🎯 Objetivo: garantizar un abordaje integral, coordinado y precoz de las enfermedades dermatológicas inmunomediadas raras, mediante la colaboración estructurada entre dermatología, reumatología, inmunología y rehabilitación, optimizando diagnóstico, seguimiento y calidad de vida funcional.
Dermatología actúa como servicio de referencia inicial para el diagnóstico clínico e histopatológico, estableciendo la gravedad cutánea, la fase de actividad y las opciones terapéuticas de primera línea.
Reumatología evalúa posibles manifestaciones musculoesqueléticas o sistémicas, así como la indicación de terapias inmunomoduladoras avanzadas (metotrexato, micofenolato, biológicos o JAK/TYK2).
Inmunología aporta la caracterización de autoanticuerpos, fenotipado linfocitario y monitorización inmunológica de respuesta o toxicidad.
Rehabilitación interviene de forma temprana en casos de limitación funcional, fibrosis cutánea, retracción articular o afectación de fascia profunda, previniendo contracturas y discapacidad.
Evaluación dermatológica completa con biopsia dirigida.
Analítica inmunológica (ANA, ENA, complemento, CK, perfiles antifibróticos).
Valoración musculoesquelética por reumatología en casos de rigidez, dolor o debilidad.
RM o ecografía musculocutánea ante sospecha de afectación profunda o lineal.
Comunicación temprana con inmunología para el estudio de autoinmunidad y activación linfocitaria (CD4/CD8, IL-6, IL-17, IFN-I).
Definir plan conjunto con priorización de objetivos compartidos: control inflamatorio, prevención fibrótica y preservación funcional.
Uso escalonado de tratamientos inmunomoduladores (metotrexato, micofenolato, retinoides) y biológicos o inhibidores intracelulares según fenotipo inflamatorio.
Ajuste farmacológico conjunto con reumatología ante toxicidad o ineficacia.
Evaluación inmunológica de citoquinas séricas o autoanticuerpos emergentes como biomarcadores de respuesta.
Intervención de rehabilitación con ejercicios de estiramiento, fisioterapia manual, masoterapia miofascial y órtesis funcionales personalizadas.
Revisiones dermatológicas y reumatológicas cada 3–6 meses.
Control inmunológico semestral con parámetros de actividad (IL-6, CXCL9, interferones tipo I).
Evaluación funcional y calidad de vida mediante escalas (HAQ, DLQI, EVA de rigidez).
Comunicación directa entre servicios mediante protocolo de interconsulta electrónica.
Comités multidisciplinares mensuales de enfermedades autoinmunes cutáneas, con revisión de casos activos.
Protocolos compartidos de tratamiento escalonado, integrando pautas de inducción y mantenimiento según severidad.
Consentimiento informado unificado, con descripción de uso off-label, riesgos y beneficios.
Registro hospitalario de casos raros para seguimiento longitudinal y generación de evidencia clínica local.
Implementar programas de movilización precoz y fisioterapia adaptada para evitar retracciones y contracturas.
Incluir entrenamiento de la musculatura facial y masaje linfático en esclerodermia localizada facial.
Derivación a terapia ocupacional para adaptación de actividades y prevención de incapacidad.
Apoyo psicológico o psiquiátrico cuando exista impacto emocional severo o trastorno adaptativo.
🐚 Perla clínica: el abordaje conjunto dermatología–reumatología–inmunología reduce los tiempos de diagnóstico, mejora la adherencia terapéutica y previene la discapacidad funcional.
La coordinación con rehabilitación precoz es tan decisiva como el tratamiento inmunológico: la piel puede estabilizarse, pero la función solo se conserva si se mantiene el movimiento.