67. Signos de crisis

La poesía goliardesca supone como vimos la aparición de un mundo absolutamente nuevo: el descubrimiento de una sensibilidad diferente que se abre a la naturaleza y al amor humano bajo la perspectiva del gozo por la vida y del aprovechamiento del tiempo en la tierra. Esto comporta un signo de crisis del paradigma medieval, que estaba gobernado por una endiadis, una separación entre el mundo terrenal y el cielo al que podremos aspirar tras pasar por este valle de lágrimas.

Esta manifestación de una novedosa necesidad de creación de ideas y de cultura coincide con el punto más alto de subordinación del pensamiento filosófico al teológico. Esta apertura a una nueva sensibilidad ( o incluso sentimentalidad) se en el seno del movimiento dirige no hacia el mundo que nos rodea, sino hacia una comprensión diferente de la religión. El franciscanismo es un signo temprano de crisis toda vez que divide su alma en dos vertientes distintas, en lo que se ha dado en llamar la duplicidad del alma franciscana:

1. Por un lado se abre a una ortodoxia gestora de acaparación de instrumentos pedagógicos universitarios que el propio estamento eclesial tutela. Es la vía de la comunidad franciscana, y es seguida por la mayor parte de los franciscanos, como san Buenaventura o san Antonio de Padua. No declinan la finalidad recta que les ha otorgado la Iglesia, y no hay ruptura con el concepto de poder papal.

2. El otro lado tiene una finalidad diferente, que combate contra el papado. En el contexto mismo del surgimiento de la orden franciscana y por el propio carácter de san Francisco, que había reclamado un sentimiento nuevo de reconciliación con la naturaleza, el mundo se presenta no como un valle de lágrimas sino como una experiencia gozosa. Esto supone la aparición minoritaria en el movimiento franciscano de una corriente que dará lugar a una intensa polémica.

Efectivamente, a la muerte del fundador hay una serie de personajes disconformes con la aceptación para el franciscanismo de su situación como un aparato más de la Iglesia, y que reivindican la creación de un movimiento diferente. Hasta 1277 la situación es ambigua. La posición del franciscanismo rigorista (la minoritaria) se basa en el signo propio inicial de la orden: la pobreza como instrumento de renovación de la Iglesia. Esto, en un momento de excedentes económicos y bienestar del XIII es complicado de gestionar: la Roma papal se beneficia de un tributo de todas las comunidades mundiales, con lo que inicia una serie de inversiones grandiosas en la ciudad. Es el llamado Renacimiento Temprano: el crecimiento de la riqueza cedida a la Iglesia es enorme. El rigorismo franciscano choca con esta tendencia. En la medida en que es una ordo predicatorum, siempre existirá una minoría proclive a una pobreza absoluta sin propiedades ni en propio ni en común, viviendo de limosnas. Durante largo tiempo la posición mayoritaria no hace mucho caso a estas posiciones rigoristas y se vuelca en el aspecto cultural y educativo de la orden.

Sin embargo, esta otra alma pobre se convierte en un elemento de crisis porque convive con la disputa que los reinos y la monarquía francesa (dominante en todo el XIII) para evitar las maniobras de la Iglesia para reconquistar completamente el poder terrenal. Había de un lado órdenes militares y de otro órdenes mendicantes, ambas dispuestas a obedecer las órdenes del Papa. El rey francés Felipe IV el Hermoso sostendrá una batalla a muerte con estas organizaciones eclesiales para dificultar el ejercicio del poder papal. El ascenso de los estados nacionales empieza a ser un problema en el concierto político mundial. Francia y Inglaterra surgen con conformaciones similares a las actuales como resultado de la Guerra de los Cien Años. Y si hay algún punto en el que todas las coronas coinciden es en el interés de mermar el poder de la Iglesia. El hecho de que los rigoristas franciscanos se conviertan en una piedra de toque en este concierto se explica por el hecho de que eran una semilla antipapal, favorable a los Estados, en el mismo centro del dispositivo papal. El pensamiento político del siglo XIV no se entiende sin el concurso de estas fuerzas. Los rigoristas fueron utilizados por las monarquías para minar el poder papal. La fuerza, obviamente, no estaba en esta minúscula facción, sino en la monarquía francesa.

