74. Maestro Eckhart

Hemos visto cómo transcurrió el período de crisis del fin de los sistemas de estabilidad medieval, cuando llevados por sus contradicciones internas, y por las luchas de poder entre el papado, el Imperio y las monarquías nacionales, la vía antiquorum se ve sustituida por formas nuevas en la vía modernorum. En el ajuste de cuentas de 1320 del Papa Juan II en Aviñón hasta 1340, y la peste negra junto con las consecuencias de la Guerra de los Cien Años, se transforma el mundo intelectual.

Hay otra vía en este momento por la que también discurre el pensamiento, en la que concluye una larga tradición: una especie de eclosión mística centrada en el Maestro Eckhart. Este proceso introduce una novedad histórica, a pesar de que concita los ecos de una tradición profundamente medieval: la del misticismo. Esta vía mística, simultánea a los estertores de la lucha entre Papado e Imperio y a la puntilla que desde dentro se da a la filosofía escolástica por un Roger Bacon o un Guillermo de Ockham. Se trata de una reivindicación de un movimiento de continuidad de la religiosidad medieval, pero que yo no puede sino revestirse de nuevos modos para seguir siendo operante. De una parte, se certifica un fracaso que quiere evitarse: se muestra con claridad la imposibilidad de prolongar la mística medieval de Claraval o de san Víctor. Pero eso no quiere decir que no se trate de una prolongación de ese mismo movimiento, y ni que en esa prolongación fracasada no dé lugar a un hecho cuya fecundidad en la historia de los efectos de enorme importancia. Todo esto coloca a la mística del siglo XIV en una posición dramática. Hay un comercio continuo entre la Historia y el pensamiento, y hay un comercio semejante en torno a las emociones. La mística del XIV es profundamente afectiva, sus autores sin conscientes del fin de un mundo y reaccionan ante ello.

El Maestro Eckhart (1260-1327 )

Su posición es conservadora: intenta conservar la tradición de la mística especulativa medieval. En este sentido es un heredero de Claraval y de san Víctor. Trata de volver a poner en el horizonte histórico lo que considera más genuino de la vida religiosa: el encuentro con Dios y la relación misteriosa de la criatura con la divinidad. Su actitud no obstante se debe a causas históricas del escenario más próximo: Eckahrt, como sus discípulos, es dominico. Y ser dominico en la Universidad de París significa pertenecer a esa corriente del pensamiento que efectuó la gran síntesis entre Aristóteles y el cristianismo, y de proponer una ciencia que corresponde al mundo: la física. Además, vive casi una década en París hasta su doctorado y tras ello vuelvan a Alemania, de donde ya no sale. En Alemania existe un resentimiento contra un papado centrado en la corte francesa. El choque con Juan XXII y Ludovico IV, en clave de farsa respecto a la polémica anterior de Bonifacio VIII. Todo termina nuclea sise en torno a la corte de Baviera y el gabinete imperial con Miguel de Cesena, Marsilio de Padua, etc. Pero mientras tanto, en el mundo alemán lo que ocurre es una gran decepción: el sentimiento profundo de un abandono, pues no se sienten representados por el papado ni por el protagonismo francés, ni por el mundo imperial que tiene los ojos sobre Italia. El grupo de quienes se sienten estafados y abandonados crece en Alemania, y la política Imperial, ávida de conquistas en Italia, le será ajena.

En cuanto las ciudades del norte de Italia terminen deshaciéndose de los problemas, estas ciudades empezarán a crear leyes propias, y esto empieza a suceder ya en las ciudades alemanas bajo las condiciones de un desamparo íntimamente sentido. Surge una realidad histórica completamente nueva, que niega los derechos de protección tanto del papado como del Imperio y que quiere caminar por sí misma efectuando un repliegue a la interioridad. Sin embargo, este repliegue no puede ser llevado a cabo por los franciscanos, pues está demasiado método en la polémica global: está con el corazón partido entre el Papado y el Imperio. La actitud de un dominico que se siente abandonado no puede ser más que un repliegue, un oscuro apartamiento que sólo podría haberse dado en la orden dominica, porque los dominicos no están en los escenarios del combate del poder europeo. Este es el escenario en el que hay que interpretar la obra del maestro Eckhart.

Su obra está determinada por unos pocos tratados. Son el Opus tripartitum y las Quaestiones parisienses. Eckhart, salvo en estas dos obras, escribe en idioma alemán, y eso es importante. Por ejemplo: su obra Benedictus, es la primera gran obra de la literatura alemana, antes que Lutero. Se refleja así el interés de dirigirse a público alemán; quiere dirigirse a su comunidad y se desentiende de las contiendas europeas por el poder. Su posición es la de quien ha abandonado para siempre los grandes temas de preocupación europea. Sus obra produjo un expediente y un proceso en 1323 y muere en 1327. En 1329 es condenado post mortem por herético, al expresar un punto de vista que, aunque pretende prolongar la mística de Claraval, induce una posición completamente distinta, letal para la Edad Media.

Esta posición eckhartiana es la de aceptar completamente el principio de que la teología es el discurso que lleva a la falta de la fe: es un discurso imposible que, además, arruina la fe. Ni en Duns Scoto ni en Ockham encontramos la radicalidad de Eckhart, pese a que ambos han mostrado sus recelos a la teología. Y sin embargo Eckhart no pretende ser polemista con nadie, pretende ser un pensador profundo y tranquilo, y su actitud no tiene intencionalidad sino de prolongar el misticismo medieval.

