4. El saber

El punto de partida del concepto de saber se relaciona con una cierta consideración de la soberanía (los dioses, Zeus y Apolo, o la representación de la mántica, Circe; y en representación de todos ellos, el rey). Comencemos por la soberanía, que en griego se dice αρχή. Le asignamos el valor de principio o fundamento por un error conceptual. Los magistrados son los arcontes, los que tienen el αρχή. Por eso el saber aparece vinculado a la figura del rey, que pronuncia palabras realizadoras y tiene capacidad de dictar leyes en el ejercicio de su soberanía. No hay saber sin ese ejercicio de poder. En la Grecia democrática no se pierde este sentido. La vara de mando (φεμιστής) se les entrega a los oradores en el ágora en recuerdo de la soberanía.

El ejercicio de la mántica propone una relación directa con lo divino, con lo que otorga algo que no forma parte de la moira (de lo que toca) a los hombres, sino que les confiere una especie de instancia divina. El saber es la apropiación de una parte que no es propia del hombre, lo que le da un poder a la vez que le sitúa en una posición de peligro. Algunos textos heraclíteos hablan en este sentido de que el saber introduce en un estado de locura divina que pone en peligro la esfera de lo humano. La forma más antigua de estos saberes se presenta en forma de enigma presentado a los héroes en los ciclos míticos. En el ciclo tebano tenemos una imagen exacta de esto:

Edipo se acerca a la ciudad tras matar a su padre en una encrucijada sin saberlo, y escucha que nadie puede acceder porque un monstruo (una esfinge) lo impide mediante el lanzamiento de un enigma, una pregunta. No acertar la respuesta implica el aniquilamiento del que lo intenta. Edipo contesta correctamente y entra en la ciudad y se casa con la reina no sabiendo que se trata de su madre; siendo castigado por ello.

Todos estos textos presentan una situación jerarquizada del saber como instrumento en la organización social: en la figura del sacerdote, el aedo o la pitonisa en el oráculo de Delfos.

El regreso de los Heráclidas presenta míticamente la invasión de los dorios, que provoca que la población helénica se compartimento en hablantes del dialecto jónico y del dialecto dórico. El mundo micénicos ha acabado aunque el recuerdo permanece en la literatura recogida por Homero. Los funerales dejan de hacerse por enterramiento y se hacen por cremación, la cerámica es diferente y la organización política cambia: los centros burocráticos bien organizados y centrales son sustituidos por núcleos urbanos mucho más pequeños con una autonomía limitada. Desaparece el concepto de un centro organizado en torno a un palacio, pasando a las poleis. En lugar de un palacio se construye un espacio vacío, el ágora. Desde el 1200 en adelante, que preceden a la Grecia arcaica se denominan siglos oscuros. Tras ellos, salen formados un conjunto de manifestaciones literarias de límites internos borrosos: lírica (con sus divisiones internas a su vez), la historiografía, y los textos filosóficos.

De repente florecen estas formas nuevas tras los siglos oscuros que siguieron al hundimiento de Micenas. La sociedad nueva es una sociedad de guerreros, designados por la clase de armas que portan y por la renta que poseen. Se les llama hoplitas y su forma organizativa es tal que los guerreros discuten entre ellos las decisiones que toman en discusión entre iguales en el espacio vacío que sustituía al palacio. Combaten juntos y son lo suficientemente adinerados como para pagarse las armas. Ahí nace la ciudad, como consecuencia de la sustitución del palacio por la plaza, en la que el valor de lo privado y oculto pasa a ser representada por lo público. Esto supone una dispersión de la soberanía, que se gestiona económicamente. Lo político es lo público vaciado de poder, en un contexto de fragmentación del αρχή entre todos los guerreros/ciudadanos.

