Día 4 : Oulilimt – Taghreft

TRAVESÍA DEL ALTO ATLAS

IGHIL M´GOUN3 ETAPA del trekking: Ouililimt - Taghreft

Marruecos del 18/julio/2013

Tipo de sendero: Lineal Distancia: 21,1 Kms

Dificultad: Media Desnivel máx.: 500m

Plano de la ruta de la 3ª etapa del trekking

El grupo junto a las chimeneas de hadas en el río M´Goun



Perfil de la ruta de la 3ª etapa del trekking.

El grupo junto a la ruina de kasba de Tighremt N Ait Hmed

CRÓNICA DEL DÍA 4º OULILIMT - TAGHREFT

Al siguiente día nos levantamos a las seis y cuarto de la mañana. Desayunamos a las siete. Seguiremos un sendero de mulas subiendo y bajando a lo largo del rio Oulilimt con formaciones rocosas de chimeneas de hadas. Una antigua senda que antaño fue una ruta de caravanas ancestrales entre los valles de Aït Bouguemmaz y Dades.

Comenzamos a ver pequeños grupos de niños que se nos acercan corriendo desde sus casas. ¡Monsieur bonbon!, ¡Monsieur bonbon!, ¡Monsieur bonbon!…., repiten sin cesar unos niños de pequeña estatura, algunos venden pequeños objetos, nos miran con rostros de asombro como si fuéramos marcianos, otros nos señalan las mochilas pidiéndonos que les demos una pluma estilográfica o un cuaderno, nos acompañan largas distancias sin separarse de nosotros, se trata de un verdadero acoso. Da la sensación de que el Atlas está plagado de niños. Sus madres, desde lejos los observan, y nos vigilan con cierta cautela, no quieren que les hagamos fotos, algunas veces nos gritan cuando ven nuestras cámaras en ristre, preparadas para sacar alguna instantánea. Yo les daba chupa chups, nueces peladas, pasas, y frutos secos. Los más pequeños se estiraban su sucia camiseta para llevarse más cantidad, pues sus manitas eran demasiado pequeñas. Quedaban felices cuando les dábamos algo. La forma como nos miraban aquellos ojos grandes sin apenas pestañear, no se me olvidará. No eran nada violentos, sólo eran niños con los deseos de cualquier niño, pero eran pobres de solemnidad. Otros niños se bañaban desnudos en los ríos, cuando se percataban de nosotros, salían corriendo del agua y se vestían con rapidez con sus pequeñas prendas, algunos llevaban unos anticuados y distintos zapatos en cada pie.

Pude ver algunos niños que lucían orgullosos una raída camiseta del Barcelona.

Pasadas algunas horas empiezo a tener una sensación de mareo por la fuerte deshidratación que tengo, el ambiente no me acompaña pues el calor cae a plomo. Desde que salí del Targueddit he vaciado el vientre tres veces perdiendo líquidos, las cápsulas de Fortasec no detienen la diarrea, sigo perdiendo sales minerales. Me tomo un gran sorbo de agua y al poco rato me produce un vómito, arrojo por la borda el pollo de anoche y el desayuno de esta mañana. Sin quererlo me he provocado un corte de digestión interno. Desaparece el mareo y ahora me siento algo mejor, pero es una sensación pasajera, pues tengo la boca bastante seca. El Altísimo es exigente con aquellos a quienes ha colmado con sus beneficios. Mucho me temo que tendré que empezar con el ramadán a la occidental. Desde ahora sólo podré comer arroz blanco y manzana, mientras veo cómo mis compañeros engullen cuantiosos manjares prohibidos para mí.

Atravesamos numerosas y singulares aldeas bereberes de alta montaña. Por sus laderas observamos algunos rebaños de ovejas y cabras. Caminamos por vergeles, cultivos aterrazados. Sus pueblos nos reciben con esa densa umbría de nogales centenarios. Pasamos por una cabaña de pastores, tiene un aprisco resguardado bajo una pequeña gruta, en este momento no había nadie, así que paramos un rato para poder observar una multitud de gasterópodos fosilizados sobre la parte plana de una gran roca negra. Al mojar ésta con agua, los podemos ver con mayor nitidez. Más adelante seguiríamos viéndolos, cuando caminábamos por las gargantas del rio M´Goun. Observamos algunas sabinas, achaparradas, que se esparcen diseminadas por las laderas de aquellas montañas de estratos retorcidos y caprichosos, la razón de su pequeño porte, pues parecen bonsáis, es que los habitantes de estas aldeas cortan sus ramas con sus hachuelas para utilizarlas como combustible en sus casas. Vimos una vieja sabina centenaria de un gran porte leñoso de tronco retorcido, de sus ramas secas nacían pequeños brotes de hojas escuamiformes. Aquel maltratado árbol tenía un aspecto extraño, sobre sus escasas sombras descansamos un rato. Nos encontramos con algunas kasbahs en el camino, son unas soberbias mansiones fortificadas donde se combina el adobe, la madera y la piedra. A la vez residencia del señor y plaza fuerte. A la que aparecía el invasor, los campesinos se refugiaban allí. Las caravanas que comercializaban entre África y el Magreb encontraban refugio y lugar de almacenamiento. Este tipo de hábitat es típicamente bereber. Nos detenemos para comer, al más puro estilo de Memorias de África, así sería siempre, en una aldea llamada Ouzighimt. Nada más llegar Ismael nos sirvió el té. La comida ya estaba preparada, sólo comí un poco de arroz blanco y un trozo de zanahoria cocida.

