EMOCIÓN, ARGUMENTACIÓN Y LÓGICA INFORMAL (Michael Gilbert)

Introducción

Los avances en lógica informal, análisis del discurso, sociología y psicología social han conducido a modelos mejorados de la argumentación. El interés ha derivado, de los argumentos como productos estáticos a la consideración dialógica situada en su contexto. Con ello, se ha puesto foco en interacciones conversacionales que no se tenían en cuenta.

A pesar de ello, la atención a la emoción no ha sido la correcta, y debe ser modificada. El pensamiento crítico y la lógica informal siempre se habían dedicado a la promoción del argumento racional. Subyace la idea de que es la razón la que debe llevarnos a la aceptación o no de un argumento. Para Honderich el enfoque estándar de la racionalidad dicta que:

“las creencias que son contrarias a los dictados de la razón son irracionales. Las creencias racionales también han sido contrastadas con aquellas que llegan por medio de la emoción, la fe, la autoridad, o por una opción arbitraria” (Honderich, 1995)

Según esto, los argumentos no basados en razones se convierten en débiles e irracionales. Ahora bien, todo argumento expresado en lengua natural requiere una labor interpretativa para poder detectar su estructura lógica subyacente. Son lo que Perelman y Olbrechts-Tyteca llaman argumentos cuasi-lógicos. Hablaremos de argumentos lógicos, no racionales a la hora de referirnos a todos ellos. La tesis de este artículo es que

1. La utilización de la emoción en los razonamientos es absolutamente racional.

2. La lógica informal sostiene un prejuicio contra el razonamiento emocional.

Toda comunicación y argumentación en particular, deben ser vistas como la implicación de cuatro modos, a menudo altamente entrelazados y sólo separados por un ojo analítico. Estos modos son el lógico, el emocional, el visceral (físico y contextual) y el kisceral (intuitivo, místico y religioso). A la hora de considerar las emociones en la argumentación no incidiremos en la naturaleza última de las mismas, sean lo que lo que sean las emociones, somos en extremo conscientes de su presencia en contextos argumentativos. A pesar de ello los expertos se han centrado en cómo un argumento debe ser diagramado, analizado y evaluado, relegando incluso a lo falaz el área emotiva. Esa ha sido la tónica desde la lógica de Port Royal. Antes de seguir conviene hacer dos advertencias:

1. La mayor parte de los autores reconocen la importancia de las emociones en la argumentación, y le otorgan cierta consideración, aunque de manera lateral.

2. Se acepta cada vez más que las emociones sí tienen realmente un papel a jugar en la argumentación, pero que hay que ser cuidadosos.

En el campo de la pragma-dialéctica hay, de modo similar, un debilitamiento de la idea de que los “argumentos ideales” por sí mismos deben excluir componentes afectivos (Eemeren y Houstlosser, 2000). La emoción, en todas sus formas, es una parte integral de la comunicación humana y, por consiguiente, de la argumentación humana. Ante ello una opción es considerar los argumentos emocionales como diferentes de los lógicos, y que deben ser tratados aparte, con sus reglas propias. Abunda en ello la idea de que los razonamientos emocionales son confusos, no son claros como los lógicos. Aquí por el contrario defenderemos que son tan o casi tan claros como los lógicos.

El objetivo principal de la lógica informal es la creación de reglas para el análisis y la evaluación de los argumentos. Entonces, sin la emoción es parte integrante de la argumentación, cabe entonces preguntarse ¿qué marco normativo debería adoptarse para controlar la argumentación emocional? Defendemos aquí que el modelo de la lógica informal más difundido puede ser, con leves modificaciones, aplicado también a la argumentación emocional.

