17. Aristóteles III

¿Cuándo tenemos definiciones? Cuando podemos asignar existencia a los sujetos. En Platón se resolvía con la analítica de disolución de los enunciados en sus elementos mínimos, es decir: el camino de la dialëctica platónica. En Aristóteles, para que el juego de las definiciones tenga sentido es necesario asignar o atribuir existencia, y comprobar seguidamente que tiene sentido atribuirle predicados.

La asignación de existencia marca el método aristotélico. Solo va a ser sometido a definición aquello que sea susceptible de ser asignado a la existencia. Podemos asignar existencia en matemáticas a cosas tales como el número, la magnitud, la superficie, el plano, el volumen, etc. Como nos movemos en el terreno abstracto de los entes universales, los asignamos como existentes no porque podamos percibirlos con los sentidos, sino porque intervenimos en el mundo racionalmente a los que obligadamente asignamos existencia. Esta actividad humana se denomina ontopraxeología: con. Sustrato asignación conceptual estamos añadiendo al mundo algo que no se percibe. Nosotros introducimos un juego conceptual del que establecemos que tienen que establecerse como existentes ciertas entidades abstractas, y en virtud de ello, la ciencia es posible.

Así, lo que hay no es un mundo y nosotros frente a él. Lo que hay es un mundo al que añadimos una serie de conceptos que en el mundo sin nosotros no se dan. Esa constructividad hace que el problema de la definición sea ahora mucho más sencillo. Es nuestro pensar, nuestra inducción intelectual, que implica una violencia sobre el mundo, la que inserta en la realidad estás entidades que permiten el conocimiento del mundo. Estos universales sólo existen en los objetos singulares, y de ellos podemos hallar sus atributos esenciales en número finito, porque definimos lo que previamente seleccionamos, y seleccionamos de acuerdo con una construcción que nosotros mismos introducimos en la realidad.

Con esto resolvemos al cuestión de sujeto, y para los predicados hacemos algo de la misma índole: la aplicación de axiomas (determinaciones racionales cuya comprobación existencial es posible, pero no figuran en la percepción sensible, sin irrupciones de la razón en el mundo). Estos axiomas, tienen como validez el hecho de que dada la intervención racional, encontramos que en la existencia de las cosas reales se cumplen siempre. No se da el caso de que pueda haber evidencia empírica en contra.

¿Habrá elementos trascendentales, axiomas, que estén presenten en todas las ciencias? Aristóteles responderá afirmativamente, y los llama principios. Son máximamente generales e indemostrables, y sin ellos todo intento de construir una definición sería inabordable. Tenemos el principio de no contradicción, el del tercio excluso y el de identidad. Son los elementos mínimos de todo sistema que permita hacer ciencia y crear conceptos. Como no se deducen de principios anteriores, son indemostrables. Aquello que debe producir y permitir el conocimiento cierto dependen de una acción electiva, ontopraxeológico de acción humana.

Platón se había encontrado con un mundo inteligible que en la teoría platónica existe sin necesidad de apelar al mundo sensible, dada la ruptura entre ambos mundos. Ahora la sofística ha madurado y ha derivado a un cariz escéptico. El escéptico, como Crátilo, es ahora el rival de la filosofía. La respuesta de Aristóteles no es separar un mundo que se debe postular, como Platón, sino echar mano de lo que podemos insertar racionalmente en el mundo sin demostrabilidad. Esto introduce una inseguridad intrínseca. No hay posibilidad de demostrar las bondades de la intuición intelectual, no produce ninguna seguridad, es un salto que propone la razón por motivos de fatiga. Si esto ocurre en la asignación de existencia de sujetos abstractos (los únicos, no lo olvidemos) de los que trata la ciencia, más ocurrirá con los predicados, y no digamos para el caso de los principios generales antes mencionados.

La respuesta de Aristóteles es que ya que no podemos demostrar, lo que podemos hacer es establecer una refutación que nos garantiza la imposibilidad de no tener en cuenta estos principios generales. Si el escéptico dice lo contrario sólo lo puede hacer poniendo en marcha los propios principios que pretende negar, porque afirma algo porque entiende que su contrario no es verdadero, y ya está haciendo uso de principios trascendentales, ni establecer definiciones. En suma: sin ellos no podríamos ni siquiera hablar. Por eso la única respuesta al escéptico es pedirle que abandone la asamblea de humanos, porque se sitúa al margen de la racionalidad discursiva.

