VOLCÁN PARINACOTA

VOLCÁN PARINACOTA

     Parque nacional Sajama

     Sajama (Bolivia)         21/Julio/2023

     Tipo de sendero: Circular        Distancia: 13 Km     

     Dificultad: Alta                        Duración: 14 h por ruta     Desnivel máximo: 1.200m

Perspectiva de la ascensión desde el refugio de las Payachatas.

Perfil de la ruta




En la cima con mi guía Juan Francisco.

En la cima del boliviana del volcán Parinacota.

DESCRIPCIÓN DE LA RUTA

   Después de la por mi parte malograda ascensión al volcán Sajama, llegamos a la población del mismo nombre, donde el resto del grupo de la expedición a Bolivia del club Elbruz de Sevilla, decidió dar por finalizadas sus actividades de montaña por el cansancio acumulado en las tres semanas anteriores. Permanecí aquí durante una jornada completa para descansar y recuperarme del esfuerzo realizado días antes, agravado por problemas intestinales que no voy a detallar.

   Durante ese día de descanso, me entretuve paseando por los bofedales que rodean el pueblo, tratando de gozar de la tranquilidad y la soledad de un entorno que no me era desconocido, pues en el año 2018 ya había estado caminando por los senderos que rodean el volcán Sajama. Las dudas sobre mi estado físico, pues mis tripas seguían dando señales no estar bien, me llevaban a pensar que no iba a poder realizar la ascensión al volcán Parinacota, sueño que desde la primera vez que estuve en este lugar, quería hacer realidad, pues la belleza y majestuosidad de esta montaña me cautivaron desde la primera vez que la vi.

   Si bien el volcán Sajama es una mole impresionante, y es la montaña más alta de Bolivia (6.542m), el Parinacota junto con el volcán Pomerape que en su conjunto forman las conocidas Payachatas (del aimara “los gemelos o mellizos”), es la más bonita de las montañas que hasta ahora había visto, pues su silueta de semicono es perfecta, rematada en su cima con un manto blanco de nieve, y el cráter que se adivina y que no se deja ver, pero que yo tenía una insaciable curiosidad por contemplar, pues ninguna de las montañas que hasta ese momento había subido, poseía este fenómeno geológico.

   A las 00:00h del día 21 de de julio, me despertaba para tomar algo antes de partir, además de revisar con mi guía Juan Francisco el equipo de montaña que debía de llevar, entre el que no se encontraban ni crampones ni piolet, pues dadas las características de la nieve que nos íbamos a encontrar, según él no eran necesarios. La demora de la conductora que en vehículo todo terreno nos tenía que llevar hasta el refugio de las Payachatas donde comenzaría la ascensión, me hizo temer un olvido que podría malograr esta actividad. No fue así, y aunque más tarde de lo previsto, partimos hacia el refugio al que llegamos tras una hora de trayecto por caminos de arena volcánica, con encrucijadas sin señalizar, cancelas que cortaban el camino, y tramos difusos en los que este era casi indistinguible y que solo un conocedor de la zona podía descifrar. Poco antes de las 2:00h llegamos al refugio ubicado en la cota 5.130m, donde la conductora se quedó esperando con infinita paciencia hasta que finalizásemos la ruta.

   Comenzamos a caminar bajo la luz de los frontales, iniciando la ascensión de algo más de 1.200m de desnivel, desde el primer instante y sin tregua alguna hasta la cima. Debido a la oscuridad de la noche solamente se puede divisar el entorno más cercano y el suelo del sendero bien marcado abriéndose paso en zigzag entre las rocas volcánicas. De vez en cuando, aparecían formaciones de agua helada colgando sobre las piedras, en otras ocasiones cubrían el camino, por lo que debíamos sortearlas intentando no resbalar. Este hielo que en principio era puntual y esporádico, cuando llevamos varias horas de ascensión se hace cada vez más frecuente, pues existe una capa de hielo sobre la superficie que a modo de permafrost apelmaza la arena y las piedrecillas del sendero, que lo hacen resbaladizo y peligroso, pues a pesar de la oscuridad se adivinan zonas expuestas al vacío, por lo que la precaución debía de extremarse.

   No tardaron mucho tiempo mis tripas en recordarme que aún no se habían recuperado de sus males, por lo que en tres ocasiones debí avisar a mi guía, de la obligatoriedad de detenernos pues la urgencia de plantar un pino era imperiosa y no admitía demora. A pesar de estos contratiempos, y salvando la fatiga provocada por el esfuerzo físico realizado a gran altitud, mi cuerpo resistió la dura prueba a la que estaba siendo sometido.

La marcha a paso lento en la oscuridad prosigue, solo interrumpida por las regulares pausas cada cierto tiempo para descansar y recuperar el aliento. Casi sin darnos cuenta, llegó la hora del amanecer, apareciendo en el cielo de la fría mañana, la claridad teñida de colores rojizos y anaranjados con la que el sol sorprende a los que madrugan. Este momento mágico del día tan deseado por cualquier montañero, nos descubría el grandioso espectáculo del paisaje a nuestro alrededor, y que la noche hasta ese momento nos había estado ocultando. Al frente aparecía la infinita ladera del volcán con los primeros penitentes que desafiantes nos esperan unos metros más arriba. A la izquierda un gran espacio abierto en el que destaca el cono del volcán Sajama con su glaciar, y a nuestra espalda el cercano volcán Pomerape con su cima cubierta de nieve, hermano gemelo del Parinacota, aunque visto tan de cerca se aprecian claramente las diferencias, no pareciéndome ya tan iguales.

