2. Magia y Religión

1. Aspectos mágicos y religiosos

Es preciso atender a los orígenes étnicos de la India actual para entender el sustrato cultural que dio origen al amalgama existente entre lo religioso y lo mágico. La población base, primitivas tribus munda, al oeste del subcontinente con creencias animistas y totémicas, o dravídicas, al sur, sobrevivirían bajo el influjo de los invasores indoeuropeos. Se sabe que la mayor parte de las deidades dravídicas eran femeninas, y se sugiere el poder del matriarcado y de la mujer en estas sociedades prearias. De este predominio femenino se percibe el poder de las diosas dravídicas, cuyos restos se ven aún en los cultos a Kali, la negra, o a Durga, la inaccesible, en los cuales la sangre del sacrificio riega las estatuas primitivas. Estas tradiciones perduraron como supersticiones populares en los pueblos bajo el dominio ario. Del mismo modo, se infiltran en los mismos Vedas de tradición aria, traídas por los conquistadores que provienen de las estepas rusas.

El trasfondo mágico, semejante al de los pueblos primitivos que se vislumbra en la literatura védica, proviene de tales fuentes: ritos mágicos para conjurar fuerzas hostiles, limpiezas de espíritus, confección de imágenes de enemigos para destruirlas a continuación, etc. El especialista en magia de estas tempranas épocas aparece alejando influencias perniciosas y granjeándose beneficios de la naturaleza por él manipulada. Asimismo, el curanderismo trataba de alejar la enfermedad, concebida de una doble manera: como mal de ojo de una persona viva o como influencia perniciosa de un espíritu maléfico. Todo ello se conjuraba con pócimas, talismanes o ritos específicos.

También se cultivó la astrología, la onirocrítica, geomancia, fisiognomía y todo tipo de semiótica pseudocientífica y mántica. El astrólogo era un personaje respetado por la comunidad, y era inconcebible iniciar una empresa importante sin su consejo.

2. Las grandes deidades pre-védicas

Desde 1921 se conocen los yacimientos de Mohenjo-Daro y de Harappa. Se trata de restos de una brillante civilización prevédica, seguramente dravídica, que se desarrolló hacia el 2500 a. C. La cultura prehistórica del Indo dio origen a la civilización del valle del Indo alrededor del 3000 a. C. La civilización se extendió por Pakistán y la India del Norte, pero de repente empezó a declinar alrededor del 1900 a. C. Los asentamientos de la civilización del Indo se extendían por el oeste hasta la frontera con Irán, con un puesto avanzado en Bactria, y por el sur hasta la costa del Mar Arábigo en la India Occidental, en Gujarat. Entre los principales asentamientos urbanos se encuentran Harappa, Mohenjo-Daro y Lothal. En su apogeo, Mohenjo-Daro fue la ciudad más desarrollada y avanzada del sur de Asia, mostrando una ingeniería (con pozos, avanzados sistemas de desagüe y baños en las casas) y planificación urbana muy sofisticados para su época. Sorprende la complejidad de su alcantarillado y su urbanismo. La llegada de los arios coincidió con el ocaso de esta civilización, aunque posiblemente no fue su causa.

Sobre su religión, nos quedan estatuillas de terracota y sellos de esteatita que llevan impresos más de trescientos símbolos diferentes. Diversas estatuillas femeninas de terracota muestran una diosa que podría ser identificada como la Diosa- Madre o la Diosa- Tierra. Se trataría de personificaciones del principio femenino que en el hinduismo posterior se llamará shakti y que parece estar relacionado con un culto a la fertilidad y a la fecundidad en el contexto de una civilización matriarcal. Los actuales conceptos shakti mencionado, y bhakti (devoción al dios) del hinduismo podrían tener su base en este substrato preindoeuropeo de la cultura india.

También está presente en Mohenjo Daro la figura masculina de un dios astado, con grandes cuernos sentado en una postura yóguica. Se ha querido ver aquí un prototipo de Siva. El arte animalístico alcanza en Mohenjo Daro una gran perfección con ejemplos de búfalos, unicornios, toros, rinocerontes y tigres. Curiosamente, esta asociación animalística con los dioses estará presente en el hinduismo, pero no en el vedismo. Sea como fuere, con las invasiones arias comienza el período védico propiamente dicho hacia el 1500 a. C.

