Día 6 : Taghzout – Bou Thrarar (Ouarzazat)

Nos esperan unas siete horas de caminar por el cauce del M´Goun, que empiezaba a estrecharse con paredes de más de 1.200 metros de altura y pasos de escasos metros de anchura. Por las riberas crecen adelfas, con unas bellas hojas lanceoladas de un verde intenso y flores de color rosa, álamos, nogales, cañaverales, higueras. Nos detenemos bajo las paredes de un farallón para quitarnos los pequeños chinarros que se nos cuelan por dentro del calzado de agua. Paramos en la tienda de un poblado llamado Ighrem Aqdim, su significado es el masculino de la Kasbah en bereber, según me sopló Brahim. Aquí compramos algunas bebidas. No tenían más que tres coca-colas y algunos refrescos caducados, por el aspecto que tenían sus envases. Dejamos pelada aquella anticuada nevera de aquel vetusto bazar. Tras haber franqueado las impactantes gargantas del Achabou, continuamos rio abajo, dominando todavía los grandes farallones ocres y una sucesión de pequeñas gargantas, pero ya no presenciamos más estrechamientos del rio. Caminamos a un margen y a otro del M´Goun, entre adelfas y sauces. El M´Goun aún bajaba por estos contornos con un fuerte caudal. A ciertas compañeras del grupo les tentaba la idea de tirarse al rio para refrescarse, puesto que el calor arreciaba cada vez con más intensidad. Grandes colchas y otras prendas del hogar con múltiples colores, se secaban al sol sobre las rocas, dando un colorido especial al paisaje por donde pasábamos. Tres compañeras se desprenden de sus mochilas y se lanzan de carrera hacia las aguas caudalosas del M´Goun. El resto de la expedición nos quedamos atónitos ante tamaño espectáculo. La cuarta en tirarse al rio es la enfermera, luego lo hizo Brahim. Remontaban el caudal por donde existe más corriente y se dejaban arrastrar como troncos suspendidos sobre la corriente del M´Goun. Después uno a uno fuimos participando de este espectáculo acuático, refrescante y divertido. La corriente nos arrastraba a todos como formando una procesión anfibia de cuerpos flotantes. Un joven magrebí contemplaba mudo pero muy atento, aquel lujurioso baño colectivo. ¿Por donde bogaría su pensamiento en aquellos instantes? ¿Se resbalaría hacia el engranaje oscuro del placer? Así lo creo. Sólo quedaron sin mojarse los reporteros gráficos. Éste fue nuestro bautismo colectivo bereber. Dios perfume nuestra memoria para que recordemos siempre este momento tan singular. Pasamos por tarajes gigantes que crecen por la ribera del rio y murallas ciclópeas, formaciones naturales de gigantescas piedras que descansan unas sobre otras formando un especie de puzle sin ninguna argamasa. Este día recorreríamos unos diecisiete kilómetros.