Realismo y epistemología evolucionista de los procesos cognitivos

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Introducción

Los intentos de apoyar el realismo realizados desde la epistemología evolucionista no han conseguido ofrecer argumentos suficientemente poderosos, pese a su plausibilidad inicial. Aceptando que nuestras capacidades cognitivas existen porque aumentan nuestra eficacia biológica, no es en modo alguno evidente que aumenten nuestra eficacia biológica porque proporcionen un conocimiento verdadero sobre el mundo. La estrategia abductiva de inferencia (1) que el realista emplea en relación con el éxito predictivo de la ciencia, es decir, el recurso a la verdad aproximada como mejor explicación de ese éxito, pierde mucha fuerza cuando se aplica al conocimiento ordinario.

Para Putnam la epistemología evolucionista está irremisiblemente comprometida con el realismo, pues preconiza la razón como capacidad para descubrir verdades (Aquí está larvada la concepción de la verdad como correspondencia (2)). Sin embargo, no todos los filósofos realistas ven con simpatía esta aplicación. Ilkka Niiniluoto, por ejemplo, estima que la aplicación literal de las teorías biológicas a la explicación del origen de nuestro conocimiento, y en especial al origen de la ciencia contemporánea, además de reducir la evolución cultural a la evolución biológica y representar, por tanto, un ‘biologismo’ que es cuestionable (por ejemplo, la sociobiología), conduce al instrumentalismo (el valor del conocimiento es medido por su utilidad para la supervivencia).

Uno de los problemas que tenemos aquí es que el realismo es entendido de diversas maneras. Lo mejor será recoger los matices en definiciones precias.

1. Caracterización del realismo.

Entenderemos el realismo como la afirmación de tres tesis:

1.- Realismo ontológico. Existe un mundo que, al menos en algunas de sus características, es ontológicamente independiente de cualquier acto de conocimiento o de cualquier conceptualización. Dicho de otro modo, no es por completo el producto de un proceso de conocimiento. En particular, su mera existencia no depende de la existencia de sujetos cognoscentes.

2.- Realismo epistemológico. Ese mundo independiente es cognoscible en muchos aspectos de forma adecuada, aunque perfectible y parcial; incluso en aquellos aspectos que no son observables. Tal conocimiento lo es de dicho mundo, y no —o no exclusivamente— de algo que el sujeto cognoscente ponga en él. Así pues, podemos alcanzar ciertas verdades sobre el mundo.

3.- Realismo semántico (o adscripción a la teoría de la verdad como correspondencia): Nuestras teorías sobre el mundo serán verdaderas o falsas en función de su correspondencia o falta de correspondencia con la realidad independiente.

Asimismo, nos referiremos en todo momento al conocimiento mundano, real y ordinario, no expresamente al conocimiento científico. Para incluirlo, podríamos añadir una cuarta cláusula:

4.- Realismo convergente (o realismo sobre el progreso): el conocimiento científico contiene cada vez más verdades y menos falsedades.

En función de cuáles se acepten o no, tendremos diversas modalidades de realismo:

Idealismo trascendental kantiano: acepta la 1, pero rechaza las demás. Es compartido por el realismo interno de Putnam y por el realismo de sentido común de Ruse.

Pragmatismo: Se aceptan las tesis 1 y 2, pero se rechaza la 3. Es compartido por el coherentismo.

Escepticismo: acepta la 3 pero rechaza las demás.

Realismo fuerte: acepta las tres

Idealismo subjetivo (compartido con los solipsistas y con los fenomenistas extremos): rechazar las tres.

