38. Gnosticismo I

Hemos visto en la lección anterior las interpretaciones modernas del gnosticismo, y las diferentes tendencias hermenéuticas sobre el mismo, que no están unificadas. El Congreso de Mesina de 1964 no llegó a una definición clara de lo que se debe considerar por gnosticismo, resultando una multiplicación de las dificultades. Ello tiene que ver con el importantísimo descubrimiento de la biblioteca de Nag Hammadi (biblioteca de sectas cristianas coptas, concretamente), que lejos de pulir nuestras lagunas ha introducido nuevos problemas que imposibilitan una hipótesis general. Hemos optado por la tesis de que se trata de un fenómeno plural, y que la unificación se la ha dado la contestación cristiana a sus tesis, y también la pagana. Lo verdaderamente importante es la influencia del gnosticismo en la propia constitución del cristianismo. El gnosticismo se convierte así en un fenómeno del cristianismo, desde el momento en que lo que nosotros conocemos del mismo no puede separarse de la discusión con los cristianos.

Seguidamente veremos los grandes temas del gnosticismo que aparecen en las respuestas cristianas al mismo, y en la lección siguiente las correspondientes al paganismo. El peso de gnosticismo en las corrientes culturales europeas posteriores depende completamente de su relación con el cristianismo en los primeros siglos. Tenemos noticia del gnosticismo desde época muy temprana. El cristianismo es ya presentado en los textos joánicos como la vez era gnosis, manifestando una unidad entre la revelación que a Cristo ha traído al mundo y la sabiduría por la que claman los gnósticos.

El prólogo del cuarto evangelio remite dicta mente al λόγος, y esto es un gesto totalmente gnóstico. Este prólogo es tan solemne que ha permanecido inalterado hasta le Concilio Vaticano II. Se leía en toda las misas y el fiel debía arrodillarse. Podemos hablar de una relación aproblemåtica entre cristianismo y gnosis en el siglo I, presentando la gnosis como aquello que el cristianismo cumple completamente. Lo que hizo que la relación se volviera problemática con el cristianismo sucede en el siglo II, hacia la segunda mitad. ¿Por quė un cristianismo que acepta ser la culminación de la gnosis lo convierte en un problema? Por una razón muy sencilla: a medida de que el cristianismo va absorbiendo los textos gnósticos comienza a entender que se cierne un gran peligro doble:

1. El dualismo, que rompe la estructura del universo y que separa el mundo divino del mundo terrenal. De aceptarse no podría haber mediación, y sin mediación no hay Iglesia, no ortodoxia, ni salvación. Con una ruptura entre ambos mundos sin otro elemento de salvación que la sabiduría esotérica, sobraría el cristianismo.

2. La presentación del problema del mal en la gnosis convierte en irrelevante la tarea de salvación cristiana. El tránsito del II al III conoce una de las mayores crisis económicas de la humanidad, con inflaciones desbocadas, y bolsas de pobreza enormes. El mal se hace presente y físico, y el gnosticismo presentará una explicación del mismo poco compatible con los ideales cristianos.

Los pensadores cristianos perciben con claridad los problemas que plantea una interpretación gnóstica, y personajes como Justino o Ireneo, Hipólito de Roma u Orígenes provocan controversias frente a los gnósticos, creando una ortodoxia cristiana en el proceso. Propiamente no hay cristianismo hasta que se resuelven estas controversias gente a los mundos gnóstico y pagano y se depuran las herejías. Mientras tanto, la intención del gnosticismo es la misma pero inversa: presentar el cristianismo a su manera.

La expulsión de la herejía tiene mucha más importancia en la controversia con los gnósticos que con los paganos, pues el cristianismo absorbe al paganismo, mientras corría el peligro de ser absorbido por la gnosis. El cristianismo, que era una mera cuestión de fe, un mensaje histórico de salvación, se convierte en una potente maquinaria teológica y doctrinal que termina configurando su espacio propio. La teología será un discurso que sobrepasa la filosofía y que no existía en el mundo griego como tal.

Las tesis gnósticas que mejor conocemos son las valentinianas, porque son las que mayor literatura cristiana han producido. La principal es el dualismo gnóstico. Dualismos había muchos en el mundo antiguo: la religión zoroastrica era dualista, el orfismo también lo era. Platón divide el mundo en dos, generando un mundo inteligible en el que se cumple el Ser de Parménides y un mundo imitativo que es el sensible, que participa del otro mediante la matemática. Por lo tanto el dualismo no es una característica gnóstica. Sin embargo el gnosticismo establece unas notas específicas: el dualismo lo será entre Dios y el mundo. Esto exonera a Dios del problema del mal. Dicho de otra manera, es un dualismo que se presenta como una teodicea como la única manera de preservar la idea de Dios. Esta separación tiene consecuencias causales: el mundo del mal no puede ser causado por la divinidad sino por la propia infección de la materia. Por lo tanto la creación no puede ser obra de Dios, es obra de otras potencias que aunque tengan su origen en el ámbito de lo divino, no son Dios. Por lo tanto es necesario postular la existencia de un segundo dios, que no puede ser Dios, responsable del mundo sensible y el mal: el Demiurgo platónico. El dualismo gnóstico es en realidad un monismo divino, porque adiós está separado de la creación. Esta categorización es importante porque pone en marcha un conjunto de reflexiones en las que el hombre se convierte en la potencia a exaltar. Explicamos esto:

