LAS PARACIENCIAS COMO PERVERSIÓN METODOLÓGICA

Cuando hacemos crítica a las paraciencias muchas veces no queda claro qué son éstas. Es evidente la necesidad de unificar nomenclatura y referirnos a las mismas acepciones de las palabras que usamos es porque muchas de las discusiones estériles que se dan en los diversos foros son motivadas porque los interlocutores poseen conceptos diferentes de las realidades que pretenden nombrar.

Las paraciencias no lo pueden ser en virtud del objeto de su estudio. Esto es así porque el objeto de la ciencia es el estudio de la realidad sin estricción alguna. Si los OVNI son reales, el estudio científico de los mismos no puede ser una paraciencia. Incluso si no lo son, un acercamiento al fenómeno desde la perspectiva científica no puede ser tachado nunca de paraciencia.

Defenderemos aquí que la característica definitoria de la paraciencia es su propia metodología, y haremos algo más: afirmaremos que dicha metodología es una corrupción del método científico, al cual a la vez envidia, emula y corrompe.

Comenzaremos desde el principio: el ansia humana de tener respuestas a los interrogantes que nos plantea el universo. La realidad externa es suficientemente compleja como para dejarnos anonadados. Somos testigos de multitud de fenómenos y procesos que ocurren alrededor nuestro, cuya explicación se nos escapa; pero dentro de la naturaleza humana hay un impulso que conduce a encontrar una explicación satisfactoria de los mismos.

En una hipotética situación inicial, (Fig.1) tenemos al ser humano preguntándose por la explicación de lo que ve, y sin herramientas para llevar a buen puerto tal empresa. Es evidente que tal situación derivó rápidamente a otra bastante más satisfactoria. En ausencia de mejores herramientas, el hombre imaginó que tras el plano real existía un mundo oculto, ordenador de la existencia. El observador no ve ese mundo, sino los efectos que produce sobre el mundo de la realidad. Llamaremos R al plano de lo real y D al plano oculto, el plano de los dioses, que ordena crea y destruye R. Muchas veces este plano D fue "desmitologizado" en parte desde la filosofía; y de ser un plano divino pasó a ser meramente el plano ideal, en el que las esencias habitan como Ideas independientes de la mente humana. El dualismo platónico consiste precisamente en eso, al menos en su acepción más ingenua.

Mediante la acción d (Fig.2) las fuerzas ocultas intervienen en nuestra realidad. La naturaleza de dicha acción divina se explica mediante observaciones de la realidad; a menudo muy agudas, pero contaminadas culturalmente por dogmas socialmente consolidados respecto a la naturaleza del plano D. Esta es la situación hasta los comienzos del pensamiento racionalista, que podemos situar en Asia menor y en la costa jónica con los primeros filósofos griegos. Conscientes de los graves perjuicios que a la búsqueda de la verdad acarreaba el esquema anterior, las mejores mentes del planeta fueron consolidando lo que hoy conocemos como el método científico (Fig. 3). La metodología científica no contempla nada más allá del plano R, pero consciente de su complejidad, crea un plano más cercano a las posibilidades de análisis del observador; el plano M de los modelos. Existe una proyección p desde la realidad hacia el modelo.



Como toda proyección, es una simplificación que pretende captar lo esencial de la parcela de realidad que se quiere estudiar. El quid de la cuestión está en el hecho de que los humanos podemos aprehender y estudiar M perfectamente con el auxilio de la matemática, que se revela así como el estudio de los modelos, y por tanto la herramienta básica de la investigación científica. Al establecer la proyección, queremos que el modelo se parezca a la realidad lo suficiente como para que las conclusiones que saquemos del comportamiento de éste sean extrapolables a aquella, que es nuestro verdadero interés; y a la vez pretendemos que el modelo sea lo suficientemente sencillo como para ser abordable analíticamente.

Este paso es posible gracias a nuestra capacidad de experimentar y observar la realidad. La acción o del observador sobre el plano real es el que validará o invalidará el modelo. La existencia de esta realimentación es lo característico del método científico. Los modelos nacen con vocación de explicar los hechos observados, entran en crisis y son sustituidos por otros mejores cuando sea posible. Según este esquema, una teoría científica es una creación humana de un modelo para explicar una parcela de realidad, y no es verdadera ni falsa: es útil o no lo es.

El plano real es en última instancia quien valida y invalida los modelos, que sólo existen porque el plano R nos queda demasiado grande y lejano. El magnífico éxito de este esquema ha proporcionado un prestigio enorme al método científico, dados los progresos en la comprensión del universo obtenidos. El presente artículo trata de mostrar que las paraciencias son una perversión del esquema anterior. Es más, defenderé que el esquema de la figura 4 define el concepto de paraciencia, a la vez que explica la metodología corrupta que utiliza, robada del quehacer científico para adueñarse de su prestigio ante públicos poco avisados. Al igual que el método científico, tiene un plano de trabajo más cercano al observador que la propia realidad R, pero en este caso dicho plano es el objetivo. No se trata de estudiar la realidad, sino de forzar a la misma a adecuarse a dicho plano, que llamaremos plano de las explicaciones a priori P.

Toda paraciencia trata de preservar sus hipótesis apriorísticas, que son hipótesis no falsables, y por lo tanto no científicas. Para ello, en lugar de existir una proyección p de R a M, como en el caso científico, existe una retroproyección en dirección contraria, desde las explicaciones a priori hacia la realidad, que supone una visión deformada de la misma, coherente con la asunción de los postulados arbitrarios P, que hay que preservar a toda costa. Este esquema es doblemente perverso, pues además de funcionar al revés, es capaz de usar el lenguaje de la ciencia en su desarrollo. Esto es así porque permite observaciones de la realidad, como en el caso científico, pero sólo si mantienen incólume el conjunto de presuposiciones P.

Dichas observaciones de lo real pasan por un filtro, de forma que sólo las observaciones que validan las explicaciones a priori son tenidas en cuenta. De esta manera, la crítica desaparece y el “modelo” se perpetúa, pero la paraciencia se viste de lenguaje científico, pudiendo emplear tendenciosamente cuantas herramientas provengan de la ciencia para revalidar su hipótesis inicial. En el caso del llamado creacionismo científico se ven perfectamente las componentes del esquema. La información a preservar a costa de lo que sea es la creación del hombre por Dios. Este es el punto de partida y de llegada. Todo el registro fósil se ve en consecuencia, y se interpreta de forma que sea consistente con el punto inicial. Las observaciones son filtradas, de forma que siempre favorezcan la hipótesis, pero existen observaciones, lenguaje robado del mundo de la biología y la paleontología, y un aspecto exterior cientifista. Comprender cómo actúa la paraciencia es requisito sine qua non para batallar contra ella, y lo que es más importante: para explicar al oyente menos avisado por dónde vienen los engaños.