Charles Bukowski

he aquí…

he aquí que la palabra se hace arrojadiza,

nos invade una sensación de terror corriente

mientras caminamos por una calle corriente

y vemos los tanques que han chocado en cadena:

rostros arrollados; manzanas agusanadas

en busca de una pizca de amor; o ahí fuera,

donde se ahogaron los marineros y el mar

los arrastró hasta la costa, y tu perro olisqueó

y salió corriendo como si le persiguiera


el diablo.


he aquí que Dylan lloró

o Ezra se arrastró con Mussolini

en las madrugadas italianas

mientras mi perro marrón

olvidaba al diablo

o las catedrales que se estremecían bajo los rayos del sol,

y dio con el amor enseguida


en la calle.


he aquí lo que es cierto: lo que crea el hierro

crea las rosas crea los santos crea los violadores


crea la caries y la decadencia de los países.


he aquí que un poema podría ser la ausencia de palabras.

el humo que se elevara para desplazar diez toneladas de acero


ahora yace inerte y silencioso en la mano de un ingeniero.


he aquí que veo Brasil en el fondo del vaso.

veo colibríes, docenas de ellos, como moscas, atrapados

en una red dorada. ¡¡JODER!! ¡he muerto por la Palabra


como un hombre adicto a un néctar que se acaba!


he aquí que como en un cielo infinito sin sueños de bacanales

donde los tanques han chocado en cadena, los hombretones juegan

al billar con ojos de duende por entre el humo, esperando:


UNA RAJA Y UN PAR DE PELOTAS, ESO ES TODO, ¿NO?


y cursos de literatura canónica.