69. Averroísmo Latino II

Todos los elementos vistos en el tema anterior convergen en el movimiento muy polémico que denominamos Averroismo latino. Se constituyen en una especie de máquina de guerra que haga imposible la continuación de los ideales de teocracia en la Edad Media. Se provocará una reacción que será el centro del pensamiento del siglo XIV.

Además de la crítica de la teocracia, de la potestas civilis de la Iglesia, de la aparición del individualismo, es necesario comprender cómo todos estos elementos ideológicos convierten el mecanismo teológico en una máquina inservible, el franciscanismo disidente o espiritual coincide con el averroísmo latino, y de esta confluencia surge el fin del pensamiento medieval. Esta convergencia supone un cambio de mentalidad absoluto, atisbado en los Goliardos, y patente ahora en la convergencia en la corte de Ludovico IV entre estas dos corrientes: franciscanismo espiritual y averroísmo latino.

Las polémicas de los espirituales sobre la pobreza acaba implicando a la totalidad de la comunidad franciscana, y acaba mal con la excomunión de Miguel de Cesena. Este "mal término" tiene el resultado de la diáspora de los fratrichelli a la corte imperial de Ludovico IV, las condenas a los aristotélicos Siger de Brabante o Boecio de Dacia tiene la consecuencia de la huida de la Universidad de París, y su marcha a la corte imperial, Guillermo de Ockam, Miguel de Cesena y otros iniciarán el mismo camino hacia el amparo del poder imperial. La apariencia de triunfo del poder papal tiene como consecuencia está reunión de fuerzas intelectuales en la corte imperial, lo que produce una convergencia de fuerzas que derribará el poder papal entendido en su forma medieval. Se forma una maquinaria de pensamiento de gran poder que iniciará el siglo XIV con una gran crisis de la que saldrá la imagen de un mundo completamente nuevo que ya no está descrito por la relación tensa y estable entre los poderes papal e imperial, como ha ocurrido en todo el medievo.

La muerte de Bonifacio VIII es la muerte de la última aspiración de una dominación completa del poder eclesial y de la dominación de la teología sobre la teología. El cónclave subsiguiente elige a Clemente V, papa francés. Los papas avignonenses, al renunciar a la sede vaticana han expresado ya su subordinación al poder civil. El segundo de los papas avignonenses, Juan XXII, enteco de cuerpo y grande de alma en las descripciones, protagoniza el último rifirrafe, la última gran apuesta en el que de una u otra forma la potestas de la Iglesia se imponga como maquinaria política. Este último momento da lugar a debates interesantes, aunque en realidad no es tal debate pues Juan XXII está bajo hospitalidad de la corte francesa. Se trata de una repetición de los debates entre la corte y Bonifacio VIII, pero a modo de farsa. A pesar de ello, comporta muchos aspectos interesantes este último esfuerzo de Juan XXII, en el que se producen grandes momentos teóricos, aunque de modo farsante en un momento en el que Juan XXII ya tiene la batalla perdida antes de empezar, por defender posiciones que pertenecen al pasado irrecuperable. Ahora los individuos ya se perciben nítidamente, el poder temporal es humano y sólo humano, y los restos ideológicos del siglo XIII se van disolviendo con rapidez. El imperio no logrará imponer su política, pero generará hacia el futuro la idea de una recomposición necesaria que deberá ser hecha con otros mimbres diferentes.

Clemente V es un papa de transición, sin mayor trascendencia, y da paso a Juan XXII, como hemos dicho. Con la solución de llevar la corte papal a Aviñón no pueden estar de acuerdo los emperadores alemanes del Sagrado Imperio romano germánico. Enrique VII, emperador cuando Clemente V muere, es un muchacho que decide bajar a Italia a poner en orden la parte italiana del Imperio. La desaparición del papado en Italia implica una distorsión importante en los estados italianos. Enrique VII es recibido con los brazos abiertos por los gibelinos, que esperan que la desaparición del Papa puede servir para reordenar la política italiana. Sin embargo, muere en breve sin poder ejercer el poder.