Así, vemos que el inteligente argumento de Aristóteles no señala que la realidad sea como nosotros la podemos concebir, sino que hay modos universales de la concepción que no pueden ser negados sin excluirse de la comunidad discursiva humana. Si podemos fundar al ciencia es porque es un hecho que nos comunicamos podemos reconocer significado y sentido a nuestros enunciados, por ello podemos hablar de un conocimiento cierto. El hecho ontológico previo es la existencia de la comunidad humana comunicativa, el mundo de la inteligibilidad es un mundo que se da en el lenguaje. Platón quiere darle una existencia inteligible a algo que no es físico, a algo acerca de lo cual cualquier atribución de existencia es o verificable, por ello su programa fracasa necesariamente sin la intervención aristotélica. El programa de Platón es rescatable si el conocimiento se da en el lenguaje de una comunidad.

El carácter prioritario de la comunicación en Aristóteles se da en que cualquier cualquier argumento que pueda darse están postulando la preexistencia de la comunidad comunicacional. El que sea escéptico debe alejarse de dicha comunidad.

Una vez logrado esto, Aristóteles puede abrazar los modelos retórico y poético, integrándolos en sus sistema. Habrá pocas veces que se den definiciones esenciales, pero será fácilmente reconocible cuando se den. Habrá ciencia cuando las obtengamos, y las tendremos cuando sea posible establecer el conjunto de conceptos que tienen asignada existencia para los cuales, mediante axiomas y principios generales, se pueda establecer una definición esencial, que consistirá en asignarles un género y una diferencia específica. El juego de género y diferencia es el juego definicional. Una definición como "hombre es un animal racional" es de esta forma. Se trata de proponer una identidad que depende de un método de selección sobre un concepto cuya existencia puede comprobarse y a propósito de la introducción de mecanismos racionales que constituyen acciones prácticas sobre la explicación de la naturaleza.

A partir de aquí la ciencia producirá conocimientos ampliándolos mediante encadenamiento de razonamientos que nos permita saber cosas nuevas mediante nuevas conclusiones. Se trata de acumulación de λόγος, o συλλόγισμος. A ello se le añade la capacidad de una acción, συλλόγεσφαι, razonamiento a partir de unos enunciados para producir otros: el silogismo. Aristóteles estudiaråá en quë condiciones la conclusión será absolutamente necesaria.

Se ha dicho que por deducción es falso que se cree nueva información, y es cierto. En "todo hombre es mortal" está ya incluido "Sócrates es mortal". El razonamiento silogístico sirve para demostrar cuáles son los lugares de la verdad, en los que se cumple el equipamiento lógico de acceso a la misma: es decir, nos muestra una tecnología de la verdad en la que queda clara la verdad.

Las demostraciones silogísticas ponen la verdad formal. Para que se pase al razonamiento científico deberá comprobar a posteriori en la experiencia la corrección de lo obtenido en la parte formal del razonamiento silogístico. Así, para Aristóteles el conocimiento científico funciona a dos tiempos. Esto sigue siendo válido en la Filosofía de la Ciencia más actual. Más aún: la provisionalidad de todo conocimiento científico, en contraposición con el conocimiento demostrativo está ya en Aristóteles.

¿Y cuáles son las ciencias? La ciencia primera es. Desde luego, la ciencia del ser en cuanto al ser: la metafísica que diríamos hoy. La matemática y la geometría se sustentan el la ciencia del ser, y la física en todas ellas. Además, están las ciencias prácticas, en la que deben funcionar los planteamientos ontopraxiológicos (que tiene la presunciones e que la actividad mental tiene la capacidad de producir un conocimiento, de proposición de conceptos generales como actividad mental humana, como hemos visto) para determinar un ámbito en el que no se puede dejar de percibir lo que hay de conocimiento posible.