2. El realismo semántico

El realismo semántico de la tesis 3 debe ser diferenciado cuidadosamente del realismo epistemológico de la tesis 2, cosa que no siempre ha sido bien realizada. Aceptar la posibilidad de obtener conocimiento adecuado o incluso verdadero sobre el mundo (Tesis 2) no compromete necesariamente con la tesis de que la verdad consiste en una correspondencia entre los enunciados y el mundo (Tesis 3). El realismo epistemológico deja abierto todavía el concepto que haya de asumirse acerca de la verdad. El realismo epistemológico de carácter evolucionista tiene sentido tanto si se entiende acompañado del realismo semántico como si no. Son posibles varias posturas, ya que el concepto de verdad no ha podido ser naturalizado:

a) El mundo es cognoscible precisamente porque nuestras capacidades cognitivas son el resultado de la adaptación a dicho mundo. Se da una correspondencia entre muchas de nuestras creencias y los hechos del mundo. (Hooker).

b) La idea de correspondencia entre nuestras creencias y los hechos del mundo está plagada de dificultades conceptuales. (Ruse)

Es decir: el realismo epistemológico (Tesis 2) no implica necesariamente el realismo semántico (Tesis 3). Sin embargo, y a pesar de Putnam, es comprensible que caminen paralelos y muy cercanos.

Si estamos dispuestos a aceptar que el mundo es cognoscible debido precisamente a nuestra adaptación a él, parece entonces razonable esperar la correspondencia de muchas de nuestras creencias con los hechos, ya que esa correspondencia permitiría explicar, o al menos eso es lo que defiende el realista, un incremento en nuestras posibilidades de supervivencia y reproducción. (Diéguez)

3. El realismo ontológico

La defensa del realismo ontológico es aproximadamente obligatoria desde una epistemología evolucionista: aceptar el hecho evolutivo de la adaptación, en este caso de la adaptación de nuestras capacidades cognitivas, exige reconocer un medio externo al que ha de adaptarse el organismo. El mundo no puede ser un producto de nuestras capacidades cognitivas, puesto que éstas han surgido como resultado de una adaptación al mundo.

concebir la mente como el producto de un proceso de supervivencia y reproducción diferencial es, evidentemente, colocar el universo físico antes que la mente en el orden ontológico. (Clark 1984, p. 484)

Campbell (1974) califica este realismo de hipotético porque la existencia de la realidad independiente se presupone, no se justifica: simplemente, sin ella no tendría sentido ni la mera apelación a evolución ni selección natural. Ahora bien: ¿qué se entiende por realidad independiente? Si significa que la existencia del mundo no está causada por la mente humana, es decir, que hay un sustrato real que la mente humana no crea por el mero hecho de intentar conocerlo, pocos antirrealistas negarían este extremo (ni siquiera lo hace el constructivismo social (3) ). La negación de esta tesis conduce al solipsismo o al idealismo, posturas que no son las que suele asumir el antirrealismo contemporáneo. Para el propio idealismo trascendental de Kant el mundo tenía una realidad independiente incuestionable; otra cosa es nuestra capacidad de conocer la cosa en sí...

Así, podemos sustentar el realismo ontológico en una epistemología evolucionista, pero este realismo así sustentado no tiene porqué identificarse ni con la postulación de una realidad nouménica inaccesible (a lo Kant) ni con un mundo prefabricado. Considerar una epistemología evolucionista no obliga a concebir nuestras capacidades cognitivas como algo meramente pasivo frente a un mundo exterior. La relación constitutiva entre el mundo y la mente puede tener una doble dirección, tal como señala Putnam. Más bien hay razones para pensar que nuestros esquemas conceptuales tienen un papel crucial en la determinación de la estructura final de la realidad; y estos esquemas conceptuales son constructos humanos. La existencia independiente del mundo de la que habla el realista ontológico no exige también una independencia conceptual del mundo.

El realismo podría ser compatible con cierta relatividad de la estructura ontológica del mundo con respecto a nuestros sistemas conceptuales, sin caer por ello en el idealismo conceptual y sin renunciar, como quiere Ruse, al realismo epistemológico en el sentido en que lo hemos definido. En suma: la epistemología evolucionista apoya un cierto realismo ontológico básico, pero es tan básico que aporta poca aclaración al debate actual sobre el realismo, pues con suficientes matices podría ser aceptado incluso por los irrealistas modernos...

