49. Bizancio

El final del mundo antiguo se prolonga más de lo que manifiestan los textos históricos que lo explican. Los movimientos de los pueblos bárbaros que dificultan, frenan y colapsan las costumbres del imperio no llegan en ningún caso a abolirlas, mientras que a idea de la restauración del Imperio se mantienen en el tiempo, prolongando se más allá de la monarquía Carolingio hasta que la doble presión de los normandos por el norte y los musulmanes por el sur hace que realmente el sistema imperial colapse definitivamente. En cualquier caso, todos estos movimientos que han estado perturbando pero no agotando la antigüedad tienen otro cariz en el mundo oriental. La realidad del Imperio de Oriente es muy compacta y firme, y tendrá una supervivencia mucho más dilatada. La herencia de Teodosio es de evolución suave, estabilizada, que se mantendrá con variaciones, pero sustantivamente igual a sí misma hasta la toma de Bizancio (Constantinopla) por los turcos, marcando el final de la Edad Media.

En Bizancio hay una modificación económica y social, pero no es como la de Occidente. El mundo feudal nunca llega a Bizancio, aunque no se pueda negar una influencia de los modos occidentales en algún modo. No hay ningún fenómeno en Oriente une de a una ruptura de las imágenes del mundo como ocurrió en Occidente. Así, pues. Los procesos históricos no son comparables en los distintos escenarios, esta constatación elimina la idea de una Unidad de la Historia, que va quemando etapas de una forma similar en el mundo y que sin embargo llega a su plenitud en Hegel. No la hubo en el mundo griego y no la hay en sitio y momento alguno. En Bizancio no hay fin de la antigüedad, sino que se prolonga en un proceso continuo hasta la conquista turca. La historia de Bizancio es una historia rica en hechos guerreros, pero sin transformación sustantiva.

La herencia de Teodosio (347-395) es doble, Honorio se encarga del imperio de Occidente, e Arcadio dio en Oriente. Arcadio pone en marcha un mecanismo de continuidad sobre las instituciones. Las primeros generaciones de la dinastía post-Teodosia dedican sus mayores esfuerzos a reconstruirá idea de Imperio Romano: tienen el imaginario común de ser el Imperio Romano. La política de Justiniano (483-565), ayudado por su general Belisario, conquista Italia, recupera Rávena, la Galia y la Aquitania, así como la Bética. Se ve el intento militar de reconstruir el Imperio romano en toda la extensión de la palabra. También hay un intento de reconstruir el Imperio Romano del norte de África.

Hay una gran población germánica que es asimilada como pueblos limítrofes que son convertidos en soldados imperiales, esta población es tan importante que determinara los cambios sucesorios de Arcadio. Bizancio, como heredera natural de Roma y sin experimentar ruptura ninguna con dicho Imperio, y no sufriendo como en Occidente la presión de los pueblos bárbaros,une de dedicarse a intentar reconstruir la idea imperial, que está a punto de conseguir. Occidente por su parte reconoce las conquistas de Justiniano, pues será reconocido como civilización romana, afín a la propia.

La diferencia entre ambos imperios será relativa a la iglesia: de acuerdo con el planteamiento agustiniano, en Occidente la iglesia ostenta nn poder superior al del Imperio, mientras que en Oriente no encontraremos debate que intente diferenciar las dos instituciones, lo único que encontraremos la sumisión de la Iglesia al Imperio, en completa continuidad con los modos y maneras clásicos. Por el contrario, el concepto de soberanía conllevará en Oriente la idea de que a esa soberanía imperial le competen también los asuntos religiosos: el Emperador es el obispo de los obispos. La Iglesia queda configurada como un conjunto de células autónomas que son coordinadas por la corona imperial. Este es el origen de la estabilidad: todo el mundo acepta que la Iglesia es una institución del Estado, y que el Estado lo dirige el Emperador.

