Albert Montgomery Kligman fue uno de los dermatólogos más influyentes del siglo XX.
Sus descubrimientos transformaron la terapéutica dermatológica, la fisiología de la piel y la dermocosmética moderna. Nada en el manejo del acné, el fotoenvejecimiento o la barrera cutánea sería igual sin él.
Pero su legado es también uno de los más complejos y debatidos de la historia de la dermatología: a su genio científico se suman prácticas de investigación tempranas que hoy se consideran inaceptables y que obligan a leer su trayectoria de forma ética y crítica.
Junto a James Fulton y Eugene Van Scott, Kligman desarrolló el primer retinoide tópico de la historia.
Su impacto fue sísmico:
cambió para siempre el tratamiento del acné,
inauguró la dermatología antienvejecimiento basada en evidencia,
demostró que la piel puede revertir daño estructural,
y abrió la puerta a toda la farmacología retinoide moderna.
La tretinoína es, a día de hoy, uno de los fármacos tópicos más estudiados y transformadores del siglo XX.
Kligman fue el primero en demostrar, con metodología histológica rigurosa, que la piel envejecida por el sol presenta:
elastosis solar masiva,
colágeno fragmentado,
desorganización fibrilar,
daño acumulativo y persistente.
Describió el fotoenvejecimiento como una entidad biológica distinta del envejecimiento cronológico.
Hoy es un pilar conceptual en dermatología, láseres, peelings y dermocosmética.
Kligman articuló el modelo físico-químico del estrato córneo que sigue vigente en 2025.
Propuso:
corneocitos = ladrillos
matriz lipídica intercelular = mortero
Este modelo permitió entender:
xerosis crónica
dermatitis atópica
función barrera
mecanismos de hidratación
acción real de emolientes y ceramidas
Sin Kligman, la dermocosmética moderna no tendría base fisiológica sólida.
Kligman realizó algunos de los estudios más influyentes sobre:
densidad de P. acnes,
comedogénesis,
microbiota pilosebácea,
interacción entre sebo, lípidos y microorganismos.
Su análisis del folículo como “ecosistema biofísico cerrado” sigue siendo referencia obligada.
Desarrolló métodos de:
cuantificación objetiva de arrugas y comedones,
fotografía estandarizada,
escalas clínicas reproducibles.
Muchos ensayos clínicos actuales —retinoides, péptidos, antioxidantes— usan metodología derivada de sus protocolos originales.
Parte de su trabajo temprano se realizó en la prisión de Holmesburg (Filadelfia) en las décadas de 1950–60.
Allí se llevaron a cabo estudios en reclusos sin los estándares éticos actuales.
Hoy se consideran prácticas:
éticamente inaceptables
insuficientemente reguladas
desalineadas con los principios modernos de consentimiento informado
La Universidad de Pensilvania emitió posteriormente una disculpa institucional.
Toda presentación honesta de Kligman debe incluir este componente.
Kligman era un clínico minucioso, un fisiólogo de piel brillante y un metodólogo exigente.
Tenía una capacidad extraordinaria para:
detectar patrones,
formular hipótesis mecanísticas,
diseñar modelos experimentales simples y elegantes,
traducir ciencia básica a terapéutica real.
Su curiosidad intelectual era casi ilimitada.
El legado científico de Kligman incluye:
la tretinoína
el concepto de fotoenvejecimiento
la ciencia de la barrera cutánea
la patogenia moderna del acné
los estándares de cosmética basada en evidencia
Fue una figura transversal: científico básico, clínico, innovador y pionero en lo que hoy llamamos "dermatología de intervención".
La historia de Kligman es brillante y problemática a la vez.
Por un lado, uno de los científicos más productivos, influyentes y visionarios de la dermatología.
Por otro, un recordatorio permanente de la importancia de la ética en investigación clínica.
Su figura exige admiración por sus descubrimientos y, al mismo tiempo, una lectura crítica e informada de su contexto.
Albert Kligman marcó un antes y un después en:
terapéutica dermatológica,
ciencia cosmética,
fisiología cutánea,
envejecimiento de la piel,
microbiología folicular.
Pocos dermatólogos han cambiado tanto la manera en que tratamos acné, fotoenvejecimiento y disfunción barrera.
Pero su historia también recuerda que la excelencia científica nunca puede separarse de la ética.
Kligman fue un gigante.
Un gigante con sombras.
Y una figura imprescindible en la historia de la dermatología.