Modelos de lógica informal existen varios:el modelo griceano cooperativo, el modelo de la pragma-dialéctica, etc; pero adoptaremos aquí el modelo de comunicación lógica. Se presenta en diversos autores con distintos nombres:

1. Modelo de la relevancia-suficiencia aceptabilidad (RSA), para Johnson y Blair,1993

2. Modelo de aceptabilidad- relevancia-fundamento, de Govier (2001)

3. Modelo de aceptabilidad-relevancia y suficiencia de Groarke -Tindale (2003)

Para entenderlo, veamos varios conceptos previos en la próxima sección:

El acercamiento de la lógica informal: aceptabilidad

Según el acercamiento de la L.I. a la comunicación, hay tres aspectos de un argumento que deben ser tomados en cuenta antes de aceptar un argumento (antes de aceptar la tesis en función de las premisas):

Suficiencia o desahogo de las premisas para apoyar la conclusión

Importancia de las razones en relación a la conclusión

Aceptabilidad de los motivos

Una razón o premisa (no emocional) es aceptable cuando es verdadera o cuando encuentra las normas de aceptabilidad del campo particular en el que ocurre la discusión. (El énfasis se pone en la verdad o en las normas). Las premisas deben ser reconocidas como verdaderas, más que ser verdaderas, como acepta Hamblin. Sustituimos así la noción fuerte, ontológica de verdad por la de aceptabilidad.

Las emociones no son ni verdaderas ni falsas, la verdad o falsedad concierne a las proposiciones que hacemos sobre ellas; las emociones lo que son es exactas, útiles; en ellas la evaluación no tiene que ver con la verdad, sino con si son genuinas o fingidas.

Llamaremos expresión emocional a la manifestación física de una emoción en una argumentación. Pueden expresarse discursivamente ("esto me pone muy triste"), o de forma no discursiva. En el segundo la emoción es deducida por el oyente (mirada airada, sollozo, etc). Dos argumentos se aducen para defender que las argumentaciones con poco o nulo contenido emocional son mejores: primero, que es difícil distinguir entre emociones genuinas y actuadas y, en segundo lugar, la fiabilidad de las conclusiones en lo que concierne a las emociones deducidas.

Sin embargo las analogías entre las comunicaciones lógicas y emocionales son sorprendentes: no podemos interpretar comunicaciones lógicas sin usar marcadores emocionales: la comunicación se desarrolla de modo holístico, desde las mismas palabras mencionadas, el contexto, el sentido intuitivo o claramente emocional, todo es importante en la hermenéutica de la información recibida y no puede ser soslayado. Sostener lo contrario ha sido denominado falacia logocéntrica.

La falacia logocéntrica es justo la suposición de que los pronunciamientos verbales tienen prioridad sobre otras formas y modos de comunicación, y esto es una falacia porque confiar en ello, a menudo, puede conducirnos a aceptar falsedades más que verdades Gilbert, “Effing the Ineffable: The Logocentric Fallacy in Argumentation”, Argumentation, núm. 16, pp. 21-32. [Gilbert, 2002:27].

Se diría que una afirmación emocional ("Estoy enfadado", "Juan está enfadado") es de comprobación más difícil que una que enuncie un hecho "gano 250.000 euros al año", "mido 1,82" . No obstante, el número de cuestiones implicadas en la decisión de la aceptabilidad de las aserciones puede ir del examen de una declaración fiscal a requerir un contador. ¿Pero no es equivalente a requerir un psicólogo para saber si Andrés está enfadado? La cuestión de verificación no es simplemente bastante fuerte para ubicar a las emociones en una categoría separada, aislada.

De las emociones expresadas dentro de un argumento podemos extraer una información valiosa que nos proporciona indicios de la aceptabilidad de alguna de las premisas. Es más: rara vez creemos una declaración que no va acompañada de su expresión emotiva cuando consideramos que debiera serlo así. Al contrario: nos induce a investigar, hurgar en la veracidad de la premisa así enunciada sin emoción. Por supuesto, pueden ser fingidas o sobreactuadas, pero ello no indica que el sentimiento genuino no esté allí, sino que se ha provocado una manifestación interesadamente exagerada cuando se considera argumentativamente ventajoso. En suma: no es que las lecturas de las emociones sean confiables, es que comportan el mismo nivel de dificultades que otros modos considerados tradicionalmente como información.

