41. Plotino

Para entender la obra de Plotino hay que colocarse en el contexto del traslado de la doctrina de Alejandría a Roma, y hay que ponerlo en conexión con la apuesta del poder en confeccionar una fuerte paideia imperial. A partir de Decio, uno de los emperadores Ilirios, se hace cierta la imagen de persecución implacable del cristianismo desde el poder romano, imagen que era fantasía interesada y victimismo en los siglos anteriores. El cristianismo se proscribe a partir de Decio a un nivel antes desconocido. Esto va a ser muy importante para la constitución del cristianismo.

En este magma discursivo, el sistema plotiniano es totalmente romano: frente al movimiento gnóstico se muestra ciertamente hostil, pero frente al cristianismo se muestra frontalmente enemistado. Se trata de una enemistad que se puede percibir claramente en los textos, mientras que hacia el gonisticismo se muestra asépticamente refutatorio. En estos textos encontramos la raíz del sentido último del pensamiento de Plotino. En cualquier caso, en Plotino hay una profunda reestructuración de la sabiduría antigua, y una gran profundidad. Entender a Plotino tiene una triple condición de posibilidad:

1. Plotino va a afirmar de forma rotunda la relevancia y transcendencia del Uno. Esto recoge las aspiraciones monoteista de la deriva religiosa oriental en su transformación como discurso salvífico. Pero es importantísimo entender que esta apropiación de un Uno monoteísta va a presentarse como la condición de posibilidad de la comprensión del politeísmo. Se puede hablar de un uno en la medida en que se proyecta en la multiplicidad de los dioses del panteón romano.

2. Existe en Plotino una depuración ascética de todo el oropel litúrgico de la religiosidad del siglo III, y también del cristianismo. No hay que ver en Plotino una actitud religiosa que demande la existencia de una Iglesia ni de una liturgia. La vía por la que el reconocimiento de ese aunó trascendente no tiene un carácter religioso, y menos mistérico-litúrgico.

3. El individuo que descubre la transcendencia del Uno siente que su única vinculación es, de una parte su propia autonomía libre y de otra el respeto a la ley.

El neoplatonismo efectúa así la fusión de dos planos: el del platonismo y el de la Segunda Sofística. Se recogen las aspiraciones religiosas vinculadas al monoteísmo que toda la religiosidad del siglo III incorpora, y se ponen al servicio de un ideal de autonomía personal que sólo pueden encontrar expresión política bajo la ciudadanía del imperio.

El Uno de Plotino

Plotino comienza sus lecciones en el carácter autofundado del Uno. Ahí está recogida completamente la aspiración al monoteísmo del siglo III. El cristianismo convertirá este aspecto, que incorporará igualmente, en una recusación del politeísmo. La importancia del Uno estriba en la búsqueda de la razón ontológica que permite que a todo ente pensable se le determine con algo que sin embargo no admite determinación alguna. Ese rasgo que no puede se conceptualizadora, es la Unidad. La Unidad es lo que caracteriza a todo lo existente. "Hombre" es un concepto abstracto, mientras que "un hombre" es un concepto real. Se expresa así lo que existe realmente bajo el concepto, por ello no puede haber otra diferencia entre el concepto y la cosa real que el Uno, que realiza singular y existencialmente todo lo que existe. El uno está en todo lo real, y por ello debe ser concebido como transcendente, es asemás lo máximamente real, y aquello de lo que no cabe hablar. Por eso dirá que el Uno es el no-ser, porque nada podemos decir de él. El uno es exactamente la condición sin la cual nada existe en su plano individual, siendo a la ve inefable.

Por todo lo anterior, el Uno es lo que máximamente merece el atributo de divino, por ser incausado, es causa sui. Lo Uno es lo que trasciende a todo lo existente, y lo explica. Todo lo existente es tal en tanto en cuanto es Uno, no hay ninguna entidad existente que sea dos. Consecuentemente, todo lo real podrá ser derivado del Uno, y en todo lo real podrá seguirse las huellas de ese Uno. Platón extrae de lo real los inteligibles y los traslada a otro mundo, mientras que para Plotino no tenemos que extraer nada, lo uno está en lo real, y sólo podemos hablar de él en la medida en que podemos hablar de lo real, de aquello en lo que el Uno está presente. Si la condición de realidad es ser Uno, la comprensión de la realidad no puede hacerse sin detenerse en el Uno. Ahí reside el concepto de emanación.

Las emanaciones

La idea de que el Uno es un dios es una idea radicalmente absurdo, y ahí está la radical crítica del cristianismo. El Óntico es claro: sí Dios es uno, entonces está determinado por el Uno, como todo lo existente, luego ese Dios se deberá al Uno que será anterior a él. Por eso el Uno no puede equivaler a un dios entendido como entidad personal. Son afirmaciones diamantinas, persuasivas.

De aquí parte la operación que salva el paganismo: si no podemos identificar el Uno con un dios, que sería tanto como robar la unidad a cada ente, dicho Uno sólo se realiza en plenitud cuando realiza la primera hipóstasis. La imagen mejor del Uno son los dioses, porque e n ellos al menos se les reconoce que son Unos del modo más notable, porque son incorruptibles y eternos. Cuando digo Uno, sólo puedo hablar de configuraciones en las que sea aplicable dicho Uno.

