58. Europa / Feudalismo

Cuando la relación entre la forma política y el discurso filosófico no son compatibles, o no están relacionados, el discurso filosófico termina agostándose como ocurrió en Bizancio, donde el Estado organiza completamente la vida social, o en el mundo árabe, donde la religión representa la totalidad del pensamiento a gestionar. En ambas situaciones se llegan a soluciones estables y exitosas, pero sin filosofía. El pensamiento judío es diferente, porque la concesión entre política y reflexión adopta un modo muy diferente ya que no existe Estado, sino una comunidad dentro de otra que sí tiene Estado, en estas circunstancias se llega a una vía muerta que llamábamos catedrocracia, en la que quien tiene algo que decir es la ley y sus intérpretes autorizados. En estas condiciones la filosofía no tiene condición de posibilidad.

El espacio cultural de la Europa occidental es diferente a todos ellos. Es un espacio histórico en el que no se dan las condiciones de una completa satisfacción en la relación política- religión. La propia insatisfacción permanente es la que crea la necesidad de una reflexión filosófica sobre este problema al no poder construir un mecanismo de soberanía de un poder sobre otro. El destino de Occidente es haber roto esta construcción, y no de modo voluntario. El pensamiento europeo es una consecuencia de esta insatisfacción. La filosofía es una entidad específica de Occidente porque Occidente no logra ningún tipo de organización que pueda evitarlo. Hay una relación entre la improductividad de las soluciones encontradas en a Occidente y el florecimiento del pensamiento.

La Edad Media no se puede definir mediante el tópico que la sitúa entre Constantino el Grande y la toma de Constantinopla. No se puede hacer esto porque implica poner en la caída de Imperio romano un mecanismo que genera el nuevo período, y esto no es así. Para empezar, la caída no es tal caída, sino un lentísimo declive. Se rebaja la actividad económica, se paralizan ciertas secuencias, pero los esquemas básicos de la civilización romana y la propia idea de Imperio sigue plenamente vigente. Los propios bárbaros se verán a sí mismos como continuadores de la empresa imperial. El mundo antiguo tiene capacidad de prolongarse.

La situación de Europa es muy peculiar. La propia existencia del Imperio bizantino es un verdadero tapón para los pueblos del Este. Otro tapón demográfico lo constituirá el mundo árabe, pues cierra el próximo Oriente y el norte de África y hace que todo contacto hacia el sur sea imposible. Las razzias primero y las invasiones después, terminaron conquistando y saqueando el sur de Europa, llegando incluso hasta Roma, harán que el sur sea siempre problemático. Los pueblos eslavos, con sus invasiones vikingas de normandos, suecos y bálticos, presionan a su vez desde el norte. A la altura del año 900 es el de una eliminación completa de las rutas comerciales, de la capacidad de movilizar mercancías y capitales y que se ancla en la tierra. La herencia de Carlomagno no se puede sostener sobre sí misma, dadas tantas presiones y problemas. El imperio se reparte como se puede entre los hijos de Ludovico Pío, más debido a la necesidad de poner tapones militares a los invasores que a problemas sucesorios, que son los que se proponen en los libros de historia. El problema es que se dan las condiciones para una destrucción del modo de vida que ha caracterizado a la antigüedad. Hacia el año 1000 la sensación es que el mundo estaba tan desgobernado que su fin estaba cercano. Así, se configura un espacio cultural diferente, separado y diferenciado del mundo bizantino y árabe, que asimila su situación como buenamente puede.

La Edad Media no nace pues con la desaparición del Imperio de Occidente, sino que tiene que ver con la desaparición de las condiciones del mismo antiguo, cosa que no sucede hasta el año 1000. Al final lo que queda es un territorio europeo limitado y constreñido por todas partes, con un colapso de las estructuras antiguas, colapso que impide el flujo económico. Para este mundo nuevo la respuesta que haga de motor se centra en la parte central: el norte de Italia, la llanura francesa y parte alemana. El reparto de la herencia de Carlomagno en tres partes romperá con cualquier mecanismo de continuidad con los siglos anteriores: tan sólo quedará la agricultura, será de desarrollo incierto por las guerras intestinas y externas. Habrá un sentimiento generalizado de ruina y acabamiento que durará siglos. No habrá nada similar a la estabilidad permanente de Bizancio, ni a la dinámica expansiva de las tierras del Islam. Europa se despuebla, colapsan los signos de identidad y la inestabilidad es generalizada. El rediseñamiento completamente nuevo que corresponde a la creación de una nueva Edad, lo llamamos la reconstrucción del Imperio. El nacimiento del Sacro Imperio Romano Germánico es la solución política que se establece para el conglomerado de consecuencias del momento. El mantenimiento del reino de los francos que no se incorporan al imperio y la dificultad de gobernar sobre los reinos limítrofes (España, Britania, etc) carga de problemas a esta construcción, y lo hace fracasar.