Si por el contrario con realidad independiente se queire decir que la relación causal entre ambiente e individuo cognoscente es unidireccional, entonces la afirmación es muy controvertida: el entorno puede ser considerado en parte como producto de los organismos que lo pueblan. Lewontin (cercano al realismo interno de Putnam) afirma taxativamente que los organismos, más que adaptarse a su entorno, lo crean:

“el error fundamental de las epistemologías evolucionistas tal como son ahora es su fracaso a la hora de reconocer cuánto de lo que hay ‘ahí fuera’ es el producto de lo que hay ‘aquí dentro’” (Lewontin 1982, p. 169).

4. El realismo epistemológico

Dado que la tesis 2 (realismo epistemológico) es más comprometida que la tesis 1 (realismo ontológico), es normal que haya epistemólogos evolucionistas que aceptan el realismo ontológico pero rechazan el epistemológico (cfr. Clark 1984, Ruse 1990, Stein 1990). Veamos los argumentos a favor de la tesis 2 del realismo epistemológico desde una epistemología evolucionista:

1. Nuestras capacidades cognitivas son un rasgo adaptativo producto de la selección natural. Hay suficiente evidencia antropológica de ello.

2. En tanto que rasgos adaptativos, las capacidades cognitivas han sido seleccionadas porque aumentan la eficacia biológica, es decir, porque favorecen la supervivencia y el éxito reproductivo de los individuos mejor dotados de ellas.

3. Dado que la función de estas capacidades es conocer el entorno, su adaptación consistirá en proporcionar un conocimiento que sea lo suficientemente adecuado como para haber favorecido la eficacia biológica.

4. Por lo tanto, podemos conocer de forma adecuada el mundo exterior. Lo cual significa que nuestras creencias sobre él han de ser aproximadamente verdaderas en muchos casos.

“Las criaturas que yerran inveteradamente en sus inducciones tienen la tendencia patética, pero encomiable, a morir antes de reproducir su clase” (Quine 1969/1997, p. 66).

También Popper defendió esta idea. En una de sus últimas obras escribe lo siguiente:

“A pesar de su incertidumbre, de su carácter hipotético, gran parte de nuestro conocimiento será objetivamente verdadero: corresponderá a hechos objetivos. De otro modo difícilmente habríamos sobrevivido como especie”

Este argumento en el fondo se basa en un supuesto: las creencias verdaderas sobre el mundo tienen por lo general un mayor valor adaptativo que las falsas, ya que, entre otras cosas, permiten anticipar mejor el comportamiento del medio y, por tanto, también modificarlo con más eficiencia.

El realismo epistemológico no se debería aplicar sólo al conocimiento generado por nuestra especie, sino que habría de extenderse a otras especies animales con capacidades cognitivas desarrolladas evolutivamente. Podría decirse que ciertos animales poseen representaciones mentales adecuadas de su entorno, aunque, al igual que las de los seres humanos, esto sea siempre dentro de unos límites impuestos por las características de sus sistemas sensoriales y neurológicos.

El realismo epistemológico que podría defenderse desde el evolucionismo no es un realismo ingenuo. Asume que nuestras capacidades cognitivas son selectivas e imperfectas y que, por lo tanto, la información que procesan no es un reflejo de todos los aspectos del mundo real. Una foto impresa en un periódico, según la comparación que hace Lorenz, está formada por una trama de puntos que no están en el objeto real, y que sólo permite recoger algunos aspectos de éste. No obstante, no hay ningún punto en esa trama que no responda a algo del objeto real, y, por otra parte, una trama más fina puede mejorar la imagen recogiendo aspectos que la trama más gruesa no permitía recoger. (Diéguez)

Resumiendo: El realista epistemológico evolucionista no espera más que una adecuación parcial y aproximada entre nuestro conocimiento y el mundo. Más claramente: señalar que la percepción es selectiva, ambigua y simplificadora, que hay aspectos de la realidad que pueden ser conocidos por unas especies y no por otras, o que no pueden ser conocidos en absoluto no es crear un argumento contra la epistemología realista evolucionista, pues el epistemólogo realista evolutivo no necesita que las capacidades cognitivas sean óptimas, sino simplemente que aumenten lo suficiente la capacidad de dejar descendencia.

