"Responsabilidad, término moderno"

El siglo XX ha sido tan rico y proteiforme que cuesta mucho encontrar un hilo rojo que sirva de guía a todo lo ocurrido, especialmente en ética. A pesar de eso, se puede (y se debe) unificar explicativamente casi toda la ética producida en el siglo XX. Nos parece tan proteiforme porque la producción es enorme, y hay mil vericuetos. Los problemas que la actualidad va planteando son cada vez diferentes. El hilo conductor va a ser la idea de responsabilidad, que es la que permite convertir en algo unificado todas las producciones éticas del siglo.

Habría que diferenciar, para empezar, entre la ética docens (la de las teorías éticas) y la ética utens (la que se usa realmente). La responsabilidad es el gran tema de la ética docens del siglo XX precisamente porque es la característica o virtud que ha brillado por su ausencia en la práctica diaria. El principio básico de todas las éticas del siglo XX es que el ser humano es responsable de sus actos: cada uno debe determinar sus deberes, pues no vienen en normas establecidas por los demás. No todas las éticas han sido así, sino que eran heterónomas, basadas en un deber que viene impuesto desde afuera. Uno era responsable de la acción, pero no de la norma. Eso deja de ser así en el siglo XX.

Desde el XIX se pone en un brete aquel principio que establecía que el ser humano puede instaurar principios absolutos de cualquier cosa. Kant cree haber encontrado en la ‘Crítica de la Razón Práctica’ un principio absoluto en el Principio Categórico como Newton hizo con la Gravitación Universal. Tras la crisis de la razón, desde la segunda mitad del XIX se impone la idea de que la razón es impura, es una razón débil (pensiero débole): la razón está mediatizada por esperanzas, deseos, emociones y pasiones, que son inconscientes e irracionales, mediadas además por las tradiciones y del momento histórico. Todos somos hijos de nuestro medio y de nuestro contexto. Se empieza a hablar de la razón vital, emocional, histórica, inteligencia sintiente, etc. El concepto de la racionalidad es ahora mucho más humilde, y esto influye en el campo de la ética: los principios absolutos dejan paso, desde la mitad del XIX, a determinaciones individuales de deberes, teniendo en cuenta principios, pero también contextos.

Las éticas de la responsabilidad tienen en cuenta que con todo ello (emociones, tradiciones, contextos, deseos, esperanzas, etc.) debemos tomar decisiones. Kant habla en ‘La Paz Perpetua’ que en el reino de los fines no puede convertirse en norma ni la guerra, ni la injusticia ni la mentira. Todos tenemos la obligación de hacer que ese reino de los fines, no siendo real, se convierta en real. Eso nos obliga a todos. La Paz Perpetua no existe, pero debería existir, y es obligación moral de todos los seres humanos llegar a conseguirlo. Pero en ese opúsculo hay una frase tremenda que proviene de Cicerón, que muestra la distancia que nos separa de Kant: “Fiat Iustitia, pereat mundus”. Hágase justicia aunque perezcan todos los hombres.

Eso es todo lo que puede decir una razón pura. Pero eso que valía para Kant ya no vale para nosotros. La idea de justicia es más complicada que una idea matemática: habrá que realizar la justicia responsablemente. Las éticas de la responsabilidad no son éticas de la razón pura, y no pueden estar de acuerdo en ello. Soy responsable de la decisión que tomo, y para ello debo tener en cuenta los principios, pero también la situación, y al hacerlo la razón ya no es pura, es mediada, e incluso puede ser errónea. El criterio será la prudencia (phrónesis) y la responsabilidad. Lo que se nos puede exigir es que seamos responsables, no que no nos equivoquemos.

Es muy difícil ser responsable y no tener una mala conciencia. La mala conciencia se tiene cuando uno cree que lo que debe hacer no es lo que debería hacer. Toma las decisiones que debe tomar, pero estas no son las que en un reino de los fines debería tomar. No se podrá hablar de culpa, pero sí de mala conciencia, que son un fenómeno típico de las éticas del siglo XX. Sólo el loco o el necio puede verse libre de la no coincidencia del debería y del debe.

La prehistoria de la responsabilidad.

Veamos ahora el comienzo del concepto hasta el inicio del siglo XX. Se trata de una historia en gran parte por hacer. El término procede del latín respondeo, que deriva, a su vez, de spondeo (verbo latino que significa prometer). Spondeo es un compromiso público de manera que uno queda ligado a aquello a lo que se ha comprometido. De esta raíz también encontramos a sponsum y a sponsae, el marido y la esposa, los esponsales, los comprometidos entre sí.