La exageración emotiva puede ser considerada como un movimiento retórico relativamente inocente, mientras que la mentira o falsificación es inaceptable. Lo interesante es que cuando sospechamos tal cosa intuimos que se debe indagar más, crecen las sospechas... y todo ello es parte natural del proceso de argumentación. De ahí que las emociones no puedan ser excluidas del proceso argumentativo.

El enfoque de la lógica informal / Relevancia

La relevancia es un concepto de Lógica Informal de raíces clásicas. Parte de una definición probabilística;

Definición probabilística (clásica) de la Relevancia

A. (P*Q) =df P es relevante para Q

B. Pr (Q/P) =df la probabilidad de Q dada P

C. Pr (Q) =df la probabilidad de Q

Entonces,

(P*Q) si y solo si Pr (Q/P) ≠ Pr (Q)

Esto es, P es relevante para Q si la probabilidad de obtener Q es diferente según tengamos en cuenta P o no lo tengamos en cuenta.

En Lógica Informal queremos hacer hincapié más en el valor de verdad que en el de probabilidad. Así, Johnson y Blair se preguntan, “¿la verdad de P (premisa) dicta un valor de verdad para C (la conclusión)?” hay general acuerdo en que esta cuestión no se puede desligar de su contexto: en un contexto C1 la respuesta a dicha pregunta puede ser de diferente signo que en otro contexto C2. En suma: la relevancia no es inherente a los enunciados, pero sí a la relación entre ellos, dado el juego de parámetros contextuales.

Supongamos un argumento con dos acontecimientos P y Q. Uno de los participantes se pregunta si realmente P es relevante para Q, y acto seguido decide argumentar el caso de que P sea relevante para Q. Es decir, la posibilidad de la relevancia surge en el proceso de argumentación cuando uno de los participantes hace una pregunta relevante sobre ello. Los argumento sobre la relevancia son a menudo sutiles y pueden constituir el foco de la argumentación hasta el punto de que descubierta la irrelevancia un argumento puede quedar en ridículo. De hecho, la discusión sobre la relevancia de P para Q puede convertirse en equivalente a la reclamación en disputa: si apoyo P porque afirmo Q, la afirmación de que Q es irrelevante para P equivale al intento de invalidación de mi argumento, pues la relevancia de P hacia Q es implícitamente afirmada, constituyendo de hecho la base de la argumentación inicial.

Ha quedado claro que descartamos que la información emocional sea irrelevante en una argumentación. Sin embargo, aún aceptando su relevancia, lo que sí es perfectamente aceptable es la pregunta sobre cuándo son relevantes las consideraciones emocionales para la tesis en discusión. Afirmaremos que para responder a esta pregunta aplicaremos las mismas herramientas que para las consideraciones lógicas: así, tras un cuidadoso análisis podemos encontrar consideraciones emocionales que son obviamente irrelevantes, otras que son obviamente relevantes, y aún otras que requieren consideración posterior.

Planteemos un caso concreto: Mohit y Elaine, jefes de personal de la empresa X están discutiendo sobre el ascenso de de Catalina a un determinado puesto vacante al que optan Catalina y Harold.

Mohit: Entonces estamos de acuerdo, Catalina debería recibir la promoción.

Elaine: Sí, pero entonces nosotros deberíamos dar un estímulo económico a Harold.

Mohit: Bueno, hay algunos que lo merecen más que él.

Elaine: Quizás, pero él va a sentirse mal por no haber obtenido la promoción, entonces esto al menos será algún reconocimiento.

Mohit: ¡um!, yo aprecio tu punto de vista, pero no estoy seguro que esto sea relevante. Quiero decir...