Si el saber es un atributo de la soberanía, en este estado de fragmentación de αρχή vaciada se multiplica por doquier. La isonomía entre los guerreros reparte el saber entre todos los ciudadanos. Empieza a producirse la literatura en su multiplicidad genérica exactamente cuando empiezan los procesos que tratan de ampliar el ámbito del αρχή. El proceso es político, y en él se da el aspecto de necesidad de compatibilizar la disolución de la soberanía con la multiplicación de la misma entre todos los guerreros/ciudadanos. Lo que ocurre en las asambleas, puesto que nadie tiene el αρχή porque ahora es compartido, es la lucha interpuesta entre oposiciones de palabras que se resuelve por rendición de cuentas, mayorías, etc. Ahora hay un agonismo entre seres humanos iguales. Es la ausencia del αρχή centralizado lo que permite el diálogo en el ágora, lo que hace que los enfrentamientos secularizados puedan recuperar el carácter indivisible y completo de una sabiduría que compete a la ciudad entera.

Se dieron dos secuencias distintas pero claramente emparentadas.

1. Los primeros repartos fueron igualitarios, una vez declarado el principio de isonomía entre los guerreros: reparto de un lote de tierra y del botín de las conquistas. Sin embargo, cuando empieza a haber descendencia desigual, comienzan los problemas de reparto. Una solución es la emigración y nueva colonización de tierras. Sin embargo la continua división de lotes entre los descendientes imposibilita soluciones satisfactorias. Esa inestabilidad encuentra un mecanismo apelando a una palabra superior a las palabras de quienes tienen derecho a ejercerlas en las asambleas. Este es el origen del derecho. Se trata de la asignación de un valor prioritario a un tipo de discurso normativo conducente a resolver los conflictos. Es un tipo de discurso aplicable a las discusiones más primaria, y supone la introducción del logos como normativa. Las sociedades turbadas por las stasis apelaron a un tirano, en origen palabra no peyorativa. Supone la deposición de la discusión a fin de que alguien dictamine leyes normativas. La tiranía (institución provisional) es el restablecimiento del αρχή por el λόγος. Ese logos expresará el fenómeno de la sabiduría.

2. El segundo sistema fue otorgar la soberanía a ciertos protocolos que establecieran cuando las discusión deben acabarse con una conclusión. Eran protocolos muy reglados que gobernaban las asambleas. (Ejemplo: alguien hacia tocar un clarín cuando el orador apelaba excesivamente a las pasiones).

En suma, la desaparición del αρχή unificado en el palacio devino en intento de legislar normativas racionales que gobernaran la ciudad por medio del λόγος. Esto se realizó apelando a los tiranos para que impusieran leyes o generando normativas de control en asambleas. No todas las sociedades de guerreros evolucionaron igual. Esparta es la que más firmemente mantuvo los conceptos de igualdad de ley y de reparto, quedando organizada en una asamblea de dos secciones: la asamblea de ancianos y la de jóvenes. La primera era la voz de la experiencia y la otra la de los guerreros. Cada una de ellas elegía un rey, de modo que ninguna de ambas secciones tomara el poder a costa de la otra. Simultáneamente, mantenía una sociedad esclavista en la que sólo los ciudadanos eran iguales entre iguales.

Atenas es el ejemplo prototípico de organización democrática en el sentido de que los ciudadanos tenían acceso al ágora y a hacer oír su voz en las asambleas. Atenas dió más importancia a la multiplicación de la soberanía, hasta llegar un momento en que tenían derecho a partir se todos los varones mayores de edad, no sólo los jefes de los genes. El proceso parecía no tener fin, admitiendo cada vez a más ciudadanos (posición de la sofística radical). Así, finalmente colapsó, aunque por otras razones como la pérdida de la Guerra del Peloponeso, regresando a formas más blandas como la democracia censitaria.

En todas estas formas de gobierno queda claro que la cuestión del saber atañe a cómo organizar las opiniones (endoxa) participadas en las que se juega la supervivencia de las ciudades, y cómo va a ser educada la ciudadanía que participará en dicho proceso. En la respuesta va nada menos que la supervivencia. En definitiva la pregunta es cómo hacer leyes justas que resuelvan los conflictos y prevean las dificultades futuras. Asī, la cuestión del saber no es un asunto desliga le del contexto, todo lo contrario. Es el contexto el que estableció la estructura y la urgencia del saber que equivalía al ejercicio de la soberanía. La idea de saber que subyace a esa construcción del λόγος que es la ley, y para resolverla nada es más ridículo que pensar que hubo un momento en el que había μύθος y posteriormente surge como de la nada el λόγος. La forma de resolverlo fue variada como hemos visto, y la filosofía constituyó una clase de respuesta.