71. Movimiento de Oxford y Padua

En el largo proceso de destrucción del poder papal en beneficio del poder civil hay movimientos soterrados que, por su menor incidencia en la vida social, no produjo a corto plazo los mismos efectos que la aparición del conciliarismo, pero que a largo plazo no fueron menos importantes. Uno de esos movimientos estaba llamado a producir unos efectos históricos que las grandes luchas que hemos estado analizando aquí. Se trata en cierta medida de una consecuencia me del franciscanismo. Este franciscanismo, como hemos visto, en el XIII supuso una vuelta al agustinismo y rechazo de Aristóteles. Si se aceptaba el aristotelismo, la estructura de dependencia de la facultad de Artes frente a la de teología se resentía, pues el pensamiento aristotélico otorga una inmensa autonomía al mundo físico, al mundo natural, que aparece como autolegislado. Esto propicia una separación entre la teología y la filosofía, que dio lugar a luchas entre franciscanos y dominicos antes de que aparecieran las grandes luchas del XIII.

La Universidad de París era una creación vaticana, personal del Papa para establecer la dependencia de la filosofía a la teología. Sin embargo, dejaba en los márgenes históricos otros espacios menos proclives a la pelea, menos sometidos a la querella entre las monarquías y el imperio con el Papado. Las más importantes áreas de esta clase, con una vigilancia papal mucho menor fueron Oxford y Padua. Allí la incorporación de Aristóteles no tuvo el carácter revolucionario y herético que tuvo en París. Se trataba de dos refugios del saber algo al margen de los avatares políticos del momento europeo.

Padua es un refugio al que van los averroístas, donde la incorporación de Aristóteles no es problemática. Construirán allí una imagen del saber que no pasa por la subordinación del saber filosófico al teológico. Otro recinto lateral al movimiento del espíritu es el de la Universidad de Oxford, que será heredera de la Escuela de Chartres, prácticamente desaparecida para el siglo XIII. La Escuela de Chartres se había conformado por pensadores, como Alcuino, que provenían de Inglaterra. En su seno, medró el pensamiento inglés al margen de los grandes movimientos de Francia y Alemania. Se trata de un espacio marginal que, igual que en Padua, se establece un remanso de la productivo de gran trascendencia histórica.

No obstante, Padua y Oxford no están al mismo nivel. Padua pertenece al señoría veneciano. En Padua no hay ningún elemento polémico de las querellas habidas entre Imperio y Papado. Mientras que en París se producen las tensiones, y en Padua se refugian los averroístas, en Oxford hay un franciscanismo de signo pacífico dejado a su libre desarrollo, fuera del debate con tres los dominicos, donde todas las novedades introducidas por los franciscanos van a poder desplegarse sin grandes choques, ni con los estados ni con la Iglesia. La presencia de Aristóteles será vivida como natural, en el marco de una teología franciscana que no plantea problemas de choque entre las Facultades de Teología y de Artes. El resultado de esta fecundación entre una posición cuya teología de base es agustiniana y por tanto platónica, y la presencia de Aristóteles se resuelve mediante dos movimientos de gran importancia:

1. Aceptación de cuál es el valor de la incorporación de Aristóteles. Se llega a la idea de que hay una autonomía del mundo físico, que no afecta a los hechos sobrenaturales.

2. La autonomía del mundo natural que proporciona Aristóteles se manifiesta como no contradictorio con la construcción de una teología porque se establece una división de planos mutuamente autónomos: lo natural es lo que no está afectado por lo sobrenatural. Está es una idea de extraordinaria potencia.

La Historia la ha hecho el positivismo, segmentando los fenómenos, e introduciendo prejuicios históricos en su propia reconstrucción. Para esta reconstrucción positivista la Edad Media no es rescatable. Está entre dos esplendores, el clásico y el Ilustrado. Así, los pensadores del momento medieval son invisibles, porque no han autonómicas o suficientemente el concepto de ciencia, de modo que su pensamiento es proyectado inmediatamente hacia Kepler, Galileo, etc. Por lo tanto, estos pensadores han sido olvidados por el prejuicio positivista de que la nueva ciencia se construye en el siglo XVII, cuando realmente las bases de dicho pensamiento científico se establecen en el momento que estamos estudiando: en Oxford y en Padua.

Todo lo que concierne al ámbito de la divinidad no puede ser comprendido en el ámbito de la inteligencia. Si el mundo es fruto de la voluntad de Sios, y si prescindimos de entrar en ese oscuro magma que es la voluntad divina, se está reconociendo el hecho creador y la absoluta prioridad de lo divino, pero como a e produce un corte insalvable entre lo que nosotros podemos decir de Dios y el reconocimiento de lo que podemos describir del mundo, entonces resulta que tenemos una inmensa autonomía a la hora de estudiar el mundo. Desaparece de nuestros intereses de investigación cualquier tema relacionado con la naturaleza de Dios, pero sin interferir para nada con la teología. Es la posición de Robert Grosseteste, un gran personaje del momento.

Roberto Grosseteste (1175-1253)

Fue canciller de la Universidad de Oxford, muerto hacia 1290, y no llega a conocer los grandes momentos de la crisis de la Edad Media. Hay tres puntos de su pensamientos muy importantes:

1. La construcción nítida por primera vez de la separación entre la teología y la filosofía. La teología se debe a la fe, y Dios es sobre todo la voluntad creadora. El mundo se debe completamente a Dios, pero:

2. El mundo es autónomo. Podemos mirar al mundo preguntándonos que tipo de discurso corresponde a la descripción del Mundo. La Respuesta de Grosseteste es que el discurso que corresponde al mundo es el lenguaje matemático. La noción de función será establecida por Grosseteste. El mundo separado de Dios, aunque es un producto de su voluntad y tiene la racionalidad que Ėl ha querido darle, el único razonamiento lógico que puede ser aceptable para proyectarlo a la naturaleza es el que tiene que ver con lo físico, lo matérico, el movimiento.