Ante este transcurso de la argumentación Mohit puede contestar que las directrices de la empresa tienen en cuenta rendimientos, disponibilidad, y que aliviar los sentimientos de Harold no es relevante en este contexto. A ello Elaine podría responder que ella, la propia Elaine se siente mal al no poder compensar a Harold. El quid de la cuestión no es que los sentimientos de Elaine o los sentimientos de Harold sean o no claramente relevantes, más bien el punto es que podemos discutir sobre ellos de manera similar a la discusión sobre cuestiones lógicas.

La realidad es que hay un sinnúmero de circunstancias en las que las emociones son relevantes para el resultado de un argumento, y éstas son relevantes de la misma manera que lo son otros tipos de la información. Otro ejemplo que pone Gilbert:

Mi esposa y yo podemos discutir si yo debería asistir a una conferencia en nuestro aniversario, que implica estar separados en dicha fecha. Las consideraciones sobre el avance profesional, las oportunidades aprovechadas, etcétera, entrarán en juego, pero también nuestra tristeza de estar separados durante aquel día especial. El grado del trastorno de mi esposa bien podría ser, me parece, un factor relevante en la determinación. Este tipo de consideraciones son muy comunes.

Y aún uno más: si un alumno le ruega sea aprobado en un examen que sacó mala nota, manifestándole angustia por el suspenso, ¿debería aprobarle? En modo alguno, se responde Gilbert. Puedo argumentar que su grado de angustia es irrelevante en el asunto: todo el que se dirige a un fracaso se siente mal, y no por eso todos pueden ser aprobados. Lo que haría razonable la conclusión es preguntarse previamente: ¿aplico una medida que está disponible para todos los alumnos? Al final, las discusiones sobre la importancia de las premisas en un argumento emocional no son tan diferentes que las premisas en los argumentos lógicos... ambas deben ser vistas en su contexto real, en ambas debe ser investigada la relevancia en caso de desacuerdo.

El acercamiento de la lógica informal / Suficiencia

Hay tres criterios por los que se evalúa un argumento:

1.- Aceptabilidad de las premisas. ¿Son verdaderas, creíbles, aceptables según el contexto, etcétera?

2.- La relevancia de las mismas. ¿Es relevante la premisa para la tesis?, ¿Aumenta o disminuye nuestra adhesión a la tesis debido a la forma en que su contenido informativo se refleja en la tesis?

3.- La suficiencia de las premisas. ¿Son las premisas adecuadas a las razones que apoyan la conclusión? Dicho de otro modo: las premisas son aceptables y relevantes, pero, ¿la tesis se deriva realmente de ellas?

El tercero es el más difícil de analizar. En cuanto abandonamos la estricta lógica deductiva, nos vemos inmersos en terreno pantanoso. La Lógica Informal tiene a su cargo ese trabajo: ¿las premisas de un argumento son bastante fuertes para apoyar la conclusión? No se puede responder a esta pregunta sin un estudio exhaustivo de las posibles falacias, así como de los procedimientos argumentativos de inducción, abducción, etc, etc. Es imposible estudiar todo ello en abstracto, desligándose de las prácticas argumentativas reales que ocurren en la vida real. Como explica van Eemeren, en “una discusión crítica”, se supone que uno no tiene ningún vínculo con el resultado; sin embargo

“la interacción humana real no está ‘naturalmente’ orientada a la resolución. La gente involucrada en el desacuerdo normalmente no está desinteresada en el resultado, sino que tienen un interés fuerte en un resultado o el otro” Eemeren, Frans H. van, R. Grootendorst, Sally Jackson y Scott Jacobs (1993), Reconstructing argumentative discourse, university of Alabama Press, Tuscaloosa.

