RUTA DE LOS MOLINOS DE CORTEGANA

 Estacionamos el vehículo en las proximidades del cuartel de la Guardia Civil, junto a la carretera nacional, donde además sabíamos que estaría bien seguro. Es necesario cruzar la carretera y subir una pequeña pendiente en la última calle de la población que veamos, y junto a una pasarela peatonal que cruza sobre la carretera, buscaremos un camino en rampa que desciende con suelo pavimentado de cemento, y que poco a poco se va adentrando en el campo hasta desembocar en un camino carretero mucho más amplio. Solo habrá que seguir la cuesta descendente que en un agradable entorno de alcornoques y encinares, nos conduce por la cara sur del cerro del Hornillo (730m), hasta el final del valle donde un pequeño arroyo desemboca en otro principal y más caudaloso, llamado Carabaña.

Junto a la desembocadura, hemos de desviarnos por otro camino que algo más en alto, nos conducirá hasta la ribera del arroyo donde además encontraremos en la otra orilla, el primer molino abandonado. De este se conservan los muros del edificio y la piedra de molienda, con su agujero central para el eje de la turbina que movía el agua. Después continuaremos por el camino unos cientos de metros más, hasta que lo abandonemos para seguir un senderillo que por el margen derecho del arroyo nos conduce por un entorno de ribera muy húmedo y con rincones muy bonitos. 

Poco después de volver a cruzar el arroyo, y antes de que el senderillo llegue a otro camino carretero, encontraremos los restos de un segundo molino, el de la Romera del que se conservan aún menos elementos que del anterior. El camino que ahora tomamos es amplio y será el que nos lleve hasta la hospedería de Cortegana, un complejo hotelero con pequeños bungalows donde pasar entre naturaleza una estancia inolvidable. Como nos encontrábamos a mitad de ruta, decidimos beber algo en la terraza del bar, donde el día invitaba a descansar plácidamente al sol.

Reanudamos la marcha y volvemos sobre nuestros pasos hasta llegar a las inmediaciones del molino de la Romera, donde un rato antes habíamos llegado a encontrarnos con el amplio camino que llevábamos, pero hemos de seguir caminando por el, y en ligera ascensión, nuevamente en un entorno rodeado de encinas, muchas de ellas afectadas por la enfermedad de la "seca" y que las está matando a casi todas, con las gravísimas consecuencias que para el ecosistema serrano supone, además de las pérdidas económicas en el sector ganadero e industrial.

Cuando el camino avanza tangente a un pequeño arroyo, es el momento de acercarse a su orilla y buscar una sucesión de dos pequeñas cascadas de fácil acceso que harán la delicia de nuestros sentidos, pues para mi son el lugar más hermoso de todo el recorrido. Como su ribera estaba acondicionada y desprovista de vegetación, seguimos descendiendo unas decenas de metros hasta un claro en el bosque de ribera, para sentarnos y comer el bocadillo.

Reanudamos la caminata, y seguimos bajo el hermoso encinar y las fincas valladas con muros de piedra cubierta de musgo, algo tan característico de la sierra de Aracena. Cuando casi hemos rodeado el cabezo del Hornillo por su cara norte, encontraremos una desviación señalizada con carteles a la izquierda, en la que otro camino en peor estado comenzará a ascender de forma más acentuada, para conducirnos finalmente a la población de Cortegana, en la que es obligatorio la visita a su bonito castillo, que se encuentra en perfecto estado de conservación debido a la importante restauración realizada. La visita que cuesta 2,5€ nos permite adentrarnos en todas sus dependencias y torreones, desde los que las vistas del pueblo y la sierra son magníficas.

Rivera del arroyo Carabaña.

De vuelta a Cortegana, nos encontramos con dos pequeñas cascadas en un arroyo que desemboca en el Carabaña.

Otra de las cascadas del arroyo arriba mencionado. Hay que bajar un poco después de la primera cascada para poder verla.

Camino de vuelta a Cortegana.