Oriente estará cada vez más seguro dentro de sus fronteras, mientras que Occidente se verá agitado con invasiones bárbaras, y a partir del siglo VII empieza a tener su personalidad propia, olvidando las raíces comunes con Occidente: sufre el variado proceso de helenización que lo separa la de Europa:

- La rivalidad persa. La monarquía persa, en su propio limes occidental será un importante punto de referencia, que hará comprender que las conquistas de Justiniano en Occidente no pueden tener continuidad. Incluso el Exarcado de Rávena tiene sus días contados.

- El presión musulmana.

- La eliminación de las fronteras del oeste y la necesidad de reforzar las del este hace que Bizancio conozca un proceso de evolución propia que se denominará la helenizacion de Bizancio. Los Emperadores, aunque nunca dejaran de denominarse emperadores del Sacro Imperio Romano, adquirirán modos propios, abandonarán el latín en favor del griego y se cerrarán culturalmente sobre sí mismos.

Hacia el siglo VII- VIII se fija la sucesión imperial mediante la figura de un coemperador nombrado en vida del emperador, siendo siempre considerablemente más joven. Se generan regiones que comportan una división diferente de la que se había he dado del Imperio Romano, en las que coinciden las autoridades civiles y militares. Son provincias más pequeñas, de modo que ninguna tenga tanto poder como para tener muchos soldados. No habrá un cuerpo de ejercito tan grande como para que haya miedo de un levantamiento. Bizancio es un artefacto defendible, coherente, eficiente, con gran estabilidad y paz interna y con signos de identidad cada vez más helenos y menos latinos.

La vida intelectual bizantina

En oriente no habrá la percepción de un cambio de mundo, sino progresivo perfeccionamiento de un artefacto que a la altura del año mil corona su identidad por procesos continuos. Ni siquiera llegarán allí los ecos de los terrores del año mil que sacudirán Occidente.

En estas condiciones se produce en Bizancio un fenómeno de parálisis del pensamiento. En las sociedades que consiguen una estabilidad social la filosofía languidece, pues deja de tener retos por plantearse o angustiosas preguntas que responder. No obstante, tendrá su filosofía con algún que otro nombre de interés, pero que no aportará novedad alguna. Las producciones filosóficas se refieren siembre a temas continuistas e internos, con rechazo a lo que viene de fuera. La vida intelectual de Bizancio alterna entre la continuidad y la eliminación de la novedad. La filosofía bizantina no es más que la maquinaria solipsista de autojustificación interna. Las disputas bizantinas tienen claves internas que explican toda su enjundia.

La vida intelectual bizantina se desarrolla en cuatro claves:

1. La indestructible unidad de la soberanía. Consiste en la puesta en marcha de signos de indentidad que pondrán en marcha la cohesión del Estado y la subordinación de la Iglesia al Estado. El Emperador es primero aclamado por elpueblo y después coronado por la Iglesia, al revés de lo que ocurrió con Carlomagno.

2. El desarrollo de las herejías tiene más libertad de expresarse, y provocan menos conflictos que en Occidente. Los nestorianos, por ejemplo, en el VI, con la réplica por los monofisitas, se solucionará con un dictamen del emperador con relativo respeto a ambas opciones. La tolerancia es un dispositivo del propio aparato político. El nestorianismo propone que las dos naturalezas en Cristo están separadas, como si dos personas hubiera en Cristo, mientras que los monofisitas, con Cirilo de Alejandría a la cabeza, propugnaban una única naturaleza en Cristo. Si la redención no tiene el alcance de ser propia de la naturaleza de dios, si no es Dios el que ha padecido y muerto en la cruz, la redención no tiene valor. Bajo esta disputa hay un argumento filosófico de base aristotélica que choca con el neoplatonismo vigente, yo es sólo el alcance de la redención, sino qué se debe entender por hipóstasis.

