44. Concilio de Nicea

En los casi noventa años desde la declaración de las grandes persecuciones hasta la construcción de una ortodoxia cristiana sucedieron una cadena de acontecimientos de los que Orígenes no es sino una fase inicial. A partir del giro histórico que significó la recepción por Constantino como ideología que debía cohesionar las bases sociales del Estado, el esfuerzo de Orígenes supone un discurso en el que debían quedar incorporados todos los elementos de una paideia que ya no iba a ser el del paganismo. Este discurso tiene como elementos principales:

1. La imagen central de un dios que va a servir de elemento estructural básico. Es un nuevo neoplatonismo que no presenta el Uno como instancia que está en todos los elementos de una gradación ontológica, sino que ha sido convertido en substancia, y ha sido puesto dentro y fuera de lo real.

2. Una escriturística que da posibilidad a esa estructura teológica.

3. Ese establecimiento de una educación determinada, que permita que el cristianáis es eficaz en los términos concebidos por el propio desarrollo histórico desde el que es llamado.

Son elementos controversiales en los siglos IV y V, y terminan configurando el cristianismo como el recambio de la cultura occidental. La historia de esos ochenta años tiene sus componentes extravagantes, y está plagado de discusiones teológicas abstrusas y artificialmente elaboradas, hasta el punto de que se hace difícil entender la conexión de todo esto con los asuntos importantes de cohesión social que e tamos mencionando como base de todo el proceso. Sin embargo, son temas de gran interés en la toma de decisiones pragmáticas de gran importancia práctica, como se verá.

Constantino nunca fue cristiano, y cuando produce interesadamente la transferencia hacia un monoteísmo prefigurado en el neoplatonismo, está introduciendo un elemento problemático porque no hay una doctrina cristiana ortodoxa y acreditada: hasta ese momento el cristianismo ha sido cosa de grupos diversos numerosos pero no unificados. Es importante comprender que realmente el cristianismo adopta la figura de una fe unificada solamente cuando deja de ser perseguido y se ve convertido en doctrina oficial del culto imperial. Incluso convertido en culto oficial quedarán por concluir muchísimos aspectos de unificación doctrinal.

Las controversias del momento deben verse a la luz de estos acontecimientos, y no como puras controversias teológicas en vacío de todo contexto; fue un asunto de salvación pragmática, real, política y no había preparación doctrinal necesaria para afrontarlos, motivo por el que hubo que trabajar sobre la marcha de modo controversial en muy pocos años. Ese ajuste de cuentas fue dramático, y en virtud del cual se improvisó un sistema rígido de creencias, porque lo que en ello iba era sencillamente el cumplimiento de una función que repentinamente se asignaba a un sistema que hasta el momento sólo había sido un sistema de creencias individuales de salvación personal.

La evidencia histórica de que el paganismo fue sustituido por el cristianismo se suele entender en el sentido de que había un cristianismo con una solución de repuesto para lo que había significado el paganismo para la cohesión del mundo antiguo, y eso es una enorme falsedad histórica. No había un cristianismo en el sentido doctrinal, había creencias cristianas, y una sociedad mayoritariamente cristiana, una masificación social que apela ya al Dios cristiano, y a Cristo, pero sin orden ni concierto. No hay Un Cristianismo. Por eso la fase final es la necesaria referencia unificatoria, y no puede extrañar que la historia del comienzo del triunfo del cristianismo sea la historia de las grandes controversias teológicas. La decepción de Constantino fue enorme, hasta decidir intervenir sobre la "jaula de grillos" con la que se encontró donde se esperaba una creencia compacta y unificada. Cuando en 324 Constantino se hace cargo con al totalidad el imperio, le urgía una creencia unificada de la que no disponía.

Inmediatamente después de ceder la oportunidad al cristianismo, éste se manifiesta como mínimo bifronte, y como máximo como fuente de inestabilidades para el imperio que Constantino no puede consentir. Los tres elementos de esa fuerte inestabilidad que hacen urgente la unificación son:

1. La falta de una referencia a los escritos sagrados. No hay canon.

2. No haya acuerdo sobre la imagen de Dios y sobre el significado de Jesucristo.

3. No haya cuerdo sobre la importancia de presentar el cristianismo como una teología, según el modelo de Orígenes, como un discurso que incorpora la gnosis haciéndose de ella algo distinto.

