76. Consideraciones finales

Intentaremos plantear unas conclusiones generales que den claves de interpretación de cuáles son los trazos que forman las tradiciones culturales europeas que nos conducen culturalmente hasta nosotros. Se trata de encontrar un significado global a la época medieval. Hemos establecido el final cultural de la Edad Media en la confluencia entre la Guerra de los Cien Años y la Peste Negra, aunque históricamente se date en la toma de los turcos de Constantinopla. De una u otra manera, el humanismo va ganando terreno sobre un panorama que no admite fronteras cronológicas nítidas. El historiador pone consciente o inconscientemente, buena parte de sus propios dispositivos de interpretación sobre los acontecimientos.

Es bueno tenerlo en cuenta, porque el propio concepto de Edad Media se forja en el Renacimiento italiano, pretendiendo señalar que hay una especie de colapso histórico, definido como edad oscura, entre el momento final del Imperio Romano y el siglo de los propios humanistas. Petrarca es el primero de los mentores de esta idea desde el siglo XIV, y buena parte de los humanistas tendieron a presentar la historia europea como una estancia gozosa de la época clásica interrumpida por siglos de oscuridad que no clarean hasta el momento en el que escriben los propios humanistas. La idea defendida es que la continuidad histórica se rompe y se recupera como si nada hubiera pasado muchos siglos después. La propia denominación de Edad Media indica la noción de un lapso, una interrupción entre dos momentos importantes y substantivos.

La historiografía ilustrada fue responsable de este desprecio al medievo, pero la visión que hemos defendido aquí no puede ser más opuesta. La historiografía romántica debe ser entendida como una tesis sobre la continuidad histórica; desde este punto de vista la Edad Media formaría parte del desarrollo de la humanidad, habría que recuperar alguna continuidad de la historia a través del medievo hasta el humanismo. En suma, la presentación que se hace habitualmente de la Edad Media es la de un período que debe ser excluido de la continuidad, o que debe ser incluido completamente en ella, cuando está disyuntiva es falsa, ambas son imágenes demasiado mecánicas, tanto las inclusivas como las exclusivas.

En realidad la invasión de los pueblos del norte no colapsa el mundo antiguo. Pone dificultades, pero hay muchos lugares por los que no pasan los invasores. Pueden provocar grandes destrucciones por donde pasan sin afectar para nada pocos kilómetros más allá. La propia vida de estos pueblos bárbaros es muy variada: a veces incluso se integran en los ejércitos imperiales.

Por lo tanto, el inicio de la Edad Media ni es coincidente con las invasiones bárbaras ni el Imperio Romano colapsa de un día a otro. El comercio sigue mientras las calzadas romanas continúan practicables, y eso abarca muchos siglos. Además los pueblos bárbaros tomarán el modelo romano para su propia gestión en cuanto tengan contacto con sistemas más avanzados de organización social a los que ellos poseen. No hay ninguna sensación al inico de una ruptura con la edad antigua. Al contrario, todo el proceso de esos primeros años es un proceso difícil de incorporación del cristianismo al Imperio Romano. Para cuando empiezan las turbaciones en los limes de Occidente Roma ya significa cristianismo, por lo que la incorporación de los pueblos bárbaros al Imperio es indistinguible de su incorporación al cristianismo.

Las múltiples y evidentes alteraciones se deben al mantenimiento de procesos de asimilación a instituciones plenamente cristianas, los pueblos bárbaros se convierten en arrianos y ortodoxos según las influencias que reciben, y las cosas se producen de una manera diferente a como se suelen presentar: propiamente hablando se puede decir que empieza una época nueva que podemos llamar Edad Media cuando la ruptura de las estructuras romanas (debido a la doble presión de los pueblos normandos por el norte y la presión del Islam) provoca la construcción ex novo de una serie de instituciones capaces de crear una objetividad diferente.

Estas instituciones nuevas siguen siendo cristianas, pero el cristianismo necesita acomodarse a la nueva situación, y no al revés. Ya no es el cristianismo propio de la épocas iniciales, sino algo nuevo, pero tampoco podemos decir que es otro cristianismo: hay una continuidad y hay una variación, de modo que ni las tesis continuistas ni las rupturistas son correctas. La vida del espíritu está siempre pendiente de la innovación histórica, y puede expresarse con los mismos mecanismos o artefactos teóricos o ideológicos en una u otra ėpoca histórica. Realmente la disolución de un mundo y la aparición de otro establece todo un conjunto de discontinuidades y de continuidades.

La historia es esencialmente contingente, pero en esa contingencia se ponen en marcha procesos de necesidad. Hay una profunda contingencia en los desarrollos históricos: los procesos son inciertos, y sin embargo es verdad que en esos movimientos azarosos se ponen en marcha mecanismos de necesidad. ¿En qué medida la historia de la filosofía y del pensamiento se hace cargo de esa contingencia capaz de crear procesos necesarios? ¿En qué medida los visibiliza?