De las cuatro tesis del realismo epistemológico, las dos primeras son compartidas en su mayor parte por todos, al fin y al cabo emanan de la teoría evolutiva. Las réplicas al argumento realista se han centrado en negar que sea necesario calificar de (aproximadamente) verdadero un conocimiento por el hecho de ser el producto de unas capacidades seleccionadas por su valor adaptativo.

5. ¿Es la verdad más adaptativa que la falsedad?

Hay creencias falsas (considerar al enemigo como infrahumano, por ejemplo) que son muy útiles para la supervivencia y podrían aumentar la eficacia biológica del que las tuviera. Muchas creencias compartidas socialmente pueden estimarse de este mismo modo: tendrían un valor adaptativo, en la medida en que contribuyen a la supervivencia de los individuos pertenecientes al grupo social que las sustentan y, sin embargo, serían falsas. Otro ejemplo: el asco puede inducirnos a creencias falsas sobre el resultado de comer determinadas sustancias que en realidad son nutritivas, pero en otras ocasiones puede salvarnos la vida.

Todo esto muestra, según los críticos del realismo epistemológico, que nuestras capacidades cognitivas no están adaptadas para proporcionar creencias verdaderas, sino creencias suficientes para la supervivencia y la reproducción. La selección natural nos prepara para dejar descendientes, no para hallar verdades. Y para eso puede bastar con creencias falsas pero útiles.

La cuestión, para el realista, no es si creencias falsas pueden tener valor adaptativo (que probablemente pueden). La cuestión es si gracias a la selección natural disponemos de capacidades cognitivas que, aunque susceptibles de error, generan un conocimiento verdadero en una proporción suficientemente alta. No es, por tanto, cierto que el realista “asuma ingenuamente que para los humanos el único modo de comportamiento adaptativo en su medio ambiente [sea] poseer representaciones mentales que correspondan directamente con lo que está ‘realmente ahí fuera’

Pero la cosa no es tan sencilla: si se admite que puede haber creencias falsas con valor adaptativo, pero se insiste en que son excepciones, el realista está obligado entonces a concretar en qué circunstancias es de esperar que no se produzcan tales excepciones. Una posibilidad: cuando es necesaria una predicción reiterada y con cierto grado de exactitud. Por ejemplo: los movimientos balísticos, como arrojar una piedra o una lanza, o clavar un clavo; o la búsqueda y obtención de alimento. Para llevar a cabo esa tarea es necesario disponer de la capacidad para formar mapas cognitivos complejos y para almacenar en la memoria información correcta acerca de dónde se encuentra el alimento y qué momento es el oportuno para obtenerlo.

Nuevamente, la realidad es más complicada: el realista no obtiene aquí una verdadera ventaja, porque no puede establecerse una conexión necesaria entre la verdad de nuestras creencias y el éxito predictivo de las mismas: por ejemplo, con teoría ptolemaica podían hacerse predicciones muy precisas sobre el movimiento de los planetas, aun cuando era una representación falsa del universo. En el ámbito del debate sobre el realismo científico, algunos realistas han intentado superar esta falta de conexión mediante una inferencia de la mejor explicación: la mejor explicación del éxito predictivo continuado de las teorías científicas —afirman— es su verdad aproximada.

No obstante, la inferencia a la mejor aplicación pierde toda su fuerza fuera del conocimiento científico, en el conocimiento ordinario: el instrumentalismo, el idealismo epistemológico o el fenomenismo, pongamos por caso, no tendrían demasiados problemas para explicar, sin recurrir a la idea de un conocimiento verdadero sobre una realidad independiente, por qué los seres humanos son capaces de predecir la trayectoria de una presa en su huida o de un depredador que corre tras ellos. Es posible tener conocimientos fiables aun cuando rechacemos la idea de acceso directo a una realidad independiente. Dicho de otro modo, basta con suponer que nuestras creencias en estos casos son empíricamente adecuadas.