Aristóteles define el Principio de Contradicción (no es posible A y no A en lo mismo), es decir, no se puede ser Dios y Hombre en la misma substancia. Lo que ocurre es que todo este jaleo teológico es un poderoso artefacto político en el mundo bizantino: el nestorianismo, en la medida en que divorcia al Cristo hombre del Cristo Dios, hace que Cristo tríos se sobreponga, sea una entidad diferente, pueda ser pensado las margen del Cristo hombre que produce la redención, lo que implica introducir un doble principio soberano en las atribuciones políticas de la Iglesia. Como las atribuciones de la iglesia en Bizancio son las entregadas por el imperio, el Imperio tiene que aceptar la idea de que hay una sola naturaleza. Por eso en el Concilio de Éfeso de 451 se condena el nestorianismo. El nestorianismo se presentaba con un factor de disolución de la soberanía del imperio sobre la iglesia.

El monofisismo a su vez plantea otro problema: si aceptamos el monofisismo (como hicieron los coptos y los cristianos egipcios): si no hacemos algún tipo de distinción, no hay posibilidad de que ninguna institución terrenal pueda ser titular de la soberanía del cuerpo místico, o de la soberanía del plan de salvación sobre la tierra. Es decir, por mucho que el Estado en su arrogancia quiera hablar en nombre de Dios, nunca estaría legitimado para hacerlo, todo lo más podría hacerlo en nombre del Jesucristo terrenal. Por lo tanto, Cristo no puede ser dos personas, pero tampoco puede ser una sola. La manera de conseguir este cambalache es postular que en realidad son tres:

Esto hizo necesario inventar un tercero: el Espíritu Santo. Hay unos años de discusión decisivos que termina con el Concilio IV Ecuménico de Calcedonia. Oriente y Occidente tienen una coincidencia de intereses, y se pondrán de acuerdo por última vez: la justificación teológica de que una institución (sea la Iglesia en Occidente, sea el Estado en Oriente) se haga cargo de los asuntos de salvación en términos agustinianos, es que quede un margen diferencial entre Dios (que está fuera, es trascendente a toda institución humana), y una parte de Dios que sí pueda ser representada desde dentro. Esto es lo que se juega en el concilio IV de Calcedonia, y que dará un título perenne de legitimidad al Estado en Bizancio. La Iglesia es la Iglesia de Jesucristo, y Jesucristo es quién ha llevad a cabo la redención, quién ha muerto y resucitado. Ese Jesucristo es quién es representado en Occidente por la Iglesia y en Oriente por el amalgama Iglesia+Estado. En Occidente eso lleva a la pretensión de la iglesia a proponer para sí mismos un mayor rango que el Estado, por lo que no se conseguirá una estabilización. El Oriente sin embargo, como el Emperador es la cabeza de la constitución eclesiástica, no habrá conflicto, y tendrá a su cargo la historia de la redención.

En las luchas contra los diferentes enemigos de Bizancio siempre aparecerá la imagen del Emperador asimilada a la figura de Cristo redentor. El Espíritu Santo es la pieza que conecta el Dios trascendente con le Dios de la Iglesia, por lo tanto el IV Concilio acaba con el pleito entre nestorianos y monofisitas con la última de las soluciones universales, ecuménicas. Dependiendo de la acentuación que se dé en cuánto más de divino hay en el Jesucristo de la institución eclesial se dará mayor o menor importancia a la existencia de una Iglesia con simbolismos iconográficos humanos para Cristo.

La querella iconoclasta

Los monofisitas formaban el partido Popular de Bizancio, y su color era azul. Sus oponentes tenían como colores corporativos el verde y el rojo. Se reunían en el hipódromo de Constantinopla, y allí se llevaban a cabo las cuestiones que querían discutir. Con ello, Bizancio conserva una cierta idea de las instituciones deliberativas republicanas en una especie de Tercera Sofística, o Sofística bizantina. El partido azul se hizo monofisita e iconoclasta, tendiendo el partido verde y rojo al nestorianismo (o al menos a la solución calcedonia) y a la representación iconográfica humana de Cristo. Aquí se juega otro proceso de paralización: igual que el primero; la entrega de la soberanía al Estado, e igual el segundo, la solución calcedonia de la teología del Espíritu Santo aportan un fenómeno de estabilidad y paz en la convivencia Iglesia-Estado, en la disputa iconoclasta se produce un fenómeno semejante. El Partido Popular era iconoclasta por que pensaba que si había un único signo, y este signo era el de la redención completa, se produciría un proceso igualitario bajo el signo de la cruz. Si por el contrario se admiten las imágenes se produciría una plétora y una variación de la veneración bajo diversas formas diferentes que se transforman en diferencias económicas y diferencias de clase, con veneración a reliquias, iglesias ricas y pobres, etc.