El panteón védico

Entre el 2000 y el 1500 pueblos de habla indoeuropea procedentes de las estepas rusas invaden el valle del Indo. Otras ramas harían lo propio en el Mediterráneo y en el Peloponeso. Seguramente se encontraron con la civilización de Mohenjo Daro ya totalmente declinante. Quedan en la literatura védica referencias a los dâsa, o dasyu, gente hostil autóctona de tez oscura, narigudos, a los que se les denomina adoradores del falo, en clara alusión al lingam o emblema fálico del dios Shiva.

A partir de estudios lingüísticos, iniciados por William Jones (1746-1794) se ha podido reconstruir en parte la cultura y el idioma que portaban estos pueblos arios. Su origen se data entre el 4000 y el 2000 a.C. en las estepas rusas. Portaban la llamada cultura védica, que se cristalizó en los antiguos textos religiosos Vedas no antes del 1500. Eran de alta estatura y piel clara, seguramente pastores y agricultores como complemento. Se acepta que contactos culturales con los sumerios habrían servido para adoptar inventos como el carro, el yugo y el hacha con mango.

Max Müller, mediante estudios comparativos, reconstruye el universo religioso de tal pueblo, centrado en un dios celeste, Dyaus afín a Júpiter y a Zeus. Dios de poder, masculino, de la tormenta y el rayo, simboliza la fuerza. Asimismo está relacionado con Prithivi, principio femenino de la tierra. También el culto al fuego forma parte de las creencias religiosas de este pueblo. Según la reconstrucción que realizó George Dumézil su sociedad es tripartita, con mitos que justifican tal cuestión: una clase sacerdotal (brâhmana), una segunda guerrera (kshatriya) y una tercera ganadera-agricultora (vaishya). Los pueblos autóctonos sometidos formarían la cuarta clase, la de los intocables. Análogamente, la ideología religiosa recoge la misma tripartición: deidades de soberanía mágica y jurídica (Mitra y Varuna), dioses guerreros (Indra) y dioses de la fecundidad y de la prosperidad económica. Su gobierno era patrilineal, con un dirigente tribal (râja) que encabeza un consejo o asamblea.

La religión védica de estos conquistadores tendrá un panteón muy elaborado. Las divinidades de los textos védicos son entidades dinámicas que intervienen sin cesar en los asuntos humanos. Se enumeran treinta y tres dioses, divididos en tres grupos de once. Corresponden a los dominios del cielo (Surya), de la atmósfera (Indra) y de la tierra (Agni). Dyaus se constituye en el soberano del cielo, si bien es paulatinamente sustituido por Varuna o por Indra.

El Rig veda nombra a Aditi como la madre de todos los dioses. Es una personificación de la naturaleza y del infinito. Originalmente parece surgir de un epíteto de Dyauspiter. Los hijos de Aditi son conocidos como Adytias. No hay acuerdo en los textos sobre los nombres o el número de ellos. Pero Surya, Indra y Agni serían los más poderosos, formando la llamad triada védica.

Varuna, un dios de la luz.

Varuna es ya mencionado por hititas y mitanis junto con Mitra. Esto evidencia que se trata de un dios anterior al asentamiento en el valle del Indo. El Átharva-veda describe a Váruna como omnisapiente, capaz de detectar cualquier mentira. Las estrellas son sus espías de mil ojos, vigilando cada movimiento de los hombres. Mientras Mitra vigilaba que se cumplieran las promesas, los juramentos, los contratos, y la honestidad en la amistad y en todas las relaciones, Váruna hacía lo propio en su ámbito, pero de manera belicosa, tanto en el cielo como en la inmensidad de las profundidades. La literatura védica presenta a Váruna como el dios supremo celeste que controla el universo. Es conocido como un âsura, palabra que lo vincula con Irán. También es concebido como principio cósmico. Se manifiesta aquí ya en germen la tensión entre dos concepciones que combatirán en toda filosofía ulterior: la opinión de que el mundo es regido por una ley impersonal a la que incluso los dioses obedecen (budismo o jainismo), y la concepción de que un ser personal dirige el proceso mediante una ley que proviene de su voluntad. Esa ley, sea cual sea su naturaleza, será conocida como dharma. Varuna es un dios con atributos eminentemente morales, y en los Vedas aparece casi siempre asociado a Mitra.

Muy ligada con Váruna es la concepción de Mâyâ. Se trata de la transformación inducida de forma voluntaria por medio de la magia, el truco o el engaño. Varuna liga a aquel al que quiere perder, con los lazos del engaño pues el señor de la mâyâ. En la religión hinduista posterior quedará sin embargo relegado a un dios muy menor, como veremos. Iconográficamente aparece como un hombre blanco sentado sobre un fabuloso monstruo marino que tiene la cabeza y las patas delanteras de antílope y el cuerpo y la cola de pez, como dios asociado al océano que es.