El motivo de su radicalidad consiste en que tras un Scoto y un Ockham, Eckhart sólo puede afirmar: "Dios no es el ser" ¿Por qué esa negación del fundamento, por qué esa Abgrund, este vértigo, que diría Heidegger? Sólo se puede entender de una forma: el término ser está ya totalmente entregado a la realidad física, a la experiencia empírica. Restaurar la grandeza de adiós sólo es posible excluyendo a Dios de todas estas torturas racionales: el ser y Dios no tienen nada que ver, el ser sólo tiene relación con al criatura, con lo creado, es una descripción adecuada a los entes reales. Si quiero a salvar a dios hay que desligarlo del ser. Dios es la óptica primera del conocimiento, consiste en que se conoce a sí mismo, y en ello despliega la posibilidad de creación. Dios es el comprender en sí mismo. Por eso, la noción de ser debe ser reservada para la naturaleza, con una autonomía que Eckhart no discute. Dios no debe ser interpretado en el marco de una polémica óntica, sino que hay que pensar que el propio ser proce de Dios.

Por tanto par a Eckhart la distinción formal y la descripción de Dios como voluntad desaparece completamente. Dios queda excluido del ámbito que se concede a la razón humana, y queda como una causa sui. Con ello la concepción de Dios se salva de la polémica, y ante Él no cabe más posición que el sentimiento, la sumisión y aceptación amorosa. En sentimiento religioso no tiene para Eckhart nada de racional, la racionalidad es para el trato con el mundo, tiene que ver con un desligamiento del mundo. Esta tesis es lo suficientemente novedoso como para ser condenada por el Vaticano, pues se está cuestionando toda la racionalidad política que legítima el poder Papal, pues se trata de legitimaciones del orden del mundo. Esto Lutero lo llevará a su última radicalidad. Eckhart puede creer honestamente que está siguiendo la tradición mística, pero la profundidad de su tesis es que cualquier justificación del orden mundano que trata de ampararse en causas sobrenaturales ni tiene nada que ver con al religión. Y este es el punto disuelto río que ejerce la mística de Eckhart: o se está con Dios o se está con el mundo.

Para poder sostener su apuesta liberadora del ser Eckhart debe dar explicaciones. Al fin y al cabo en el Pentateuco se dice claramente Ego sum que sum. Eckhart razón a que si Dios quisiera ser racional en el sentido del mundo, si quisiera verse implicado en la racionalidad de la que él mismo es causa, no hubiera expuesto a Moisés esta clausula enigmática, sino que habría colocado un predicado ad hoc a su naturaleza. Por el procedimiento de repetir el sum (soy), expresa de manera negativa: yo soy algo para decir lo cual el sum que se despliega en un orden predicativo, se muestra inadecuado. El primer sum es existencia y soporte de una atribución, el segundo sum se debe entender de una forma totalmente diferente, estoy obligado a repetir el sum, que aparece por tanto vacío de sentido. Ego sum que sum significa yo soy algo que no puede ser dicho, yo soy quién ha hecho el ser.

A partir de aquí, la mística es negativa: se propone en términos de silencio, de vacío, de no ser, enunciada a principios del siglo XIV. No se impugna el ser, esta teoría eckhartiana de teología negativa trasladada a una teología trinitaria interesante: si lo único que podemos decir de Dios es su autoconocimiento, Dios Padre es ese acto de pensamiento puro: es la realidad que se piensa, ahora bien, Dios ha creado el mundo: la inteligencia que se piensa tiene un acto creador, debe denotar algo que sólo puede ser interpretado como la posición del vivir de Dios, y esto es Dios Hijo, es a la redención. El mundo es el vivir de Dios. Esa explicación del vivir de Dios es el Espíritu. Esas son las hipóstasis de la Trinidad. dios es el Uno que se replica en lo real, pero esa replicación no es una reproducción identitarias: la vida del mundo y la racionalidad del mismo son expresiones de Dios, no son Dios. El mundo real no puede ser contradictorio con Dios, y esto es un aparato de justicia social y de emancipación: lo que no se corresponda con la comprensión de lo que Dios ha querido se convierte en un obstáculo para la cosa religiosa. La mística es negativa porque exige la negación de aquel que aspira a unirse con Dios, pero es una negación de la arrogancia, no una negación del mundo.

Johannes Tauler

Tauler y Enrique Susón (Heinrich Seuze) son discípulos directos de Eckhart. Son considerados fundadores de la mística alemana. De Tauler conservamos dos sermones en alemán. El mundo alemán ya no quiere ser ni romano, ni francés, y empieza a escribir para sí mismo en lengua vernácula. Muestran ambos la tendencia a huir de las luchas y de las injusticias del mundo europeo, que no puede reflejar en absoluto la presencia de Sios. Desde que se produce el Abgrund, lo único que queda es un hallarse de alguna manera en relación con la fe, y es entregarse a esa oscura posesión de Dios. Sin embargo, uno debe dedicarse a intervenir en el mundo, la vía del Espíritu no estå desligada del mundo, tenemos un compromiso, que será entendido como compromiso incluso político y revolucionario. La capacidad de movilización de esta mística de apariencia tan oscura será enorme: si quieres no vivir la vida del espíritu sino la vida de Dios, entonces de es superar la lógica del fundamento y entregarte al sentimiento que te lleva a lo no fundado, Abgrund, de la fe absoluta. Es una mística que no renuncia a la revolución, porque tiene este dispositivo adicional de corte que retroalimentación al alma. Haciendo la renuncia al mundo por acceso a Dios vuelves al mundo queriendo la justicia, la racionalidad, porque todo eso es el depósito de la creación de Dios, que tienes que abandonar para encontrar a Dios. Hay un circuito sistémico de retroalimentación donde el centro está en una experiencia que se sobrepone a la racionalidad y al lenguaje: es la mística en un sentido ya profundamente moderno.