En la esfera de lo divino existe sólo Dios, y es completamente desconocido. No crea , no es responsable del mal y no está determinado por ninguna constitución del mundo, llegando a ser llamado como no-ser en las versiones antifilosófica extremas. En la otra esfera está el dios creador (el Segundo Dios) y el mundo. Para los cristianos de Alejandría como Filón, el Demiurgo puede ser asimilado a Yahvé, el dios creador, sin mayor problema, con ello lo que hace Filón es ascender al Demiurgo, que se convierte en el dios de los inteligibles, cosa que harán tanto los cristianos como Plotino. Consecuencia de ello: los inteligibles tienen un lugar específico: son los pensamientos de Dios. Por el contrario para los gnósticos el Demiurgo no sólo no es el Dios, sino que es un dios perverso y corrompido. Es hijo de la Sabiduría, de Σοφία, (posible influencia de Proverbios, 8,21). Sofía es un eón de la esfera de lo divino, que prisionera de un amor desordenado, pues está destinada a Θέλειος, la finalidad, y presa de un amor concupiscente engendra un hijo desnaturalizado, que lo llama Ialdabaoth y también Archigenetor. En su rechazo, otorga al demiurgo el poder de generar la multiplicidad, que es lo que efectivamente hace. Dicho claramente: los gnósticos aluden a un engaño judeocristiano por el que el cristianismo está infectado de la maldad judía, la creación de las imágenes de la Biblia como receptoras de la noción de Dios.

Por eso la Biblia presenta un Dios celoso, que tiene soberanía sobre este mundo, que aparta al hombre de la verdadera esfera divina. Por medio de este engaño se convierte en el único Dios para el hombre. Es decir, Yahvéh es un dios secundario, malvado, caótico y violento. La gnosis se convierte en la vía que nos permite acceder a la verdadera esfera de lo divino, velada por el mundo judeocristiano. Σοφία nos ofrece un conocimiento razonado y dificultoso, mientras que la gnosis nos ofrece un conocimiento intuitivo en virtud de la relación directa con el Dios verdadero. Esta interpretación de la gnosis es la que aparece en los primeros textos cristianos. El núcleo de la gnosis es que la fe, la Pistis, es falsa y engañosa. Se opone al conocimiento, siendo el instrumento del dios creador para mantener al hombre desorientado. La buena noticia de la gnosis es que hay un conocimiento de lo divino que no pasa por la fe. Al hermenéutica está operación el gnóstico independiza el mundo de la fe, como mundo de la realidad sensible, del mundo del conocimientos de lo divino, que es lo que queda entregado a la gnosis. Podemos vivir en el mundo sensible desentendiéndonos de la gnosis, postulando el conocimiento de Σοφία, el conocimiento filosófico y científico, porque la creación cobra autonomía, será la postula a-gnóstica, no entendible sin la gnosis. Se realiza el dualismo en toda su expresión. La propia alternativa entre ser gnóstico o agnóstica demuestra que el hombre tiene algo que decir en todo esto. El hombre, que no deja de ser una creación más del Demiurgo, guarda una chispa divina, una semilla de luz que lo diferencia del resto de la creación. Prisionero del mundo, no se siente enteramente parte de él, porque se siente con libertad, no sometido a la necesidad de la lógica de la causalidad de las cosas. A esa chispa los gnósticos la llaman πνεύμα. En la tradición hebrea se le llama παρακλυτή φυχή o alma espiritual, y en la aristotélica νους. Esta alma se muestra insatisfecha y se propone su propio modo de salvación y liberación del sistema de las causas propias del mundo terrestre. Esto se puede realizar de tres maneras:

1. Una manera es apagar la chispa, conformarse con lo que puede hacerse en esta tierra. Está es la opción de los hombres hylicos.

2. Otra manera es intentando manipular la naturaleza para transformarla en algo que no es natural, irreconciliada con lo sensible, pero buscando una nueva reconciliación. Es el hombre psíquico.