¿Y cuánto de realidad cabe en ellas?, preguntado de otra manera: Cuando hemos terminado con las ciencias anteriores, ¿hemos terminado con todo posible conocimiento? Aristóteles responderá negativamente, pero lo hará de una manera no dramática. Es decir: no, pero podemos vivir con las consecuencias. Las demostraciones rigurosas se producen en muy pocos casos, pero la actividad ontopraxiológica puede extenderse a muchos ámbitos en los que no tenemos demostraciones probatorias, pero que sirve para a carne a la verdad. Hay muchas zonas de la realidad que no se dejan incorporar a sujetos abstractos mediante definiciones esenciales ni a proposición de axiomáticas ontopraxiológico se sí bien todas se dejan penetrar por los primeros principios, que son universales. Pero eso no tiene gran importancia, porque sólo significa que esa praxis racional es incesante, está obligada a postularse a lo largo del tiempo, constituye la marca de una humanidad que se despliega continuamente.

La jugada maestra de Aristóteles se doble:

- Restringir la praxis de la demostración platónica para hacerla posible

- Ampliar esa misma praxis, para extenderlo a aquellos lugares en los que aunque la demostración no es posible, dicha praxis es preferible.

Así, el ámbito de la ontopraxeología equivale a la capacidad de intervención racional del hombre por medio del λόγος. Ahí está la marca de la filosofía y del programa filosófico. No se trata ya del planteamiento platónico en el que por medio de una dialéctica se llega a la verdad de todas las cuestiones, Aristóteles salva a Platón diciendo: nunca depondremos la actitud de intentar salvar los problemas incluso en aquellos casos en los que no podamos tener demostraciones. La dialéctica para Aristóteles será esta extensión a regiones del saber no demostrativos. Así, hay un silogismo dialéctico y un silogismo formal o científico, el segundo logra establecer demostraciones ciertas, el primero no, pero lo que sí logra, dicho en lenguaje actual, es acumulación de evidencia, siempre provisional.

Esto es dramático si uno es platónico, pero aquí la situación deja de ser dramático: cuando no podemos acceder a la demostración (a la Verdad prístina de la Idea platónica) simplemente lo que debemos hacer es continuar en la acción racional . Incluso cuando no tenemos disposición de un axiomática, podemos movernos en un tópica basada en la sociedad comunicativa, en el ámbito de la opinión adecuada. La existencia de restos no cubribles por la ciencia (por no haber definiciones esenciales ni axiomas) no es un problema; simplemente invita a una praxis mucho más amplia, aunando los elementos comunes de las opiniones, aún recetando los restos inasiminables (lo que se debe hacer necesariamente en política, por ejemplo). Allí donde no hay demostración, debe haber diálogo y confrontación de λόγοι para acceder a una praxis única de actuación destilada desde del acuerdo entre los hombres conforme a las mejores razones. Hay aquí una vez más un funcionamiento a dos tiempos: un planteamiento democrático que permite la confrontación de todas las opiniones y un planteamiento aristocrático de selección de las mejores. Para ello la dialéctica necesita la ayuda de una teoría de la persuasión. Se trata de la ampliación del panorama del espíritu a regiones como la retórica o la poėtica que veremos a continuación. La retórica es una antistrofa (contra-estrofa enfrentamiento ente dos coros en el teatro griego) de la dialéctica, dirá Aristóteles. Esta complementación por la retórica será necesaria allá donde haya incapacidad de acceder a definiciones saturadas. La dialéctica es el arte de las preguntas y las respuestas que en algún momento debe pararse y llegar a un consenso, y la retórica suministra el mecanismo de llegada a ese final. Todas las ciencias disponen de un equipamiento en el que hay conocimientos seguros, otra zona de conocimientos probables, susceptibles de convencimiento racional, y un conjunto de restos. Aristóteles trata con todos ellos, desde un acceso racional controlado por la filosofía en un ejercicio de restauración o reconciliación con la sofística, pero hay más: el esfuerzo de incorporar el legado de lo religioso, incorporando aún la poética, que será lo que veamos en la lección siguiente. La idea es incorporar tanto la retórica como la poética al Órganon Aristotélico que ya poseía la dialéctica, porque entre las tres cubren, ahora sí, las posibilidades del saber humano según Aristóteles.

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