DESCRIPCIÓN DE LA RUTA
Como las temperaturas bajaban y un frente lluvioso llegaba por el este, las precipitaciones en la sierra de las Nieves estaban aseguradas en forma de copiosa nevada, de hasta 40cm en las zonas más elevadas según las previsiones meteorológicas, por eso no había que desaprovechar la oportunidad para ir a un lugar que en esas condiciones se convierte en mágico y único en Andalucía.
La intención inicial era ascender hasta la cumbre del monte Torrecilla desde cortijo de los Quejigales, pero durante la aproximación con nuestro vehículo al punto de inicio, pronto nos dimos cuenta que eso iba a ser poco probable, pues el viento soplaba con fuerza, la nubosidad cubría la montaña y la visibilidad en las cumbres se nos antojaba que sería escasa, algo que se pudo confirmar más tarde.
Cuando llegamos al cortijo de Quejigales, descubrimos que solo unos pocos aventureros nos habíamos atrevido en aquel frío viernes, a caminar por los senderos del parque nacional, cosa que nos animó porque era la primera vez que lo hacía en un día laboral, evitando así la muchedumbre de gente que acude a la llamada de la nieve, tal y como nosotros también lo hacíamos.
Decidimos iniciar la ascensión por la cañada del Cuerno, y tras cruzar el puentecillo de acceso al sendero de la cañada, comenzaba el barro al que ya estamos acostumbrados cada vez que transitamos por este lugar. Al principio veíamos algunas manchas de nieve, pero cuando empezamos a ganar altura y los pinsapos sustituyen al pinar de las cotas bajas, la nieve comenzaba a ser cada vez más abundante, cubriéndolo absolutamente todo para regocijo nuestro, porque el tan deseado efecto que la nieve tiene en estos bosques, se hacía realidad.
El viento que soplaba con fuerza nos producía un sentimiento de congoja, pues los árboles se movían con virulencia y sin cesar, sentimiento que se acentuó cuando otro senderista que bajaba nos comunicó que un poco más arriba, un pinsapo había sido derribado por el viento justo a su lado cuando pasaba, motivo por el cual había decidido darse media vuelta y dar por finalizada la ruta del día. A pesar del relato, decidimos continuar, comprobando la veracidad de lo que nos habían contado y observando que todavía quedaba medio pinsapo en pie, junto al otro medio que yacía sobre el suelo del bosque.
Proseguimos la marcha por aquel bosque encantado, donde el hielo cubría las ramas de los pinsapos y la nieve hacía lo mismo sobre el terreno, con la niebla que de forma variable se introducía en el bosque para impregnar el ambiente de cierto misterio, junto con el sonido del fuerte viento y la incertidumbre en nuestras mentes sobre si lo que estábamos haciendo era prudente o no.
Al llegar a lo más alto de la cañada del Cuerno donde termina el pinsapar, más de medio metro de nieve cubría el sendero y todo el entorno que la niebla nos dejaba ver. La nieve dura en su superficie, se resquebrajaba bajo nuestros pies, haciendo que nos hundiésemos hasta la rodilla. Además el viento en contra era tan fuerte, y los copos de nieve helada nos golpeaban de tal manera en cara y ojos, que era imposible poder ver nada al frente. Ante esta extrema situación era evidente que no podíamos continuar, decidiendo darnos media vuelta y comenzar el descenso siguiendo la huella que habíamos abierto solo unos minutos antes, pero que casi había desaparecido. Durante el descenso y poco después de entrar en el pinsapar, un fuerte estruendo nos sorprendió, pues otro pinsapo había sido derribado por el viento, lo que nuevamente acrecentó nuestra casi olvidada congoja. En estas condiciones de ánimo continuamos el descenso, aunque siempre sorprendidos por la belleza del paisaje en el que estábamos inmersos. Al llegar al lugar donde encontramos el primer pinsapo derribado, pudimos comprobar que el otro medio árbol que había sobrevivido, ya no se encontraba en pie, habiendo sido tronchado por el viento, quedando quebrado y colgado sobre el ramaje de los pinsapos próximos, por lo que la peligrosidad de este punto del camino era considerable. Cuando pasamos bajo el árbol que había quedado colgado, lo hicimos con rapidez para eludir el peligro evidente.
Poco antes de alcanzar el puentecillo que da acceso al sendero de la cañada del Cuerno, paramos para descansar, comer y reponer fuerzas, así como reflexionar y tomar la decisión de no dar por terminada la ruta, sino de continuar la marcha subiendo la cañada de las ánimas hasta su punto más alto, y una vez allí si las condiciones meteorológicas habían mejorado, proseguir para volver a descender nuevamente por la cañada del Cuerno que ya habíamos andado, cosa que no ocurrió, pues la tiempo no mejoró.
Después de pasar el puerto de los Quejigales, el camino que discurre bajo la cañada de Enmedio, se caracteriza por tener siempre mucho barro, y que con las lluvias caídas se encontraba en un estado deplorable. Tuvimos que hacer malabarismos para enfangarnos lo menos posible, transitando fuera del sendero y buscando zonas herbosas, incluso pisando algún charco para limpiar las botas del barro que se nos pegaba en las suelas.
Al llegar al mirador de los Coloraillos totalmente cubierto de nieve, nos encontramos con los primeros pinsapos, antesala del bosque que puebla la cañada de las Ánimas. En este punto nos detuvimos para contemplar la pelada sierra Hidalga que aparecía ante nosotros, entre las nubes y la niebla que por la acción del fuerte viento abría y cerraba las vistas de forma caprichosa.
La ascensión por la cañada de las Ánimas, que para mi gusto no es tan espectacular como la del Cuerno, discurrió sin nada especial que reseñar, aunque poco antes de salir del pinsapar y donde el viento soplaba fuerte, nos encontramos con ramas caídas de pinsapos, cubriendo el sendero y la huella de otros senderistas que un rato antes habían pasado por allí. Nuevamente la congoja se apoderó de nosotros.
Al llegar a lo más alto y salir del bosque de pinsapos, la gruesa capa de nieve se encontraba en las mismas condiciones que en la anterior cañada, soplando el viento con tanta o más fuerza, teniendo que dar media vuelta y descender por el mismo sitio.
La vuelta hasta el cortijo de los Quejigales se realizó sin nada especial que reseñar, al igual que el regreso a Sevilla, aunque al llegar a Algodonales nos detuvimos en el restaurante el Cortijo, donde Arber y yo nos dimos un homenaje culinario para resarcirnos del acongojamiento vivido.
(Este álbum cuenta una historia cronológicamente ordenada, por lo que es recomendable ver en presentación de diapositivas. Pero antes pon el fondo musical que más te guste, para que visualizar más de 71 fotos resulta más ameno )
El track de la ruta:
PANORAMAS (CLIC SOBRE LAS IMÁGENES PARA AMPLIARLAS)