66. Goliardos

Las penurias vistas en la lección anterior dan cuenta del contenido dramático del siglo XIV. Sin embargo con toda crisis histórica se produce un decalaje en el pensamiento. Los grandes cambios del siglo XIV se vieron precedidos por elementos de malestar y de insatisfacción que preceden a la crisis real pues en el siglo XIII, en la plenitud del medievo y en un mundo equilibrado, se nos ofrecen ya caracteres claros de insatisfacciones que preludian el malestar de la cultural y que encontrarán su continuidad más palmaria cuando se produzca la enorme crisis del XIV: será los signos tempranos de la crisis de la Edad Media.

El primero de esos signos tempranos es la aparición de una forma cultural nueva que no adopta la forma de ningún lenguaje filosófico, sino una forma política y vivencial. Es el que se conoce como el movimiento de los Goliardos. Los Goliardos son tradicionalmente aquellos monjes desarraigados de los monasterios, clérigos trabucaires y pícaros no sometidos a mayor disciplina. Su existencia es cosa antigua: son condenados en el concilio de Nicea del 535, y la propia Regla de San benito tiene advertencias a la hospitalidad de los monjes hacia estos monjes errabundos y vividores. Nada de esto tendría ningún interés aquí si no fuera por unas ciertas características asociadas que le da al movimiento de los Goliardos una cierta trascendencia histórica, que son las que vamos a ver a continuación.

El movimiento es típicamente del XIII, aunque como hemos dicho sus inicios son muy anteriores. En 1291 en el Concilio de Salzburgo se produce una condena explícita. Lo que nos permite señalar que en este movimiento hay una novedad histórica que no puede ser confundida con la tradición del clérigo errante son dos caracteres:

1. La cultura oficial se muestra incapaz de acallar el movimiento. Se produce un conjunto interminable de condenas, lo que demuestra la imposibilidad de acabar con él.

2. El goliardismo, por contraste con la tradición de los clérigos tradicionales, tiene la voluntad de presentarse como una renovatio con sello de identidad específico.

Todo ello advierte de la existencia de un nicho ecológico de cierta trascendencia en el cambio del escenario histórico europeo. El modo de expresión que vehicula este movimiento no es filosófico, sino poético, y está representado sobre todo en un texto concreto, descubierto cerca de Múnich. Se trata de los Carmina Burana. Que no supiéramos nada de este movimiento hasta al siglo XIX indica lo eficaz que fue la represión posterior del mismo. Los textos conservados se han conservado por un azar, y la poesía goliardesca, sometida a una fuerte represión vió desaparecer casi todos sus textos. Además de los Carmina, se encontraron posteriormente otros, y se reinterpretaron algunos ya conocidos. Una serie de códices que recogen fenómenos semejantes. Los dos más interesantes son los Códices de Oxford y de Ripoll. El propio Arcipreste de Hita es un ejemplo goliardesco a nivel español.

Este movimiento sostiene una imagen del mundo que impacta por las profundas modificaciones que introduce, y que encontrará su expresión adecuada en el siglo XIV, cuando la crisis haga inevitable la torsión del pensamiento oficial y sea necesario acudir a nuevas formas expresivas.

En sus expresiones muestran que tienen el carácter de una regla, aunque totalmente informal y sin existencia institucional:

En esta regla está escrito

Probad todas las cosas,

Considerad muy bien nuestra vida terrena.

Perseverad contra los clérigos malvados

Que no os hacen caridad generosamente.

Nosotros somos ahora los garantes de la misericordia

Puesto que acogemos a los grandes y a los pequeños

Acogemos a los ricos y a los pobres

A quienes los de otros monjes dejan a la puerta

Aceptamos a los monjes de coronilla tonsurada

Y también al presbítero que viene con su matrona...

En esta orden se acoge a los justos y a los injustos

A los cojos y a los débiles, a los belicosos y a los pacíficos

A los dulces y a los rabiosos

A los bohemios, a los eslavos y a los romanos

A los gigantes y a los enanos.