Ahora bien, dado ese no-ser que es el Uno, ¿por qué tendrían que haber las entidades en las que ese Uno se realiza? ¿Podría pensarse un mundo en el que sólo hubiera el Uno? Plotino responde que no. Si imaginamos un uno sin realización existencial, no quedará nada, y si no hay nada de lo que decir "Uno", tampoco habría el Uno. Por lo tanto, hay una conexión estructural entre la idea del máximo, de la plenitud total del ser con la existencia de todo lo existente. Si no hay materia, no hay cuerpos, sin ellos no hay alma, sin alma no hay pensamiento, y sin pensamiento no hay ideas sublimes, es decir, dioses, y sin todo ello, no hay Uno. Por tanto, la emanación plotiniano va en doble dirección, del Uno a la materia y de la materia al Uno. De aquí se sigue que no es verdad que le mundo sea irreparablemente malo (como defiende la gnosis), sino que se sigue una moral que repare el mundo. Pero no es necesario acudir a ningún Dios para acudir a esa reparación. Plotino dirá finalmente que las virtudes políticas del Estado Romano serán quienes se encarguen de esta reparación.

El Uno descendido son los dioses, que son la cara inteligible del Uno. Se producen en pluralidad, porque si fuera Uno sólo, ese aunó sólo tendría que ser pensado en términos del Uno, con lo que captura, secuestra las perfecciones inteligibles que pueden ser distinguidas una a una por medio del Uno. Esas perfección es inteligibles (las ideas platónicas) en tanto que realización del uno plural son inteligibles en función del pensamiento, con lo que tenemos un descenso de nivel, y cada descenso implica pún entrelaza miento con el nivel anterior. El νους es imprescindibles su queremos hablar del Uno, aunque no es el Uno, el uno está en cada uno de los pensamientos. Si se aceptan los inteligibles se tiene que aceptar el alma como siguiente substanciación, porque para que haya penas amianto tiene que haber algo que piense, un sujeto de los pensamientos, la tercera hipóstasis es el alma. Es presentada de una doble manera: como alma del mundo, el mundo tiene que poder pensado como Un mundo (incluso si hubiera muchos mundos). Finalmente, está la material. La falta de respeto a la materia del orfismo que ha confluido a través de las religiones mistéricas con el cristianismo, es infundada, porque también es emanación del Uno. Sin la materia no podríamos acceder al Uno. Los individuos constituyen el ranking último del Uno, cuando se desciende al plano de la materia no hay más realidad que la de los individuos.

El plano de la materia tiene muy lejano el recuerdo del Uno, porque la pluralidad implica su olvido, su aturdimiento. Pero la materia no es irremisible, ni algo para lo que haya que elaborar categorías de irredención. Esta idea permite una componente ética en términos de redención personal a través de la autonomía. Nos cuesta concebirnos como Uno, y el camino de regreso, que asciende a través de las virtudes hacia el aúno es un camino difícil que requiere esfuerzo.

Los textos de Plotino en los que se alude al regreso (επιστροφή), que fundamentan la ética y la política, son conocidos por Porfirio. Este regreso se postula en tres modalidades o modos de excelencia. Las virtudes son ejercicios de καθαρμοί, purificaciones. La última παιδεία imperial abochorna el hecho de que otro te tenga que salvar, la salvación es un ejercicio de autonomía personal. Estas tres movimientos purificadores son:

1. La belleza y el arte. Uno se purifica cuando descubre la belleza que hay en el. Uno, y esa belleza se expresa en el arte, que tiene una misión de rescate ontológico que descubre aquello que permite separarnos de todo lo que nos vincula a la menesterosidad de la materia, porque el arte es una representación de la idealidad, pero la representación es realizable, por eso rescata realmente. Es un intento desesperado de recuperar la belleza clásica, y Justiniano atacará (injustamente, porque el cristianismo generará su propio arte) al cristianismo acusándole de no atender a la belleza mediante el arte como virtud de rescate. Vivir la belleza es proceder de acuerdo con la idealidad, que tiene que producir un tipos de conducta, lo que entronca la estética con la ética.

2. Las virtudes políticas. La idealidad perfecta se produce mediante las leyes, con lo que el buen ciudadano atenderá a las leyes armónicas de modo virtuoso, viviendo la política como una de las bellas artes. Cuando uno se ya buen ciudadano, por vía de la educación, llega en el ascenso a otro tipo de virtudes, las virtudes paradigmáticas.

3. Las virtudes paradigmáticas son el muestra con ejemplos del camino virtuoso para quienes no puedan acceder por sí mismos a la idealidad. Las virtudes políticas responden a la conducta de quién quiere acceder al uno, y las paradigmáticas son la substancia de la paideia para quién necesita ayuda e instrucción.

Cuando uno ha alcanzado la purificación, cosa que sólo se producirá habiendo conseguido ser un buen ciudadano, se alcanza al éxtasis, que supone la comprensión de que no hay mediación entre el individuo y el Uno. Cuando se consigue ya no es necesario el Estado y se alcanza la perfección. Plotino se convierte en este momento en un místico. En la experiencia de la autonomía total ya no es necesaria ni la ciudadanía.

Plotino fue interpretado bajo la forma de un pensamiento político. Porfirio escribe contra los que prostituyen la religión, y prostituyen al Uno (los cristianos). Es un gesto totalmente político que Porfirio dedique su Isagogé a textos de Aristóteles, recuperando el pensamiento clásico a través del esforzado pensamiento de la virtud. Diocleciano iniciará una lucha feroz contra el cristianismo para salvar en un último intento político el paganismo, utilizando la paideia plotiniana, pero no tendrá éxito, porque poco después la paideia cristiana se convertirá en la del Imperio. No por ello desaparecerá la παιδεία pagana, que se trasladará a la Escuela de Pérgamo. La παιδεία imperial no desaparecerá del todo hasta que Justiniano cierre todas las escuelas.

Y el cristianismo sólo se puede explicar a partir de una paideia.