Día 7 y 8: Ouarzazat – Ait Ben Haddou – Telouet - Marrakech

CRÓNICA DÍAS 7º Y 8º KASBAS DE TAOURIT, ÀIT BENHADDOU Y TELUÈT - MARRAKECH

La aventura del Atlas se acaba, como todo en la vida. Todo principio tiene un final, pero ha merecido la pena. Nos marchamos del Alto Atlas y del Ighil M´Goun, nuestro bautizo bereber se ha hecho realidad. Descubrimos pueblos encantados en medio de la nada. Entre nosotros ha existido una explosión de júbilo y alegría, algo así como: “esto es lo que estábamos buscando”, nos marchamos con el corazón encogido. Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, corta pero intensa. También ha sido una experiencia gratificante que nos ha aportado algo que durante mucho tiempo buscábamos. Todo salió bien, pero sinceramente prefiero los grandes espacios, las montañas, los valles, los ríos, los grandes prados. Nos ha invadido esa sensación de querer fotografiarlo todo, como si con esto nos lleváramos parte de esta tierra con nosotros. Ha sido un viaje mágico, singular, inolvidable. Cuando llegamos a Marraquech, la verdad es que, quizás sea por tratarse de la última etapa, personalmente, este lugar me ha defraudado un poco. Para mí, Marruecos ha sido lo vivido en sus montañas del Atlas, no quiero decir con esto que Marraquech no tenga su encanto, lo tiene, y es una ciudad mágica, pero su ambiente no acabó de convencerme, quizá se necesite más tiempo para conocerla mejor. Es algo como falso, como muy estudiado y como un rompecabezas donde cada pieza ocupa su lugar. Pero como dije anteriormente, ha sido un buen viaje, hasta hoy, el viaje más interesante de mi vida y como dice también un mítico refrán: “Un viaje no es un viaje si no te transforma”, y os puedo asegurar que a mí me ha transformado, no sólo el cuerpo, pues perdí algo más de dos kilos de peso, sino el espíritu, que me lo ha agrandado. Marruecos es un país desconocido o quizás muy mal conocido, pero es un gran país, sobre todo para dar rienda suelta al ensueño o a la imaginación.

Y por último, aprovecho el momento para saludar a los compañeros y compañeras del grupo expedicionario del M´Goun. En primer lugar a Teresa, la gran capitana, artífice de esta formidable aventura. A Brahim, nuestro infatigable guía, que observando el ramadán, nunca dio muestras de debilidad y siempre nos dirigió por los mejores caminos. A Ismael, el joven cocinero que nos alimentó durante todas las jornadas con exquisitos manjares bereberes. A los siete muleros, por su infatigable trabajo de logística, acarreando tanto bártulo por aquellos caminos interminables. Y como no, a esas tenaces mulas, que conocían tan bien el camino, que a veces, a trote corto, se dirigían solas hacia el siguiente campamento. Por descontado, a la enfermera del grupo, Paqui, ya consagrada como enfermera oficial del Atlas. A nuestro agradable y simpático pachá, Mario, que tantas agradables veladas nos hizo pasar. A nuestra reina alpargatera, Lourdes, tan excelente compañera; desde aquí quiero darle las gracias por esas sabrosas manzanas que me dio en mi ramadán especial. A nuestra interprete, Rosa, que nos sacó de más de un apuro con su conocimiento del francés. A nuestro fotógrafo oficial, Antonio, que se llevó todo el Atlas comprimido en su cámara fotográfica. Al compañero Roberto, que nos alegró tantas veces con su gracia y sonrisas. A mi compañero de tienda, Alfonso Vandeli, cuyo prestigio es mundialmente reconocido. A nuestra liebre alpargatera, José Juan, que se nos dormía cuando subíamos al M´Goun a paso de ramadán. A nuestro segundo fotógrafo oficial, Juan Antonio, cuyos excelentes reportajes nos sorprenden cada día más. Y a nuestra incondicional Luisa, que tan buen compañerismo supo transmitir a todo el grupo.

Quedaron atrás, días de ilusión, momentos de cansancio y miles de imágenes y sensaciones que quedarán grabadas para siempre en mi memoria.

Motril, 30 de julio de 2013

Crónica escrita por Miguel

Álbum web de Picasa (ven en presentación de diapositivas)