Nos advierte Gilbert de que cuando hablamos de la suficiencia, hablamos de las razones por las cuales las premisas aceptables y relevantes pueden garantizar una tesis. Esto tiene que ver con las relaciones lógicas entre ellas, así como con el peso emocional que se les da. ya que la conjetura es que la aceptabilidad y los criterios de importancia ya han sido encontrados, la adecuación debe ser considerada en ese marco. En otras palabras, dado que las premisas son aceptables y relevantes ¿proporcionan razones suficientes para la tesis?

El quid de la cuestión es que la emoción es vista en estrecha relación con la necesidad de expresar algo, y no con lo que es expresado. Por eso la emoción siempre era relegada al dominio retórico en lugar del dialéctico. Así relegada, tiene que ver con las maneras en las que se expresa; según esto la persuasión y su sirvienta la emoción, son malas, pero convencer por medio de las "razones del mayordomo" es admisible. Esto es absolutamente incorrecto, y por varios motivos:

1. Los mensajes emocionales realmente portan la información no simplemente dan color a la información dialéctica contenida en ellos.

2. Aunque fuera factible la dicotomía entre convencer y persuadir, la información emocional es usada siempre que nosotros somos convincentes así como persuasivos.

Son las emociones y los sentimientos los que nos permiten llevar a cabo tales tareas argumentativas básicas, como seleccionar datos, elegir ejemplos, sopesar alternativas, y decidir si realmente estamos de acuerdo o discrepamos. Suponer de otra manera nos enredaría en un infinito número de decisiones que tendrían que ser tomadas antes de toda comunicación, como afirma Damasio en "El error de Descartes".

Pero prestemos atención a lo importante: la relación de las premisas con su tesis en todo argumento: ¿la presencia de una premisa emocional o la expresión de la emoción cambia los juicios de desahogo de manera esencial o radical? Dicho de otra manera; dadas las premisas como aceptables y relevantes a la tesis en cuestión, la pregunta crucial es esta:¿puede la información emocional, es decir, los sentimientos que rodean la cuestión expresada directamente o indirectamente, ayudar en la formación de un argumento suficiente para garantizar una tesis?

Continuemos con el caso vista más arriba de Mohit y Elaine para estudiarlo.

Mohit y Elaine siguen su discusión. Mohit aún no está convencido de que Harold debería recibir un estímulo económico, y Elaine sigue construyendo su caso.

Mohit: ¡um!, entiendo tu posición, pero no estoy seguro que esto sea relevante. Pienso que el estímulo, como se supone, se da a los más productivos.

Elaine: Tal vez, pero justamente juntar publicaciones es sólo un modo de mirarlo. El estímulo también puede ser usado como un incentivo, como un fomento o, como sugiero, para compensar el proseguir con una decisión que no te puede gustar.

Mohit: Bien, a Harold seguramente no le gustará la decisión.

Elaine: Además de esto, me siento mal porque vamos a hacer infeliz a Harold, y si le damos algún estímulo, al menos él sabrá que realmente nos sentimos mal.

Mohit: Supongo...

Elaine: y no tenemos que darle mucho. Solamente algo que remedie su orgullo. Piensa en ello como un bien para la moral departamental.

Mohit: ¿En cuanto a los demás?

Elaine: Todos ellos entenderán por qué lo hicimos, y pienso que ellos estarían de acuerdo. No es que parezca que nadie más conseguirá alguno.

Mohit: Supongo que tienes razón. ¡Ok!, hagámoslo.

En este ejemplo vemos que los interlocutores tienen en cuenta cuestiones emocionales a la hora de tomar una decisión, y esa consideración es tan minuciosa como cualquier decisión plenamente racional. Efectivamente, en esta discusión se ha tenido en cuenta tres hechos lógicos (1, 4 y 8) y cinco hechos emocionales (2,3,5,6,7):

1. Harold no consigue la promoción.

2. Harold se sentirá mal.

3. Elaine (y digamos Mohit) se sentirán mal de que Harold se sienta mal.

4. El estímulo puede ser usado para una variedad de objetivos.

5. La adquisición de algún estímulo hará que Harold se sienta menos mal.

6. El sentimiento de Harold de sentirse menos mal hará que Elaine y Mohit se sientan mejor.

7. El sentimiento de Harold de sentirse menos mal está bien para la moral en el departamento.

8. Las objeciones de otros no son previstas.

Es interesante que la premisa 4, que no es emocional, es la que permite entrar en el argumento a las premisas emocionales. En el ejemplo siguiente lo vemos desde otro punto de vista:

Gordon está en una ferretería para comprar partes para conectar su asador de gas natural a su línea de gas principal. Anandi, el empleado, le está ayudando.