La Edad Antigua hay que prolongarla hasta el hundimiento del imperio Carolingio (último intento serio de resucitar el imperio romano), y la aparición de fenómenos de guerra que consumen el mundo feudal marcarán su lánguido y borroso final. Planteado así el asunto encontramos una plétora de artefactos que dan continuidad a través de los siglos, y otra de artefactos que imponen novedad. H y sin duda nexos que ponen en relación unos fenómenos con otros, pero no tenemos ninguna teoría sobre ellos. Nos e hace visible el proceso que nos lleva de una posición a otra, sólo tenemos la posibilidad de establecer un corte, y en ese corte ver cómo están presentados los pensamientos en los textos. No podemos ver el proceso, sino las cristalizaciones de su pensamiento en momentos concretos. El propio proceso debe ser inteligido.

La idea de un proceso ideal de despliegue del pensamiento que se va desarrollando per se, que responde a su propio proceso inmanente con independencia de las condiciones materiales de cada momento es una idea totalmente mítica y falsa. La mejor manera de hacerse cargo del desarrollo histórico es fijarse en l delimitación de espacios en los que aparecen ciertas ideas, animadas de ciertas capacidades de desarrollo y que chocan con otras ideas capaces de otros desarrollos que pueden convivir armónicamente o que chocan violentamente es una visión más cercana a la real.

Llamaremos presentología a aquella forma de estudiar la historia apegada a la historia real, que trata de mostrar cuales son los escenarios cuyas delimitaciones están dadas por condiciones materiales que no tienen necesariamente que ver con las ideas. Se trata de al atención a espacios determinados a las realidades históricas proporcionan una conexión de visibilidad del mundo histórico conforme a una interpretación determinada. Desde este punto de vista la prolongación del mundo antiguo no tiene ningún conjunto de ideas diferente al del mundo romano, no hay ninguna distinción entre la distribución de ideas tal y como había sido establecida con la cristianización del imperio y la aculturación o acoplamiento de los nuevos inmigrantes al escenario europeo. Mantenemos crónicas de los pueblos bárbaros, una de las monstruosidades del romanticismo alemán es la idea de que podemos reconstruir un mundo imaginario que nunca existió: la visibilización de esos pueblos bárbaros a los que tenemos acceso se nos dan a través del lenguaje cristiano, con la paideia cristiana, y es esa paideia la que determina la hermeneutics de todas las historias que tenemos en las manos, son historias que se hacen visibles en tanto que manufacturadas por nosotros.

El rescate que podemos hacer de la Edad Media es debido a que presenta un espacio de comprensión diferente. En los comienzos de la Edad Media lo que hay es la introducción de un presente distinto, que da paso a espacios de comprensión distintos. El mundo feudal, o la teología en su pugna con la filosofía son gestos nuevos que se dan porque las condiciones mismas que tratan de ajustar y referir son asimismo distintas. Aparece un polo religioso fuertemente institucionalizado y una serie de entidades distintas: imperio y estados nacionales. Hay una conexión profunda entre los modos objetivos de la producción con las formas de la representación, que dan lugar a espacios de costumbres comunicativas específicos que pueden ser puestos al margen de los anteriores y de los posteriores.

La identidad histórica no es indistinguible de la construcción de estos espacios. Hay un factor de contingencia profunda en la aparición de estos espacios, porque el conjunto de posibles presentes diferentes para unas mismas condiciones iniciales ha sido siempre múltiple. Es importante entenderlo porque la Edad Media supone la aparición y visibilización en el espacio europeo de diferentes modelos de presentología: si tuviéramos que apelar a un proceso unitario de evolución histórica, como quería Hegel, no podríamos atender a los espacios de comprensión diferenciados que aparecen el el medievo: tenemos procesos paralelos puramente contingentes para las mismas causas iniciales. Las invasiones bárbaras no crearon ningún espacio de comprensión diferente del tardoromanticismo cristianizado, y en cambio la invasión musulmana sí lo hizo. Las mitologías nórdicas simplemente desaparecen del horizonte de los propios pueblos bárbaros invasores una vez que son aculturizados. Los pueblos bárbaros no crearon ningún espacio de comprensión nuevo lo tanto. Por lo tanto la Edad Media es el mentís por excelencia a la tesis hegeliana. L Edad Media certifica la idea contraria: mientras que los pueblos del norte no fueron capaces de crear ningún pensamiento, los pueblos islámicos si lo hicieron. Bizancio mantuvo una presentología en perfecta continuidad que Occidente no pudo mantener en virtud de acontecimientos azarosos que la perturbaron.

La Edad Media es el tiempo de la pluralidad, y sólo desde la idiotez del romanticismo o de la arrogancia de la Ilustración puede ser presentado como un proceso unitario de desarrollo del espíritu. En realidad es un espacio en el que se presenta una multiplicidad de espacios de comprensión que mutuamente se influyen. El espacio homogéneo del mundo romano se ve habitado por presentes distintos.