El furor iconoclasta daba lugar, evidentemente, a exigencias de reparto económico que estaba ya en la base inicial del movimiento. En los procesos de fervor icónico por su parte se pactó con el beneplácito de Roma, pues de haberse impuesto la lógica iconoclasta no habría tenido sentido la propia constitución del papado, sino que hubiera habido simplemente un único Imperio y una única religión, todo ello monolítico, cuestión que a Roma no interesaba.

La separación de las Iglesias de Oriente y de Occidente

Establecida la teología tridentina, la forma de Calcedonia señalaba que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (cláusula filioque). Si se acepta que el Espíritu procede del Padre y del Hijo se está aceptando que la direccionalidad del Espíritu Santo es doble; de Dios a la Iglesia y de la Iglesia a Dios. Como quiera que Filius es el entramado divino identificado con la redención y es gestionado por una institución, lo que conlleva a admitir que esta institución puede tomar decisiones que comprometen al mismo Dios, pues la Iglesia habla enteramente en el nombre de Cristo, sin ser separable de él (toda la teología se ha desarrollado para que no se pueda separar la Iglesia de Cristo). Esto interesa sobremanera a la Iglesia, pero no interesa nada al Imperio, porque la Iglesia estaría por encima del Estado al estar en directa conexión con Dios. La pugna entre Oriente y Occidente vino pues por el concepto agustiniano de suprasoberanía: allá donde hay donde hay muchos estados (Occidente), es sumamente interesante para la Iglesia arrogarse el concepto de suprasoberanía para reclamar su primacía sobre todos ellos.

El obispo Focio, que no era eclesiástico, sino que pertenecía a las altas instancias de la administración bizantina, decretó una condena contra la cláusula filioque tal y como la entendían los Papas. Estos tenían todavía potestad suficiente como para excomulgar al Emperador, de modo que éste se avino a una fórmula de compromiso hacia 840. Pero se abrió una herida profunda entre Oriente y Occidente. Focio fue objeto de una excomunión, luego perdonado, pero se introduce un elemento profundo de dialéctica política que va separando cada vez más el modo de entender la relación Iglesia -Estado. En 1054 el patriarca de Constantinopla Miguel Cerulario vuelve a condenar la clásusula filioque y a establecer la superioridad del Imperio sobre el Papado, mandando una misiva al papa Leon IX para que se sometiera al poder temporal. El Papa, consciente de que las cosas iban demasiado lejos, manda dos emisarios que no convencen a nadie, por lo que el papa elabora una Bula de Excomunión en 1054 para el Patriarca de Constantinopla, "no es nuestra culpa, pero Dios nos perdona". Miguel Cerulario a su vez quema la bula y ejecuta la separación de las Iglesias. En Occidente se produce una grave sensación de pérdida, mientras que en Oriente no se produce prácticamente ninguna reacción, salvo una cierta satisfacción.

Ya no habrá más pensamiento nuevo en Oriente. Los dispositivos de equilibrio del poder social y religioso tuvieron tal engarce y equilibrio que no se produjeron condiciones de posibilidad de tales pensamientos nuevos. Hubo una verdadera parálisis del pensamiento . Por eso para muchos historiadores Bizancio es el ejemplo perfecto de cultura que cristaliza en civilización. Bizancio es una cultura aproblemática que no reclama respuestas filosóficas, porque ya no tiene preguntas. Los instrumentos de estabilización social fueron lo suficientemente poderosos como para no necesitar otros mecanismos ni necesitar problematizar su situación. Su estela cultural se prolonga en las iglesias ortodoxas de la Grecia postcolonial y de la Iglesia Rusa, pero no ha pasado de el estadio medieval.