Indra

Indra libera a los individuos de los lazos de varuna. Indra, con Váruna y Mitra, es uno de los Aditias, los dioses principales del 'Rig-veda' (además del dios del fuego Agní y de los Ashvins). Él se deleita en el consumo de la droga soma, y el mito védico central es su heroica victoria sobre el asura Vritrá, liberando los ríos, o, alternativamente, su destrucción del asura Valá, un demonio con forma de caverna en la montaña, donde los Panis habían encerrado a las vacas y a Ushas. Indra es el dios de la guerra, rompiendo las fortalezas de piedra de los Dasius, e invocado por los combatientes de ambos bandos en la batalla de los Diez Reyes. Indra es la suprema divinidad de los espacios aéreos, además de dios de la guerra al que los himnos védicos atribuyen el éxito en la campaña. Él habría capacitado a los arios a subyugar a la población aborigen de piel oscura. Es el dios del aire, de la lluvia, de la tormenta y de los rayos. Iconográficamente es representado como un hombre de cuatro brazos y el cuerpo lleno de ojos. Con una de sus manos sujeta una lanza. Acostumbra a ir a lomos de un elefante de una o varias trompas.

Dioses solares

Cinco son las deidades representativas de diversos aspectos del sol: Mitra, Savitri, Sûrya, Pûshan y Vishnu. Mitra es el más antiguo de ellos, común con los iranios. Vigila la fidelidad entre los hombres, estimula el trabajo fecundo y los hace observar los contratos, protege la amistad y castiga al traidor. Es una personificación del poder bienhechor del sol. Savitri (también conocido como Savitar, no confundir con la Savitri que es la esposa de Brahma) es un principio de movimiento. Rige la circulación de las aguas y de los vientos, mueve el mundo de los seres vivos y es representado conduciendo un carro tirado por centelleantes corceles. Sûrya suele ser identificado con el sol directamente, y es personificado como un ser antropomorfo de color rojo escuro con tres ojos y cuatro brazos. Pûshan es un dios solar invocado en muchos himnos. Es invocado como protector de los viajeros y del ganado. Vishnú es aquí un dios relativamente secundario, pero que llegará a ser uno de los principales del brahmanismo posterior. Rudra es otra divinidad atmosférica típica del período védico. El dios hinduista Shiva comparte varias características con Rudra: el teónimo Shiva se originó como un epíteto de Rudra, el adjetivo śiva (‘amable’) se utilizaba eufemísticamente para referirse a Rudra. Con el tiempo Shiva, junto a Vishnú, formarán parte de la trimurti, junto con Brahma.

Dioses terrestres

El dios terrestre más importante no obstante fue Agni. Es uno de los adytias. Iconográficamente aparece con tres piernas, siete brazos y notado sobre un carnero. Sin embargo su personalidad se complicó tanto con el tiempo que sería portador de caracteres acuáticos, terrestres y celestes, debido a sus múltiples manifestaciones. En su origen Agni era el fuego, en su acepción benéfica para el hombre. Soma es otro dios polimorfo: representa el frescor, lo líquido, y su don es la bebida del mismo nombre.

La Trinidad védica

Se ha denominado la Trinidad védica al conjunto de Indra, Surya y Agni, por ser los tres dioses de mayor peso y personalidad del panteón védico. Sus respectivas asignaciones son:

Indra: aire lluvia, tormenta, rayos y firmamento.

Surya: cielos, sol.

Agni: tierra, fuego, calor

3. Evolución del vedismo hacia el brahmanismo

El período védico se suele dividir en tres fases:

Subperíodo samhítico: Época de los himnos sagrados Samhitas (desde los inicios hasta 1000 a.C.). Es la etapa de la mitología. Los samhitas son cuatro: Rig Veda-Samhita, Atharva Veda-Samhita, Yajur Veda-Samhita y Sama Veda-Samhita, de los que propiamente los dos primeros son fundamentales en esta etapa.

Subperíodo brahmánico: Época de la mística del sacrificio (de 1000 a 750 a.C.). Es la etapa de la magia y el ritualismo.

Subperíodo upanishádico: Época de las Upanishads (de 750 a 550 a.C.). Es la etapa de la espiritualidad.

