La responsabilidad en el existencialismo alemán

El positivismo afirmaba que la ciencia daría respuesta a todas las preguntas. La filosofía de los valores, iniciada por Husserl, clamaba por una solución diferente para los verdaderos problemas del hombre. Husserl pretendía hacer una ciencia llena de apodicticidades que sirva de guía a la humanidad.

El siglo XX comienza con propiedad tras la Primera Guerra Mundial. Vamos a estudiar a dos pensadores alemanes de la filosofía de la existencia, un movimiento de mucha importancia en los años 30 y 40 en Europa, y en Francia algo después. Estos representantes son Karl Jaspers y Martin Heidegger. Un punto en común entre ambos es la cronología, ya que ambos nacen con una diferencia pequeña de años (1883-1968 Jaspers, 1889-1976 Heidegger). Tuvieron una estrecha amistad desde 1920 hasta el 1933, año en el que por diferencias políticas, se separan y su relación deja de ser estrecha. Aun así, se influyen mutuamente. Para estos autores la filosofía no es una ciencia objetiva (como diría Husserl), sino que es otra cosa muy distinta cuyo objeto no es el estudio de la ciencia, sino el estudio de la existencia. La filosofía no tiene que ver con ningún pensamiento objetivo: el objeto de la filosofía ni es la ciencia ni el pensar objetivo, sino la existencia; que no es aprehensible con las categorías del entendimiento, ni puede ser objeto de conocimiento. Hay que otear un nuevo horizonte: el filosófico, el más importante y más pleno en el que nos jugamos nuestra autenticidad como seres humanos dignos y responsables.

Karl Jaspers

Jaspers fue íntimo amigo de Max Weber, pero filosóficamente fueron muy distintos. Weber pensaba que la filosofía tenía que ser una reflexión sobre la ciencia y Jaspers, como hemos dicho, opinaba lo contrario. En 1919, meses después de la guerra, Jaspers publica su primer libro de filosofía, intitulado ‘Psicología de las concepciones del mundo’ (Weltanshauung). En el prólogo dice: "Este libro de mi juventud, cuando de la psiquiatría llegué al filosofar, tras la conmoción de la Primera Guerra Mundial y nuestra conmoción subsiguiente, es el resultado de la autorreflexión de aquellos días". Las palabras que Jaspers dedicó a la muerte de su amigo Max Weber demuestran a las claras que Weber era para él un puntal de la cultura alemana cuya pérdida fue irreparable. En esta obra empieza a diferenciar Verstand, Verstandiss (entendimiento) y Vernunft (razón). La diferencia estaba ya en Kant. La ciencia objetiva del mundo se hace a nivel del entendimiento con la Verstandniss, comprensión objetiva, de carácter representativo. La razón sin embargo no es objetiva, las realidades metafísicas no se pueden aprehender con categorías objetivas, de la metafísica no se puede hacer una ciencia objetivante1.

Hay, para Jaspers, tres niveles en el pensar objetivante:

1. El nivel del Dasein2: simplemente lo que está ahí, los objetos que percibo. Es el nivel de la aprehensión sensible.

2. El llamado Bewusstsein überhaupt o la conciencia, en general. Es más bien una conciencia generalizadora, la capacidad de abstracción a partir de datos concretos. Es el entendimiento que me permite categorizar las cosas que aprendo y convertirlas en teorías generales.

3. El nivel del espíritu, el Geist. Coloca aquí todas las llamadas ciencias del espíritu (psicología, sociología, Historia, etc.), a diferencia de las ciencias de la naturaleza.

Jaspers cree que Hegel piensa la filosofía desde el nivel segundo tercero, lo cual en realidad no es factible ni correcto, porque estos tres niveles son del pensar objetivante, mientras que la existencia tiene otro nivel, otra radicalidad, otra dimensión que no se puede aprehender con las categorías del entendimiento. Para Jaspers esto sólo se puede hacer desde el nivel de la experiencia vital (no objetivante). Tras esa experiencia vital uno obtiene la sensación de haber tocado fondo, y los valores objetivos se desvanecen. La tesis de Jaspers es que los momentos pueden estar preñados de profundidad. Lo más metafísico no son las ideas universales, sino el momento en su concreción, el instante que mencionaba Kierkegaard. La lucha, la muerte (no la muerte en sí, sino el hecho de morir, la experiencia íntima de ver acabar tu propia vida), el azar, el dar a luz, la culpa pertenecen a este nivel absolutamente fundamentales.