Hay por tanto una conciencia de novedad. El propio término "Goliardos" nos lleva a Goliath, el representante del diablo. Realmente Golias es un personaje inventado, como fundador de la orden, para poner una piedra angular fundacional ficticia y medio en serio medio en broma. En el nombre se refleja también la referencia a la Gula, con el ansia de comer, de beber y con una reconciliación con los placeres del mundo, todo ello como reacción a un mundo ascético que lo abarca todo. Hay una autoconciencia que se refleja en una constelaciones de valores nunca reconocidos en el paradigma cristiano. Más aún: hay un enfrentamiento a dicho paradigma. Está promovido por los estudiantes de las universidades, lo cual vehicula el movimiento sobre las más sólidas bases intelectuales. Se aprovecha el trasvase de la cultura de los monasterios a las universidades, del campo a las ciudades. Los Goliardos son la forma cultural de una nueva forma de vida: la vida ciudadana a través de las universidades. La ironía del asunto es que esas mismas universidades han sido cuidadosamente diseñadas por la política Papal para la difusión bifronte del agustinismo franciscano y del aristotelismo dominico en una síntesis de un mundo de ideas bajo la base de un equilibrio entre la filosofía y la teología. Los primeros signos de la crisis medieval surgen precisamente ahí, en las raíces mismas del mundo medieval, indicando un camino que llevará a la modernidad.

Los temas y signos culturales nuevos son:

1. La constatación de que el mundo está patas arriba, y todo el orden social roto. Se trata de una exageración, sobre todo cuando surge la constatación, en el equilibrado siglo XIII. Se están escribiendo las Summae de santo Tomás, y ya existe la conciencia de una turbación por el estado del mundo con una añoranza crepuscular de los viejos tiempos de virtud sustituidos por los tiempos del dinero.

2. Hay una crítica a la moral, una condena a la hipocresía: el orden cultural no es lo que parece, es necesario sustituir la cultura medieval, es necesario redefinirla.

3. En este despliegue crítico, contemporáneo con la culminación cultural y plenitud medieval, se constata que el mundo estå en decadencia, por la prepotencia de las instituciones, el predominio de los vicios de las clases dirigentes, el venteares por el dinero, y la convicción de que la cultura conocida está llegando a un final. Llama mucho la atención está perspicacia cuando se está llegando a la plenitud.

4. Ante esta declinar anunciado lo que se propone es sorprendente: lejos de pensar la renovatio como un regreso a la virtud pasada, que ha quedado marcada como un punto alto respecto a la cual la situación actual es un declinar, lo que se propone es un conjunto de ideas nuevas: la apología del gozo. No se trata pues de un movimiento reaccionario que pretenda recuperar una idea anterior. Es una llamada lúdica para apurar el placer y la alegría. La idea de la nueva cultura se refiere a un regreso al Carpe Diem.

5. El descubrimiento del amor humano como una reivindicación de la concupiscencia, que se expresa por primera vez en el Occidente cristiano bajo la forma de un júbilo totalmente nuevo. Ya deja de considerarse el matrimonio como la única solución para encauzar la libido, se canta al amor carnal y cortés con un desparpajo antes desconocido. La ascética religiosa queda impugnada.

6. Oposición a la mística tradicional. Este aspecto entiende la mística como el anegamiento del ser humano en Dios, y como la negación de cualquier otra anegación. Eso es lo impugnado. Hay una conformación distinta del ambiente cultural, una psicología del hombre transformada. La mística es una experiencia que se vivencia todos los días en el amor humano, en el contacto con la naturaleza.ahors de lo que se trata es de establecer un corte radical con ese referente divino, aparece un nuevo elemento d definición de la vida.

Estamos en el momento de la reconciliación con nuestro mundo material, esa es la reversio solicitada. Las mujeres y el vino son recibidas no como fuente de pecado, sino como fuente de vida y de placer. Se trata de un vivir lúdico y para ello se propone la reivindicación de los valores del cuerpo. El ideal de la cultura debe ser el gozo por la vida. El goliardismo descubre la potencia del sentimiento, un factor que ha estado bien patente en los franciscanos, que lo trascienden a Dios. Los Goliardos no hacen esa transferencia, sino que mantienen el afecto a lo natural y humano libre de culpas.

Este es el nuevo espíritu que debemos a los Goliardos, que fueron eliminados en el XIV.