EL CABALLO DESDE EL MIRADOR DE LA RINCONADA

   Eran muchas las ganas que esta temporada teníamos de hacer algún pico invernal en Sierra Nevada, y aprovechando que las condiciones meteorológicas eran aceptables  (día soleado y viento casi nulo, aunque con bajas temperaturas y existencia de hielo), decidimos lanzarnos a la aventura.

   Entre los participantes había división sobre la actividad a realizar, por lo que las dos propuestas planteadas se llevaron a cabo de forma necesaria y para mutuo beneficio. Por un lado Carmen, Amor y Antonio Tango querían realizar una travesía invernal de dos etapas, entre el Mirador de la Rinconada de Nigüelas y la Hoya de la Mora, pernoctando en el refugio no guardado de Elorrieta. Por otro lado, yo que solo quería ascender al cerro del Caballo y descender al punto de partida en el mismo día. De esta forma todos haríamos la ascensión invernal al cerro del Caballo, y una vez terminada nos dividiríamos en dos, realizando de forma separada cada uno de los planes de ruta previstos. Al día siguiente nos tendríamos que reunir en el Albergue Universitario de la Hoya de la Mora, donde yo habría acudido a recogerles con el vehículo.

   Paso pues a contar lo ocurrido durante la ascensión y descenso del Caballo, dejando la otra aventura de lado, y que sean sus protagonistas quienes cuenten los detalles de lo que sucedió,  que a buen seguro no fue poco ni carente de emoción.

   Habíamos partido el viernes desde Sevilla con destino a Ogíjares donde Amor tuvo la amabilidad de ofrecernos la casa de su hermana que tan gentilmente nos cedió, y a la cual hay que estar infinitamente agradecidos. Tras descansar de forma cómoda aquella noche y desayunar en la casa, partimos con nuestro coche hacia Nigüelas, aunque no todo lo temprano que hubiésemos querido. Una vez en el pueblo comenzamos el tránsito por el camino carretero que nos iba a llevar hasta el mirador de la Rinconada. Destaco que el camino lo han mejorado en su tramo inicial desde la última vez que estuve allí, permaneciendo el resto en un estado aceptable, y por el cual se puede circular sin grandes dificultades con un turismo de plataforma elevada.  Encontramos escasa nieve o hielo en las rampas finales de acceso al mirador, aunque si lo hubiera habido solo habría que haber estacionado un poco más abajo de lo que estaba previsto, pero no fue este el caso.

  Estacionado el vehículo, ordenamos y revisamos las mochilas antes de comenzar a caminar. Empezamos ascendiendo por la loma de los Tres Mojones, siguiendo un sendero muy bien marcado sobre el terreno y que ya desde el primer momento comenzaba a tener manchas de nieve helada, aunque a pesar de esto podíamos avanzar sin problemas porque siempre se podía pisar sobre terreno desprovisto del resbaladizo hielo, o sobre hierba. Conforme vamos ascendiendo la presencia de hielo sobre el camino es cada vez más notoria, llegando este a cubrir totalmente la vegetación próxima al camino, con formaciones heladas muy curiosas que hacen especialmente bonito todo el entorno. Al llegar a la primera zona rocosa de la loma, el hielo lo cubría todo, decidiendo calzarnos los crampones para aumentar así la seguridad y la velocidad de progresión, que hasta ahora se había ido ralentizando por la inseguridad ante posibles resbalones a causa del hielo.

    Toda la ascensión se realizó en estas condiciones de terreno helado con una fina capa de nieve de pocos centímetros, que facilitaba la adherencia en cada paso, y que siempre buscábamos pisar a pesar de llevar calzados los crampones. El sol radiante en un cielo carente de nubes, caldeaba la temperatura a pesar de ser fría, y la ausencia de viento hicieron muy agradable la ascensión invernal. En las proximidades de la cima la superficie helada comenzó a cambiar, pasando de ser lisa y casi uniforme, a tener un aspecto irregular, con formaciones semejante al que conforman las tejas  de un tejado, aunque ligeramente levantadas, por lo que cuando se pisaba sobre el hielo este se partía y hacía inestable cada paso que se daba, dificultando y ralentizando nuevamente el avance.

   Una vez en la cima, la recompensa de las vistas justifica cualquier penalidad y el esfuerzo realizado. El valle de Lanjarón se encontraba parcialmente cubierto de nieve, pues la ladera de nuestra izquierda presentaba extensas zonas desprovistas del elemento blanco. Como la nubosidad comenzaba a entrar desde el sureste, fue tapando progresivamente las cimas del otro lado del valle, cubriendo el cerro del Tajo de los Machos, e impidiendo la visión de otros tres miles como el Veleta o el Mulhacén, visibles en otras ocasiones. El reportaje de fotos y la comida para reponer fuerzas en plena cima. completaron nuestra estancia allí arriba.

   Comenzamos el descenso del cono cimero y al llegar a la altura de la cuerda nos dividimos, siguiendo los planes previstos y ya mencionados al principio. En mi caso desanduve el camino de ascensión, aunque este lo pude realizar con un ritmo mucho más rápido, pues a ello invitaba el que la nubosidad ya estaba llegando a cubrir la parte más alta de la sierra, aunque en ningún momento la niebla llegó a alcanzarme y siempre quedo sobre mí, en cotas más elevadas.  Al llegar al mirador de la Rinconada donde se encontraba estacionado el vehículo, hubo tiempo para descansar y comer algo para recuperar fuerzas antes de iniciar el descenso de vuelta con el coche hasta Nigüelas, y posteriormente hasta la casa de Ogíjares.

   El domingo me desplacé bien temprano hasta la Hoya de la Mora, donde pude estacionar cómodamente el vehículo junto al Albergue Universitario. Dio la casualidad que durante la paciente espera me encontrara con mi sobrina Silvia, que junto a su familia habían pernoctado en la autocarabana aparcada un poco por detrás de donde yo me encontraba. Ni que decir tiene, que la alegría fue inmensa pudiendo disfrutar de su compañía hasta el regreso de los compañeros que llegaron a su destino a la hora prevista y sin demora alguna.

Descenso del cerro del Caballo, sobre una superficie helada, muy irregular, y casi carente de nieve.

Vista de los Alayos y el Trevenque en mi descenso en solitario.

Panorama de la loma del Caballo, desde la loma de los tres Mojones, durante el descenso en solitario.