Ciertos presentes son tan exitosos que impiden la novedad y cierran la innovación. Estos presentes no tuvieron el mismo despliegue. E presente bizantino fue tan exitoso que produjo una máquina de producción de hábitos que hizo totalmente innecesaria la innovación. En el mundo bizantino el presente continuo encerró la novedad en el marco del dominio del Estado, que se convirtió en protector y garante de las ideas que garantizaban la estabilidad, incluso si esa protección implicaba grandes dosis de violencia. Por eso, tiene un presente inmóvil a lo largo de los siglos. Su esquema cultural es continuo en su propio a autosatisfacción.

Esa forma de continuidad es la que no se da en el medievo europeo. El presente de Occidente es totalmente diferente en su contacto con el mundo árabe. No faltan contactos, cruzadas, violencia pero presente árabe es un presente diferente al europeo. El árabe es un presente que también termina resultando exitoso, pero no logra crear estados. La historia de los estados musulmanes es la historia de construcciones muy débiles sometidos a disgregación como los reinos de taifas. En el mundo árabe se forma un esquema en el que la religión domina totalmente al estado. Queda destruida la posibilidad de construir una filosofía y una teología. Incluso los esfuerzos de Averroes son totalmente anacrónicos: la solución teocrática árabe encontrada es tan exitosa que se convierte en un atractor que devorará la novedad de una manera opuesta a la ocurrida en Bizancio.

Lo característico del mundo cristiano occidental que llamamos Edad Media, por contraste con Bizancio y con el mundo musulmán, es plural y con diversos registros inestables. Los espacios de comprensión bizantino, musulmán y occidental son inconmensurables, no se pueden comparar por atender a parámetros diferentes. Ni Occidente configura el sujeto de la historia, como diría Hegel, ni realmente los otros estaban en mejor o peor situación. Lo necesario es atender a la diferencia de los estadios de comprensión (cuatro si tenemos en cuenta el caso judío, totalmente único). La diferencia en Occidente es el presente de dos fuentes de referencia, sentido y poder, el civil y el religioso, y de la incapacidad de llegar a una forma de organización que aquiete las tensiones o que las sustituya por hábitos exitosas. En la primera mitad del siglo XIII parece que el poder de la iglesia va a zanjar la cuestión, creando asimismo un presente continuo a la bizantina, pero la continua ruptura de estos éxitos, el continuo fracaso de la cultura occidental es exactamente lo que pone en marcha un presente que es a la poste el único foco de innovación que ha quedado para la historia de Occidente. Bizancio y el Islam pertenecen a la Historia de Occidente, pero esta Historia de Occidente ni es unitaria no tiene un sujeto, sino que es plural, y sólo uno de sus sujetos presentó un permanente foco de innovación.

Así, la Edad Media occidental es un proceso de dinamicidad histórica, que se construye en el marco de una insatisfacción que será general. Todos los gestos universalistas son una apuesta de parte: de la parte que predica el universalismo concretamente. En este sentido, el medievo no fue universalista, sino múltiple. Hay como mínimo tres universalismos, como tres proyecciones de formas concretas de habitar la relación de la historia y el pensamiento y de gestionar la realidad. No hay continuidad, ni hay necesidad ni ningún universalismo consigue imponerse. Allí donde hubo competitividad, surge el dinamismo novedoso. Con la hegemonía del humanismo se constata el declive de la multiplicidad: Bizancio desaparece ante nosotros, quedando enquistado una residuo local el Oriente, y el modo de vida occidental abarcará todo el mundo europeo. El mundo árabe tendrá a su vez un declinar constante y encapsulado son capacidad de expresar de forma novedosa. A partir del XVI Occidente progresará indefinidamente, pero por un proceso de expansión colonial, no por un desarrollo de su espíritu ni de su pensamiento.

Contra las afirmación de algunos postmodernos majaretas, eso no proporciona más o menos felicidad, pues la felicidad individual tiene poco que ver con la presentología en la que está inmersa. En la permanente lucha que significaron las cruzadas casi siempre ganaron los árabes, por lo tanto no se trata de un hecho guerrero bélico o de fuerza. Es un asunto de configuración de los propios espacios de comprensión, de la apertura a la innovación del pensamiento o el encapsulamiento del mismo. En Occidente medieval lo que no se produce es ese encapsulamiento que vemos en los otros dos espacios.

Las formas medievales fueron rotas, fueron sujeto de nuevas formas innovadoras que pusieron en marcha nuevos presentesen este sentido la historia de Europa es la de un presente no continuo, sino discontinuo. El estudio de su singularidad no lleva a ningún complejo de superioridad, sino a una profunda meditación de cómo funciona la historia: mediante la construcción de espacios en los que la comprensión de los asuntos produce formas más o menos estables, más o menos inestables tales que o bien interrumpen la continuidad o la propician. Europa tiene el carácter propia de la discontinuidad, y estudiarla sirve para arrinconar las viejas ideas de la negritud medieval, puesta en marcha por los creadores de la teoría de la continuidad histórica. Este esfuerzo de arrinconar falsas concepciones será enormemente fértil, porque nos acercará al modo de comprensión real de cómo funciona la Historia de los hombres.