El problema de la declaración misma de la naturaleza de Dios es axial. El modelo tradicional que ha dominado en la praxis del cristianismo es el monarquismo: Dios es pensado como rey, jefe del universo; y Cristo, en tanto que hijo de Dios, es divinizado y elevado a la categoría de Dios, como la expresión de Dios, que lo subordina a dios en un sentido preciso: por mucho que se pueda decir que ha sido engendrado sin instancia temporal alguna, le está subordinado. Este subordacionismo es puesto en cuestión en cuanto el crítica simio es puesto en al tarea de la paideia imperial, y por un buen motivo: si de acuerdo con la ortodoxia de a Patmos es pensado como λόγος es por una razón fundamental: Dios es incognoscible, e inaprensible por el lenguaje, Dios es presentado incluso como no-ser, aquello de lo que no podemos hablar. La teología que presenta a Cristo como λόγος proporciona en tanto que espressio dei, la accesibilidad al propio Dios. Sin embargo, en cuanto al cristianismo se convierte en la doctrina imperial se trocan las necesidades, y se hace imprescindible decidir si ese λόγος que significa Jesucristo es subordinado o no al Dios Único, por simple necesidad de tecnología política.

Parece un problema teológico de extraña sutilidad, pero se trata de un tema político de extrema importancia: si Cristo es Dios en el mismo sentido que lo es el padre, la propia afirmación de esa divinidad conlleva la legitimidad completa de todos aquellos actos que se hacen en nombre de Cristo. Si por el contrario Cristo está subordinado a Dios, entonces el artefacto político que se refiere a Cristo es contingente y puede ser cambiado, ya que sólo es una expresión de Dios. Desde el punto de vista teológico está en entredicho la naturaleza de Cristo, pero desde el punto de vista político está en entredicho la legitimidad del Estado, y esto es un juego de una importancia inmensa.

El Concilio de Nicea, del 325 es contempla exactamente esto. La posición de Constantino es que no hay alternativa a la constitución política del Estado, porque Jesucristo es Dios. La posición de Orígenes, de Cristo como δεύτερος θεός, deviene inconveniente, y debe ser arrumbada. El término ομουσιος se refiere a la identidad de substancia entre dios Padre y Cristo, y la teología de Orígenes no estaba preparada para ser una teología que sostenga al Imperio. Por ello en Emperador Constantino convoca un Concilio Ecuménico en Nicea (ecuménico se entiende como universal, siendo el primero en realidad y el segundo en la invención tras el Concilio de Jerusalén, que como vimos fue una mera reunión de varias personas).

El tema central fue la naturaleza de Cristo por los motivos arriba reseñados. La teología de Origenes era realmente una reelaboración de la Escuela de Alejandría, y no había sido recibidas pacíficamente en todo el mundo cristiano, pues la Escuela de Antioquía (o Escuela siriana) optaba por la interpretación del cristianismo en sentido histórico. Pretendían los siríacos presentar un cristianismo apegado a la historia, al ευ-άγγελος. De hecho, discípulo de Luciano de Samosata, Arrio, se opuso a cualquier interpretación que tuviera cualquier contenido teológico. No hay una teología arriana, porque Arrio lo que niega es precisamente el gesto teológico. Para ėl lo fundamental es mantener el cristianismo en el seno de una tradición histórica, es un ejemplo de vida basado en la vida de Cristo, como emisario de Dios. Ese emisariato de Dios lo hace subordinado necesariamente. Jesús es el enviado, y la paideia defendida por la Escuela Siríaca consiste en seguir su ejemplo. La paideia arriba a no puede reconocer el estado como una expressio unívoca de Dios, luego no puede concebir para el estado una necesidad como lo hace la teología política que defiende Constantino interesadamente. El Papa Silvestre I se desliga de la asamblea universal que es el concilio, del enaguo en sus representantes, iniciando así una larga tradición que tendría múltiples consecuencias. Las consecuencias son:

1. A partir del Concilio de año es el cristianismo es una teología.

2. Se consagra la fórmula según la cual Jesucristo es de la misma naturaleza (homousios) que el Padre.según ello Cristo es la expresión un invoca de Dios, Dios verdadero de Dios Verdadero, engendrado y no creado, de la misma naturaleza que el Padre.