Spondeo no significa el mero responder, sino el cumplir con el compromiso dado públicamente. De ahí viene responsabilidad en su acepción inicial cuando surge en los siglos XVII y XVIII en contextos claramente jurídicos (responsabilidad civil, penal, administrativa) hacia 1795. Tiene el sentido de cumplir las penas, reparar o satisfacer alguna pérdida o daño. Hacia inicios del XX la definición en el diccionario cambia a la actual, con dos acepciones, la primera es más o menos la misma, pero en la segunda ya figura la responsabilidad moral:

Deuda, obligación de reparar o satisfacción por sí o por otro a causa de delito o culpa legal: Responsabilidad jurídica.

Cargo u obligación moral que resulta para uno con motivo de yerro en cosa o asunto determinado: Responsabilidad moral.

Aparece aquí el concepto ya viejo de responsabilidad consecuente: siempre posterior al acto, soy responsable de resarcir o de sufrir las consecuencias de no haber adecuado mi acto a la norma. Sin embargo, ya en el siglo XX, aparece un nuevo sentido: la responsabilidad antecedente. Uno ya no es responsable sólo de cumplir las normas, sino en la propia elaboración de la norma: soy responsable no solo de las acciones, sino de las acciones guiadas por mi propia norma. La responsabilidad antecedente es principalmente responsabilidad moral, mientras que la consecuente es jurídica (pagar por lo que has hecho mal).

En otros idiomas distintos al español sucede algo parecido. Por ejemplo, en el ‘Diccionario de la Academia Francesa’ responsabilidad aparece cinco años antes, en 1798, y expone que es la obligación legal de responder de sus acciones, de ser garante de alguna cosa. En 1835, en una nueva edición ya se añade una novedad: obligación de responder de sus acciones o de otros de ser garante de alguna cosa. Es decir, desaparece la palabra legal y la connotación es ahora mucho más moral que antes. En el siglo XX aparece también el nuevo concepto. De la responsabilidad consecuente se pasa a la responsabilidad antecedente en los años 70 y 80 del XIX, y aparece debido sobre todo a dos filósofos:

 En Francis H. Bradley (‘Estudios éticos’, 1876), la noción vulgar de responsabilidad y se conecta con las teorías de libre albedrío y determinismo. Bradley propone una nueva teoría de la responsabilidad; y, como idealista piensa que nuestros sentidos nos ponen en contacto con una realidad disgregada. La unidad la da la idea, y es lo que nos permite entender. La idea de entender el todo en cada cosa le permite afirmar la existencia del universal concreto: todo se puede acabar concretando en cada cosa. La toma de decisiones tiene lugar en el universal concreto: hemos pasado de la responsabilidad consecuente a la responsabilidad antecedente.

Friedrich Nietzsche (‘La Genealogía de la moral’, 1887 y ‘El crepúsculo de los ídolos’, 1889) habla de los ídolos como "lo que hasta ahora fue llamado verdad". Los filósofos son los grandes mentirosos, nos han hecho pasar por verdades cosas que no lo son; tales como la razón pura. La razón pura no es una razón humana, porque la razón humana está investida de deseos, pulsiones, sentimientos, emociones, etc. El odio de los moralistas y de los ascetas por la vida viene de ahí. Nos han introducido en la ética de la culpabilidad, no de la responsabilidad. El creador de Zaratustra critica de modo furibundo el sentido culpable de la responsabilidad, como responsabilidad consecuente, mientras que en ‘La genealogía de la moral’, frente a esa idea de responsabilidad consecuente, que considera incorrecta, propone otra moral, una moral sana frente a la enferma. Propone una razón, una moral que ya no puede ser pura, sino que el hombre auténticamente autónomo será un hombre responsable. Toda moral sana debe ser entendida como instinto de la vida, sin acabar con nuestras pasiones y emociones, sino gestionándolas convenientemente. La nueva moral del individuo soberano, autónomo y responsable debe erigirse por encima del concepto de culpa.

De alguna manera Nietzsche parte en dos esta historia que aquí se está contando. Culpa y responsabilidad fueron sinónimos hasta 1870, de ahí en adelante no lo serían nunca más. A partir de entonces, responsabilidad no se identifica con culpa. Uno es culpable de las cosas que ha hecho sin deberlas hacer; uno es responsable de las decisiones que toma, las haga bien o mal. Nace un nuevo tipo de ética, opuesto a la ética de la intención kantiana.

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