GARGANTA DEL RÍO VIAR

 Finalmente fuimos cinco los participantes: Mamen, María Luisa, José Antonio, Quique y un servidor. Añadimos un tramo inicial por la presa de El Pintado, ya que José Antonio conocía el lugar, resultando muy interesante porque pudimos ver sus espectaculares dimensiones.

   Nos adentramos en el cauce del río tan pronto como pudimos, pinchándonos y enredándonos con las ramas de las zarzamoras, pero rectificamos y salimos del atolladero en que nos metimos, comenzando así el disfrute del río, siempre con el cuidado de no resbalar, porque las rocas a esa hora de la mañana todavía estaban húmedas por la lluvia de la noche anterior.   Algunos de los rincones de la garganta que al principio es relativamente amplia, nos iban sorprendiendo por ser tan bonitos. Siempre caminamos por el margen izquierdo del río hasta llegar al primer estrechamiento en el que decidimos pasar al otro lado del río y subir hasta la parte alta del valle para sortear el obstáculo.   A partir de aquí íbamos cambiando de un lado a otro según nos convenía, con continuos saltos, trepadas y destrepes que ralentizaron la marcha. Hubo dos resbalones y chapuzón de botas en el agua, pero sin baño integral.

   En el tramo final de la garganta el sol no dio en todo el día, supongo que esta situación se da durante algunos meses del invierno, por lo que la humedad favorece el crecimiento del musgo y el verdín sobre las rocas, por eso estaban tan resbaladizas.   Llegado un momento, como la garganta se estrechaba demasiado y María Luisa tenía algún problemilla de rodilla, decidimos salir de allí, comer e iniciar el retorno hacia el poblado de El Pintado por la parte superior del valle.

   Todos disfrutamos de la ruta cumpliéndose las expectativas que teníamos de ella.

Entrada en el tramo más angosto de la garganta.