Algunas compañeras jugaron con un pequeño grupo de niños. Éstos vivían cerca de donde estábamos y sus madres los observaban con recelo desde la distancia, algún niño recibió una reprimenda de su madre. Me acerqué a un grupito de críos que no dejaban de observarme mientras descansaba en el suelo, miraban mi mochila con curiosidad, algunos eran muy pequeños. Les di todos los chupa chups que me quedaban, la niña más pequeñita no sabía quitarle el envoltorio. Mientras los demás chupaban con deleite el caramelo, ella se limitaba a observar el suyo, se lo cogí de sus manitas y desenvolví el plástico, ella sonrió y empezó a chuparlo feliz. Llegó otro niño algo mayor, no tenía nada que ofrecerle, rebusqué por el interior de la mochila y le regalé un pequeño estuche con un espejo. Le expliqué por señas que era para su madre, parece que me entendió y salió corriendo hacia su casa. Pasados unos minutos lo vi que jugaba solo, moviendo aquel espejo, haciendo reflejos con la luz del sol. Descansamos un rato en este pueblo y luego reanudamos la marcha hacia el poblado de Taghreft. Caminábamos bajo un sol sofocante, pues eran las horas más calurosas del día. Mi estado no mejoraba, el nivel de electrolitos de mi organismo era demasiado bajo para seguir caminando. Subíamos y descendíamos por una senda por la que veíamos el rio Oulilimt y el valle con sus numerosas huertas bereberes, casas de adobe y algunas kasbahs.

Empiezo a sentir otra vez mucha sed, y bebo otro largo trago de agua. Mal hecho. Me vuelvo a producir otro vómito. La poca comida que tomé, de nuevo la tiro por la borda. A partir de ahora mi estado físico empeora notablemente. Paramos en un arroyo para llenar las cantimploras, introducimos las pastillas potabilizadoras, y espero la media hora reglamentaria para poder beberla. Pero a partir de mañana cambiará el rumbo de mi estado de salud. Alá es misericordioso. Acudo a la consulta de nuestra enfermera, que lo fue de varios compañeros más. Ésta me entregó varios sobres de un suero oral hiposódico para que lo introdujera en mi cantimplora. Mano de santo. Mi recuperación vendría el día siguiente, donde saqué fuerzas de flaqueza. Adiós abatimiento, adiós cansancio. Aunque el final de esta etapa lo hice en un modo lamentable.

Durante el trayecto paramos en una pequeña tienda que nos encontramos por el camino, para comprar algunas bebidas y agua mineral. Aquí compré una coca-cola y agua mineral, estas serían mis medicinas, junto con el hiposódico. Seguimos caminando dejando a nuestro margen izquierdo la gran vertiente cortada del Wagoulzat a 3.800 metros de altitud. Por fin llegamos al campamento, situado en una terraza en lo más alto del pueblo llamado Taghreft. Vimos como una comitiva de hombres con chilabas blancas se dirigía a la mezquita, era un funeral. Una fiesta, la muerte. Un espectáculo para el pueblo bereber. Dos de las mulas se encabritaron entre si, tirando una bruscamente de la brida que la sujetaba al suelo, la otra, libre de ataduras, intentó morderla sobre las crines, las otras se inquietaron y se revolvían coceando causando una gran polvareda a nuestro alrededor, los muleros se abalanzaron sobre ellas sujetando las bridas tratando de tranquilizarlas.

Esta noche me vuelvo a acostar sin cenar, sólo bebo gran cantidad de líquidos en pequeños sorbos. Nadie apuesta por mí para el recorrido de mañana. Dios es bueno y su paciencia no tiene límites. Y heme aquí curado a la mañana siguiente. Cuando amaneció y me disponía a comenzar el trekking, pude observar algunas caras de asombro. No podían creerlo. No era para menos. Di gracias al Creador por haberme guiado a mi curación. A pesar de todo, como medida de precaución, seguí haciendo mi ramadán, es decir, comiendo arroz blanco, patatas y zanahorias cocidas y té, hasta la llegada a Ouarzazat, a partir de entonces comencé a sentir un hambre canina, que se prolongó hasta mi llegada a Motril.

Crónica escrita por Miguel

Álbum web de Picasa (ven en presentación de diapositivas)

Aquí tienes el track de la ruta: OULILIMT - TAGHREFT