesis: es completamente falso que la institución del papado existiera desde los inicios, surgió como consecuencia de la batalla dialéctica en el siglo II con el paganismo. Es la acusación pagana de los diferencia de opinión dentro de las sectas de la Iglesia lo que provocó la conciencia de la necesidad de esa ansiada unidad bajo una forma de monarquismo que es el papado.

Celso terminaba su escrito, según nos dicen las recusaciones que nos han llegado, señalando a los cristianos como responsables de los grandes males (pestes, etc). Esta acusación seguramente no será cierta, la acusación no sería sólo para los cristianos sino para el conjunto de religiones distintas del paganismo oficial romano. La contestación es que no sólo los cristianos no son fuente de ruina para el Imperio, sino que realmente son los siervos más fieles y los únicos que pueden garantizar la obediencia al emperador. El hecho de no jurar la divinidad del emperador no es un acto contra el Imperio. Es una afirmación de que el propio Imperio depende de Dios, y los cristianos rezan todos los días por el emperador y por la salvación del Estado. Se presentan como la más firme defensa del imperio, al ser los únicos que creen en el dios verdadero.

La providencia divina es aquí un arma de doble filo, pues conlleva una amenaza velada: el Dios providente puede actuar a favor o en contra del imperio en función de lo piadosos que sean sus miembros, en especial el emperador. Los emperadores perseguidores del cristianismo no pueden verse favorecidos por un Dios al que persiguen. La idea es que el poder procede de Dios, y la gestiona el cristianismo. Todo esto se expresa antes de que lleguen las persecuciones verdaderamente duras, las de Diocleciano.

Adoptando el lenguaje platónico, se ha defendido la viabilidad del cristianismo, advirtiendo a su vez de las consecuencias de atentar contra el mismo. Esta política de la doble ciudadanía de los cristianos, del imperio y del cielo, es de extraordinaria potencia, porque los propios mártires permanecen presentes favoreciendo la argumentación. Todos estos argumentos formarán parte del decreto de tolerancia de Constantino.