Jaspers considera que la culpa (Schuld en alemán) es una de estas situaciones límite en la que se nos abre un fondo de sentido. En alemán Schuld significa tanto culpa como deuda. La culpa moral y la culpa metafísica son muy importantes en el pensamiento de Jaspers. La culpa moral se refiere al sentimiento de no haber cumplido con lo que se debía haber cumplido. Más allá de esta culpa está para Jaspers la culpa metafísica (aquí sería mejor traducir por deuda). Hay cosas de las que no somos autores y no podemos tener culpa, pero nos colocan en la situación de deudor. Es decir, hay responsabilidades que superan la conciencia individual. La deuda metafísica es una culpa sin culpa, es mejor por ello llamarla deuda; y nos abre a una dimensión superior a la de responsabilidad moral, cuyo incumplimiento nos origina culpa moral. Ahora la responsabilidad metafísica nos coloca ante una deuda de otro orden.

La existencia humana tiene una enorme cantidad de cosas que uno no ha merecido, empezando por la vida. Tenemos regalos (las gracias si usamos la nomenclatura teológica). El tener cosas que no hemos merecido hace que no sean categorizables como morales, sino que necesitan otra categorización: yo estoy en deuda por el mero hecho de existir. Esa deuda me hace responsable, aunque no me haga culpable. Cuando el ser humano percibe esto, es que ha llegado a un nivel profundo de sentimiento de existencia. Estamos fundados desde afuera, hay algo que me pone, estoy puesto en la realidad. Eso que me pone y que no soy yo es lo que las religiones llaman Dios, y Jaspers llama Das Umgreifende (lo englobante, lo abarcante). Jaspers lo nombra sin designación aparte porque desea que permanezca inobjetivado. Vivir plenamente es un vivir desde. El sujeto auténtico no vive en la superficialidad de los objetos, sino en la profundidad de vivir desde el horizonte de lo abarcante.

Ahí es donde el hombre se construye o se destruye a sí mismo, y es donde Jaspers construye su concepto de responsabilidad: vivir responsablemente es vivir en la trascendencia -no religiosa, sino filosófica- que tiende a lo abarcante que me trasciende y me funda. La existencia y el horizonte de la trascendencia son para Jaspers vivir una vida auténtica.

El lenguaje en este nuevo nivel tampoco puede ser objetivo ni preciso, sino que actúa mediante signos y cifras3. Es un lenguaje de signos, de intuiciones, que uno va recibiendo de las experiencias, no científico. Una cifra de la trascendencia es una manera de llamar a las cosas inobjetivables: llamar Dios a lo abarcante, llamar pecado original a la culpa metafísica, etc. Jaspers fue un pensador profundamente religioso, pero si la ética auténtica es la que se hace desde el nivel al que se refiere Jaspers, en la que lo que vale es la densidad del instante y de las opciones que uno toma en esos momentos, la verdadera ética no puede consistir en cumplir con unas normas morales ya dadas, sino que cada uno debe definir lo que uno debe hacer. Jaspers no niega las normas morales, sino que considera que la mera aplicación de dichas normas sólo dará lugar a una ética ramplona: hay que ser consciente del peligro y asumir las decisiones propias y hacerse responsable de ello.

Martin Heidegger

Contemporáneo de Jaspers, el que fuera Rector de la Universidad de Friburgo, toca el tema de la responsabilidad en su ‘Sein und Zeit’ (1927). Considera Heidegger que la filosofía occidental, desde los sofistas y Sócrates hasta Nietzsche, ha sido el imperio del sujeto y de la razón sobre el ser. Ha sido una filosofía racionalista en la que no hemos podido ver el ser en toda su profundizad. No ha ido a las cosas, sino a las categorías del entendimiento. Ha sido éste un pensar óntico, constitutivamente objetivante, que hacía de las cosas meros instrumentos para el hombre, es decir, entes.

La ética que se ha construido sobre esa filosofía ha sido esto mismo: una reflexión óntica sobre lo que el hombre debe hacer. De ahí la oposición de Heidegger a todo pensamiento ético, ya sea socrático, aristotélico, kantiano o marxista. Esta destrucción de toda la tradición filosófica occidental es muy dura, y si se destruye tan profundamente, habrá que reconstruir de nuevo desde los cimientos, desde la raíz. Su raíz está en los presocráticos en los que no se ha dado aún el intento de dominio de la razón. Los presocráticos no piensan como Kant, que las cosas están para ser dominadas por los hombres. Muy al contrario, la experiencia originaria de los primeros filósofos fue la de asombro ante las cosas y ante el mundo. Esto culmina en la obra de Parménides, donde el don es el ser. Eso abarcante -das Umgreifende de Jaspers- lo que no se puede objetivar sin adulterar, es lo que Heidegger llama, yéndose a los presocráticos, el Ser. El gran don es el ser. La iniciativa no la toma el sujeto, la realidad se nos impone viniendo a nosotros, que nos encontramos ya existiendo, arrojados al mundo.

