61. San Bernardo

La actitud racionalista de Abelardo no se podía sostener por ser demasiado adelantada a su época. Estas palabras suyas explican perfectamente su postura, que se convierte en insoportable:

Me dispuse a explicar los fundamentos de nuestra fe mediante similitudes basadas en la razón humana. Mis alumnos me pedían razón es humanas y filosóficas, y me reclamaban aquello que pudiesen entender, y no aquello que no pudiesen discernir. Decían que no servía de nada pronunciar muchas palabrss si no se hacía con inteligencia, que no se podía creer nada que previamente no se hubiera entendido, y que es ridículo que nadie predique nada que ni ël ni sus alumnos no puedan abarcar con el intelecto.

La posibilidad de esta autonomía de la racionalidad que expresa la continuidad de la filosofía en la Edad Media se hace difícilmente digerible por las autoridades eclesiásticas. A la altura de los años 70 del siglo XI se llega a cierta estabilidad en el compromiso de Worms en cuanto al reparto del poder entre Igleisa y Estado, pero cien años después, hacia 1170 el problema de las investiduras tiene sus correlatos por toda Europa. No es un problema sólo entre el papado y el imperio, sino que la incapacidad del papado para hacerse con una obediencia política de los diminutos estados feudales, que reclaman su propia autonomía frente al poder religioso. El clima de Europa se enrarece además por otros motivos: parte de la presión política del Imperio se resuelve mediante el recurso a las Cruzadas. Mediante ellas se impone un discurso hacia el exterior, expansiva, pero en esta aventura los poderes nacionales son importantes.

Estamos a la altura de la Segunda Cruzada, que termina en un fiasco. Este hecho no es el único que enrarece el clima de la segunda mitad del XII, pues surge también la herejía de los cátaros y albigenses. El propio san Bernardo interviene en estos problemas de la herejía cátara, que tiene que ver con interpretaciones alternativas de la ciencia sagrada. En suma, es una recusación al poder papal, con fuertes componentes gnósticos y maniqueos. Por otra parte, las tendencias reformistas de las grandes órdenes terminan por ser ineficaces por su propio enclaustramiento. Este clima enrarecido, progresivamente cada vez más difícil, terminan agriando la relación del papado con las sociedades políticas de los reinos cristianos, de modo que los tratados de Worms se convierten en papel mojado. En este magma, la posición de Abelardo de una autonomía de la racionalidad a la que deba someterse la teología se convierte en un experimento imposible. Y se sustituye por una forma diferente de reconstrucción del entente entre la fe y la razón, que adopta una figura agresiva en san Bernardo, que al final consigue una cierta conciliación que se culminará en san buenaventura y en Santo Tomás en el siglo posterior, de la mano de un Aristóteles recuperado para el cristianismo.

San Bernardo

La figura de san Bernardo es muy ambigua y antipática. Es el representante de un pensamiento muy reaccionario y conservador, tendente a usar la fuerza de la represión como acción de la Iglesia, a la vez que defiende una vía mística basada en el amor. Nace en 1090 y accede al monasterio de Citeaux en 1098. San Bernardo experimenta a virulenta reacción a la propuesta racionalista de Abelardo. Será una reacción que no consiga suprimir la influencia del racionalismo. En Citeaux había una abadía que pretendía seguir la regla benedictina a rajatabla, volviendo a la pobreza evangélica y a la subordinación de los monjes a la evangelización, frente al boato cluniacense. Estos propósitos están en la base de la reforma propuesta por el Císter: eliminación de elementos innecesario, paredes limpias, y un tipo de arquitectura muy austera pero de gran capacidad constructiva que va evolucionando desde el románico hacia el gótico.

Esta tendencia que en arquitectura se ve muy fácilmente es un símbolo magnífico de lo que el Císter quiere hacer en todos los órdenes. En 1111 san Bernardo se incorpora al plan desarrollista del espíritu del Císter de Citeaux. Sin embargo, no está mucho tiempo bajo la disciplina del claustro, a pesar que el Cister trata de apartar al monje de la vida mundana es requerido en ambientes urbanos, tratando de reconducir la herejía albigense. Es también uno de los fundadores de la orden de El Temple, que se convierte en un verdadero ejército al servicio del papado y de la ortodoxia cristiana. Es el que redacta los estatutos del Temple, con la agresividad de la defensa armada del mensaje cristiano. Dirigirá también la lucha contra los racionalistas representados por Abelardo y por la Escuela de Chartres. Gilberto de la Porrée, conductor máximo de dicha escuela conoce las furias de Bernardo.

La Segunda Cruzada si de en este momento. El motivo es la llamada de auxilio que la corte cristiana de Jerusalén solicita ante el avance de los turcos. El a papa pide a san bernardo que dirija la predicación de esta Segunda Cruzada. La jugada consiste en dirigir a los reyes hacia Jerusalén para que el poder de la Iglesia se imponga en y europea con mayor facilidad. No obstante, terminó en un gran fiasco, fracasando en sus intenciones. Este fracaso y el fracaso de la lucha contra la herejía albigense demostraría que era necesario negociar, con lo que la rigidez Bernardino se queda pronto obsoleta. L vía de la intransigencia que él representa no será la que guíe en curso de la historia medieval.