   Caminando sobre el congelado sendero que apenas se distingue sobre la ceniza volcánica, alcanzamos la capa de nieve helada con formaciones de penitentes, y vamos buscando el mejor paso entre ellos con el objetivo de llegar a un tramo desprovisto de estas columnas de hielo, y que de forma providencial la naturaleza ha despejado en la ladera, lo cual nos va a facilitar la ascensión ahorrando tiempo y esfuerzo físico. No obstante, el pasillo que tratábamos de alcanzar, no estaba desprovisto de dificultad, ya que el resbaladizo permafrost nos obligaba a pensar muy bien donde poníamos el pie a cada paso que dábamos, pues la fuerte pendiente podía ocasionar un grave percance en caso de resbalar, pues hay que recordar que no calzábamos crampones ni llevábamos piolet por decisión del guía. Este pasillo se interrumpía en ocasiones con penitentes dispersos, aunque se podían sortear con cierta facilidad.

   La mañana avanzaba, la temperatura se iba templando y haciendo más agradable el ambiente, pero la interminable ladera no parecía llegar a su fin nunca, pues a pesar de ver su aparente final, siempre iban apareciendo nuevos tramos para desesperación mía. Pero todo llega y sobre las 11:00h de la mañana llegamos al borde del cráter, apareciendo ente mis ojos el tan deseado espectáculo que había estado esperando. Un enorme hoyo de paredes verticales, conformado por rocas y arenas de colores se hundía ante mí, con una profundidad de unos 100m y 500m de diámetro, a cuyo abismo me asomaba con precaución. El fondo no era más que una superficie casi llana de cenizas de color gris, sin ningún signo de actividad volcánica. Desde el borde del cráter, se podían observar tres prominencias de altitud semejante, una en el lado boliviano, y otras dos en el lado chileno. Como estábamos en Bolivia, nos dispusimos a ascender, no sin gran esfuerzo, a la prominencia boliviana que se levantaba unos 50m por encima de donde nos encontrábamos. Una vez en lo más alto de la cima, alcanzada sobre las 11:30h, el regocijo y la alegría manifiesta en forma de abrazos y felicitaciones, remataron la exitosa ascensión en la que habíamos invertido unas 9h. Era el momento de despojarse de la mochila, hacer las fotografías de rigor, y sentarse a descansar, comer algo y reponer fuerzas mientras la vista se perdía en el infinito horizonte y el paisaje de excepcional belleza que en todas las direcciones se abría ante nosotros. Cuando ya las fuerzas se habían recuperado, intente poner el funcionamiento el dron para filmar el cráter y su entorno, pero ante la persistencia del error en la calibración de la brújula que unos días antes había aparecido, no fue posible realizar la grabación para inmortalizar aquel excepcional momento que estábamos viviendo. 

   Durante la permanencia en este lugar, un grupo de tres montañeros brasileños que durante buena parte de la ascensión nos seguía más abajo llegó a la cima, pero nadie más durante aquella jornada había osado a superar el reto que presentaba esta hermosa montaña. Compartimos algunos momentos hablando en español y en ese portugués que tan familiar me resulta, por la proximidad geográfica con nuestro vecino ibérico. Tras la despedida, iniciamos el descenso siguiendo caminos diferentes, pues mi guía Juan Francisco, gran conocedor de esta montaña, me llevó por un camino alternativo distinto al de subida. Después de haber descendido la franja desprovista de penitentes que ya cité al subir, y en la que además se había fundido el permafrost por el incremento de la temperatura, nos desviamos a la derecha en dirección suroeste, adentrándonos en un campo de penitentes que en su caída sobre la ladera venía a terminar en un cortado vertical que debíamos evitar, por lo que era necesario atravesarlo en diagonal para llegar a una franja con rocas desprovista de hielo y que facilitaría considerablemente el descenso. A partir de aquí desaparecía el manto de nieve congelada y lo que nos esperaba era un eterno descenso campo a través, sobre ceniza volcánica que a cada paso que dábamos levantaba una estela de polvo detrás de nosotros, no existiendo sendero marcado sobre el terreno, por lo que era nuestra intuición la que nos guiaba hacia el refugio de las Payachatas que como una pequeña mota blanca se distinguía en la planicie entre los dos volcanes. Llegamos al refugio sobre las 15:00h, donde nuestra conductora había estado esperando muy pacientemente nuestra llegada durante casi 12 h. Solo hubo tiempo para tomar algo de comida y cambiarse de calzado por otro más cómodo antes de partir hacia el poblado de Sajama.

   La radiante luz del día me permitió contemplar el paisaje desértico del parque nacional, y que en la madrugada no pude ver por la oscuridad de la noche. Era la primera vez que me encontraba de lleno dentro de un desierto andino, donde en algunas zonas la ausencia de vida vegetal era absoluta, no existiendo ni la resistente paja brava que si suele crecer en otras zonas del parque próximas a los bofedales, donde el agua del deshielo suele acumularse en la estación más lluviosa. Una vez llegamos a Sajama, el deseado descanso me permitió reponer las fuerzas perdidas, dando así por finalizadas las actividades previstas en el programa de la expedición a Bolivia del club Elbruz de Sevilla. 

Ver álbum de Google Fotos (ver en presentación de diapositivas)

Aquí tienes el track de la ruta: " VOLCÁN PARINACOTA "

PANORAMAS

   Plaza de la iglesia de Sajama.

   El volcán Sajama y la población de Sajama.

Cráter del volcán Parinacota y cima del lado boliviano.

Vista del parque nacional Sajama, con el volcán Pomerape a la izquierda, y el volcán Sajama al fondo.