Plano de la ruta de la 4º etapa del trekking
Perfil de la ruta de la 4ª estapa del trekking
El grupo completo por la mañana antes de comenzar la ruta del día, en Taghzout.
Servidor, que posa sobre la era en la que el tío del tractor, vaya noche que nos dio.
CRÓNICA DEL DÍA 5º TAGHREFT - TAGHZOUT
Nos levantamos a las seis treinta y salimos a las ocho. Era la hora punta en este pueblo, pues sus calles y caminos experimentaban un ajetreo de arrieros y grupos de hombres y mujeres que se dirigían a las faenas agrícolas de sus huertas.
Aprovechando el ramadán una máquina que había junto a una terraza, debajo de donde nos encontrábamos acampados, estuvo trillando cebada varias horas esta madrugada, el ruido perturbador de aquella trilladora nos despertó a todos. Más tarde, sonó a lo lejos, la voz del imán de la mezquita de aquella aldea, llamando a la primera oración del día.
Hoy nos dirigimos al poblado de Taghzout situado a 1.800 metros de altitud. Atravesaremos el valle del M´Goun caminado tranquilamente flanqueando grandes vegas de cultivo, frondosos huertos y pequeñas aldeas que nos conducirá a las gargantas del M´Goun, las cuales se estrechan en la medida que avanzamos por su cauce. Una silenciosa y trémula caravana de mulas cabalgaban sobre el cauce del rio hacia el poblado de Taghref., Todos los jinetes llevan vestimentas blancas, diría que se dirigen allí para asistir a las ceremonias fúnebres que vimos esta mañana. El anciano que dirige la comitiva, un bereber de porte digno y sereno, nos pidió alguna medicina para que le aliviara la irritación de sus párpados debido a la sequedad que padecen. Nuestra enfermera lo diagnosticó y le entregó unas dosis de suero fisiológico. Seguimos caminos de las antiguas rutas de caravanas de mercaderes, donde todavía se observa el viejo sendero construido con piedras y maderas de enebro, que permitía remontar por el margen izquierdo del rio ascendiendo en un peligroso zigzag en el pasaje de Achabou. Nuestra senda nos obliga a caminar por el cauce del rio, vamos entrando y saliendo del agua con nuestras zapatillas anfibias, es como un paseo acuático, igual que lo hacen los habitantes del valle desde tiempos inmemorables, donde los muleros usan como un amplificador para sus cantos populares.
Junto al rio, en un edificio construido en piedra, enclavado en un entorno paradisiaco para estas áridas montañas, nos esperaba el cocinero y los muleros. Éstos hacen a su vez las labores de ayudantes de cocina, asimismo, montar las tiendas, a parte de su oficio de arrieros. Bajo un cobertizo de cañas, Ismael había colocado el comedor. El menú de hoy consistía en una ensalada, macarrones, melón y el té, que no nos faltaría en ningún momento. Yo comí mi dieta especial, el té y además una coca-cola refrescada por el chorro de agua del manantial. Nada más terminar de comer el viento se enfureció llevándose algunas cosas por delante, el cobertizo se tambaleaba y el vendaval amenazaba con llevarse todo el tinglado hasta el mismo rio. Todos nos levantamos de la mesa y nos fuimos a descansar buscando las escasas sombras que había en el otro margen del rio. Amodorrados sobre unas rocas recuperamos algunas fuerzas. ¡Yallah! ¡Yallah! Gritó Brahim. Se acabó el descanso. Los muleros se apresuran para cargar todos los bártulos empaquetándolos y sujetándolos con cuerdas sobre los lomos de las tres acémilas que pastaban plácidas sobre la ribera del M´Goun.
Después de caminar durante veintiún kilómetros de recorrido, sin abandonar en ningún momento el cauce del M´Goun llegamos a Tauhzout. Un poblado fantasma en apariencia, situado en medio de la nada, con unas cuantas casas de adobe desparramadas sin orden ni concierto, con pequeños muretes de adobe repartidos por doquier. Hay que mencionar que en este país vimos muchos muros de adobe por el campo, entre otras razones, porque su materia prima es barata. Su mezquita consistía en un largo palo doblado y amarrado con cuerdas al tejado de una humilde casa de adobe. En la parte superior del palo estaba colocado el altavoz por donde se escucha la voz del muecín llamando a la oración nada menos que cinco veces al día. Éste palo seco y largo era el minarete, más pobre no podía ser esta mezquita. Pero el altavoz funcionaba, lo que no tengo tan claro es si esa pobre gente rezara en sus casas a cada toque de altavoz. Dice el Corán, que cuando se desobedece al Altísimo, es mejor hacerlo a escondidas, pues pavonearse en el propio pecado es pecar doblemente.
Los niños acudieron a nuestro encuentro como viene siendo habitual. Nos observaban detrás del pequeño muro de adobe que rodeaba nuestro campamento. Me acerco a ellos y reparto sobre sus pequeñas manos el resto de pasas que aun me quedaban. ¡Merci! ¡Merci! Repetían agradecidos esos niños. Otro compañero le dio, a otro grupo de críos, cacahuetes, estos insistían para que le dieran más. Pero éste les dijo: camino y manta… Aquellos, como loros que repiten las palabras, imitaban a duras penas aquella frase y le respondían algo así como: camino y menta... Riéndose de sí mismos se fueron felices hacia sus casas. He repartido todos los caramelos y frutos secos que traía, en realidad yo no podía tomarlos, mi ramadán me lo prohíbe. Unos cuantos compañeros nos acercamos al rio para lavarnos. Dejo mi bolsa de aseo y la toalla en la orilla y me baño dentro del rio. De pronto se levanta ese viento traicionero del Atlas y el caudaloso M´Goun se lleva mi toalla corriente abajo, ésta viajará por lo menos hasta Damasco. Ese mismo viento me secó el cuerpo en un instante. Subo al campamento. Los mulos comen cebada en unos grandes bozales que llevan colgados en sus cabezas. Hay un desagradable olor a boñigas de los mulos. Un compañero orinaba detrás del pequeño murete de adobe que rodeaba parcialmente el campamento, el cual estaba montado sobre una era. En su centro hay un mástil de madera, donde se engancha la cuerda que se ata al mulo para girar sobre aquel punto. Como iba diciendo, aquel muro parecía un urinario. Su cara disimulaba el placer de aquella larga meada. Por su gran porte, su cabeza sobresalía por encima del murete, éste miraba satisfecho hacia el interior del campamento. Algunos nos percatamos de esta peculiar escena. Risas.
Sigo con mi dieta de arroz blanco, manzana y té. He empezado a tener alucinaciones. Imagino que me estoy comiendo un plato de patatas y huevos fritos con chistorras con una cerveza bien fría. El hambre empieza a hacerme efecto. Esta madrugada una voz impertinente del muecín rebotaba entre las terrazas de aquellas casas de adobe y una bandada de chovas levantaron el vuelo. Parecía que regañara a esos fieles infelices, era una voz hosca en esa hora del alba.
Crónica escrita por Miguel
Álbum web de Picasa (ven en presentación de diapositivas)
Aquí tienes el track de la ruta de la 4º etapa: TAGHREFT - TAGHZOUT