6. Conclusiones

1. La epistemología evolucionista de los mecanismos cognitivos no puede proporcionar por el momento argumentos suficientemente poderosos en favor del realismo, al menos en sus modalidades más relevantes en el debate epistemológico actual.

2. Una cosa es mostrar que nuestras capacidades cognitivas existen porque aumentan nuestra eficacia biológica, y otra muy distinta mostrar que aumentan nuestra eficacia biológica porque ofrecen un conocimiento que se corresponde con el modo en que la realidad es en sí misma.

3. La utilidad de nuestras capacidades cognitivas a la hora de aumentar nuestra eficacia biológica es compatible con la posesión de representaciones ampliamente distorsionadas, y en ocasiones claramente erróneas, de la realidad.

4. Si consideramos que la selección natural es una fuerza “satisfacedora” más que “optimizadora”, el resultado serán capacidades cognitivas suficientemente buenas en su valor adaptativo: un conocimiento empíricamente adecuado es todo lo que se necesita, aun cuando las creencias teóricas sobre las que se sustente dicho conocimiento sean falsas.

5. La estrategia que el realista emplea en relación con el éxito predictivo de la ciencia, es decir, el recurso a la verdad aproximada como mejor explicación de dicho éxito, pierde mucha de su fuerza cuando se aplica al conocimiento ordinario.

6. La fiabilidad de nuestras percepciones, pongamos por caso, es explicable de forma igualmente satisfactoria desde posiciones realistas y antirrealistas.

(1) Inferencia abductiva: Existen básicamente tres tipos de inferencia: deductiva, inductiva y abductiva. La abducción es un proceso de razonamiento mediante el cual se construyen explicaciones para observaciones sorprendentes, esto es, para hechos novedosos o anómalos. Para Joakko Hintikka, la abducción es el problema fundamental de la epistemología contemporánea. Básicamente, el razonamiento abductivo funciona así:

1. Se observa un hecho sorprendente, C.

2. Si A fuera cierta, A sería una cosa normal.

C: Por tanto, hay una razón para sospechar que A es verdadera.

En símbolos:

C

A -> C

A

Ha sido denominada inferencia a la mejor explicación, y la conclusión no es más que plausible.

(2) Teoría de la verdad como correspondencia. Los defensores de la idea de correspondencia interpretan la definición de Tomás de Aquino de verdad como adecuación del pensamiento objetivo con la cosa, correspondencia del contenido afirmado con alguna realidad. Al respecto de las teorías de adecuación o correspondencia son importantes las opiniones de Russell y de Wittgenstein. Ambos sostienen que la verdad es una correspondencia estructural entre el lenguaje y el mundo: proposiciones atómicas verdaderas reflejan disposiciones de los átomos (datos sensibles) en el mundo, pero añaden que una correcta teoría de la verdad ha de cumplir tres condiciones:

1. Debe admitir un contrario de la verdad: la falsedad.

2. Debe dar cuenta de que la verdad es una propiedad de creencias y de afirmaciones.

3. Dicha propiedad depende de la relación entre dichas creencias o afirmaciones y las cosas exteriores a ellas.

No obstante este programa tropieza con dificultades como las siguientes:

1. ¿Existen hechos negativos correspondientes a proposiciones negativas?

2. ¿En qué consiste el supuesto isomorfismo entre proposiciones y hechos?

Estos dos puntos oscuros tratan de ser evitados por la teoría de Tarski de la verdad.

(3) Los promotores del Programa Fuerte en sociología de la ciencia, Barry Barnes y David Bloor, han declarado expresamente que no pretenden negar la existencia de un mundo externo, y en un sentido similar se ha expresado Karin Knorr-Cetina.