A la muerte de Felipe IV empieza a irle mal a Francia en la Guerra de los Cien Años. Su política había ido encaminada a la destruccion de la maquinaria papal. Manejó para ello tres recursos:

1. Comenzó con la destrucción y represión de los Templarios, pasando sus riquezas a la corona francesa.

2. Siguió con el control estatal de la educación, lo que influyó en la generación y difusión de nuevas ideas.

3. Un tercer elemento utilizado de modo sistemático por Francia: la política fiscal que el papado ejercitaba, eliminando la obligación de pagar tributos a dominicos y franciscanos, y dándoles autonomía sobre las leyes de los reinos. Los estados no podían meterse en la vida de los monasterios ni en el control de sus rentas. Felipe IV acabó con estos privilegios fiscales, llegando a cabo una labor de eliminación de los mismos mediante agentes fuertemente ideologizado a a favor del poder monárquico. Egidio Romano es uno de tales agentes, que creó argumentaciones que posibilitó a los estados a luchar contra el universalismo monacal al servicio de la Iglesia. Aquí entran los descontentos franciscanos, que reivindicaban la pobreza, convirtiéndose en agentes directos, aunque inconscientes de los estados.

La inmediata herencia del legado franciscano fue de tolerancia hacia los rigoristas, aunque fueran minoritarios. Esto es así porque rigoristas fueron los primeros seguidores, contemporáneos del fundador. Ya en 1230 se forma un capítulo solicitando un dictamen del Papa Gregorio IX, pidiéndole que se respete el testamento de san Francisco en la gestión de la regla franciscana. El papa Gregorio IX contesta negativamente pero con mucha prudencia y conciliación. Se propone desde Roma el nombramiento de unos nuncios apostólicos externos a la orden que controlen sus bienes, y así la propia orden es como si no los tuviera. Se trataba de una ficción jurídica muy hábil porque por un lado satisfacía las demandas de los rigoristas, y por otro aumentaba la dependencia de la orden de la Santa Sede. La forma final es que los franciscanos pueden estar tranquilos, haciendo un uso pobre y moderado de los bienes que pertenecen a la Iglesia.

Lo que ocurre es que en el tercer generalato de la orden entra en el juego un gran personaje: Gerardo de Beza, segundo catedrático de la orden en la Universidad de París. Es el autor un tratado de 1259 en el que se produce una operación de honda trascendencia: el redescubrimiento por parte de los rigoristas de la tradición de Joaquín de Fiore. Recordemos que era un milenarista, que nunca fue condenado, que señalaba que el cristianismo es la renovación del mundo, en tres fases: promesa, redención y espíritu. Lo que dice Gerardo es que la realización del reino de Cristo se debe hacer mediante la forma de una organización no jerárquica, porque el espíritu suprime la jerarquía. Debe hacerse fundando una sociedad igualitaria eliminando al propiedad y predicando el uso común de los bienes, conforme a la regla franciscana. Así, la orden franciscana debe dejar de ser una orden al servicio de la iglesia para convertirse en un modelo de la sociedad en su conjunto. Y todo eso lo dice el segundo catedrático franciscano de teología de la Universidad de París, tras san Buenaventura. Evidentemente, esto no estaba en el guión, y fue objeto de intensos debates.

En estos debates se defiende, contra la idea franciscana:

1. Sin jerarquía no hay salvación, un mundo igualitario es un peligro porque desaparecería la autoridad evangélica.

2. Un mundo sin propiedad es un mundo totalmente injusto. Si no hay propiedad no habrá ningún incentivo, aparecerá el hambre y se desarrollará una economía no productiva de vagos y maleantes.

3. De 1229 a 1231 se produce una huelga de estudiantes ininterrumpida de tres años. Pedían que los catedráticos fueran elegidos por el consistorio mediante pruebas objetivas, no por designación papal.

Lo cierto es que el Papa condena la obra de Gerardo de Beza y empieza a poner limitaciones al franciscanismo rigorista, que serå denominado a partir de entonces como Los Espirituales.