Gordon: ¡Ok!, entonces pienso que tengo todo lo que necesito.

Anandi: Bien, ¿y qué hay sobre el acoplador?

Gordon: Ah, tengo uno de mi asador anterior. Justamente usaré ese.

Anandi: yo no lo recomendaría. Si los hilos están ya desgatados usted podría tener una fuga de gas.

Gordon: ¿Eso es probable?

Anandi: no lo puedo decir, pero ¿quiere usted arriesgarse por ahorrar 10 dólares?

En la última intervención de Anandi hay mucho más de lo que se muestra. No le dice lo que debe hacer, pero le coloca en la tesitura emocional de ver si vale la pena arriesgarse por sólo 10 dólares. Implícitamente le dice que no vale la pena. Considerando que la mayoría de las decisiones políticas, las decisiones sociales, y los argumentos de los cuales resultan, tienen una textura similar, es claro que la emoción es inherente en nuestras deliberaciones.

Hay que advertir que los resultados de estas argumentaciones no son claros, ni fijos: no todas las personas reaccionan igual ante un argumento emocional, en el ejemplo de la promoción de Harold podría haber ocurrido que Mohit fuera insensible a las premisas de Elaine y las considerara irrelevantes. Debemos reconocer que un argumento es suficiente cuando los motivos propuestos para la tesis son suficientes para convencer a los participantes de que, dadas sus creencias, valores, objetivos y criterios para la argumentación, la tesis ha sido garantizada. Y esto no depende sólo de los argumentos: es el marco, el campo conceptual social de los argumentadores en el cual una discusión ocurre lo que define los criterios que serán usados, y cuáles tendrán efecto argumentativo. En determinados contextos creencias falsas pueden dar lugar a argumentaciones emocionales que lleguen al éxito (creencias astrológicas en el ejemplo de Gilbert, que acaba afirmando: "uno puede oponerse a ello, aun ir más allá, pero suponer que un sistema externo a los demás puede ejercer una censura, es suponer una capacidad de resolución un tanto sospechosa y por lo menos epistemológicamente fascista")

Conclusión

Un buen argumento puede ser considerado como aquel en el que las premisas son relevantes y aceptables, y aquel que de manera conjunta proporcionan razones adecuadas para aceptar la conclusión. Ya que distinguimos entre argumentos buenos y malos, entonces no hay razones, ipso facto, para suponer que la presencia de la emoción o del contenido emocional es suficiente para etiquetar un argumento como inadecuado.

Existen normativas para el argumento emocional, que son similares a las del argumento lógico: veracidad, no exageración, justificación de las pruebas, anulación del sesgo, consideración de alternativas, etc. Asimismo la intimidación emocional es incorrecta, pero por ser intimidación, no por ser emocional. Un argumento ad baculum puede ser una falacia si está basado en amenazas lógica o emocionales.

Aceptar y denunciar la existencia del chantaje emocional no implica dejar de reconocer la importancia de las emociones en la argumentación; ignorar la emoción o desecharla puede ser tan argumentativamente engañoso como su uso excesivo. En una argumentación se entremezclan hechos, sentimientos, emociones, objetivos y valores, combinadas entre sí de tal manera que es a veces imposible su separación. Dicho esto, nos incumbe examinar el papel de los sentimientos y las emociones en lugar de pretender que éstos no existen.