El ser se me impone, me abarca. La experiencia originaria es la de la imposición del ser. La experiencia originaria no es <<yo hago, yo digo, yo decido, yo puedo>>. La experiencia originaria es la experiencia de eso que se me impone: <<yo soy el lugar de eso, de entre los seres de la naturaleza, el único que me doy cuenta de eso>>. Eso significa que el hombre no es una realidad óntica, esto es, no es un ente, no es un objeto. El hombre es una realidad ontológica, está a otro nivel. A mí se me hace presente el ser, yo soy la presencia del ser, yo soy da-sein4

La esencia del hombre no consiste en su naturaleza óntica, sino en el hecho de estar constituido con vistas al ser. El hombre no consiste en la esencia, sino en su existencia (sistere-ex)5. El ser no se puede pensar con categorías objetivantes, ni llamándolo Dios. No es que el hombre no tenga esencia, sino que su esencia consiste en su existencia. A partir de aquí aparece de nuevo una ética, con temas parecidos a los de Jaspers. Vivir con vistas al ser es proyectar. Mi ser lo tengo que ir

constituyendo, tengo que hacer mi existencia proyectándola en el horizonte del ser, que no lo puedo ver sino en las cifras o manifestaciones históricas. No es que yo con mi razón aprehenda el ser, sino que debo estar abierto a la revelación del ser. El fenómeno de la culpa es analizado en Heidegger, y lo mismo que Jaspers, diferencia entre una culpa moral y otra filosófica. La traducción de Gaos de ‘Sein und Zeit’ utiliza el término deuda, y no culpa para Schuld: el hombre vive con vistas al ser, pero está en deuda con el ser, porque el ser es la revelación, el regalo que tiene el ser humano. Al hombre el ser se le viene encima y le constituye, y por tanto está en deuda con ello. Reconocerlo es lo que Heidegger llama responsabilidad.

En eso consiste la voz de la conciencia, en estar atento a las llamadas del ser. Se trata de una llamada (Ruf) que interpela (Anruf) al Dasein para hacerse cargo de su poder ser más propio. Esto convierte al ser humano en un labrador, un pastor del ser. El pastoreo y el cuidado del ser debe ser la gran tarea del vivir en profundidad. El Dasein se hallará siempre inacabado en su tarea, que será una tarea ética hermenéutica, interpretativa y por lo tanto histórica. Es una ética que ha de ir estableciendo nuestros deberes mediante un desciframiento de esa epifanía (manifestación, revelación) del ser en el mundo histórico que nunca puede darse por alcanzada de todo.

Recapitulación

Husserl había intentado elevar la filosofía al nivel de una ciencia estricta y firme, esto es, apodíctica y asertiva. Una disciplina rigurosa de verdades universales que debía guiar la existencia humana, superando los cánones positivistas. La Gran Guerra supuso el fracasó toda una época, de toda una civilización, también de una filosofía y de una ética. Frente al positivismo, incapaz de dar respuesta a los grandes intereses humanos, Husserl propone la fenomenología. Las esencias fenomenológicas son ideales, pero pugnan por realizarse en el momento práxico. Ahí es donde Husserl introduce el concepto de responsabilidad: somos responsables de hacer realidad las grandes esencias ideales, y el filósofo es el funcionario de la humanidad que carga con tal misión.

Este tema se desarrolla en la obra de Scheler, Hartmann y Hildebrand. Los autores alemanes Jaspers y Heidegger son en algún modo deudores tributarios del método fenomenológico de Husserl, pero herejes de dicho método. No son fenomenólogos en sentido estricto, pues algo les separa drásticamente de Husserl: no consideran la filosofía como una ciencia, ni positivista ni rigurosa. La filosofía es lo contrario de la ciencia porque, básicamente, la ciencia es un pensar objetivo, mientras que la filosofía es un pensar subjetivo.

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(1) En otras palabras, el intento de Husserl es un error para Jaspers.

(2) En sentido no-heideggeriano.

(3) La ‘cifra’ jasperiana no ha de entenderse como número sino código cifrado.

(4) El Dasein de Heidegger tiene un sentido completamente diferente al del alemán vulgar, que era el que usaba Jaspers.

(5) Das Umgreifende en Jaspers y el Ser que no es un objeto en Heidegger.