Otro pensador muy importante, y silenciado, del espectro franciscano será Pedro Olivi (Petrus Iohannis Olivi, 1248-1298) En el contexto mismo del surgimiento de la orden franciscana y por el propio carácter de san Francisco, que había reclamado un sentimiento nuevo de reconciliación con la naturaleza, el mundo se presenta no como un valle de lágrimas sino como una experiencia gozosa. Pedro Olivi será un pensador que va al fondo del asunto: convergencia con el joaquinismo y disidencia con la política papal. Pedro Olivi tiene claro el recorrido correcto; su vocabulario es cada día más emocional y comprende que la teocracia papal se basa en una conclusión incoherente. El Papa no tiene poder temporal, tiene poder espiritual, pero ese poder es capaz de juzgar sobre las acciones del poder temporal, por lo que tiene una prelación incluso sobre el Emperador. El argumento de Pedro Olivi es mostrar la incoherencia de esto esquema: si lo que se trata es de juzgar, se trataría de un poder moral, no ejecutivo. De ese poder no se puede obtener la exención de impuestos para órdenes concretas, el Papa no puede otorgan derechos y prebendas horizontales porque estaría socavando el poder civil. Por eso el poder de la teocracia debe ser exclusivamente una autoridad moral, el consejo y la advertencia. Olivi es un agustiniano, pero que admite a Aristóteles. Elimina la teoría de la iluminación de san Agustín a favor de la teoría de la abstracción de Aristóteles.

El definitiva la conclusión última de Olivi es que la Iglesia no puede pedir privilegios a los estados, el poder político temporal debe estar exclusivamente en manos de los Estados, y una Iglesia verdadera debe ser una Iglesia espiritual que se centra en la conquista de la salvación en el terreno espiritual. Los Espirituales se desgajarán de la comunidad franciscana para vivir su fe en los términos puros del fundador y en contra de la autoridad papal. Son exilados a Armenia con lo que el poder Papal cree haberse librado de este germen de disidencia, pero no será así: Pedro Bucerato, conocido por frater liberatus volverá amenazando al poder papal, consiguiendo posición preponderante en el concierto político del momento.

A la muerte del papa Nicolás III la interferencia del poder político es tal que el concilio ya no tiene capacidad ni para decidir el próximo Papa, permaneciendo por dos años sin llegar a una decisión suficiente. Al final es nombrado Papa Celestino V en (1294-1294), no llegando al año dé pontificado.Celestino V se apoyó en todos los que quieren la renovación de la Iglesia, por lo que los Espirituales le presenta sus planes de desvinculación del Papado con el poder temporal, cosa que acepta. Será el único Papa que defenderá a los Espirituales, que empiezan a conocerse como los fratrichelli. La curia le obliga a dimitir, cosa que hace amilanado, y el colegio cardenalicio elige al que intentó devolver a la iglesia el poder que tenía con Inocencio III por última vez, fracasando estrepitosamente: Bonifacio VIII.

La diferencia entre la obra de Joaquín de Fiore y los fratrichelli, encontramos que la obra del primero no tiene relevancia política. La importancia del pensamiento de los espirituales de san Francisco es que le dan función política, atribuciones prácticas que inciden sobre el debate que domina a las potencias europeas. Bonifacio VIII concibe el papado como la restauración del poder temporal de Inocencio III. Casi lo logrará. Es el impulsor de la obra de Giotto y de la renovación arquitectónica de Roma, y con ella la identidad de Roma como la ciudad papal, que se convierte en el centro de peregrinación por excelencia a partir de año jubilar de 1300. Roma se convierte en el centro del mundo otra vez. El partido de los gibelinos se enfrenta a esta decisión papal, y mientras tanto Francia estaba implicada en una guerra con Inglaterra, iniciada con Fernando IV el Hermoso. La posición de construcción del propio estado francés pasaba por eliminar el poder papal.