San Bernardo no es un filósofo. Era un gran predicador que exaltaba los ánimos hasta el delirio. En su escritura encontramos la apuesta por una vía que terminará siendo fecunda: el misticismo especulativo. Sus discípulos llegarán a su expresión más acabada en una forma se marca claramente el mecanismo para encontrar el equilibrio entre la racionalidad y el dogmatismo. E punto originario es una crítica violenta a la filosofía y a al ciencia profana, identificable con la prioridad y autonomía de la razón, cuestión aborrecible a sus ojos:

Hay quienes quieren saber con el sólo fin de saber, es la vergonzosa curiosidad. Otros quieren saber para ser conocidos, vergonzosa vanidad. Otros quieren saber para vender la ciencia a cambio de dinero o de honores, vergonzoso negocio. Pero hay otros que quieren saber para edificar, eso es caridad. Y otros que quieren saber para edificarse, eso es prudencia.

La posición de Bernardo es que la racionalidad, que por sí misma es un gesto de vanidad humana, sin embargo, puesta al servicio de la identidad religiosa, al programa de la caridad y de la prudencia forman la base legítima del saber en la sociedad religiosa.

Lo que le molesta de Abelardo es:

Puesto que estaba dispuesto a usar la razón para explicarlo todo, incluso aquellas cosas que estaban por encima de la razón, su presunción estaba contra la razón y contra la fe.

Es decir, tratar de trascender la razón por medio de la razón es irrazonable para san Bernardo. Por eso, no predica propiamente un irracionalismo, sino un racionalismo en el marco de la fe. ¿Qué hay más hostil a la fe que negarse a creer lo que no puede alcanzarse con la razón?, se preguntará retóricamente san Bernardo. El argumento típico y más citado de san Bernardo dice:

A la verdad la conocemos, pero ¿cómo pensamos que la comprendemos? La disquisición racional no la comprende, pero si la santidad. Si de algún modo es posible comprender lo incomprensible. Pero si no pudiese ser comprendida, sí eso no fuera posible, entonces el apóstol no habría dicho "y fundados en la caridad pueden comprender los santos". Luego puede ser comprendida, los santos comprenden. Si queréis saber cómo, sed santos y comprenderéis y sabréis.

Es decir, de ninguna manera se debe aceptar la prioridad de la razón sobre la fe. La vía de la mística especulativa parte de aquí, y se desarrolla tras la estela bernardiana, vehiculada por sus discípulos, a menudo más matizados y amables que el maestro. El camino hacia la verdad pasa por conocerse a sí mismo. Entonces de comprende que aunque se está hecho a imagen y semejanza de Dios, descubrimos que hemos perdido esa semejanza. Vivimos en el estado de desemejanza, aunque seguimos manteniendo la imagen, y esto es fruto del pecado. Si el pecado es la desemejanza, sólo mediante la represión del pecado (autodisciplina, autocastigo y represión de los instintos) encontraremos no ya la semejanza perdida, pero sí un abrirse cada vez más al reflejo de la imagen de Dios que hay en nosotros. Sentir la presencia, sentir que conocemos la presencial, sentir que podemos acercarnos a ella y finalmente la aceptaciones e la fe sin mayores pretensiones y entrar en comunión con Dios por interiorización. El conocimiento tiene una función en el proceso que lleva a la identificación con Dios que es la mística: el descubrimiento de los elementos que nos hace desemejantes a Dios.

La Escuela de san Víctor

Así, al separación entre el hombre y Dios, sólo se ahondará con el ejercicio de la mera razón sin no está al servicio de la mística especulativa cuya función es entender el pecado. Esta posición no es filosófica, sino hostil a la propia filosofía, pero alguno de sus discípulos como Guillermo de Thierry, de gran preparación filosófica, quien llevará a su punto álgido a la mística especulativa. Estos místicos (de la llamada Escuela de san Víctor) llegan a una presentación de la mística especulativa que tiene nostalgia de las Summae, y que se muestra proclive a una teología racional que vendrá de mano de santo Tomás de Aquino. La idea de armonía será central en esta etapa de transición: somos cuerpo y alma, y el cuerpo es el instrumento del alma. Por eso hay que cuidar el cuerpo (en crítica con el ascetismo de Bernardo). Entendido así, como instrumento que debe ser cuidado, al alma, por una serie de siete grados, se le abre la posibilidad de una intelección amorosa que experiment el equilibrio entre el conocimiento y el sentimiento. Así, la experiencia religiosa alimenta tanto con los afectos más íntimos como con el hambre de conocimiento.

Es el programa de la Escuela de san Víctor, montado en la alegría de la fe: el conocimiento cumple su papel, pero además se experimenta la religión como alegría, íntima satisfacción. El adusto espíritu bernardiano se troca en gozo espiritual. Hay una festividad de la visión, del tacto, de la presencia de los sentidos. Se vislumbra el optimismo franciscano por venir en el siglo XIII. Se trata de una operación de reconciliación. En la apropiación de la semejanza ya no se puede prescindir del conocimiento, se otorga a la racionalidad de quién tiene que llegar a esa cota sin la cual no hay intelección amorosa. La filosofía de la Escuela de san Víctor es una filosofía de la felicidad por medio del acercamiento a Dios con uso de la razón, de una intelección gozosa.

Dante coloca en La Divina Comedia a Ricardo de san Víctor (alma mater de la escuela de su nombre) en el círculo del sol, esfera de la felicidad absoluta por su proximidad a Dios, en una inspiración correcta de las pretensiones de las enseñanzas de esta escuela, tan alejadas del ambiente sombrío y represivo de san Bernardo, aunque se base directamente en sus enseñanzas. Este impulso dará lugar al mantenimiento equilibrado, por precario que sea, que permitirá que la filosofía que se veía ya agostada en el mundo bizantino, árabe o judío siga vigente en el Occidente europeo.