Así, el diseño de este sistema no va a poder ser político, no va a existir condición de posibilidad de un único Estado que imponga la auctoritas sobre el resto de las naciones de Europa Occidental. Será un territorio ni sólo aislado, sino además fragmentado. Todos los intentos de reconstrucción de la auctoritas, desde Otón I a Otón III, pasando por los carolingios, son incapaces de construir un Estado unitario capaz de integrar las diversas naciones que se van poco a poco perfilando. Por lo tanto se hace necesaria otra solución que no sea política, o no solamente política. Esa nueva realidad es lo que llamamos feudalismo. El feudalismo es la verdadera respuesta al territorio fragmentado que ahora es Europa. El poder , limitado y pequeño, se circunscribe a una relación personal que se consagra en unas instituciones objetivas que se instauran cuando las instituciones generales han colapsado.el propio Carlomagno construyó estas pequeñas áreas de poder marcadas por los duques que gobernaban en su nombre, o los marqueses que defendían los limes. La Edad Media va a consistir en la creación de esa red de pequeños poderes feudales. No habrá un lazo político determinante, sino un lazo personal: el vínculo del vasallaje, que conlleva vasallaje y auxilio. El rey, que no puede gobernar ni organizar sus territorios, llega a acuerdos con ciertos personajes por los cuales ellos defienden en territorio en nombre del rey, auxilian cuando sea necesario, y reciben a cambio privilegios. Se producen contactos sinalagmáticos de ayuda mutua. Este sistema se impone como una red, no políticamente organizado.

El feudalismo es el reconocimiento del fracaso de la vía política, y su correspondiente arreglo mediante acuerdos entre el rey y el vasallo. . El feudalismo administra el territorio fuera de las vías del Estado, por vía de contratos. Es también un mecanismo de producción económica y de relaciones sociales. Este peo eso da lugar a un mundo aparentemente estable, en el que hay un reconocimiento de privilegio señorial, y una gran masa de población que será quien trabaje las tierras. Este sistema tiene que portar una clase humana que nos es ni la nobleza ni los trabajadores: la Iglesia. La incapacidad política del gran poder del emperador será substituida por la gran capacidad horizontal de la iglesia, que mantiene un tipo de organización se corresponde mejor con los grandes imperios políticos, porque está simultáneamente en todos los lugares, mantiene una globalidad con capacidad de trasladar sus dictámenes a travës de todo el espacio europeo. El mundo medieval tiene entre los nobles y los campesinos el estrato social del clero, los oratores, que son quienes configurarán la instancia cultural de toda la Edad Media, aportando los elementos de unidad y no fragmentación el occidente. Las únicas estructuras globales serán las de la Iglesia.

Cluny y y el Císter demostrarán la capacidad del sistema eclesiástico para difundirse por toda Europa con una fuerza globalizada y aglutinante de un espacio fragmentado. Las herejías que surgen hacia el siglo XIII servirán de base para los debates filosófico-teológicos del medievo. Nuevas órdenes monacales como los franciscanos, en ausencia de una organización política común, servirán una vez más para homogeneizar culturalmente a toda la Europa occidental. Se empieza una predicación sistemática a lo largo de toda Europa, monjes franciscanos y dominicos muy diferentes de los recluidos en los monasterios, incardinado a en la sociedad aunque sea a nivel de mendicantes. La religión se apodera en el sentido de la educación social porque no hay política, pero ese apoderamiento no va seguido de un apoderamiento de la vida política. En suma, los aparatos políticos favorecerán la fragmentación los aparatos religiosos favorecerán la aglutinación, dos tiempos de una máquina imperfecta en la que nadie tiene el poder. El ejemplo máximo es que el poder político, expresado de manera imperfecta por el Sacro Imperio intentará imponerse sobre el Papado, sin conseguirlo. El papado intentará lo mismo, con el mismo resultado. Ni se consigue un cesaropapismo en el que el Estado ostente el poder, como en Bizancio, ni se consigue una hierocracia como en el mundo islámico. Cada uno a su manera tiene limitaciones fuertes. El Estado es consciente de que no puede controlar todos los territorios, y debe cederlo a los tratados personales con los señores feudales, y el clero asimismo se ve incapaz de controlar al Estado. Este rifirrafe se conoce con el nombre del problema de las investiduras,y no es sino el problema que hace de la Europa medieval un gran fracaso y un gran éxito: el poder no consigue estar definido.