Así, de un lado tenemos un efímero papado, el de Celestino V, que ha dado credibilidad a las tesis debilitadoras del poder papal, seguido de un fortísimo pontificado de abominación VIII en sentido completamente contrario, con persecución a los Gibelinos, con una victoria completa. Estamos casi ya en el Renacimiento con un resurgir del poder romano. E triunfo romano ha sido sencillo, pero no puede usar las mismas estrategias con la monarquía francesa. Dos factores endrån en contra del papa:

1. El clero francés, que ve mucho más cercano el poder del rey que el del papa, se muestra totalmente a favor del monarca, de conferirles al menos el derecho de otorgar los grandes cargos eclesiásticos.

2. No es cierto que frente a sí el pontífice tenga los restos de un poder imperial caduco representado por los gibelinos, la realidad es que se trata de un movimiento pujante. Todos los que están en desacuerdo con la teocracia se convertirán inmediatamente en aliados reales de los estados. Existe además una alianza estrecha entre los franciscanos espirituales con estas nuevas corrientes contrarias a la teocracia.

Bonifacio VIII suspende los decretos de Celestino V, obliga a Los espirituales a integrarse de nuevo a la comunidad franciscana y a doblegarse a sus normas. Los fratrichelli reaccionan poniéndose de acuerdo en la tarea de demolición del papado de Bonifacio VIII, que se convertirá en una erosión de las intenciones temporales de la Santa Sede. El gran poeta Giacoppo descubre las virtudes de los espirituales y se dedica a vivir la santa pobreza. Percibe que lo que está en juego es una lucha política, con lo que propone un lema que se hará célebre: " asissius contra parissius", es decir: el mensaje de san Francisco contra los grandes teólogos de París. A este autor debemos la aparición del sentimentalismo franciscano convertido en cut denté arma política.

Otro autor importante es Ubertino de Casale. Ofrece una ideología tan simple y demoledora que es seguido por el pueblo, aceptando un fuerte núcleo filosófico en su pensamiento. Pertenecía a los espirituales de Florencia, y soporto la condena de Benito XI y de Alejandro IV. Se separó por tanto de la comunidad franciscana, y escribió su obra Arbor vitae crucifixae Jesu Christi hacia 1294. En ella explica en clave sentimental el movimiento espiritual franciscano, y se percibe una argumentación fundamental que sostendrá la práctica política de los espirituales. Afirmará que la autoridad de Dios está en el pueblo de Dios, y por lo tanto el Concilio está por encima del Papa. El argumento es filosófico: que el poder civil este en unas solas manos es lógico, porque ahí se juega la capacidad del castigo temporal, la capacidad sobre los cuerpos, que exige la unidad jurisdiccional tribunales unitarios, leyes,etc. Por eso es conveniente que la soberanía civil este en manos del rey. En cama io la soberanía de la iglesia es sobre las almas, pero éstas no pueden ser reprimidas en la tierra, sino juzgadas en el cielo. Sólo un herėtico puede reivindicar un poder sobre los cuerpos, cuando lo que se juega en la religión cristiana es la salvación de las almas. Dios quiere la redención de cada una de ellas, por tanto la fuente de la soberanía no puede ser, como en el derecho civil, el poder personal, sino la voluntad del pueblo de Dios. Ubertino es el primer teórico del conciliarismo. El Papa se vió incapaz de contraargumentar a este tipo de razonamientos.

Miguel de Cesena (1270-1342) fue un ministro general de la orden franciscana siguió argumentaciones similares frente al Papa. Convirtió al movimiento franciscano en favorable a las tesis políticas al servicio de una sociedad igualitaria,me interpreto el poder del papa (ya entonces Juan XXII) en los límites del concilio. El Papa, ante estas declaraciones en capítulo de una orden que debiera estar a la servicio del Papa, fueron un escándalo en la Curia Romana. Miguel moriría excomulgado, siendo otro de los puntales del conciliarismo.

Como conclusiones:

1. Por el debate de la pobreza, la aplicación del sentimiento y el surgimiento de las ideas concilia ristras no fue posible el mantenimiento del conciliarismo.

2. El crecimiento de las monarquías habría sido suficiente para este debacle papal pero no habría tenido el sostén ideológico que propició el punto 1.