Entre los años 1500 y 1000 la religión védica sufrió grandes cambios debido a múltiples factores, tanto internos como externos. Las principales deidades pasaron a segundo plano y surgieron nuevos mitos. Aparece la Trimurti hindú: formada por Brahma, el creador, Vishnú el conservador y Shiva el destructor. Sus consortes son respectivamente Sarasvati, Lakshmi y Pârvatî. El primero, Brahma, deriva de la idea del Dyaus védico, absorbe algunos elementos de Varuna y sobre todo el significado neutro del Brahman, para convertirse en el Uno, lo Absoluto e inefable. Dada su abstracción, su figura es eclipsada por los dos elementos restantes de la trimurti. Mientras tanto, dioses como Mitra desaparecen del panteón, Agni mantiene su antiguo prestigio y otros como Ganesha (hijo de Shiva y Parvati) y Hanuman brotan con fuerza. El paso de los vedas a los brahmanas es el paso de la frescura de la poesía la insipidez de la prosa.

Simultáneamente, en los Brahmanas Vishnú pasa a ocupar un puesto superior hasta absorber a Indra y a múltiples dioses y héroes, hasta el punto de eclipsar al mismo Brahma. Nace la figura del avatarâ, descenso que Vishnú hace a la tierra vez que se hace necesaria su intervención. Sus avatarâ más importantes son Krishna y Râma.

Shiva, el Rudra védico, muta de aspecto y de benefactor se troca en destructor, con olvido de su forma previa, aunque manteniendo el teónimo que significaba "el benéfico". Es adorado como principio de generación bajo la apariencia de lingam o falo sagrado. Absorbió gran número de mitos autóctonos y se convirtió en el centro de las sectas shivaíticas. Su forma humana es la de danzante del baile cósmico, símbolo de los ciclos de la naturaleza. Asociado a Shiva y a Visnú está el aspecto de la Shakti. Se refiere a la energía asociada al dios, que se personifica en su consorte. La shakti de Visnú es Lakshmi, o Shrî. La de Shiva es Pârvatî, la hija de la montaña; que tiene dos aspectos: como Durgâ, la inaccesible, y como Kâlî, la negra, señora del tiempo. La shakti de Brahma es Sarasvati. No obstante las personalidades de las Shaktis están muy entremezcladas.

4. Los textos sagrados.

La revelación védica se deposita en la literatura sagrada tras un periodo de transmisión exclusivamente oral. Los Vedas son ese depósito. La palabra sánscrita Veda significa "el saber, la ciencia por excelencia". Se creía que habían sido escritos por hombres sabios (rishis) bajo el dictado de los dioses, lo que explica que se denominen genéricamente como Shruti (revelación, lo que se ha escuchado). Textos religiosos posteriores glosarán estas enseñanzas, tendrán autor de nombre conocido y no mantendrán ese toque de inmutabilidad; estos segundos textos complementarios se denominan genéricamente Smriti (la tradición, lo que se recuerda). Toda la literatura smriti es alterable, discutible, modificable e interpretable, no así la shruti.

La shruti o revelación está formada por:

1. Los cuatro Vedas, colecciones (samhitâ) de salmos y cánticos compuestos en la forma más arcaica del sánscrito. Cada uno de los betas se compone de dos partes. Una sanhita o recopilación de mantras de himnos y una Brahmana que contiene preceptos ritualistas. Son cuatro:

Rigveda, el texto más antiguo de la India, de mediados del II milenio a. C. Compuesto por 1018 himnos agrupados en diez libros denominados mandalas.Constituyen el más antiguo documento escrito en una lengua indoeuropea.

Yajurveda, el libro de las fórmulas rituales; con una tercera parte de sus himnos son copiados del Rigveda. Presenta dos versioes, la blanca y la negra.

Samaveda, el conocimiento cantado; melodías de todos sus himnos son copiados del Rigveda, pero reordenados para adaptarse a rituales específicos. Está destinado a los sacerdotes.

Atharvaveda, el Veda de los encantamientos y las primeras disquisiciones acerca del origen mítico del Universo (que abriría paso a las especulaciones místicas de las Upanishad). recoge también fórmulas medicinales que parecen provenir de los conocimientos de los pobladores originales del valle del Indo.

2. Los bráhmanas, voluminosos tratados de disquisiciones rituales y simbólicos en relación con el sacrificio. Son comentarios a los Vedas, habitualmente áridos y especulativos. Fueron compuestos seguramente entre los años 1000 y 800 a.C.