La historia de Las investiduras es bien conocida: la misma relación de privilegio que atesora el mecanismo feudal es entregado a la propia Iglesia bajo figuras concretas: se entrega una relación a los monasterios y a ciertos episcopados. El feudalismo es capaz de producir una organización social objetiva en la que la iglesia está incorporada de la misma manera que están incorporados los poderosos: en la cumbre de la pirámide social. Los grandes monasterios se organizan como los marquesados o ducados. Excepción a esto son las órdenes mendicantes. Pero así como el contacto sinalagmáticos con los señores feudales es clara, con los señoríos eclesiásticos no está tan claro. El rey o señor feudal gobierna impositivamente cuando el vasallo es un noble, pero si se trata de órdenes eclesiásticas, reconocidos por las diferentes autoridades políticas, deberán ser las propias órdenes eclesiásticas las que determinen sus jefaturas y jerarquías. Esto produce un choque en el que el resultado final será la constitución de una forma de cultura sin ganadores. Las investiduras nacen de un doble problema: el nicolaismo y el simonismo.

El nicolaismo es la capacidad de los clérigos de tener descendientes. El celibato no se establece hasta los decretos de 1074. El derecho de enfiteusis supone el derecho de herencia de títulos, lo cual no conviene a la iglesia, que obviamente prefiere elegir ella a los poderes internos.

El simonismo es el nombramiento de un sujeto de privilegio eclesial a alguien que no es eclesiástico, otorgándole para ello la orden necesaria. Fue una práctica generalizada. Se le otorga desde el poder civil un privilegio eclesiástico a alguien que no es eclesiástico. La Iglesia no permitió esta práctica.

Lo importante era saber quién podía nombrar a un Abad en tanto que puesto capaz de ostentar relaciones de vasallaje similares a las de la nobleza. El Papa Hildebrando (Gregorio VII) en 1073 establece dos decretos acabando con el nicolaismo y exigiendo por tanto el celibato, y en 1074 otro prohibiendo las investiduras por el poder civil. El Emperador Enrique IV se niega a aceptarlo y pide la deposición del Papa en un sínodo, y éste le excomulga, con el resultado de que pierde de cara a sus súbditos la capacidad de imponer obediencia. El emperador tiene que pedir humildemente perdón en el castillo de Canosa en enero de 1076. El Papa le levanta la excomunión, y Enrique IV envía un fuerte contingente que depone al Papa. Al final se llega a una conformidad en Worms que hace imposible para siempre las investiduras por el poder civil, y el Papa acepta no hacer nombramientos al margen de la voluntad del emperador. Pierden ambos bandos:

1. El Emperador pierde con ello la capacidad de representar políticamente a la totalidad de Europa, el sacro imperio se convertirá en un mero Estado más. El Imperio se hace cada vez más coextensivo con la nación alemana. Se pierde para siempre la posibilidad de una unificación política mediante el vasallaje.

2. Pierde la iglesia porque experimenta un deterioro constante de su autoridad, porque la aplicación del poder papal queda deteriorado ante su falta de eficacia a la hora de gestionar la querella de las Investiduras.

Por tanto, lo que llamamos Europa es un espacio definido por esta carencia: falta de capacidad de gestión de la totalidad de sus acontecimientos. Es este el convulso espacio en el que la filosofía es posible. La filosofía es expresión de este fracaso, restañado lentamente a lo largo de los siglos medievales. Hay filosofía en Europa porque no hay teocracia ni cesaropapismo.