3. La tercera será la que propone la gnosis para aquel tipo de nombre cuyo contrario es el agnóstico. Para él, el modo de liberarse es abandonar el mundo buscando el desvelamiento de la esfera de lo divino, más allá del Demiurgo y de la creación. Es el hombre gnóstico o pneumático. Hay una propuesta moralizante y ascética en todo esto: uno tiene la obligación de dejar de ser hylico para ser psíquico, y si no se es agnóstico, uno tiene la obligación de llegar a ser pneumático. Esta triplicación de posibilidades del hombre y de formas de tratarse con el mundo puede ser explicada desde parámetros cosmogónicos, y conformo a la cuarta propuesta:

4. La tesis de los tres adanes. Esta tesis llamó mucho la atención de los estudiosos modernos como Hans Jonas, esa triplicaciones de los hombres terrenales puede ser explicada desde parámetros cosmogónicos que hablan de la dignidad del hombre. El Ser supremo es concebido como άνθρωπος. El deus absconditus del que no sabemos nada debe ser άνθρωπος puesto que usando su imagen es como el Demiurgo nos ha hecho a nosotros. Aquello que es totalmente excepcional por su libertad interior en la naturaleza sólo puede ser debido al Demiurgo si tiene el recuerdo confuso de la imagen de lo divino. El Deus absconditus es un άνθρωπος cuya copia hecha por el Demiurgo somos nosotros. Es el tercer Adán, lo único que estaba capacitado para hacer el Demiurgo. La chispa divina que se esconde en su seno no puede proceder de él, fue Σοφία quien en la desorientación debida al pecado, para reparar su culpa infundió en ese Adán tercero la chispa divina. El que sea el hombre el que Σοφια haya escogido para infundir esta chispa es porque era previamente la copia, torpe y desmañada de dios hecha por el Demiurgo. A. Hacerlo así, infundio en el hombre una secreta inquietud, un deseo de regresar al Padre, a lo divino. Este regreso sólo podrá recorrerse por la vía de la gnosis, pues no hay en la creación nada que lleve a la verdadera divinidad. El hombre es por tanto lo más divino que existe en la naturaleza. Su excepcionalidad es su divinidad. El hombre no queda preso de las obras del Demiurgo, y de hecho es superior a él,

Es evidente que esta puesta del hombre en el centro del cosmos es incompaginable con el cristianismo.

El Primer Adán, el Adán pneumático, hecho a la imagen del άνθρωπος - dios el primer día es precisamente Jesucristo. Cuando σοφία pesarosa, consternada por su pecado se da cuenta de que la creación ha sido hecha, y con ella el reino del mal, convoca a todos los eones de la esfera de lo divino, y entre todos crean una figura a imagen del deus absconditus. Esto sucede el mismo primer día de la creación, cuando el Demiurgo está ya implicado en su continuo proceso de creación continua. Así es creado y Jesucristo, a semejanza de Dios. El Segundo Adán se muestra como andrógino, parte masculino y parte femenino. Es identificado con el Espíritu Santo, que va a ser concebido en el cristianismo como una relación entre el padre y el hijo. El Segundo Adán es en quien Σοφία ha depositado la chispa de lo divino a entregar a los hombres. El tercera Adán es el hombre concreto, el que es capaz de descubrir su esencia divina. La cosmogonía gnóstica a partir de aquí adquiere barroquismo a difíciles de concebir y son muy variadas. Al menos estos signos de identidad mencionados son comunes a todas ellas. La esfera de lo divino está en todas ellas, separada del mundo sensible. Se le reconoce por dos nombres que son el Abismo y el Silencio. Mientras que el Abismo tiene deseos, el Silencio tiene razón. Entre ambos elaboran la esfera de lo divino, el Pléroma. El Pléroma está formado por parejas de eones, y le sabiduría es el eón que se desliza en el límite de manera casquivana de la esfera de lo divino deseando que el mundo sea creado. Todas las cosmogonías gnósticas que van a necesitar una zona intermedia saltan de la esfera de lo divino a la esfera de lo absolutamente detestable, el mundo creado. La tristeza y el temor de σοφία forman el aire y el agua, mientras que su sólida consternación forma la tierra. El fuego sigue siendo la chispa divina. El hombre psíquico no crea sino un mundo de la cultura, de la sociedad justa, en el que la regla de justicia es la regla bíblica de ajusticia. Sin embargo el hombre pneumático sigue la sabiduría sin enseñanza (que como tal no puede ser eclesial), mirando directamente a través del Adán primero el conocimiento directo de lo divino. Es un conocimiento reservado a los iniciados. Por eso, se trata de una sociedad esotérica que predica la bienaventuranza de unos pocos elegidos.

La recepción del gnosticismo fue complicada, y tanto el paganismo como el cristianismo reelaboración sus doctrinas para enfrentarse a la embestida gnóstica. En el paganismo generó la renovación del platonismo con el neoplatonismo de Plotino, y en el cristianismo generó la doctrina de Orígenes.