3. Los âranyakas, textos destinados a los sadhus o ascetas de los bosques. Sirvieron como receptáculo de adiciones posteriores al corpus védico. Contienen discusiones (al estilo bráhmana) acerca de rituales particularmente «peligrosos», tales como el majá vrata (‘gran voto’) y el pra-varguia (pravargya), que por lo tanto deben aprenderse en la selva. Sus destinatarios son los anacoretas.

4. Las upanishads. Existen unos 150 Upanishads (aunque la tradición afirma que los Upanishads son 108, de acuerdo con el número cabalístico hinduista), la mayoría de los cuales están escritos en prosa con algunos rasgos poéticos, siendo que cierto número de ellos han sido compuestos en verso. Su extensión puede ir desde una página impresa (el más corto), hasta unas cincuenta páginas (el más largo). Se piensa que su forma, como se la conoce hoy en día, se adoptó entre los años 400 y 200 a. C. Por lo tanto representan un aspecto del hinduismo védico casi tardío. (No obstante, se cree que algunos Upanishads fueron compuestos un par de siglos antes, en el siglo VI a. C.). Etimológicamente upanishad significa estar sentado junto a alguien, en alusión a la escucha debida al maestro por parte del discípulo. Los upanishads, más de doscientos, son la parte final de la shruti. Tratan de ir más allá de la religión sacrificial y se internan en temas sapienciales que sólo pueden obtenerse por medio de la meditación y al introspección. Conforman los fundamentos del Vedanta.

La smriti o tradición está formada por:

Los Vedângas. Son obras auxiliares de gramática, fonética, métrica, etimología, astronomía y ritualística.

Los Sûtras. Son discursos, áridos tratados muy condensados y difíciles de entender y de aprender. Sûtra significa hilo conductor. Constan de colecciones de aforismos. Hay una enorme división interna de los sûtras en función de los temas tratados, destacando algunos de ellos, tenemos:

Kalpasûtras. Tratados sobre los rituales

Dharmasûtras. Tratados sobre normatividad moral

Grihyasûtras. Tratados sobre los ceremonias domésticas (muertes, nacimientos, bodas, etc)

Los Puranas (crónicas antiguas, formadas por decenas de libros escritos entre el siglo III a. C. y el siglo XI d. C.) narran leyendas de las encarnaciones del dios Visnú, las batallas del pasado, las vidas de sabios legendarios, el dios Sivá, cosmogonía, y una fantástica geografía mítica. El conocido Srimad Bhâgavatam es uno de los puranas. A veces los purânas se clasifican dentro de los itihâsas, y junto a ellos forman lo que coloquialmente se denomina el quinto Veda.

Los Caritas, biografías que complementan a los Sûtras.

Los Itihâsas son epopeyas, referencias a historias y leyendas, sagas y mitos. Las grandes epopeyas del Mahâbhârata y el Râmâyana pertenecen a este apartado. En la actualidad se considera que los Itihâsa consisten en los siguientes libros:

El Majabhárata (siglo III a. C.) es la leyenda de la guerra de los bháratas, pero también conserva las tradiciones de la dinastía lunar en forma de cuentos (integrados en el inmenso texto). consta de más de cien mil versos en los que aparecen los conceptos más importantes de la filosofía samkhya, y representa la lucha de dos familias, los Pândavas y los Kauravas por el trono de los Kurus, conflicto que culmina en la batalla de Kurukshetra, en la que vencen finalmente los Pândavas. La Bhagavad Gita es una de sus partes internas relata la aversión con la que Arjuna, uno de los Pandavas, acomete su obligación de luchar aleccionado por su auriga que realmente es el dios Krishna, avatar de Visnú. El mensaje es que lo importante es actuar desinteresadamente, pero de modo firme en funci´no del propio dharma y atenerse a lo que uno debe hacer. En palabras de Fernando Tola Mendoza: Causa asombro ver las concepciones dualistas de Samkhya al lado del estricto monismo, lindando éste con los principios del Yoga, todo ello adornado con bellas parábolas y metáfodas poéticas

El Ramayana de Valmiki (siglo II a. C.) contiene la leyenda del rey dios Rama y de la dinastía solar. Frente al Mahabharata, aquí se muestran ya ciertos refinamientos sociales de una sociedad cortés. Râma es el personaje principal, avatar de Visnú. Personifica al hijo obediente, al amante esposo, rey responsable y hermano afectuoso. Hanuman es el sirviente ideal y Sîtâ, la esposa ideal, que es raptada por el demonio Râvana..

El Ioga-vásista (siglo XI d. C.), atribuido también a Valmiki.

Los Nîti-Shastras son tratados de conducta, en forma de literatura didáctica que giran en torno a la ética.