Dante Alighieri

En ese momento está escribiendo De Monarchía en Italia Dante Alighieri. Este tratado es indigerible si no se acepta previamente el planteamiento averroísta de la separación entre teología y política. Todo lo que no es relativo a verdades eternas debe ser pensado desde la racionalidad humana. Dante era un güelfo, es decir, proclive a la soberanía papal. Sin embargo, a pesar de ello defiende una política que en su base es profundamente gibelina. Muchos ciudadanos güelfo a de corazón, aceptaban la autoridad papal, pero no querían que la construcción política del papado fuera teocrática. Eran los llamada güelfos blancos, a diferencia de los güelfos negros, proclives a una verdadera primacía política papal sin medias tintas. De Monarchía se escribió hacia 1313-1314. El criterio de polëmica ha cesado ya y ha empezado el momento de las nuevas propuestas, ajenas al mundo medieval. En esta obra se presenta un planteamiento averroísta: el poder papal debe ser privado de sus atribuciones civiles y políticas: es un poder meramente espiritual. Como güelfo, no está contra la potestad papal: al contrario, indica que ese poder espiritual y no civil será un fenómeno que dará prestigio y hará más grandiosa la influencia del papa en la cristiandad.así, la eliminación del poder civil será una verdadera liberación para el Papa.

Anulado el poder temporal de los papas y convertido en un poder de convicción espiritual, transmitido por el poder de las escrituras, el poder civil sería ejercitado por el Imperio y las monarquías nacionales. El poder civil podrá ser ahora meramente racional, liberado a su vez de las cuestiones teológicas y espirituales. Ambos poderes habrán soltado el lastre que no les correspondía. Eso es lo que Dante defiende en De Monarchía. El Imperio tendrá la totalidad del poder temporal, ejecutivo y legislativo. Dante es, desde este punto de vista, extraordinariamente moderno. Define la ley independientemente de la coerción para imponerla, asume un sistema centralizado legislativo y centra la soberanía en una estructura temporal jerárquica. La teoría del Imperio de amante es la visión de una Europa que convive la política como una identidad propia de Europa. Hay en Dante un respeto indiscutible en la Iglesia, en la convicción de que la propia Iglesia puede aceptar este esquema de cosas. Sin embargo, el final de la vida de Dante será sintomático de su excesivo adelantamiento a su tiempo: sería un esquema que hoy llamaríamos naïf: la Iglesia no estará dispuesta a abandonar las riendas del poder temporal y la solución de Dante, pese a ser muy moderna, no será sino el fruto de un deseo racional, pero insatisfecho. Las formas reales en las que se desarrolló el tránsito de la Edad Media a una época plenamente moderna fueron muy diferentes de las que imaginó Dante.

La muerte de un Enrique VII envenenado, supuso una inestabilidad completa, luchas internas en Italia, luchas en el Imperio y la situación se una Iglesia convertida en un instrumento controlado por la corona francesa. Los electores eligieron a Ludovico IV (Luis de Baviera), mientras que ciertos electores eligen a un miembro de la casa de los Habsburgo, Federico de Austria. La reacción del más potente de los candidatos, Ludovico IV es tremenda: forma un gabinete de crisis en el que están los fratrichelli huidos de Aviñón: Ubertino de Casale, Miguel de Cesena, etc. También está Marsilio de Padua y Guillermo de Ockam. En el gabinete de crisis de un candidato al imperio, Luis de Baviera, están concentrados todos los que van a dar lugar a la visión moderna, todos ellos aliados del imperio y en contra del poder papal. Elaboran el Manifiesto de Sachsenhausen, contrario al poder papal. Este manifiesto de 1316 es una condena papal. Sus afirmaciones principales son:

La soberanía es la soberanía imperial, no papal. Está pensada para arbitrar los conflictos, el papa que apoye una dese de la monarquía francesa no es un verdadero papa, pues el verdadero papa debe ser universal. El papa no tiene potestad civil, y si la pretende es herético, no tiene otro poder que el orden persuasivo de quién tiene en sus manos el depósito de la fe.

El resultado externo de todo esto es que Ludovico vence sobre Federico, éste le jura fidelidad caballeresca y hay una reconciliación civil entre ambos. De acuerdo con las ideas de Marsilio de Padua, Ludovico se corona mediante una ceremonia laica, tras lo cual se hace un enjuiciamiento de Juan XXII, que es depuesto del Papado, que de aquí en adelante será un is resumen to en mano de los Estados.

El Defensor Pacis de Marsilio de Padua centrará los supuestos teóricos de esta fase, sin embargo las bases ideológicas la estaban puestas. Marsilio de Padua lo que hará es efectuar una espléndida síntesis de todas ellas, ya incipientes en los franciscanos espirituales.