Charles Bukowski
Las campanas de recreo del colegio

a mi padre le apestaban los pies y tenía una sonrisa

que parecía un montón de mierda de perro.

cada vez que veía los vigorosos y duros vellos de

su barba en el lavabo del cuarto de baño

unos pensamientos nauseabundos se apoderaban de mi mollera,

la sensación continua de estar rodeado de monigotes.


tener la misma sangre que aquella sangre odiada

hacía que las ventanas se volvieran intolerables,

y la música y las flores y los árboles

feos.

pero uno tiene que vivir: suicidarse antes de cumplir los diez años

es infrecuente.


brutales eran los lirios de agua

brutales el néctar y el beso

brutales las campanas del recreo del colegio.

brutales los juegos de softball

brutales el fútbol y el voleibol.

los cielos eran blancos y altos,

y yo miraba las caras de los

jugadores

y estaban enmascaradas de una forma extraña.


ahora como en cafés

asisto a conciertos

vivo con mujeres

apuesto

bebo

podo setos

compro coches

tengo amigos y

mascotas;

asisto a bodas

a entierros

a combates de boxeo,

pago lo que me corresponde de impuestos,

hago cola en el supermercado

me limpio las uñas

me recorto los vellos largos de la nariz,

tomo el sol,

reparo daños,

intento no ofender,

me río,

escucho las opiniones de mis enemigos,

llamo por teléfono a fontaneros y abogados,

me remolcan cuando se me avería el coche en la autopista,

mis dientes están limpios,

busco héroes,

me quedo ciego cuando miro el sol mucho tiempo.


a mi padre le apestaban los pies y tenía una sonrisa

que parecía un montón de mierda de perro.


en todas partes

pasa lo mismo.


Charles Bukowski de El padecimiento continuo [2009]

Trad. Silvia Barbero