No hay cristianismo antes de esta declaración en el sentido de que está declaración constituye doctrinal estén el cristianismo. Orígenes es condenado por mantener una óptica subordinacionista. La fórmula de δεύτερος φεός queda proscrita. A partir de Nicea Jesús queda equiparado exactamente a Dios, la única distinción que se puede hacer es hipostática, y no arrastra la subordinación de Cristo a Dios. Esto es una operación política totalmente ajena a la tradición del cristianismo hasta ese momento. Oriente entiende que se trata de un apaño entre el Empersdor y el a obispo de Roma, que dé réditos importancia relativa al obispado de Roma como así fue, pues la sucesión Papal empieza allí a tener categoría de jefatura indiscutids de la Iglesia Universal. Con el horror de las iglesias orientales.

Constantino reconocerá un error al ver el revuelo que en Oriente ocasiona estás decisiones. Realmente una condición subordacionismo era más deseable para el imperio, aunque no se supo ver en ese momento, y el Concilio fue diseñado para lograr lo contrario: la condición de subordinación establece una imagen jerárquica en la que el Imperio se muestra bien situado y afianzado, mientras que con la visión univocista el Estado se convierte en cautivo de la teología, y está sujeto a las decisiones de la Iglesia. Aquí están dadas todas las condiciones para entender la Querella de las Investiduras entre los años 1075 y 1122 siete siglos después. El artefacto teológico de Nicea otorga la verdadera auctoritas a la Iglesia. Constancio II, hijo de Constantino verá perfectamente la jugada, convirtiéndose en arrianista convencido.

La Escuela de Capadocia es una escuela intermedia entre ambas tendencias. Su obra tiene una gran perfección formal con autores como Basilio el Grande (330-379) o san Gregorio Nacianceno (329-389). La formación del canon de las escrituras no se forma hasta que se expurgan todos los textos gnósticos y apócrifos, se crea una declaración de canon sin una fecha fija. El listado de los documentos inspirados nunca fue aceptado por todas las iglesias, existiendo incluso hoy diferencias con la Iglesia adopta, por ejemplo. A la Declaración de Nicea le falta dar una explicación irresoluble en términos de una espressio dei unívoca: si se identifica a Dios con el λόγος, y a éste con Cristo, la creación se convierte en incomprensible: en efecto, ¿cómo puede ser que Dios pueda ser creador de modo que la criatura sea otra cosa que él, algo distinto que él, si Cristo, que es el λόγος, no puede tener otra expresión que el mundo creado? El desarrollo de la teología deberá dar cuenta de esto, justificando que haya un mundo distinto de adiós admitiendo la consustancial ideas entre Padre e Hijo. Esto será labor de la Teología del Espíritu. El Espíritu Santo es lo que hace posible la teología política. El Espíritu Santo ha estado siempre en la tradición cristiana, ya aparece en Pentecostés. El Espíritu Santo es el vínculo que une a todos aquellos que están juramentados sacramentalmente, es pues la fuerza que da al fiel la capacidad de vivir su fe y de sentirse incorporado a los segmentos de la organización cristiana. En el siglo IV, al servicio de la declaración de Nicea, se contempla una nueva geología deudora completamente del neoplatonismo, que permite completar el edificio doctrinal cristiano.

La teología del espíritu olvida la noción de κιονονία, ahora el Espíritu es la relación entre el Padre y el λόγος, a partir del cual se puede explicar la creación como algo separado de Dios y sin embargo fruto de una emanación divina. El Espíritu deja de ser la comunidad de los fieles, para convertirse en el lazo que permite un neoplatonismo cristiano donde adiós puede ser simultáneamente substancia separada y expresión a través de Cristo. En tanto que substancia separada, es Dios Padre, en tanto que expresión tiene una eficacia creadora en virtud del Espíritu Santo. El Concilio de Constantinopla, que sólo se conoce como ecuménico a partir de la declaración de Calcedonia del año 451, que da continuación a la doctrina de año da, fija el concepto:

Creemos en el Espíritu Santo, señor y vivificante que procede del Padre y del Hijo, y que juntamente con el Padre y con el Hijo es adorado y glorificado y que habló por los profetas.

En la declaración de Calcedonia del año 451 es donde nace el Cristianismo tal y como lo conocemos actualmente. Allí se define la auctoritas de los Santos Padres de papado romano, y la doble naturaleza de Cristo como Dios y Hombre, sin confusión, cambio ni separación, concurriendo en una sola persona e hipóstasis por virtud del Espíritu Santo. Estamos ante un artefacto racional político muy alejado de la lectura de las bienaventuranzas, estamos ante el verdadero nacimiento del cristianismo.