3. La física de Grosseteste es la física de la luz. Es contemporáneo de san Buenaventura, y ese paralelismo con su teología de la luz es inmenso. Frente a un san Benaventura al cargo de la ortodoxia cristiana, Grosseteste dará a la luz la misma importancia desde una perspectiva diferente. Ahora importa lo que la luz tiene de material, que podrá ser descrita según las funciones, los movimientos, las masas y las cantidades.

Galileo sería inconcebible sin esta contracción de la racionalidad. Hay aquí a transacción entre el platonismo agustinizante, que de hecho es matemático, con el aristotelismo no implicado en cuestiones teológicas. Este cruzamiento no problemático que se da en Oxford es extremadamente fecundo. En esta gestualidad debemos ver el origen del brote científico de siglos posteriores. Roger Bacon será el discípulo que tomará el revelo.

Roger Bacon (1214-1294)

Es un personaje muy interesante y polémico. Su vida resultó difícil: asistente de la Universidad de París, fue testigo de las discusiones que desgarraban dicha universidad. Se traslada a Oxford, donde el ambiente era mucho menos problemático. Bacon es el que llevó el espíritu de la pobreza, y el clima de los Espirituales al ambiente inglés. Pasa diez años en la cárcel por ese intento, pero el Papa Clemente IV lo apoya y le dulcifica la prisión a costa de poner por escrito sus doctrinas demostrando que no eran heterodoxas. Esta obra se compone de tres escritos: Opus magnum, Opus secundum y Opus Tertium. Las dos ultimas son comentarios a la primera, que desarrolla lo que entendemos hoy en día por método científico.

Grosseteste aísla ya el discurso físico del teológico, y su discípulo Roger Bacon debemos la idea de que pensar en el terreno de la naturaleza significa aplicar ciertos protocolos que harán que desde ese momento se diferencia metodológicamente un filósofo natural de un teólogo o aquellos que renunciando al saber absoluto, renuncian también a un saber que disputa con el saber teológico, y se centra en los aspectos físicos sin ocuparse para nada de los otros. En el Opus Magnum encontramos una distinción entre el saber teórico y el saber práctico. El saber, pensado desde una finalidad cuyo objetivo es la solución de los problemas será el centro de la preocupación de argerich Bacon. La ciencia no es explicación de lo natural simplemente, sino embocada a la creación de tecnología, artefactos que sirva para mejorar la vida de las personas. Por lo tanto el saber teórico no sirve para nada si está desligado del saber práctico en Roger Bacon. Hay por tanto un concepto teleológico dominado por la practicidad del conocimiento.

No conocemos per se, sino para algo. Varios conceptos de Roger Bacon son diferentes a a los correspondientes anteriores. Sus tres puntos centrales son:

1.- La autoridad será concebida como la bibliografía sobre el tema en cuestión. Es el estado de la cuestión. Para hacer ciencia lo primero que hay que hacer es saber qué se piensa sobre el tema en el momento. La autoridad ahora no será la expresión de la verdad en función de que alguien la haya enunciado en el pasado.

2.- Las teorías matemáticas describen y predicen los fenómenos físicos, y lo que ni explica ni predice no sirve para nada.

3.- Las ciencias tienen la capacidad de ser comprobadas en el mundo real. Las teorías son capaces de dar ficciones en la naturaleza que luego son comprobables mediante medida y cronometraje del comportamiento regular de la naturaleza.

Los calculadores.

Nacerá el llamado movimiento de Los Calculadores al abrigo de esta posición cientifista de Oxford, concretamente en el Merton College de la citada universidad de Oxford. Serán los directos antecesores de Galileo Galilei. Thomas de Bradwardine será su más señero representante. Este autor señala aue la radionalidad que corresponde al modo es una racionalidad especialmente querida por Dios, instalada en el plexo de la Providencia Divina. Ha sido creada así por Dios para que nosotros hagamos uso de la misma para conquistar el mundo. No estamos aquí para entender a Dios, estamos aquí para conquistar el mundo que Dios ha puesto para nosotros, no para entenderle a Él. Para ello será imprescindible la noción de lógica de función y de medida. El Progreso temporal tecnológico es una muestra de la Providencia de Dios, que nos habilita para dominar el mundo. Es lo que Dios nos ha entregado, y la providencia consiste en la conquista de ese mundo. La teleología del saber es aquí muy clara: curación de enfermedades, creación de máquinas y de adelantos que faciliten la vida del hombre.

Calvino convertirá posteriormente el progreso en un signo de salvación, y con él, la riqueza material. La libertad deja de ser un asunto teológico, sino humano. No podemos ser libres frente a Dios, la libertad es un dispositivo que Dios ha puesto en nosotros para que nos desenvolvamos en el mundo: no podemos hacer nada por la salvación, pues estamos ya salvados o condenados, lo que debemos hacer es gestionar el mundo. Estas ideas llegarán a la reforma casi intactas. Thomas de Bradwardine pone en marcha todo un movimiento en pos del conocimiento científico: se desarrollan teorías astronómicas, del movimiento, de la dinámica: se ponen en suma las bases filosóficas sobre las que se sustentará la revolución científica por venir en siglos posteriores. Lenguaje matemático aplicado, cronometraje y medición precisa, datos cuantificados en suma sustituyen a conceptos vagos y a intuiciones cualitativas anteriores.

El movimiento de los calculadores influye en la Universidad de París, en Buridan y Nicolás de Oresme, por ejemplo. Los alquimistas, químicos y matemáticos de las dos primeras generaciones humanistas, como Paracelso o Athanasius Kircher serán sus directos herederos.